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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



SIRENAS -

Fumigación Sirena Pantalla: El ángel del basuco de Moncoa (II)

Bruno Mazzoldi
A través de las rendijas entreveo la sombra de la anciana cuidandera loca, escoba en mano, pelo gris, toda ella gris. Desde afuera me pregunta por las visitantes museólogas. Le hablo de un señor obsesionado por un libro


mientras un campesino pulsa con azadón los surcos en que se hunde o de los que emerge hasta la cintura devorado o parido por las flores / calma chicha y violencia multicolor vienen a lo Uno y a lo Mismo

Residencia-taller de Franco Chaves, Las Lajas, Nariño,
280290 (Míércoles de Ceniza)



"Lienzos a la venta" anuncia el aviso del frente Cuando le pregunto si el fresco de la iglesia de Mocoa lo encargó un narcotraficante me ruega que apague la grabadora Diminuto, aindiado, natural de Pasto, discípulo de José León Eraso, mantuvo el taller en Santiago y en Sibundoy hasta 1989 Coloca entre los muebles algunas muestras de su producción reciente: entre otras, Cristo Superestar
(pertenece a su hijo, vale 200 mil pesos, pero no la vende), Colombia (una pandilla de demonios se cierne sobre una mujer encadenada en un túnel tenebroso) Saca un álbum de fotos y recortes Una instantánea lo muestra entre monjas, otra al lado del Cardenal Aníbal Muñoz Duque, otra todavía en pleno carnaval.

Para que aprecie el mural al que acaba de dar el último toque, me invita al cuarto todavía en obra que apoda "salón de tertulias" con orgullo de parrandero fino. No obstante la pose de Apolo abstraído, si es de uvas el racimo sostenido a manera de insignia sería Baco el efebo desnudo en el centro de la composición, a escala sobrehumana, rodeado de referentes heterogéneos no exclusivos del ámbito rural del suroccidente. Un serenatero de corbata y traje de compostura andina tributa acordes de guitarra al lánguido ídolo acompañado por un león, mientras un campesino pulsa con azadón los surcos en que se hunde o de los que emerge hasta la cintura devorado o parido por las flores.

Pregunto si le parece un capricho interpretar su modificación de la imagen del Santo Patrono de la capital del Departamento del Putumayo como el gesto de quien ofrece un cigarrillo al diablo. Que no, que seguramente por la prisa de acabar se le olvidó la balanza, fue sin querer. Le digo que hay un arte del olvido. Sonríe entre halagado y divertido. El cura párroco no se percató, Gabriel Toro, un redendorista, recuerda perfectamente, no le hizo ningún reclamo, antes. Hubiera traído un charango en lugar de la grabadora, me digo a mí mismo.

No inquirí por el mural de la casa del Taita Juan Gabriel Tisoy Chandioy, el sanatorio vegetalista más completo que haya conocido en el Sur, en la cima de una colinita pasado el cementerio de Santiago, con baños embaldosinados para el vómito y la diarrea, pulcros y numerosos. En distintas oportunidades, mientras el hijo del Taita, don Benjamín, consagraba la botella de yajé que en 1987 vendía a dos mil pesos, tiempo no me faltó para la sirena recostada en la mitad de la pared de la sala de espera o de operaciones alucinatorias, al lado de un tigre de Bengala.

Sean las criaturas descritas por mi suegro Luis Eduardo Díaz, quien pasó en la selva su vida de ingeniero y abridor de caminos al servicio de la Texas, bultos rosados o foscas hinchazones que él había entrevisto o de las que había oído hablar, a orillas del Mira y del Mataje, en el Putumayo, en el remolino arriba de la boca del Guamuez, en el Caquetá, más allá de los Chorros del Araracuara, dondequiera que manatíes y bufeos se aburren en harenes acuáticos abiertos a toda hora para satisfacer urgencias de caucheros y mineros, o sea angash
(en quichua "azul") el color de las que

"se peinan su cabello largo y otras que observan admiradas la vida terrestre de suntuosos palacios de reinas milenarias, cuando el auge de reinados estaba en boga y prevalecía en el gran Egipto y Asiria, donde ellas podían ver como en una televisión, en medio de la planta de renaco bordeado de muchas raíces"
(si confío en los términos transcritos en mi cuaderno gracias a la hospitalaria caligrafía de Pablo Amaringo, ex-falsificador de billetes de banco, otrora yajecero ambulante a lo largo y a lo ancho de la Amazonia peruana, actualmente narrador y pintor de fantasmagorías en extremo meticulosas, cuya libreta de apuntes me permitió hojear Luis Eduardo Luna antes de editar Visiones de Ayahuasca), sean muñecones flotadores de sex shop subdesarrollado o magadalenas televidentes, las encantadoras encantadas amodorran flujos más habidos que por haber en letargo de cisterna, cuando no en poso de cristal líquido.

Donde poso no sería apenas estasis supina, si no también solera, el sedimento llamado coulot, "descaro" de emergencias mediáticas, piano de Richard Klayderman untando el romance del contador Zacarías con la viuda de Escobar o suspenso de cortinilla sonora frotando la microtelenovela del retrato hablado del sicario que habría asesinado a Garzón, automatismo y liviandad cortesana de lo que más cae y recae: exhibe y adocena el abismo la madre del coágulo de mala leche, la matriz del lago informativo, la culebra del sujetil, Melusina enanillada, machaco-sirena serpentina y alada, Lilith de peluche.

Es lo que confirman los Grimorios de Paracelso, que "las Sirenas nadan más en la superficie que al interior del agua"
(3), según la versión de René Schwaeble que me confiara don Bolívar Jaramillo, alquimista pastuso, para que del francés impreso la revertiera al castellano grabado en cinta magnética a cambio de seis huevos de gallina muy frescos.

Virtuosas de lo archiviolítico
(otra tangente derridesca: grabaciones originales devorando la constancia saturnina del origen, piedras de peonzas archivísticas autovioladas), amasan la espuma del sobre hasta convertirla en costra de osario.

La galene de los "prados floridos en que se hallan" las musicómans
(Odisea XII, v 159) y que López Álvarez traduce "quietud" (ib v 168), o retomando los términos de la propia Circe "la pradera / donde se hacinan osamentas blancas" (ib v 45), sin que la dilatada marimba de tibias y costillas sueltas niegue el campo raso de la estética, monótono candor y podre polícroma más bien acolchando por igual la concha acústica de las concertistas parientes de Harpías y Erinias, al repetir: "Detén la barca -nea katasteson" (ib v 185) (4), calma chicha y violencia multicolor vienen a lo Uno y a lo Mismo: involucrar la aventura en la redondez de la pantalla ciclópica, en la nitidez encandecida de un recuerdo sin pasado, en el cerco del kirkos que repite el nombre de la maga anticipar el retorno.

Esterwiliames de registro sin falla y falla sin registro, sin cuyo rosetón de congelada bonanza el envío del relato sería imposible, pues la ficción nace del tiempo sin fin necesario a la transformación del grito en retornelo del que creyó contestar impunemente con sólo escucharlas, mejor dicho el ámbito de extensión de la sobredosis llamado simelio
(monstruo de pies y piernas más o menos fusionados, pelvis imperfectamente desarrollada), es el fin (a la vez conclusión y propósito) de la cuenta y del cuento: garfios de remordimiento o de eros arborícola pretenden retener a fondo odio y amor, hasta perder la medida y el fondo en la consumación de lo digitable.

Lejos de refutar la codicia del número
(marca de cálculo y performancia espectacular), la viscosa lisura de una aleta caudal le da cumplimiento. Lo que no deben ignorar el culebrero lelo ni el practicante de kundalini yoga: kundalin, el que "lleva aretes", lo "enroscado" y por ende la "serpiente", participa de la naturaleza de la "concavidad redonda abierta en el suelo", kunda, pues tanto la espiral del reptil cuanto el bostezo del cuenco pertenecen a la inercia de kuntha, "obtuso", "relajado", "aturdido".


abro la boca para gritar y para meterlas
Pasto, 22.03.00 - 21/2 am.

Acabo de soñarme entre cuatro pantallas, metido en una partitura musical. Estoy en una cabaña, en algún lugar de la Costa. La nevera de la que fueron robadas las nieves de antaño, en la que León de Greiff guarda su abrigo porque "madame está de vacaciones". El frigorífico del condado de Alameda en el que Avital Ronell encuentra los papeles de la segunda parte de Crack Wars, cámara frigorífica suficientemente amplia para cumplir funciones de tanatorio, no obstante los túneles de viento y la variedad de los canales paraje todavía demasiado impregnados de fumigaciones metafísicas
(quizás justamente en razón de esos túneles y de esa variedad), a juicio del personaje que exige una ventilación más eficiente no sin haber recomendado su zafada al crítico del Hang, "suspensión" que Ronell traduce "addiction" y José Gaos "inclinación", enganche aliado del Gestell tecnológico, la alianza misma(5).

El Museo del Olvido y taller de mecánica de Sevilla, Valle, en 1976. El cuchitril de la planta eléctrica del ex-restaurante y ex-casino. El Lido de la isla de San Andrés, en 1968, cuando me tocó prender la planta eléctrica en plena traba y el estruendo del motor se me hizo la música de las esferas.

La luz filtra a través de las fisuras entre las planchas de madera ennegrecida. Pienso que no hemos sido capaces de un museo. Hay un señor que recuerda ahí adentro, acurrucado. Acaricio la pared de madera ennegrecida por la grasa del taller o lo que resta de una antigua explosión. A través de las rendijas entreveo la sombra de la anciana cuidandera loca, escoba en mano, pelo gris, toda ella gris. Desde afuera me pregunta por las visitantes museólogas. Le hablo de un señor obsesionado por un libro. Está brava: "Tengo una bronca pecueca", masculle. Sin entrar, desde la puerta, me lanza piedras a la cara. Apenas distingo parte del brazo y la mano que las bota. Abro la boca para gritar y para meterlas. Soy lapidado en un rincón de la nevera negra.

Notas:

(3) Grimoires de Paracelse - Traduit par René Schwaeble - Des Nymphes, Sylphes, Pygmées, Salamandres et autres êtres - Des forces de l'Aimant - Manuel de la Pierre des Philosophes - Teinture des Physiciens, Ed. J. B. G., París, sin fecha, p. 39.

(4) Obras de Homero - La Odisea - Tomo I : Cantos I-XII - Traducidas directamente del griego en versos castellanos por Leopoldo López Alvarez, Tipografía Athene, Pasto, 1939, pp. 196, 197, 193, 197.

(5) "Derrida : No te enganches al espíritu -don't get hooked on spirit. Todas esas comillas son otras tantas muestras del haberse enganchado.
Heidegger : A veces borro las comillas, pero son como mordiscos de vampiro, dejan trazas y, como sea, zafarse del espíritu es duro.
Derrida : Lo veo. Pero sí reconoces el suplemento espectral, no cierto, por la manera como hemos azotado el tránsito -we've swished- del espíritu a los espíritus. No puede ser tan sólo accidental. (Echando una mirada alrededor) El parche me resulta todavía demasiado metafísico. ¿No puedes ventilar este espacio textual?" - Avital Ronell, Crack Wars - Literature Addiction Mania, U. of Nebraska Press, Lincoln y Londres, 1992, p. 149.

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