La fundamental
importancia de la información en las decisiones políticas
es un concepto universal e indiscutible. El manejo de información
precisa no garantiza decisiones óptimas, pero la información
inadecuada conduce -como ha demostrado repetidamente la historia-
al desastre. Recoger eficientemente la información, interpretarla
con los necesarios niveles de sofisticación y comunicarla
rápidamente a quiénes la necesitan son las tareas
de los sistemas de inteligencia.
La
naturaleza y funciones de estos sistemas son ilustradas por una
orden presidencial de Estados Unidos (Orden Ejecutiva 12333, Diciembre de
1981)
donde se encomienda a los servicios nacionales de inteligencia
"
proveer información en la cual basar decisiones
destinadas a conducir y desarrollar la política exterior,
económica y de defensa, y relacionadas con la protección
de los intereses de Estados Unidos de las amenazas
externas a su seguridad
". El documento enfatiza
también la función de detectar operaciones de espionaje
y otras amenazas provenientes de servicios de inteligencia extranjeros.
Sin
embargo, estas definiciones oficiales omiten una función
esencial de los aparatos de inteligencia: la intervención
secreta en los asuntos políticos o económicos de
otras naciones, esto es sus actividades encubiertas. Estas labores
de inteligencia, contrainteligencia y acciones encubiertas comprenden
entonces una amplia variedad de actividades gubernamentales y
han determinado el desarrollo de una vasta industria internacional,
cuyos avances se producen generalmente de manera más o
menos secreta. Es imposible establecer con precisión los
costos de esta industria; se estima que sobre el final de la
Guerra Fría, Estados Unidos le destinaba
12.000.000.000 de dólares y las cifras de la Unión
Soviética eran similares o superiores.
De
la Biblia a James Bond
Según
la Enciclopedia Británica, los más remotos antepasados
de las modernas agencias de inteligencia fueron los antiguos
adivinos -como aquellos del oráculo de Delfos- que se
atribuían la habilidad de escrutar la voluntad de los
dioses y predecir el futuro, por lo cual eran consultados por
los gobernantes; tal como suele ocurrir en el presente con los
aparatos de inteligencia, sus informes solían ser ambiguos,
o bien ignorados por sus destinatarios.
En
el Antiguo Testamento (Números,
13) Dios ordena a Moisés
enviar espías al territorio de Canaán. Cuarenta
días después los doce agentes enviados regresaron
informando que los habitantes de ese territorio eran más
poderosos que los israelitas, por lo cual fueron castigados por
Dios.
Otro
prestigioso documento de las actividades de inteligencia en la
antigüedad es El arte de la guerra, escrito alrededor
del año 400 A. C. por el chino Sun-Tzu. Este tratado clásico,
aparentemente muy consultado por los estrategas de la República
Popular China, establece algunas categorías que se corresponden
con los conceptos de la inteligencia moderna (agentes de engaño, agentes dobles,
etc.)
y enfatiza la importancia de la contrainteligencia y de la guerra
sicológica.
En
la Edad Media se comenzó a utilizar la inteligencia de
un modo sistemático, pero ésta se enfrentó
a dificultades técnicas prácticamente insalvables,
como la imposibilidad de mantener en secreto el desplazamiento
de tropas o de naves y la lentitud en las comunicaciones. Ya
en el S. XV, las ciudades-estado italianas comenzaron a establecer
embajadas permanentes en las capitales europeas, utilizándolas
frecuentemente como fuentes de inteligencia y desarrollando códigos
y sistemas de escritura cifrada.
En
Inglaterra durante el S. XVII, Francis Walsingham, secretario
de estado de Isabel I, reclutó un equipo de graduados
de Oxford y Cambridge para crear una red de espionaje y desarrollar
sistemas de creación y ruptura de códigos. Más
adelante John Truloe, jefe de inteligencia de Oliver Cromwell,
impulsó un sistema de inteligencia bastante sofisticado.
En el S. XVIII, las principales innovaciones en organización
y doctrina se atribuyen al monarca alemán Federico el
Grande. Un siglo después los prusianos, bajo Bismarck
y su asistente Wilhelm Steiber, organizaron las actividades de
inteligencia como una parte integranda de las funciones del estado,
creando una agencia única de inteligencia militar y lo
que puede considerarse como el primer sistema de espionaje a
gran escala.
A pesar
de este desarrollo histórico y del perfeccionamiento de
la tecnología militar y de comunicaciones, las principales
potencias occidentales llegaron al S. XX con aparatos de inteligencia
inadecuados. Suele decirse que la Primera Guerra Mundial
no fue lo que ninguna de las potencias combatientes quiso que
fuese, lo cual sugiere (entre
otras cosas)
el fracaso de los respectivos sistemas de inteligencia. Los servicios
franceses estaban jaqueados por intrigas internas y habían
sido debilitados por el affaire Dreyfus, lo cual los condujo,
entre otros errores, a calcular mal el poderío militar
alemán. El sistema de inteligencia de los alemanes tampoco
fue eficaz y el de los rusos fue inicialmente exitoso debido
a la traición de un oficial austríaco, pero durante
el desarrollo de la guerra no se mostró más
eficiente que el de las demás naciones. Los británicos,
por su parte, consiguieron cierto éxito vulnerando los
códigos navales alemanes.
Cuando Estados
Unidos
ingresó en la guerra no tenían un sistema
de inteligencia centralizado. La sección de inteligencia
del ejército estadounidense contaba con dos oficiales
y dos funcionarios; cuando terminó la guerra este servicio
había crecido, llegando a 1.200 funcionarios, la mayoría
de los cuales eran amateurs.
Durante
las décadas siguientes el perfeccionamiento y la especialización
continuaron, sobre todo desde los regimenes expansionistas, pero
el salto cualitativo se produce en la Segunda Guerra Mundial.
Estados
Unidos
creó la Oficina de Servicios Estratégicos
(OSS), para enfrentar
desafíos que nunca antes habían sido encarados,
sobre todo aquellos derivados de los avances tecnológicos,
por ejemplo, el desarrollo de la radiotelefonía y sus
efectos de penetración en la guerra sicológica.
Algunos episodios como el sorpresivo ataque japonés a
Pearl Harbor
(Diciembre de 1941)
o la inesperada resistencia alemana a los bombardeos aliados,
pueden ser interpretados como fallas de los responsables políticos
o de los estrategas a la hora de interpretar los informes de
sus respectivos servicios o de tomar las decisiones adecuadas.
Por
estos tiempos tuvo lugar una de las más célebres
hazañas en el campo de la inteligencia: la operación
Ultra, que permitió a los servicios ingleses descifrar
los códigos militares alemanes, habiéndose apoderado
(con ayuda
de polacos y franceses) de una máquina codificadora
Enigma de origen alemán, lo que posibilitó
que durante buena parte de la guerra los aliados leyeran la mente
de los estrategas alemanes.
La
Guerra Fría generó el crecimiento espectacular
-caótico a veces, no siempre eficaz- de los aparatos de
inteligencia y de sus complicadas y poderosas burocracias. A
través de los medios fueron volviéndose familiares
a todos los públicos, entidades como la Central Intelligence
Agency (CIA.)
estadounidense,
la soviética Komitet Gosudárstvennoj Bezopásnos
(KGB. En castellano, Comité para la Seguridad del
Estado), o el Mossad israelí. Paralelamente
la industria
del entretenimiento creó una épica del espionaje,
decorando de aspectos novelescos la actividad de los servicios
de inteligencia que, según la Enciclopedia Británica,
tiende a ser tediosa, desabrida e inmoral.
Tipos
y fuentes
* Entre las diversas
categorías de inteligencia, la más cotizada y la
menos confiable es la inteligencia política. Esta se ocupa
de prever el comportamiento de las fuerzas políticas en
países extranjeros, alimentándose de informes de
fuentes abiertas provistos por el personal diplomático
-particularmente los agregados militares- complementados por
las investigaciones de los aparatos profesionales de inteligencia.
En este campo la información más valorada es la
relacionada con la organización militar, irónicamente
más accesible y menos eficazmente protegida en tiempos
de guerra que en tiempos de paz.
* La recolección
de información sobre comercio, finanzas, recursos naturales, capacidad industrial,
etc. son competencia de la inteligencia económica, así
como el análisis de estas informaciones relevantes para
las orientaciones de la política exterior.
* El avance tecnológico
ha generado una carrera entre las capacidades militares y las
medidas de defensa, así como entre nuevos métodos
de acceso a la información y nuevas técnicas para
proteger la información secreta. En estos procesos tiene
un papel fundamental la inteligencia tecnológica.
* Si los sistemas
de inteligencia necesitan hacer predicciones sobre el comportamiento
de los estados extranjeros, es obvio que se necesita inteligencia
personal, esto es herramientas de detección y sistematización
de las características personales, biográficas,
etc. de quienes están tomando las decisiones políticas.
* Últimamente,
ha crecido la importancia de otros factores culturales, ambientales,
etc. que pueden determinar el surgimiento de nuevas especializaciones
en los sistemas de inteligencia.
Según
otros criterios, este tipo de actividades suele ser clasificado
en: Inteligencia estratégica, Inteligencia táctica
y Contrainteligencia. La primera se ocupa de obtener información
sobre capacidades e intenciones de los demás países.
La inteligencia táctica suele llamarse también
operacional o de combate y tiene objetivos militares. La contrainteligencia
se dedica a la protección de los propios sistemas de inteligencia
respecto de sus colegas extranjeros y preservar la alta tecnología
de un estado. Este es el mundo de los agentes dobles y los espías.
En
cuanto a las fuentes, la mayor parte del trabajo se realiza mediante
la minuciosa búsqueda en fuentes públicas: monitoreo
de emisiones de radio y televisión, análisis de
publicaciones de todo tipo, recopilación de informes de
diplomáticos hombres de negocios y otros observadores.
Todo esto es llevado a cabo por burócratas o por profesionales
universitarios.
Las
fuentes no públicas -en orden decreciente de importancia-
son: el reconocimiento aéreo y espacial, la penetración
electrónica y desciframiento de códigos y claves,
y- finalmente- el espionaje de los agentes secretos.
Estados
Unidos y la CIA: un paradigma
El
sistema de inteligencia de Estados Unidos ha servido como modelo
organizacional para los de muchas naciones occidentales. Es poderosísimo,
vasto y complejo. Entre sus organismos de recopilación
de información pueden enumerarse: La CIA, con el Directorio
de Operaciones y el Directorio de Ciencia y Tecnología;
las organizaciones dependientes del Departamento de Defensa,
como la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), la Agencia
de Inteligencia de Defensa (DIA), la Oficina Nacional
de Reconocimiento (NRO), Oficina de Reconocimiento Aéreo
de Defensa (DARO), Oficina Nacional de Imágenes
(CIO); más los departamentos de inteligencia del Ejercito,
la Marina y la Fuerza Aérea.
Por
otro lado, en la etapa de análisis de la información
suministrada, funcionan el Consejo Nacional de Inteligencia
(NIC), el Directorio de Inteligencia de la CIA (DI) y
la Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento
de Estado (INR). El principal organismo de contrainteligencia
es la División de Seguridad Nacional del FBI. Existen
además otras agencias de actividad más acotada
o especializada, como la Oficina de Inteligencia del Departamento
de Energía y la Oficina de Seguridad del Departamento
del Tesoro.
Esta
intrincada red cuenta con organismos de administración
y coordinación: el Director Nacional de Inteligencia
(DCI), que es el primer asesor del Presidente en cuestiones de
seguridad, el principal de la Comunidad de la Inteligencia
y Director de la CIA; el National Foreign Intelligence Board,
que se encarga de la coordinación internacional y del
desarrollo de políticas de protección de fuentes
y métodos de inteligencia y, finalmente, el Comité
Ejecutivo de la Comunidad de Inteligencia (IC/EXCOM), principal
grupo asesor del DCI.
El
modelo más representativo de este gigantesco aparato es
la CIA. Fue fundada en setiembre de 1947, cuando la posguerra
trajo la necesidad de centralizar las actividades de inteligencia
y luego de intensos debates acerca del grado de centralización
necesario. Está bajo la jurisdicción del Consejo
de Seguridad Nacional (NSC) y su acta fundacional le atribuye
los siguientes cometidos: asesorar al NSC en asuntos de inteligencia
relacionados con la seguridad nacional, recomendar al NSC medidas
para la coordinación eficiente de las actividades de inteligencia
de otras agencias y departamentos, evaluar las actividades de
inteligencia y la comunicación interna en el gobierno,
centralizar servicios adicionales determinados por el NSC, ejecutar
cualquier otra tarea relacionada con la seguridad nacional que
el NSC le pueda encomendar.
Más
allá de estos cometidos básicos la agencia fue
creciendo y ampliando sus objetivos. Se cree que a finales de
los años 1980 ocupaba unas 18.000 personas en Estados
Unidos y varios miles más fuera de fronteras. Las actividades
de unidades militares y paramilitares bajo control de la CIA
no figuran en los presupuestos anuales de la agencia. Los lineamientos
y políticas que la rigen están contenidos en las
órdenes ejecutivas del Presidente y en las Directivas
de Inteligencia del Consejo de Seguridad Nacional (de carácter secreto).
Desde
1947 la CIA ha venido llevando a cabo las siguientes actividades:
recopilación, evaluación y comunicación
de las actividades de inteligencia extranjeras; contrainteligencia
en el exterior; guerra sicológica y operaciones paramilitares
en el exterior. Los dos primeros cometidos están claramente
establecidos en el acta fundacional; el restante surge de una
muy libre interpretación de la misma. El Directorio
de Operaciones, conocido como Departamento de Trucos Sucios,
suele manejar operaciones clandestinas como misiones de espionaje,
intervenciones políticas, reclutamiento de desertores
y otras actividades encubiertas.
RECUADRO:
INFORMACIÓN VERSUS TORTURA
Entre los procedimientos
utilizados para la obtención de información mencionados
por las fuentes utilizadas en la redacción de este informe
no aparece la tortura: (Del lat. tort?ra). 1. f. Grave dolor
físico o psicológico infligido a alguien, con métodos
y utensilios diversos, con el fin de obtener de él una
confesión, o como medio de castigo. Se sabe sin embargo,
que esta metodología tiene una larga historia, alguno
de cuyos episodios se han conservado en museos, como el del Santo
Oficio de la Inquisición existente a partir del siglo
XIII. Según especialistas, la tortura dista de ser un
mecanismo óptimo para la adquisición de información,
ya que, en buena medida, los torturados revelan, no la verdad,
sino la verdad que creen que sus torturadores quieren oír.
Como señalara el estudioso Michel de Certeau en su estudio
"La institución de la podredumbre", sobre los
métodos de la Inquisición, el último fin
del torturador es hacer que el torturado reniegue de su verdad.
Instituidos en aquel momento para erradicar herejías,
los procedimientos de la Inquisición, menos interesados
en recabar información que en hacer renegar de su verdad,
parecen seguir vigentes en el siglo XXI, en la llamada "Guerra
contra el Terror" liderada por Estados
Unidos.
En cárceles de Irak y de Afganistán (entre otras)
según se ha hecho notorio, se ha obligado a los torturados
a renegar del Corán, a comer cerdo, a desnudarse etc.,
elementos que, por sobre todo, están dirigidos a aniquilar
las identificaciones del torturado. En términos estrictos
de "inteligencia", se puede decir, entonces, que la
información que busca el torturador es primordialmente
constatar que el "enemigo" haya dejado de ser quién
era.
*Publicado
originalmente en la Guía del Mundo
|
|