Lamentablemente para José
Enrique Rodó su participación en la política
local iba a seguir por el resto de su vida, como él mismo
llegó a declarar a menudo.(8) Pero el fin
de siglo, contexto de Ariel, fue una época particularmente
turbulenta y bastante trascendental para el Uruguay. Desde poco
después de la independencia en 1830, el país había
sufrido una constante lucha intestina entre dos bandos políticos
principales, los Colorados y los Blancos. El conflicto alcanzó
su apogeo durante la Guerra
Grande, que incluyó un sitio de ocho años (1843-51)
del Montevideo gobernado
por los Colorados por parte de los Blancos, aliados con el dictador
bonaerense Rosas. Durante ese período, Montevideo fue el
centro de la propaganda antirosista por parte de los escritores
argentinos de la Generación de 1837 en el exilio,
que incluyeron a Alberdi, Gutiérrez, Echeverría
y Cané, apoyados por varios intelectuales
uruguayos.
Montevideo tenía vínculos estrechos con el liberalismo
europeo, como nota el historiador José Pedro Barrán:
"Para el nuevo partido colorado ambientado en la ciudad
europea [...], integrado por una pléyade brillante de
jóvenes cultos (Manuel
Herrera y Obes, Andrés Lamas, Melchor Pacheco y Obes,
Juan Carlos Gómez),
la guerra no era entre bandos rioplatenses sino entre principios
con validez universal".(9)
Estos nombres de ambas riberas del Plata son motivo de enorme
respeto en los escritos de Rodó. En algunos de sus artículos
para la Revista Nacional, que editó con sus amigos
entre 1895-97, Rodó mostró su admiración
por la manera en que estas figuras combinaron altas metas morales
e intelectuales con una activa militancia política. En
su artículo sobre el argentino exiliado en Montevideo
Juan María Gutiérrez, por ejemplo, Rodó
agradece "la obra debida a los hombres de aquella época
turbulenta y gloriosa [que] supo compartir con las porfías
de la organización y de la lucha política, una
labor mental encaminada a objetivos de interés duradero
que aún se nos impone como la más alta y honrosa
tradición de la intelectualidad de nuestras sociedades".
A la paz de 1851 siguió un efímero período
de estabilidad y coalición inspirado por el lema "ni
vencidos ni vencedores" con el que se había cerrado
la guerra. Dos facciones políticas comenzaron a evolucionar:
los urbanos "principistas", intelectuales liberales
que proclamaban principios legales racionalistas y que se agruparon
más allá de divisiones partidarias, y los caudillos
rurales, leales a modos tradicionales de organización popular.
Los principistas disfrutaron de un breve período en el
poder, en los años 1870. Uno de sus líderes, José
Pedro Ramírez, admirado por Rodó, definió
la meta de su generación con el lema "La libertad
como principio, la libertad como medio, la libertad como fin".
La interpretación usual de los principistas es de idealistas
honestos pero ineficaces, visión que ha quedado capturada
en el rótulo de "cámaras bizantinas"
que inspiraron la elocuencia y el tono metafísico de sus
debates parlamentarios. Pero los historiadores también
reconocen la trascendencia política de este período,
cuando el país fue gobernado por primera vez por sus hombres
mejor educados y sin lealtades partidarias. Su legado fue poderoso:
"Dejaron al país una tradición que éste,
a la larga, hizo suya: el liberalismo político";
su postura es resumida por Barrán en la convicción
de que "mantener las garantías individuales era
el único fin del gobierno".
Rodó iba a admirar a estos intelectuales-políticos,
a quienes vio como descendientes de los pensadores liberales
del Montevideo sitiado (o
de "la Defensa");
así, en un discurso parlamentario de 1913 sobre José
Pedro Ramírez, el líder principista, Rodó
habló de "un espíritu modelado en la tradición
de la Defensa de Montevideo" que exhibía "grandeza
moral", "sentimiento de la libertad" y una "tendencia
generosa y amplia, culta y civilista" (1169-70). Por cierto, algunos de los
discursos parlamentarios del propio Rodó hacen eco de
la firme postura anti-maquiavélica de los principistas;
tal es el caso de su actitud contraria al decreto del gobierno
legalizando la censura de la prensa durante un conflicto civil
(1104-22). Hasta aquí, las influencias
formativas de Rodó; podemos ahora considerar su contexto
contemporáneo.
El contexto de Ariel
El breve período
dominado por los principistas dio paso a tres lustros de militarismo,
hasta que Julio Herrera y Obes, un Colorado de las clases altas
venidas a menos, fue nombrado Presidente en 1890 y comenzó
un largo período de gobierno civil. Herrera era un principista
con una fuerte concepción del poder presidencial: "Poseía,
como todos los de su grupo, una visión del mundo bastante
aristocratizante, negando a la masa popular toda posibilidad
-que es casi tanto como decir todo derecho-a tomar parte de las
decisiones que la afectan".(10)
El gobierno de Herrera se caracterizó por su "colectivismo",
pues actuó con el apoyo de los integrantes de una élite
de Colorados de la clase alta y de partidos urbanos de similar
postura ideológica ("la
colectividad"),
que excluía a la gran minoría de los Blancos que
controlaban las zonas rurales. Se aprovechó de los fuertes
poderes que la constitución otorgaba al Presidente, y
tuvo pocos miramientos para hacer uso del fraude electoral si
la necesidad lo pedía.
Su sucesor en 1894 fue Juan
Idiarte Borda, otro miembro de la "colectividad", quien
debió enfrentarse a una rebelión por parte de los
Blancos en marzo de 1897. El 25 de agosto del mismo año
Idiarte Borda fue asesinado, y Juan Lindolfo Cuestas tomó
su lugar como Presidente interino. Aunque Cuestas pertenecía
al grupo de Herrera y Obes, hizo un pacto con los Blancos y les
otorgó un papel en el gobierno; este arreglo permitió
el fin de la guerra en setiembre de 1897. Para consolidar la paz,
Cuestas dio un golpe de estado el 10 de febrero de 1898, disolvió
las cámaras "colectivistas" e instaló
un parlamento más representativo de los poderes políticos
que lo eligió Presidente en 1899. Cuestas gobernó
hasta 1903, año en que José Batlle y Ordóñez,
Colorado populista, ganó las elecciones y comenzó
un proceso de modernización social y política que
marcó el futuro Uruguay.
Rodó y su tiempo
La actitud de Rodó
frente a estos acontecimientos puede rastrearse en su correspondencia
y en su periodismo. De su correspondencia, las cartas a su amigo
Juan Francisco Piquet son particularmente reveladoras. En una
fechada 1 de setiembre de 1897, Rodó comenta el asesinato
de Idiarte Borda y sus repercusiones. Su impresión es que
el asesinato, aunque lamentable, era de esperarse tarde o temprano;
además, da su aprobación a Cuestas como elemento
provisional en el proceso hacia la completa restitución
de la democracia: "Sería hipócrita sostener
que [la noticia] no produjo una íntima complacencia-contenida
sí, por el respeto que merece la muerte
y por lo criminal del atentado. También sería preciso
cerrar los ojos a la luz para no convenir en que la situación
ha mejorado notablemente y en que lleva miras de mejorar mucho
más. Cuestas ha revelado excelentes propósitos y
su Ministerio puede calificarse de bueno. [...] Veremos si se
hace ahora la paz y entramos en una franca convalescencia".(11)
Con la próxima carta,
del 4 de octubre de 1897, Rodó envía un ejemplar
del primer volumen de su serie La Vida Nueva. Allí
comenta la relevancia del título del opúsculo para
las circunstancias políticas del momento, y reitera su
cauta aprobación de Cuestas: "El título
del folleto tiene algo de oportuno con relación a la actualidad
política. Vida Nueva es la que hemos empezado bajo los
auspicios de la paz, con un Gobierno de organización, de
moralidad y de orden. ¿Será verdad por mucho tiempo
tanta belleza?
That is the question".
Luego declara su pesimismo al recordar las pautas dominantes del
pasado reciente, incluidos "el desgobierno, la corrupción
y el personalismo", referencias implícitas a los líderes
militares pero también a los dos Presidentes anteriores,
a saber Herrera y Obes e Idiarte Borda. Acto seguido, la alusión
al penúltimo se hace más abierta: "Todos
los descontentos, todos los despechados, que son muchos, se arremolinan
y se estrechan en derredor de la personalidad de D. Julio Herrera
y Obes, q[ue] es quien proyecta una
sombra negra sobre el futuro [
]. Han llegado días
de lucha, y todos tenemos el deber de tratar de conjurar este
peligro: la restauración de Herrera en el poder".
Entonces expresa su intención de entrar al periodismo para
hacer campaña en contra del ex-Presidente, aun cuando Herrera
había alabado a los editores
de la Revista Nacional: "Si en la prensa política
encuentro un puesto que me parezca digno, a ella iré para
cumplir ese deber de ciudadano. Don Julio ha sido muy amable con
nosotros, los redactores de la Revista [...]; pero con eso no
nos ha arrebatado el derecho de decirle la verdad lisa y llana
y de oponernos en cuanto podamos a que siga riéndose del
país". Pocas semanas después, el 16 de
noviembre de 1897, Rodó describe la incertidumbre política
sobre las venideras elecciones presidenciales, pero suscintamente
expresa su posición de apoyo por Cuestas y su rechazo al
bando de Herrera: "A mi ver, aumentan las probabilidades
a favor de la popular y honrada candidatura de Cuestas. De cualquier
modo, lo que creo que puede asegurarse sin temor, es q[ue] la
presidencia futura no será ni de D. Julio Herrera ni de
ninguno de sus fámulos".
Notas:
1 El presente artículo es
traducción algo recortada de "Political Tact in José
Enrique Rodó's Ariel", Forum for Modern Language Studies,
Vol. 36, No. 3, Julio 2000, pp. 279-95. Este volumen especial,
coordinado por Gustavo San Román,
está dedicado a Assertive Hispanisms: Tensions and Affirmations
in Cultural Identity, y fue inspirado precisamente por Ariel.
El autor agradece a la revista
y a la editorial Oxford University Press el permiso para publicarlo
aquí.
8 Ver, por ejemplo, su discurso
como diputado de 1902 en el que apoya el derecho de los catedráticos
a integrar el parlamento (1095), su carta de 1907 al crítico
colombiano Baldomero Sanín Cano (1374-75), y su discurso
como presidente del Círculo de la Prensa de Montevideo
en 1909 (644).
9 José Pedro Barrán, Apogeo y crisis del Uruguay
pastoril y caudillesco 1839-1875 (4a. ed., Montevideo: Ediciones
de la Banda Oriental, 1979), 27-28.
10 Enrique Méndez Vives, El Uruguay de la modernización
(4a. ed., Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1980),
64.
11 Cartas de José Enrique Rodó a Juan Francisco
Piquet (Primera Serie), ed. Wilfredo Penco (Montevideo: Biblioteca
Nacional, 1979), 73. Aunque una selección de estas cartas
aparece en las Obras completas, no se incluyen allí las
que pertenecen al período que nos interesa.
* Publicado
originalmente en Insomnia
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