Son frecuentes en el
folclore europeo las alegorías exegéticas en clave
de sol. No solamente en el floclore: antes de que Severo, patriarca
de Antioquía, convirtiera en sol a la cabeza del Bautista,
San Ambrosio de Milán, en su Exposición del
Evangelio según Lucas, había cumplido el prodigio,
sincrético y kafkiano, de verter el eclipse del Logos
en la negrura egipcia de Re-Harakhti, llamando a Cristo "escarabajo
Crucificado".
Y no solamente en Europa:
en el suroeste de Norteamérica, durante el solsticio de
invierno, las estacas emplumadas de los Zuñi marcan la
verticalización de las salmodias y el inicio de la fase
ascendente del circuito solar, mientras en Cuzco la alternancia
de los solsticios se señala mediante la dualidad del Señor
de las Maduración y del Señor de las Enfermedades.
Si los evangelizadores
pudieron traducir en los términos de la conmemoración
del decapitado la festividad incaica del Inti-raymi, correspondiente
al solsticio de verano y a la aparición de las Pléyadas,
imponiendo de paso el nombre de San Juan al baile indígena
-como subraya el ecuatoriano Segundo Luis Moreno- fue porque
la convergencia de astronomía y teología ya era
patente en Indoamérica.
De manera que no fue posible
dejar de advertir el instante mágico cuando durante las
abluciones municipales de la estatua de Nariño: un acróbata
abnegado, encaramado a espaldas de la efigie, sostuvo por un momento
su serpiente gomosa bajo el ala del abrigo de bronce, y el chisguete
pareció rendir homenaje de su hoz generosa al último
suplemento de luz, justamente en el atardecer diferido del solsticio.
El alegre surtidor devolvía, en signo invertido y dirección
dudosa entre precipitación y brote, el módico flujo
que en el otro hemisferio despide simbólicamente la culminación
de la fase ascendiente y anuncia la descendiente: la instantánea
retraducía y desorbitaba el llanto del Bautista, pues,
como observa René Guénon, mientras corresponde al
solsticio de diciembre la figura del Evangelista, que merece el
título de "Juan que ríe" al proclamar
el inicio de la fase ascendiente, se adecua al de verano
la imploración de misericordia que resume el epíteto
de "Juan que llora".
La insistencia de Guénon
alrededor del motivo de la doble corriente del descenso de la
misericordia y del ascenso de la alabanza parece confirmar la
partitura mitológica de Lévi-Strauss, quien, en
su Double canon renversé, musicaliza la inversión
simbólica de la caída de las lluvias, asociada
en el Antiguo Mundo con Orión nimbosus, portador
de calamidades, y del flujo que surge de la tierra, asociado
en el Nuevo con Orión-Asaré, cuya constelación,
compañera de las Pléyadas, inaugura la estación
propicia durante el soslticio de junio.
En la líquida
despedida crepuscular de la Plaza de la Constitución se
evaporaba una hipótesis: de junio a diciembre, la oscilación
entre las dos fechas de la fundación de San Juan de los
Pastos, Ciudad Misterio, obedecería a uno de los efectos
especulares de una antiquísima tonada esotérica
en doble canon reflejado.
|
|