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ARIEL - RODÓ, JOSE ENRIQUE - CONTEXTO POLÍTICO DE ARIEL - HERRERA Y OBES, JULIO - IDIARTE BORDA, JUAN - CUESTAS, JUAN LINDOLFO - RAMÍREZ, JOSÉ PEDRO - LA VIDA NUEVA - REVISTA NACIONAL - SITIO DE MONTEVIDEO -

El tacto político en Ariel(1)(II)*

Gustavo San Román
A la paz de 1851 siguió un efímero período de estabilidad y coalición inspirado por el lema "ni vencidos ni vencedores" con el que se había cerrado la guerra. Dos facciones políticas comenzaron a evolucionar: los urbanos "principistas", intelectuales liberales y los caudillos rurales


Lamentablemente para José Enrique Rodó su participación en la política local iba a seguir por el resto de su vida, como él mismo llegó a declarar a menudo.
(8) Pero el fin de siglo, contexto de Ariel, fue una época particularmente turbulenta y bastante trascendental para el Uruguay. Desde poco después de la independencia en 1830, el país había sufrido una constante lucha intestina entre dos bandos políticos principales, los Colorados y los Blancos. El conflicto alcanzó su apogeo durante la Guerra Grande, que incluyó un sitio de ocho años (1843-51) del Montevideo gobernado por los Colorados por parte de los Blancos, aliados con el dictador bonaerense Rosas. Durante ese período, Montevideo fue el centro de la propaganda antirosista por parte de los escritores argentinos de la Generación de 1837 en el exilio, que incluyeron a Alberdi, Gutiérrez, Echeverría y Cané, apoyados por varios intelectuales uruguayos.

Montevideo tenía vínculos estrechos con el liberalismo europeo, como nota el historiador José Pedro Barrán: "Para el nuevo partido colorado ambientado en la ciudad europea [...], integrado por una pléyade brillante de jóvenes cultos
(Manuel Herrera y Obes, Andrés Lamas, Melchor Pacheco y Obes, Juan Carlos Gómez), la guerra no era entre bandos rioplatenses sino entre principios con validez universal".(9)

Estos nombres de ambas riberas del Plata son motivo de enorme respeto en los escritos de Rodó. En algunos de sus artículos para la Revista Nacional, que editó con sus amigos entre 1895-97, Rodó mostró su admiración por la manera en que estas figuras combinaron altas metas morales e intelectuales con una activa militancia política. En su artículo sobre el argentino exiliado en Montevideo Juan María Gutiérrez, por ejemplo, Rodó agradece "la obra debida a los hombres de aquella época turbulenta y gloriosa [que] supo compartir con las porfías de la organización y de la lucha política, una labor mental encaminada a objetivos de interés duradero que aún se nos impone como la más alta y honrosa tradición de la intelectualidad de nuestras sociedades".

A la paz de 1851 siguió un efímero período de estabilidad y coalición inspirado por el lema "ni vencidos ni vencedores" con el que se había cerrado la guerra. Dos facciones políticas comenzaron a evolucionar: los urbanos "principistas", intelectuales liberales que proclamaban principios legales racionalistas y que se agruparon más allá de divisiones partidarias, y los caudillos rurales, leales a modos tradicionales de organización popular. Los principistas disfrutaron de un breve período en el poder, en los años 1870. Uno de sus líderes, José Pedro Ramírez, admirado por Rodó, definió la meta de su generación con el lema "La libertad como principio, la libertad como medio, la libertad como fin".

La interpretación usual de los principistas es de idealistas honestos pero ineficaces, visión que ha quedado capturada en el rótulo de "cámaras bizantinas" que inspiraron la elocuencia y el tono metafísico de sus debates parlamentarios. Pero los historiadores también reconocen la trascendencia política de este período, cuando el país fue gobernado por primera vez por sus hombres mejor educados y sin lealtades partidarias. Su legado fue poderoso: "Dejaron al país una tradición que éste, a la larga, hizo suya: el liberalismo político"; su postura es resumida por Barrán en la convicción de que "mantener las garantías individuales era el único fin del gobierno".

Rodó iba a admirar a estos intelectuales-políticos, a quienes vio como descendientes de los pensadores liberales del Montevideo sitiado
(o de "la Defensa"); así, en un discurso parlamentario de 1913 sobre José Pedro Ramírez, el líder principista, Rodó habló de "un espíritu modelado en la tradición de la Defensa de Montevideo" que exhibía "grandeza moral", "sentimiento de la libertad" y una "tendencia generosa y amplia, culta y civilista" (1169-70). Por cierto, algunos de los discursos parlamentarios del propio Rodó hacen eco de la firme postura anti-maquiavélica de los principistas; tal es el caso de su actitud contraria al decreto del gobierno legalizando la censura de la prensa durante un conflicto civil (1104-22). Hasta aquí, las influencias formativas de Rodó; podemos ahora considerar su contexto contemporáneo.


El contexto de Ariel

El breve período dominado por los principistas dio paso a tres lustros de militarismo, hasta que Julio Herrera y Obes, un Colorado de las clases altas venidas a menos, fue nombrado Presidente en 1890 y comenzó un largo período de gobierno civil. Herrera era un principista con una fuerte concepción del poder presidencial: "Poseía, como todos los de su grupo, una visión del mundo bastante aristocratizante, negando a la masa popular toda posibilidad -que es casi tanto como decir todo derecho-a tomar parte de las decisiones que la afectan".(10)

El gobierno de Herrera se caracterizó por su "colectivismo", pues actuó con el apoyo de los integrantes de una élite de Colorados de la clase alta y de partidos urbanos de similar postura ideológica
("la colectividad"), que excluía a la gran minoría de los Blancos que controlaban las zonas rurales. Se aprovechó de los fuertes poderes que la constitución otorgaba al Presidente, y tuvo pocos miramientos para hacer uso del fraude electoral si la necesidad lo pedía.

Su sucesor en 1894 fue Juan Idiarte Borda, otro miembro de la "colectividad", quien debió enfrentarse a una rebelión por parte de los Blancos en marzo de 1897. El 25 de agosto del mismo año Idiarte Borda fue asesinado, y Juan Lindolfo Cuestas tomó su lugar como Presidente interino. Aunque Cuestas pertenecía al grupo de Herrera y Obes, hizo un pacto con los Blancos y les otorgó un papel en el gobierno; este arreglo permitió el fin de la guerra en setiembre de 1897. Para consolidar la paz, Cuestas dio un golpe de estado el 10 de febrero de 1898, disolvió las cámaras "colectivistas" e instaló un parlamento más representativo de los poderes políticos que lo eligió Presidente en 1899. Cuestas gobernó hasta 1903, año en que José Batlle y Ordóñez, Colorado populista, ganó las elecciones y comenzó un proceso de modernización social y política que marcó el futuro Uruguay.


Rodó y su tiempo

La actitud de Rodó frente a estos acontecimientos puede rastrearse en su correspondencia y en su periodismo. De su correspondencia, las cartas a su amigo Juan Francisco Piquet son particularmente reveladoras. En una fechada 1 de setiembre de 1897, Rodó comenta el asesinato de Idiarte Borda y sus repercusiones. Su impresión es que el asesinato, aunque lamentable, era de esperarse tarde o temprano; además, da su aprobación a Cuestas como elemento provisional en el proceso hacia la completa restitución de la democracia: "Sería hipócrita sostener que [la noticia] no produjo una íntima complacencia-contenida sí, por el respeto que merece la muerte y por lo criminal del atentado. También sería preciso cerrar los ojos a la luz para no convenir en que la situación ha mejorado notablemente y en que lleva miras de mejorar mucho más. Cuestas ha revelado excelentes propósitos y su Ministerio puede calificarse de bueno. [...] Veremos si se hace ahora la paz y entramos en una franca convalescencia".(11)

Con la próxima carta, del 4 de octubre de 1897, Rodó envía un ejemplar del primer volumen de su serie La Vida Nueva. Allí comenta la relevancia del título del opúsculo para las circunstancias políticas del momento, y reitera su cauta aprobación de Cuestas: "El título del folleto tiene algo de oportuno con relación a la actualidad política. Vida Nueva es la que hemos empezado bajo los auspicios de la paz, con un Gobierno de organización, de moralidad y de orden. ¿Será verdad por mucho tiempo tanta belleza? That is the question".

Luego declara su pesimismo al recordar las pautas dominantes del pasado reciente, incluidos "el desgobierno, la corrupción y el personalismo", referencias implícitas a los líderes militares pero también a los dos Presidentes anteriores, a saber Herrera y Obes e Idiarte Borda. Acto seguido, la alusión al penúltimo se hace más abierta: "Todos los descontentos, todos los despechados, que son muchos, se arremolinan y se estrechan en derredor de la personalidad de D. Julio Herrera y Obes, q[ue] es quien proyecta una sombra negra sobre el futuro […]. Han llegado días de lucha, y todos tenemos el deber de tratar de conjurar este peligro: la restauración de Herrera en el poder".

Entonces expresa su intención de entrar al periodismo para hacer campaña en contra del ex-Presidente, aun cuando Herrera había alabado a los editores de la Revista Nacional: "Si en la prensa política encuentro un puesto que me parezca digno, a ella iré para cumplir ese deber de ciudadano. Don Julio ha sido muy amable con nosotros, los redactores de la Revista [...]; pero con eso no nos ha arrebatado el derecho de decirle la verdad lisa y llana y de oponernos en cuanto podamos a que siga riéndose del país". Pocas semanas después, el 16 de noviembre de 1897, Rodó describe la incertidumbre política sobre las venideras elecciones presidenciales, pero suscintamente expresa su posición de apoyo por Cuestas y su rechazo al bando de Herrera: "A mi ver, aumentan las probabilidades a favor de la popular y honrada candidatura de Cuestas. De cualquier modo, lo que creo que puede asegurarse sin temor, es q[ue] la presidencia futura no será ni de D. Julio Herrera ni de ninguno de sus fámulos".


Notas:

1 El presente artículo es traducción algo recortada de "Political Tact in José Enrique Rodó's Ariel", Forum for Modern Language Studies, Vol. 36, No. 3, Julio 2000, pp. 279-95. Este volumen especial, coordinado por Gustavo San Román, está dedicado a Assertive Hispanisms: Tensions and Affirmations in Cultural Identity, y fue inspirado precisamente por Ariel. El autor agradece a la revista y a la editorial Oxford University Press el permiso para publicarlo aquí.

8 Ver, por ejemplo, su discurso como diputado de 1902 en el que apoya el derecho de los catedráticos a integrar el parlamento (1095), su carta de 1907 al crítico colombiano Baldomero Sanín Cano (1374-75), y su discurso como presidente del Círculo de la Prensa de Montevideo en 1909 (644).

9 José Pedro Barrán, Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y caudillesco 1839-1875 (4a. ed., Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1979), 27-28.

10 Enrique Méndez Vives, El Uruguay de la modernización (4a. ed., Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1980), 64.

11 Cartas de José Enrique Rodó a Juan Francisco Piquet (Primera Serie), ed. Wilfredo Penco (Montevideo: Biblioteca Nacional, 1979), 73. Aunque una selección de estas cartas aparece en las Obras completas, no se incluyen allí las que pertenecen al período que nos interesa.



* Publicado originalmente en Insomnia

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