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ISSN 1688-1672

 



PUIG, MANUEL -

Manuel Puig y ese infierno tan temido (I)

Iván de la Torre

Después de la vanguardia. Puig fue más allá de la vanguardia; demostró que la renovación técnica y la experimentación no son contradictorias con las formas populares


Prólogo que no es ni justo ni necesario... pero que quise incluir.
En el artículo que sigue a estas palabras se rinde homenaje a uno de los grandes escritores argentinos que esta siendo revalorizado (como casi siempre ocurre) después de muerto. La forma en que decidimos hacerlo no es lineal sino que esta formada por retazos: retazos de opiniones, historias y comentarios de gente que lo conoció y compartió trabajos, sueños y desilusiones con él. La razón para hacerlo así fue sencillamente el deseo de probar un recurso que él había utilizado y perfeccionado y que quisimos traer de nuevo a la vida en su homenaje.

Sin más, que se apaguen las luces: "La película esta por comenzar dijo la voz..."


"La primera vez que oí hablar de Manuel Puig fue en el otoño argentino de 1967, cuando el
editor catalán Carlos Barral me llamó por teléfono al semanario Primera Plana -del que yo era entonces jefe de redacción- para contarme que un "prodigioso escritor argentino" había perdido por un margen de dos votos el premio de novela Biblioteca Breve. "Tu corresponsal en Nueva York debe entrevistarlo", me dijo. "Lo encontrarán en las oficinas de Air France del aeropuerto Kennedy. Se llama Juan Puig y está allí, en la recepción, a la espera de que aparezca una estrella de cine".

Primera Plana no tenía corresponsales en Nueva York, pero uno de los redactores del semanario debía de todos modos pasar por las oficinas de Air France en Kennedy durante una escala a Europa. Una semana después envió lo que el semanario titularía "Retrato del novelista desconocido".

Puig era -escribió- un joven de estatura mediana, que se desplazaba por los pasillos del aeropuerto en cámara lenta. Había nacido a mediados de 1932 en General Villegas, una ciudad desértica de la provincia de Buenos Aires, y se había mudado a Buenos Aires en 1949 para estudiar
arquitectura.
La arquitectura, sin embargo, era sólo un desvío para llegar a su pasión verdadera, el
cine.

Con esta descripción Tomas Eloy Martínez daba la primera impresión del que luego se convertiría en uno de los grandes escritores argentinos; creador de un estilo particular que lo llevaría a la fama. Pero vayamos paso a paso...

Primera Novela: Otras voces, Otros ámbitos

La pasión de Puig era el cine; el único lugar donde confesaba hallarse cómodo; Eloy comentó la génesis de su primera novela que tanto le debía a esa pasión cinéfila de Puig: "Durante todas las noches de 1961 y 1962 escribió, casi en secreto, un guión sobre la inagotable voracidad de una familia por el cine. General Villegas se le fue transfigurando en una ciudad imaginaria, Coronel Vallejos, y él mismo, Juan Manuel, asumió la identidad de Toto, un niño que nunca crece y por el cual pasan, desbordadas, las habladurías del pueblo. Casi por inercia, el guión fue derivando en una novela, La traición de Rita Hayworth. A fines de marzo de 1965, cuando sintió que ya estaba terminada, se la dio a Juan Goytisolo. Fue él quien alentó la idea de enviar el manuscrito al concurso de Seix Barral. Seis meses después de aquella entrevista, Puig pudo instalarse por fin en Buenos Aires. Llegó desprendiéndose de su primer nombre, Juan."

Esa primera novela constituyó un punto de partida y una meta hacia la cual se decantaría en sus posteriores obras: contar una historia tomando todos los registros y voces, alterando los narradores y los medios de narrar, incorporando en un collage magistral confesiones, notas de revistas y radionovelas. Como definió Piglia: "Después de la vanguardia. Puig fue más allá de la vanguardia; demostró que la renovación técnica y la experimentación no son contradictorias con las formas populares". Comprendió de entrada qué era lo importante en Joyce. "Yo lo que tomé conscientemente de Joyce es esto: hojeé un poco Ulises y vi que era un libro compuesto con técnicas diferentes. Basta. Eso me gustó." Por supuesto, ésa es toda la lección de Joyce, multiplicidad de técnicas y de voces, ruptura del orden lineal, atomización del narrador. Un escritor no tiene estilo personal. Escribe en todos los estilos, trabaja todos los registros y los tonos de la lengua."

Esa capacidad registrada y mostrada en su primera novela sobre todo a través de sus personajes: el discurso infantil de Toto (un alter-ego de Puig), el lenguaje directo y duro de Héctor o la verborragia chismosa de Choli. Puig: "Toda esa afición por lo oral me viene de mi origen provinciano. Allá en la provincia en los últimos 30 y en los 40 no había televisión y se conversaba mucho."

Provinciano en Buenos Aires

Ya en Buenos Aires empezó su novela más famosa donde volvería a Coronel Vallejos, (como señalaba Eloy, la transcripción cifrada de General Villegas), para hacer una radiografía punzante de la hipocresía, la doble moral y el machismo de la clase media.

El nombre de la novela: Boquitas Pintadas, el año: 1968. Juan Manuel Puig era para entonces y por siempre Manuel Puig. Eloy: "Todos los sábados, en mi casa de la calle Rodríguez Peña, nos reuníamos para leer los borradores del folletín que estaba escribiendo
(y que debía llamarse Eras para mí la vida entera, según he descubierto en una de sus dedicatorias). Después, salíamos a caminar por Santa Fe o por Corrientes, sintiéndonos extraños en una ciudad a la que ninguno de los dos pertenecía... Escribía con una disciplina de hierro, a veces un par de horas por la mañana y cuatro a cinco por la tarde. Cuando estaba trabajando en los últimos capítulos de su folletín, se quedaba hasta las ocho o nueve de la noche y luego se iba a nadar."

El éxito de la novela le permitió dedicarse nada más que a escribir; entrando así en la categoría de "best-seller" y accediendo al mismo tiempo al mercado internacional.

General Villegas: "Un western de clase B"

Con ese título definía Puig en una entrevista al pueblo en el que había crecido y a partir del cual desarrollaría sus dos primeras novelas. Nacido y criado allí, Puig nunca se sintió a gusto en un lugar donde no importaba que las cosas pasaran sino que se supieran.

Eloy: "El padre, Baldomero Puig, era un fraccionador de vinos; Male trabajaba en una farmacia. La pasión de ella era ir todos los miércoles al cine, a la doble función vermut donde pasaban las películas románticas de Bette Davis, Norma Shearer, Greer Garson, Ann Sothern e Irene Dunne. Manuel la acompañaba siempre, pero cada vez que los compañeros lo golpeaban en la escuela o se burlaban de él, el padre -para endurecerlo- le prohibía esos placeres por una semana o un mes."

Luisa Sdrubolini, el personaje de Herminia en "La Traición..." definió la relación que unió a Puig al cine, al pueblo y a su padre: "Coco (el seudónimo familiar de Puig: nota del autor), venía de un modelo de familia muy común en esa época en el que la figura del padre se presentaba muy fuerte, no desde los afectos sino desde la autoridad... Además Puig era homosexual y eso no lo hacía -a ojos del pueblo- una figura socialmente presentable... Creo que, en el caso de los Puig todo tenía que ver con el desencanto de un padre que había soñado otro hijo y no supo adaptarse al que la vida le dió. Eso a Coco lo marcó y formó con la mamá una especie de búnker, se refugiaban de los embates en el cine"

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