Isaías,
Jeremías y Ezequiel decían cosas tremendas con palabras
angelicales y grandes cosas misteriosas en un lenguaje sin misterios.
Los gestos del profeta no son los que convienen a la profecía.
Los grandes ademanes oratorios son los títulos
universitarios
de los mediocres. Observad cómo
los doctores de la literatura son los literatos de las mujeres
cursis.
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Una
límpida fuente emocional debe equilibrar las exquisiteces
del gusto.
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Entre
las muchas capillas literarias de los últimos tiempos que
se diferencian entre sí, ya por un concepto filosófico,
ya por un capricho estético, ya por un escrúpulo
moral, solamente deben preocuparnos, y desde aislados puntos de
vista, el simbolismo, el novecentismo, el neo-misticismo,
el paroxismo, el ultraísmo y el creacionismo.
Todas estas capillitas con malos nombres, reacciones individualistas
que contribuyen a despreciar el valor de las escuelas, no han
hecho más que desintegrar, dispersar en los espíritus
poco organizados, grandes fuerzas líricas.
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Como
sabemos perfectamente, el clacisismo es un conjunto de buenas
cualidades aisladas en anteriores poetas independientes, felices
hallazgos de una genial generación helénica.
Extraigamos,
pues, nosotros, a las escuelas independientes de ahora las condiciones
que juzguemos capaces de realizar una obra sólida cuidando
de no incurrir en una grosera mezcla ecléctica.
La diafanidad sería una primera condición, la de
la grande Grecia, clara y eterna. Pero la claridad ha evolucionado.
Nuestro concepto de la sencillez y de la pureza literaria es
mas personal y más libre. Nuestra sensibilidad es compleja,
nos ha complicado la claridad. Esta claridad que se nos antoja
-anterior a todo análisis- está en algunos novecentistas.
El auto didactismo sería la gran condición que
podríamos aprovechar del creacionismo, siempre que sea
el calor simple de la vida, el maestro de uno mismo.
La instantaneidad de las imágenes es lo más
aprovechable y la única seria innovación poética
entre todas las cabriolas de la troupe ultraísta. La sorpresa
eufónica de los versos dislocados y libres de los simbolistas
es quizá la condición más difícil
de aprovechar, por sus apariencias de espontánea y fácil,
que puede prestarse para disfraz de mediocridades. Con estos dones
preciosos del individualismo finisecular más el sentido
cultural y la educación de los instintos que exijen la
vida moderna, desechando ilusiones irreverentes, extravagancias
calculadas y las municipalizaciones de la técnica, se puede
dar orígen a un "futuro clacisismo".
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Hay
términos más durables que los snobismos y que las
voluptuosidades partenopeneas, términos que no se apoyan
en falsas concepciones de renovación ni en superfluos
convencionalismos, términos que emanan del Hombre mismo,
del hombre encarnado en palabras genéricas, suspendido
del tiempo y el espacio, del hombre unidad y resumen; o bien,
del hombre social legal, de hábitos, que vive, que trabaja
en medio de sus semejantes o que es indolente.
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Los mercachifles
de palabras nada tienen que hacer en la Poesía. Ella debe estar
desnuda como corresponde a una diosa. Los aros dorados, los espejos
brillantes, los sonajeros y las cintas de colores son de una dudosa
civilización.
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Obedeciendo
a tendencias morales y filosóficas basadas en una aproximación
posible entre los diversos artes, escultura, pintura, música
y danza, existirán todavía algunos poetas aislados,
valores de orígen en conceptos intermedios. Pero, cada
vez se irán excluyendo más los símbolos "puros"
y las alegorías "abstractas" hasta que en su
estado de mayor limpidez, la conciencia artística geste
sobre un terreno seguro, lo "clásico del porvenir".
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Actualmente
la crítica vacila, el gusto se extravía, el desenfado
y la pereza de los diletantis, hacen desmerecer la obra consciente y meditada,
la improvisación y la fecundación conejil, se ven
favorecidas por la debilidad de la técnica y no existe
un solo indicio de recto camino que pueda guiar a los espíritus
hacia una fuente de eterna belleza, al punto que críticos
eminentísimos que fueron altos poetas (me
refiero a Mauclair y Geffroy) dudan injustamente a nuestro modo de ver del
porvenir de la poesía.
Es cierto que los países de Europa fatigados, desgastados
por la guerra, con una terca sequedad de sentimientos y una desoladora
dificultad de concepción, sin principios fecundos y sin
cohesión en sus libertades, se encierran en miserables
nacionalismos. ¿Aguardan la palabra de América?
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En
cuanto a formas hemos llegado a una altura adonde las novedades
son descubirmiento del genio. Apuntemos, sin embargo, que el
verso polimorfo del siglo
XVII podría ser una posible y bella realidad actualmente.
Creemos que ninguno puede representar mejor el estado actual
de la conciencia artística.
El uso de este verso debe moderarse, como el de los símbolos
sagrados; de lo contrario no causa al oído ningún
encanto, ninguna agradable sorpresa.
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Los asonantes
tienen una sugestión dulce, lánguida, de vago ensueño,
que da más valor tónico a las palabras del verso,
libres del yugo imperioso de la detonación presentida y
esperada del consonante. El inagotable encanto de la rima ha ejercido
demasiada dictadura a pesar de todas sus evoluciones hasta nosotros.
La poesía necesita algo más fluído, algo
venido, con puro aliento, de las primitivas concepciones poéticas,
para graduar mejor las emociones más complejas y para conmover
más eficazmente la sensibilidad actual. ¿Qué?
Volvemos a repetirlo: es un secreto del genio.
(*) En
'Los Nuevos' Revista de Artes y Letras - Año I, Núm.
I - Montevideo, 1920.
*Tomado de
Insomnia
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