Este trabajo -como la filosofia según Aristóteles-
nace de un asombro debido a la pluralidad de anotaciones filosóficas
ocasionadas por la obra de Felisberto Hernández. Que sus
cuentos -además bastante alejados de lo que se suele llamar
strictu sensu "conte philosophique"- despierten en
los críticos tantas -y tan distintas- sugestiones de carácter
filosóficos, es algo que maravilla. Dialogar con algunos
de esos enfoques será objeto (y objetivo) del presente
artículo. Por supuesto, no constituye en absoluto motivo
de asombro el hecho de que la literatura de Hernández
haya sido estudiada utilizando categorías que pertenecen
al lenguaje y a la historia de la filosofia. Es consabida su
pasión por la que otrora se solía llamar la "reina
de las ciencias", consabido el influjo ejercido sobre él
por el filósofo Carlos Vaz Ferreira. Tenemos abundantes
testimonios, tanto directos como indirectos, de su fuerte interés
por algunos pensadores del siglo XX, Bergson en particular. Lo
atestigua, entre otras cosas, su epistolario.1
Ya los escritos
de la primera época de Felisberto
Hernández
revelan un "prurito razonador todavía adolescente.
Hay en ellos eso que ya Unamuno hacía notar como rasgo
de la primera juventud, la tendencia a la construcción
de sistemas".2 Pero esos "pruritos" no se fueron
con la juventud, como prueban con toda evidencia las palabras
que el autor escribió casi al final de su parábola
literaria y que pueden tener valor de balance final: "No
sé si lo que he escrito es la actitud de un filósofo
valiéndose de medios artísticos para dar su conocimiento,
o es la de un artista que toma para su arte temas filosóficos".3
Escribe Norah Giraldi Dei Cas que "desde el punto de
vista filosófico toda la obra de Hernández puede
ser asimilada a algunos de los puntales fundamentales de la llamada
'filosofia de la vida' en la cual se inscribe el pensamiento
de Vaz Ferreira. El intuicionismo de Bergson y el pragmatismo
de James, entre otros, forman parte de esta corriente. Hernández
tuvo una formación filosófica autocultivada pero
profunda y de clara inclinación vazferreiriana".4
Ana Inés Larre Borges ha estudiado las muchas coincidencias
fundamentales entre la filosofia de Vaz Ferreira y la literatura de Felisberto,
señalando cómo los problemas de orden filosófico
lo atraen profundamente y consiguientemente son tratados de manera
explícita en su narrativa, añadiendo que "esta
preocupación por las ideas filosóficas se origina
seguramente en un aprendizaje intelectual que estuvo más
cercano a la filosofia que a la literatura".5
¿Y entonces de dónde brota la maravilla? Surge
a raíz de la abundancia y sobre todo de la heterogeneidad
de las referencias filosóficas que han sido utilizadas
para asir la resbaladiza prosa hernandiana. Porque si los influjos
del bergsonismo son indudables y bastante transparentes en su
narrativa, por lo que están muy lejos de suscitar alguna
maravilla (y
por esta razón no se mencionarán los estudios que
investigan esta relación ya clásica), ¿quién
podría decir lo mismo a propósito de Hegel, de
los presocráticos, de Jaspers, Platón, Sartre,
Marx? Es pues ese espectro de referencias tan amplio, diferenciado
y heterogéneo en el tiempo y en el espacio, lo que maravilla
y despierta legítima curiosidad.
A la dialéctica hegeliana amo-esclavo acude Roberto
Echavarren
para explicar algunos momentos tópicos de la narrativa
hernandiana, sus recurrentes motivos de "reificación"
de los individuos. Así, según el esquema hegeliano
adoptado por el crítico, en "El caballo perdido"
el narrador y Celina combaten una "lucha a muerte" de
la que sale un ganador, Celina, que se convierte en amo, y un
derrotado, el protagonista-narrador, que al perder se reifica,
identificándose con el caballo perdido del título,
mientras que en el cuento titulado "Úrsula",
es ésta la que, al perder esa batalla primordial, se convierte
en vaca. (Cabe añadir que el
propio Echavarren, en el mismo artículo, menciona, aunque
sea de paso, el mito de la caverna del libro VII de la República
de Platón).6
A una interpretación hegeliana recurre también
José Pedro Díaz, limitadamente al obstáculo
narrativo en que tropieza y se enreda el narrador de "El
caballo perdido", que en un momento dado ya no logra distinguir
entre la percepción del presente (que se refiere al sujeto narrante) y la del pasado
(que se refiere
al objeto narrado).
Se trata de una dificultad decisiva que determinará un
diferente desarrollo del cuento, del plano narrativo al meta-narrativo.
Así comenta la situación el crítico uruguayo:
"Esta desorientación de una conciencia que no
se puede aposentar en su tiempo, es más representativa
del mundo en que vive que una descripción directa del
mismo. La discriminación de diferentes lugares de tiempo
y de oscuras relaciones entre unos y otros pone de manifiesto
una situación que quizá pueda ser designada con
la expresión hegeliana de conciencia desdichada".7
(A nosotros
esa dificultad narrativa nos aparece más una transposición
literaria de lo que Bergson definía como "distinción
inmanente", es decir aquel proceso en base al cual el yo
del pasado colabora y al mismo tiempo se enfrenta al yo del presente,
causando así una "distinción" del yo
de sí mismo; pero prometimos no ocuparnos de Bergson y
lo cumpliremos!).
Como hemos visto, para analizar el mismo cuento ("El caballo perdido"), los dos críticos
mencionados se apoyan en el mismo texto hegeliano (Fenomenología
del Espíritu), pero se trata de analogías tan
sólo aparentes, ya que tanto los enfoques del cuento como
las categorías hermenéuticas hegelianas utilizadas,
son tan distintos que toda comparación resultaría
improponible. Lo remarcamos porque se trata de un rasgo harto
frecuente en la crítica hemandiana, es decir que aun cuando
el referente sea el mismo filósofo (o incluso su misma obra), se consideran
diferentes aspectos de su pensamiento: por ejemplo Jaime Concha 8 igual que
Echavarren, cita la República de Platón,
pero en un contexto completamente diferente, y a propósito
de otro cuento, mientras que Frank Graziano analiza este mismo
cuento ('El
acomodador'),
utilizando otra obra (el
Timeo)
del mismo filósofo griego.9
Volvamos a José Pedro Díaz para poner de relieve
cómo el crítico no bien acaba de citar a Hegel
cuando ya se aleja de él, para aferrarse al concepto de
alienación en el sentido marxista. Pero tampoco se entretiene
mucho en este concepto, acuñado por Hegel y variamente
elaborado y aplicado por Feuerbach y Marx. Se trata más
bien de un rayo, de una sugestión a la que el crítico
evidentemente no supo resistir (aunque
se trate de una sugestión fundada, ya que volverá
sobre el mismo concepto en otro trabajo, como veremos).
Pronto el ensayo irá moviéndose hacia otras direcciones,
pero no sin haber implicitamente "sugerido", a través
del recurso a una terminología inequívoca, ulteriores
direcciones de búsqueda en clave exintencialista. "Este
término [alienación] -escribe Díaz-
alude a un modo de desarraigo de la naturaleza y, por decirlo
así, de sí mismo, a una caída en la inautenticidad;
mientras que el hundimiento en la conciencia desdichada es consecuencia
de la voluntaria búsqueda de una autenticidad que nos
es impedida en nuestra relación con el mundo. La alienación
es la pérdida de la conciencia en una renuncia que la
incluye a ella misma; la conciencia desdichada es el drama de
la conciencia que busca en sí un último apoyo y
vaga a tientas corriendo siempre nuevos telones, encontrando
siempre diferentes, nuevos y endebles espejismos de si misma:
se encuentra como posibilidad y no como realización"10
Sobre todo las últimas lÍneas hacen pensar en la
dramática concepción sartreana del sujeto como
étre-pour-soi, habitado por la nada y desprovisto
de compactitad ciertamente óntica. Pues el sujeto es "facticidad"
pero al ser conciencia contiene (o es) también no-ser, por lo cual se
encuentra en un estado de continua "inestabilidad",
ya que la conciencia (precisamente
porque conciencia y no puro Ser) se distancia de su propio
ser y nunca puede sentirse realizada.
Ella es todo "por sí-misma", pero nada "en
si-misma": en si-misma es un rien d'étre.
Desprovista de fundamentos determinados y de sustancia permanente,
la conciencia es nada en cuanto no es nada determinado, ni puede
serlo, porque, en tal caso, dejaría de ser conciencia.
Ella es contingencia absoluta preñada de negatividad,
suspendida entre el Ser y la Nada. Lo positivo, lo que es y no
podría no ser, pertenece al mundo objetivo (objetivo en el doble
sentido de la palabra), que Sartre califica de étre-en-soi.
Entre el Yo, étre-pour-soi, y el mundo de las cosas,
étre-en-soi, hay radical alteridad, así
que la búsqueda de la conciencia de encontrar un apoyo
en el mundo para restaurar una deseada totalidad está
destinada a fracasar.
Es Jaime Concha el que establece una explícita correspondencia
(ya que no
se puede hablar de influjo directo) entre un cuento de J. P. Sartre
('La Chambre') y un cuento
juvenil de Felisberto ("La
casa de Irene") escrito
una decena de años antes. En ambos cuentos hay una relación
particular entre los protagonistas -el sartreano Pierre y la
hernandiana Irene- y las cosas, los objetos del mundo. Escribe
Hernández que Irene "cuando toma en sus manos
un objeto, lo hace con una espontaneidad tal, que parece que
los objetos se entendieran con ella".11
Análogamente
escribe Sartre que "a Pierre seul les choses montraiente
leur vrai visage"12 y el mismo Pierre así reflexiona
hablando de los otros, los "normales": "Ils
ne savent pas prendre les choses; ils les empoignent".13 Concha comenta
esos pasajes sartreanos con esta interrogativa retórica:
"¿No son [éstos] casi los mismos términos
que escuchamos en la obra del uruguayo?".14
Según nuestro parecer hay realmente unas tangenciales
"correspondencias" entre los dos cuentos y sus personajes,
aunque los contextos sean muy distintos. En el cuento sartreano
hay un choque entre el mundo alienado de la locura y el mundo
ordinario, burgués; hay además una figura femenina
(Eve) que se sitúa
a mitad entre esos dos mundos y que vive la tragedia de haberse
alejado de la normalidad sin que por esto logre penetrar en el
mundo alucinado de Pierre (empeñado
en llamarla "Agathe"). "Il y a un mur entre toi et
moi. Je te vois, je te parle, mais tu es de l'autre cóté"15, le dice Pierre
a Eve/Agathe. En el cuento juvenil de Hernández ni se
roza esa dramaticidad, todo es más liviano (aunque con matices inquietantes) y lo "extraño"
se inserta en lo "normal" sin hacer ruido, casi a hurtadillas.
En el cuento del uruguayo, como casi siempre en él, todo
es y no es a la vez, todo es borderline.
Notas:
1 "He trabajado
muchísimo en Bergson, Materia y memoria, problemas del
cuerpo y del alma; he tenido que revisar muchos trabajos similares
para poder comprender algunos momentos de la mala traducción
de Calomino; entre ellos Naturaleza y vida de Whitehead".
[Esta carta, escrita a Paulina Medeiros, lleva la fecha de agosto
de 1944]. Cit. en P. Medeiros, Felisberto Hernández y
Yo, Montevideo, Libros del Astillero, 1982, p. 102.
2 J. Concha, 'Los Empleados del Cielo': en torno a Felisberto
Hernández, en A. Sicard, Felisberto Hernández ante
la crítica actual, Caracas, Monte Avila, 1977, p.63.
3 F. Hernández, 'Buenos Días [Viaje a Farmi]',
en Obras completas, México, D.F., Siglo XXI editores,
1983, vol. III, p. 212.
4 N. G. Dei Cas, Felisberto Hernández, del creador al
hombre, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1975, p.
43.
5 A. I. Larre Borges, 'Felisberto Hernández: una conciencia
filosófica', Montevideo, Revista de la Biblioteca nacional,
No. 22, 1983, p. 5 cit. en J. P. Díaz, Felisberto Hernández,
el espectáculo imaginario, I, Montevideo, Arca, 1991,
p. 89.
6 R. Echavarren, 'La estructura temporal de la experiencia en
El caballo perdido', Río de la Plata, N0. 1, 1985, PP.
45-58.
7 J. P. Díaz, 'Felisberto Hernández: una conciencia
que se rehusa a la existencia', en Felisberto Hernández,
el espectáculo imaginario, I, cit., PP. 114-115.
8 J. Concha, op. cit., p. 69.
9 F. Oraziano, 'La lujuria de ver: la proyección fantástica
en 'El acomodador' de Felisberto Hernández', Pittsburgh,
Revista Iberoamericana, Núms. 160-161, Julio-Diciembre
1992, PP. 1027-1039.
10 J. P. Díaz, op. cit. PP. 115-116.
11 F. Hernández, 'La casa de Irene', en Obras completas
(desde ahora O. C.), vol. 1, p. 39.
12 J. P. Sartre, 'La Chambre', en Le mur, Paris, Gallimard, 1989,
p. 66.
13 lbid.,p.64.
14 J. Concha, op. cit., p. 71.
15 J. P. Sartre, op. cit., p. 68.
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1980, PP. 11-38.
Julio Cortázar, Prólogo, en Felisberto Hernández,
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José Pedro Díaz, Felisberto Hernández, el
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José Pedro Díaz, 'Felisberto Hernández y
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Frank Graziano, 'La lujuria de ver: la proyección fantástica
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Norah Giraldi Dei Cas, Felisberto Hernández, del creador
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Norah Giraldi Dei Cas, 'Genealogía de Felisberto Hernández:
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Roberto Echavarren, 'La estrnctura temporal en El caballo perdido',
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Francisco Lasarte, Felisberto Hernández y la escritura
de «lo Otro», Madrid, Ínsula,
1981.
Paulina Medeiros, Felisberto Hernández y Yo, Montevideo,
Libros del Astillero, 1982.
Pablo Rocca, '(Más)caras de Felisberto Hernández:
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Alain Sicard, Felisberto Hernández ante la crítica
actual, Caracas, Monte Avila, 1977.
* Publicado
originalmente en Insomnia
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