Por qué estudiamos el poder: la cuestión del
sujeto.
Las ideas que desearía discutir aquí no
representan ni una teoría, ni una metodología.
En primer término me gustaría decir cuál ha
sido el propósito de mi trabajo durante los últimos veinte
años. Mi propósito no ha sido analizar el fenómeno del
poder, ni tampoco elaborar los fundamentos de tal análisis,
por el contrario mi objetivo ha sido elaborar una historia
de los diferentes modos por los cuales los seres humanos son
constituidos en sujetos. Mi trabajo ha lidiado con tres
formas de objetivaciones, las cuales transforman a los seres
humanos en sujetos. El primero, el modo de investigación que
trata de darse a sí mismo el estatus de ciencia, por ejemplo
la objetivación del
sujeto hablante en la Grammaire
Générale, la filología y la lingüística, o incluso en
este primer modo de objetivación del
sujeto productivo, que
trabaja, en el análisis de la riqueza y la economía, o un
tercer ejemplo, la objetivación del hecho puro de estar vivo
en historia natural o biología.
En la segunda parte de mi trabajo he
estudiado los modos de objetivación a los que yo llamaría
"prácticas divisorias". El sujeto está dividido tanto en su
interior como dividido de los otros. Este proceso lo
objetiva. Los ejemplos son, el loco y el cuerdo; el enfermo
y el sano, los criminales y los buenos chicos. Finalmente,
he pretendido estudiar -es mi trabajo actual- los modos en
que los seres humanos se transforman a sí mismos en sujetos.
Por ejemplo, he elegido el dominio de la sexualidad: como
los hombres han aprendido a reconocerse a sí mismos como
sujetos de la "sexualidad".
Por lo tanto no es el poder sino el sujeto,
el tema general de mi investigación. Es cierto que me he
visto un tanto implicado en el tema del poder, y podría
inferirse fácilmente que en tanto el sujeto se encuentra en
relaciones de producción y significación, se encontraría
igualmente en relaciones de poder, las cuales son a su vez
sumamente complejas. Si bien, la teoría y la historia
económica proveen de buenos instrumentos para las relaciones
de producción, -así como la lingüística y la semiótica
ofrecen buenos instrumentos para el estudio de las
relaciones de significación- no sucede lo mismo en el caso
de las relaciones de poder.
Tradicionalmente, se ha recurrido a formas de
pensar en el poder basadas en modelos legales, esto es: ¿qué
legitima al poder? o se ha recurrido a formas de pensar el
poder basadas en modelos institucionales, esto es: ¿qué es
el Estado? Por lo tanto considero que es necesario ampliar
las dimensiones de la definición de poder, si se quisiera
usar esta definición para estudiar la objetivación del
sujeto. ¿Necesitamos entonces una teoría sobre el poder?
Desde el momento en que una teoría presupone una
objetivación dada no puede ser tomada como la base de un
trabajo analítico. Pero este trabajo analítico no puede
proceder sin una conceptualización permanente, la cual,
implica un pensamiento crítico, una revisión constante.
La primera cuestión a revisar es la que yo
llamaría, las "necesidades conceptuales", lo cual significa
que la conceptualización no debería estar fundada en una
teoría del objeto, ya que el objeto conceptualizado no es el
único criterio para una buena conceptualización. Deberíamos
tener en cuenta las condiciones históricas que motivan
nuestra conceptualización. Es necesaria una conciencia
histórica de nuestras circunstancias actuales.
La segunda cuestión a revisar es el tipo de
realidad con la que tratamos. Un escritor de un conocido
diario francés expresaba su sorpresa diciendo: "¿Por qué la
noción de poder es tema creciente para tanta gente hoy en
día? ¿Es un tema tan importante? ¿Es un tema tan
independiente que puede ser discutido sin tomar en
consideración otros problemas?". La sorpresa de este
escritor me sorprendió aún más. Soy escéptico respecto a la
presunción de que la problemática del poder haya emergido
recién en el siglo XX. Para nosotros la problemática del
poder, no sólo configura una cuestión teórica sino que es
parte de nuestras experiencias. Me gustaría referirme
solamente a dos "formas patológicas" de estas experiencia,
aquellas dos enfermedades de poder, el fascismo y el
estalinismo.
Una de las numerosas razones por las cuales
estas enfermedades nos resultan tan desconcertantes es,
porque a pesar de su "unicidad" histórica, no terminan de
ser originales. Ellas usaron y extendieron mecanismos ya
presentes en muchas otras sociedades. Es más, a pesar de su
propia locura interna, se valieron de ideas y mecanismos de
nuestra racionalidad política. Lo que necesitamos entonces,
es una economía de las relaciones de poder, la palabra
economía usada en su sentido teorético y práctico.
En otras
palabras, desde Kant, el rol de la filosofía es prevenir a
la Razón de ir más allá de los límites de lo que es dado en
la experiencia, pero desde esta época, -es decir con el
desarrollo de los estados modernos y la organización
política de la sociedad- el rol de la filosofía también ha
sido mantenerse atenta a los abusos del poder de la
racionalidad política, lo cual es una pretensión bastante
alta. Todo el mundo es consciente de hechos tan
banales, pero el hecho de que sean banales no significa que
no existan. Lo que debemos hacer con los hechos banales es
descubrir qué problemas específicos y quizás originales
están conectados con ellos. La relación entre
racionalización y excesos de poder político es evidente. No
necesitamos remitirnos a la burocracia o a los campos de
concentración para reconocer tales relaciones; el problema
entonces es: ¿qué hacer con un hecho tan evidente? ¿Debemos
juzgar a la Razón? Desde mi punto de vista, nada sería más
estéril. En primer lugar, porque este ámbito nada tiene que
ver con la culpabilidad o la inocencia. En segundo lugar,
porque no tiene sentido referirse a la Razón como entidad
contraria a la no-Razón. Por último, porque tal juicio nos
induciría a engaño, a adoptar el papel arbitrario y aburrido
tanto del racionalista como del irracionalista.
¿Deberíamos investigar entonces, esta forma
de racionalismo que parece específico de nuestra cultura
moderna, y que tuvo su origen en la
Aufklärung?
Esta fue la aproximación de algunos de los miembros de la
Escuela de Frankfurt. Sin embargo, mi propósito no consiste
en entablar una discusión acerca de sus trabajos, más allá
de que sean de los más importantes e invalorables. En todo
caso, sugeriría otra manera de investigar la relación entre
racionalización y poder. Sería conveniente no tomar como un
todo la racionalización de la sociedad o de la cultura, sino
analizar tales procesos en diversos campos, cada uno en
referencia a una experiencia fundamental: locura,
enfermedad, muerte, crimen, sexualidad y así sucesivamente.
Creo que la palabra racionalización es
peligrosa; lo que debemos hacer es analizar racionalidades
específicas, más que invocar constantemente al Progreso y a
la racionalización en general. Más allá de que la
Aufklärung
(Ilustración) haya sido una etapa importante de nuestra
historia y del desarrollo de la tecnología política, creo
que deberíamos referirnos a una serie de procesos más
alejados si deseamos entender cómo hemos sido atrapados en
nuestra propia historia.
Me gustaría sugerir otra vía para ir más
lejos hacia un nueva economía de las relaciones de poder,
una vía más empírica, más directamente relacionada con
nuestra situación actual, la cual implica una mayor relación
entre la teoría y la práctica. Esta consiste en tomar como
punto de partida, a las formas de resistencia contra las
diferentes formas de poder. Para usar otra metáfora,
consiste en usar la resistencia como un catalizador químico,
de forma de traer a luz las relaciones de poder, ubicar su
posición, encontrar sus puntos de aplicaciones y los métodos
usados. Más que analizar el poder desde el punto de vista de
su racionalidad interna, consiste en analizar relaciones de
poder a través del antagonismo de estrategias. Por ejemplo,
para encontrar lo que nuestra sociedad entiende por sanidad,
tal vez deberíamos investigar lo que está aconteciendo en el
campo de la insanidad. Y lo que entendemos por legalidad en
el campo de la ilegalidad.
Con el propósito de entender de qué se tratan
las relaciones de poder, tal vez deberíamos investigar las
formas de resistencia y los intentos hechos para disociar
estas relaciones. Como punto de partida, tomemos una serie
de oposiciones que se han desarrollado en los últimos años:
la oposición del poder del hombre sobre la mujer, la de los
padres sobre los niños, la de la psiquiatría sobre la
enfermedad mental, la de la medicina sobre la población, la
de la administración sobre la forma de vivir de la gente.
Sin embargo, no es suficiente con decir que
estas son luchas antiautoritarias, debemos tratar de definir
más precisamente que tienen ellas en común.
1.- Son luchas "transversales"; esto es, no
están limitadas a un país. Es evidente que se desarrollan
más fácilmente y más extensamente en determinados países,
pero no por esta razón, están confinadas a un forma política
o económica particular de gobierno.
2.- El objetivo de estas luchas son los
efectos del poder en sí. Por ejemplo, la profesión médica no
es en primera instancia criticada por su provecho económico,
sino porque ejerce un poder no controlado sobre los cuerpos
de la gente, su salud, su vida y su muerte.
3.- Son luchas "inmediatas" por dos razones.
En tales luchas la gente cuestiona las instancias de poder
que están más cercanas a ellas, aquellas que ejercen su
acción sobre los individuos. Estas luchas, no se refieren al
"enemigo principal" sino al enemigo inmediato, como tampoco
esperan solucionar los problemas en un futuro preciso (esto
es liberaciones, revoluciones, fin de la lucha de clases).
En contraste con una escala teorética de explicaciones o un
orden revolucionario que polariza la historia, ellas son
luchas anarquistas.
Pero estos no son los puntos más originales,
en cambio los puntos siguientes parecen ser los más
específicos.
4.- Son luchas que cuestionan el estatus del
individuo: por un lado, afirman el derecho a ser diferentes
y subrayan todo lo que hace a los individuos verdaderamente
individuos. Por otro lado, atacan lo que separa a los
individuos entre ellos, lo que rompe los lazos con otros, lo
que rompe con la vida comunitaria, y fuerza al individuo a
volver a sí mismo y lo ata a su propia identidad de forma
constrictiva. Estas luchas no están a favor o en contra del
"individuo", pero si son luchas en contra de "el gobierno de
la individualización".
5.- Estas luchas, -en oposición a los efectos
del poder, ligados al conocimiento, a la competencia, la
calificación- luchan contra los privilegios del
conocimiento. Pero son también una oposición contra el
secreto, la deformación y las representaciones mistificadas
impuestas a la gente. No hay nada "cientista" en esto, (esto
es, una creencia dogmática en el valor del conocimiento
científico), pero tampoco es un rechazo escéptico,
relativista de cualquier verdad verificada. Lo que se
cuestiona es el modo en que el conocimiento circula y
funciona, sus relaciones con el poder. En otras palabras, el
régime du savoir (régimen de saber).
6.- Finalmente todas estas luchas giran en
torno a la pregunta: "¿Quiénes somos nosotros?".
Estas luchas son un
rechazo a las abstracciones de la violencia económica e
ideológica, que ignoran quienes somos individualmente como
también son un rechazo a la inquisición científica y
administrativa que determina quien es uno.
Para concluir, el objetivo principal de estas
luchas no es atacar tanto a tal o cual institución de poder,
grupo, elite, clase, sino más bien a una técnica, a una
forma de poder. Esta forma de poder emerge en nuestra vida
cotidiana, categoriza al individuo, lo marca por su propia
individualidad, lo une a su propia identidad, le impone una
ley de verdad que él tiene que reconocer y al mismo tiempo
otros deben reconocer en él. Es una forma de poder que
construye sujetos individuales. Hay dos significados de la
palabra sujeto; sujeto a otro por control y dependencia y
sujeto como constreñido a su propia identidad, a la
conciencia y a su propio autoconocimiento. Ambos
significados sugieren una forma de poder que sojuzga y
constituye al sujeto.
Generalmente puede decirse que hay tres tipos
de luchas: contra las formas de dominación (étnicas, sociales
y religiosas); contra formas de explotación que separan a
los individuos de aquello que ellos mismos producen;
contra aquello que ata al individuo a sí mismo y lo subsume
a otros de esta forma (luchas contra la sujeción, contra
formas de subjetividad y sumisión).
Creo que en la historia, se pueden encontrar
numerosos ejemplos de estos tres tipos de luchas sociales,
tanto separadas unas de otras como mezcladas entre sí. Pero
incluso cuando aparecen mezcladas entre ellas, una
prevalece. Por ejemplo, en las sociedades feudales, las
luchas contra las formas de dominación étnicas y sociales
fueron las prevalecientes, aún cuando la explotación
económica pudo haber sido muy importante entre las causas de
las revueltas.
En el siglo XIX, la lucha contra la
explotación pasa al frente. Hoy en día, la lucha contra las
formas de sujeción, -contra la sumisión de la subjetividad-
se está volviendo cada vez más importante, incluso cuando
las luchas contra las formas de dominación y explotación no
han desaparecido, más bien lo contrario. Sospecho que esta
no es la primera vez que nuestra sociedad ha sido
confrontada a este tipo de luchas. Todos aquellos
movimientos que tuvieron lugar en los siglos XV y XVI y que
tuvieron en la Reforma su máxima expresión y resultado,
deberían ser analizados como una gran crisis de la
experiencia occidental de la subjetividad y una revuelta
contra las formas de poder religioso y moral que dieron
forma, durante la Edad Media, a esta subjetividad.
La necesidad de tomar parte directa en la
vida espiritual, en el trabajo de la salvación, en la verdad
que habita en el Libro -todo eso fue una lucha por una nueva
subjetividad. Conozco las objeciones que se pueden hacer.
Podemos decir que todos los tipos de sujeción son fenómenos
derivados, meras consecuencias de otros procesos económicos
y sociales: fuerzas de producción, luchas de clases y
estructura ideológica que determinan las formas de
subjetividad.
Es cierto que los mecanismos de sujeción no
pueden ser estudiados por fuera de su relación con los
mecanismos de dominación y explotación. Pero ellos no
constituyen lo "terminal" de muchos de los mecanismos
fundamentales. Ellos conforman relaciones complejas y
circulares con otras formas. La razón por la cual este tipo
de lucha tiende a prevalecer en nuestra sociedad es debido
al hecho que desde el siglo XVI una nueva forma de poder
político ha sido desarrollado de forma continua.
Esta nueva estructura política, como todo el
mundo sabe, es el Estado. La mayor parte del tiempo el
Estado es percibido como un tipo de poder político que
ignora a los individuos, que mira sólo los intereses de la
totalidad, yo diría, de una clase o de un grupo de
ciudadanos. Eso es bastante cierto, pero me gustaría
subrayar el hecho de que el poder estatal (y esta es una de
las razones de su fortaleza) es una forma de poder, al mismo
tiempo individualizante y totalizante. Creo que en la
historia de las sociedades humanas, -incluso en la antigua
sociedad china- nunca ha habido una combinación tan tramposa
en la misma estructura política de las técnicas de
individualización y de los procedimientos de totalización.
Esto es debido al hecho de que el
Estado
occidental moderno, ha integrado en una nueva forma
política, una vieja técnica de poder, que tiene su origen en
las instituciones cristianas. Podemos llamar a esta técnica
de poder, poder pastoral.
En primera instancia, diré algunas palabras
acerca del poder pastoral. Se ha dicho que la cristiandad
dio a luz un código de ética fundamentalmente diferente al
del Mundo Antiguo. Menos énfasis se ha otorgado al hecho de
que este código de ética propone y difunde nuevas relaciones
de poder a través de todo el mundo antiguo.
El cristianismo es la única religión que se
ha organizado a sí mismo como Iglesia, y como tal, postula
en principio que ciertos individuos pueden, por su cualidad
religiosa, servir a los otros, no como príncipes,
magistrados, profetas, adivinadores, benefactores,
educadores y demás, sino como pastores. De cualquier manera
esta palabra designa una forma especial de poder.
1) Es una forma de poder que tiene como
último objetivo la salvación individual en el otro mundo.
2) El poder pastoral no es meramente una
forma de poder que guía, sino que debe ser preparado para
sacrificarse a sí mismo por la vida y la salvación de la
carne. Es más, este poder es diferente al poder real que
demanda un sacrificio de sus sujetos para salvar el trono.
3) Es una forma de poder que no atiende
solamente a la comunidad en su globalidad, sino a cada
individuo en particular durante su vida entera.
4) Finalmente esta forma de poder no puede
ser ejercida sin el conocimiento de las mentes humanas, sin
explorar sus almas, sin hacerles revelar sus más íntimos
secretos.
Esto implica un conocimiento de la conciencia
y la habilidad para dirigirla. Esta forma de poder está
orientada a la salvación (como opuesta al poder político).
Esta es oblativa (opuesta al principio de "soberanía"), es
individualizante (opuesta al poder legal); es coextensiva y
continua a la vida, está ligada a la producción de verdad,
la verdad del individuo en sí mismo.
Podría decirse que todo esto es parte de la
historia; el poder pastoral, si no ha desaparecido al menos
ha perdido gran parte de su eficiencia. Esto es verdad, pero
creo que podríamos distinguir dos aspectos del poder
pastoral, el de la institucionalización eclesiástica, la
cual ha desaparecido o al menos ha perdido su propia
vitalidad a partir del siglo XVIII y el de su propia
función, la cual se ha diseminado y multiplicado más allá de
la institución eclesiástica.
Un fenómeno importante tuvo lugar alrededor
del siglo XVIII- este fue una nueva distribución, una nueva
organización de este tipo de poder individualizante.
No creo que podamos considerar al "Estado
moderno" como una entidad desarrollada por encima de los
individuos, ignorando lo que son e incluso su propia
existencia, sino por el contrario; como una estructura muy
sofisticada a la cual los individuos pueden ser integrados
bajo una condición: que esa individualidad puede ser
moldeada de otra forma y sometida a una serie de patrones
muy específicos.
De cierto modo, podemos ver al
Estado como a
una moderna matriz de individualización, o una nueva forma
de poder pastoral.
Diré algunas palabras sobre este nuevo poder
pastoral.
1.- Podemos observar cambios en su objetivo.
Dejó de ser una cuestión de guiar a la gente para su
salvación en el más allá, para pasar a ser una cuestión de
asegurar su salvación en este mundo. En este contexto
entonces, la palabra salvación toma significados diferentes:
salud, bienestar (riqueza suficiente, nivel de vida)
seguridad y protección contra accidentes. Una serie de
propósitos terrenales tomaron el lugar de los propósitos
religiosos propios del poder pastoral tradicional, todavía
más fácilmente porque este último, -por varias razones-
había seguido de forma accesoria un cierto número de estos
objetivos. Sólo tenemos que pensar en el rol que ha jugado
la medicina y su función de bienestar asegurada por largo
tiempo por las iglesias católica y protestante.
2.- Al mismo tiempo los oficiales del poder
pastoral se multiplicaban. Alguna vez esta forma de poder
fue ejercida por los aparatos del
Estado, o por una
institución pública cualquiera, como la policía. (No debemos
olvidar que en el siglo XVIII la fuerza policial no fue
inventada sólo para garantizar la ley y el orden, para
asistir a los gobiernos en su lucha contra los enemigos,
sino en todo caso para asegurar los recursos urbanos, la
higiene, la salud y los niveles considerados necesarios para
la artesanía y el comercio). En cierto momento, el poder fue
ejercido por iniciativas privadas, sociedades de bienestar,
benefactoras y filántropas. Incluso antiguas instituciones,
como la familia, fueron movilizadas para llevar adelante
funciones pastorales. También fue ejercido por estructuras
complejas tales como la medicina, que incluye iniciativas
privadas, tales como las ventas de servicios basadas en los
principios de una economía de mercado; como instituciones
públicas, tales como los hospitales.
3.- Finalmente, la multiplicación de los
objetivos y agentes del poder pastoral focalizaba el
desarrollo del conocimiento humano alrededor de dos roles:
uno, globalizante y cualitativo, concerniente a la
población; otro, analítico, concerniente al individuo.
Esto implica el tipo de poder pastoral, que
durante siglos, más de un milenio, ha estado ligado a una
institución religiosa definida, a menudo diseminada por todo
el cuerpo social y que encontró apoyo en una multiplicidad
de instituciones. En lugar del poder pastoral o el poder
político, relativamente ligados el uno al otro,
relativamente rivales, había una "táctica" individualizante
que caracterizó a series de poder: aquellas de la familia,
la medicina, la psiquiatría, la educación y el trabajo.
A fines del siglo XVIII Kant escribía en un
periódico alemán -el Berliner Monatschrift- un texto breve.
El título fue <<Was heisst Aufklärung?>>. Durante mucho
tiempo, incluso hoy, este texto es considerado un trabajo de
relativa poca importancia. Yo no puedo dejar de encontrar a
este texto interesante y desestructurante, porque en este
trabajo por primera vez un filósofo propone como tarea
filosófica a investigar, no sólo al sistema metafísico o a
los pilares del conocimiento científico, sino a un evento
histórico, un evento reciente, incluso contemporáneo. Cuando
en 1784, Kant preguntaba <<Was heisst Aufklärung?>>, se
estaba refiriendo a: ¿Qué está ocurriendo en este preciso
momento?, ¿Qué nos está sucediendo? ¿Cuál es el mundo, el
período, este preciso momento en el que estamos viviendo?
O en otras palabras: ¿Qué somos? ¿como
Aufklärer, como parte del Iluminismo (Enlightment)?.
Compararía esto con la pregunta cartesiana: ¿Quién soy? ¿Yo,
como único pero universal y ahistórico sujeto?, Yo, para
Descartes ¿es cada uno de nosotros, en cualquier sitio y en
cualquier momento?
Pero Kant pregunta algo más: ¿Qué somos
nosotros? en un momento muy preciso de la historia. La
pregunta kantiana aparece como un análisis en dos sentidos,
del nosotros y de nuestro presente.
Creo que este aspecto de la filosofía fue
tomando cada vez más importancia. Hegel, Nietzsche... El
otro aspecto de la "filosofía universal" no desapareció,
pero la tarea de una filosofía como análisis crítico de
nuestro mundo es algo cada vez más importante. Es probable,
que el más certero problema filosófico sea el problema del
presente y lo que nosotros somos, en este preciso momento.
Es probable que hoy en día el objetivo más
importante no sea descubrir qué somos sino rehusarnos a lo
que somos. Debemos imaginarnos y construir lo que podríamos
ser para librarnos de este tipo de doble vínculo político (double
bind), que es la simultánea individualización y
totalización de las modernas estructuras de poder.
La conclusión podría ser que el problema
político, ético, social y filosófico de nuestros días no es
tratar de liberar al individuo del
Estado y de las
instituciones del
Estado sino liberarnos de ambas, del
Estado y del tipo de individualización que está ligada a
éste. Debemos promover nuevas formas de subjetividad a
través del rechazo de este tipo de individualidad que nos ha
sido impuesta durante siglos.
¿Como es ejercido el poder?
Para algunos, preguntar sobre el "cómo" del
poder nos limitaría a describir sus efectos sin siquiera
relacionar estos efectos tanto a sus causas como a su
naturaleza básica. Haría del poder una sustancia misteriosa
sobre la cual ellos deberían dudar en preguntar, seguramente
porque preferirían no traerla a consideración. Proceder de
esta forma, la cual nunca está explícitamente justificada,
parece suponer la presencia de una forma de fatalismo. ¿Pero
acaso su descreimiento no está indicando la presuposición de
que el poder es algo que existe con tres cualidades
distintivas: su origen, su naturaleza básica y sus
manifestaciones?.
Si un tiempo a esta parte he otorgado una
cierta posición privilegiada a la cuestión del "cómo" no es
porque haya decidido eliminar las cuestiones referidas al
"que" y al "por qué". En todo caso pretendo presentar estas
cuestiones de forma diferente, mejor aún, saber si es
legítimo imaginar un poder que unifique en él, un qué, un
por qué y un cómo. Para decirlo de forma sencilla, diría que
plantear el análisis del "cómo" es sugerir que este poder
como tal no existe. Al menos es preguntarse a uno mismo que
contenido tiene en mente cuando usa ese término abarcador y
reificante, es sospechar que una configuración
extremadamente compleja de realidades se diluye cuando
caemos reiteradamente en una doble cuestión: ¿Qué es el
poder? y ¿De dónde viene el poder?. Por otra parte, la
simple interrogante, ¿Qué sucede? aunque llana y empírica,
una vez planteada evita la acusación de ser una metafísica u
ontología fraudulenta del poder; por lo tanto es plantear el
"Cómo", no en el sentido de "Cómo se manifiesta, sino de por
qué medios es ejercido?" y "¿Qué sucede cuando los
individuos ejercen (como ellos dicen) el poder sobre
otros?".
En lo que concierne a este poder, en primera
instancia es necesario distinguir aquel que se ejerce sobre
las cosas y da a su vez la habilidad de modificar, usar,
consumir y destruirlas -un poder que procede de aptitudes
directamente inherentes al cuerpo o "apoyadas" en
instrumentos externos.
Diría que aquí hay una cuestión de
"capacidad" . Por otro lado lo que caracteriza al poder que
estamos analizando es que este pone en juego las relaciones
entre los individuos (o entre grupos). Para no engañarnos a
nosotros mismos, si hablamos de las estructuras o los
mecanismos del poder, es sólo en tanto suponemos que ciertas
personas ejercen el poder sobre otros. El término "poder"
designa los relacionamientos entre "compañeros" (y con esto
no estoy pensando en juego de suma-cero, sino simplemente y
por el momento permaneciendo en términos generales, en un
entramado de acciones que inducen a otras acciones y que se
concatenan entre sí).
Es también necesario distinguir las
relaciones de poder de los relacionamientos comunicacionales
que transmiten información por medio del lenguaje de un
sistema de signos o cualquier otro sistema simbólico. Sin
duda, comunicar es siempre una cierta forma de actuar sobre
otra persona o personas. Pero la producción y circulación de
los elementos de significado pueden tener como objetivo o
como su consecuencia ciertos resultados en el "reino"
terreno del poder, los últimos no son simplemente un aspecto
de los primeros. Más allá de que pasen o no a través de
sistemas de comunicación, las relaciones de poder tienen una
naturaleza específica. Las relaciones de poder, los
relacionamientos de comunicación y las capacidades objetivas
no deberían ser confundidas.
Esto no equivale a decir que existen tres
dominios separados: por un lado un campo de cosas, de
técnicas perfeccionadas, de trabajo y transformación de lo
real; por otro lado uno de los signos, de la comunicación,
de la reciprocidad, de la producción del significado; y
finalmente un campo de la dominación, de los medios de
sujeción, de la desigualdad y la acción de los hombres sobre
otros hombres. Es más bien en todo caso, una cuestión de
tres tipos de relacionamientos, los cuales de hecho, siempre
se superponen uno sobre otro, se mantienen recíprocamente y
se usan mutuamente como medios para un fin. La aplicación de
capacidades objetivas en sus formas más elementales, implica
relacionamientos de comunicación (tanto en forma de
información previamente adquirida como de trabajo
compartido), está también unida a las relaciones de poder
(tanto si consisten en tareas obligatorias, de gestos
impuestos por la tradición o el aprendizaje, como de
subdivisiones y de una distribución más o menos obligatoria
del trabajo). Los relacionamientos de comunicación implican
actividades teleológicas (incluso en la correcta puesta en
funcionamiento de los elementos de significado) y por efecto
de la modificación del campo de la información entre
"jugadores" producen efectos de poder. Difícilmente puedan
ser disociados de las actividades teleológicas, las cuales
también permiten el ejercicio de ese poder (tales como
técnicas de entrenamiento, procesos de dominación; aquellos
medios por los cuales se consigue obediencia) y que con el
propósito de desarrollar su potencial sugieren las
relaciones de poder (la división del trabajo y la jerarquía
de tareas).
Es evidente que la coordinación entre estos
tres tipos de relacionamientos no es ni uniforme ni
constante. En una sociedad dada no hay un tipo general de
equilibrio entre las actividades teleológicas, los sistemas
de comunicación y las relaciones de poder. En todo caso
existen diversas formas, diversos lugares, diversas
circunstancias u ocasiones en las que estos relacionamientos
se establecen a sí mismos de acuerdo a un modelo específico.
Pero también existen espacios en los cuales el ajuste de las
habilidades, los recursos de comunicación y las relaciones
de poder constituyen sistemas regulados y concertados.
Tomemos como ejemplo una institución educativa, la
disposición de su espacio, las regulaciones meticulosas que
gobiernan su vida interna, las diferentes actividades que se
organizaban ahí, las diversas personas que viven o se
encuentran, cada una con su función, su carácter bien
definido -todas esas cosas constituyen un entramado de
capacidad-comunicación-poder. La actividad que garantiza el
aprendizaje y la adquisición de actitudes o tipos de
comportamientos, es desarrollada allí por medio de series de
comunicaciones reguladas (lecciones, preguntas y respuestas,
órdenes, exhortaciones, signos codificados de obediencia,
calificaciones diferenciales del "valor" de cada persona y
los niveles deconocimiento y por medio de series completas
de procesos de poder, encierro, vigilancia,recompensa y
castigo, las jerarquías piramidales).
Estos entramados que constituyen la puesta en
marcha de las capacidades técnicas, el juego delas
comunicaciones y las relaciones de poder, que están
ajustados acorde a fórmulas establecidas, constituyen lo que
uno podría llamar, -ampliando un poco el sentido de la
palabradisciplinas.
El análisis empírico de como se han
constituido históricamente ciertas disciplinas, presenta un
cierto interés, debido a que estas muestran, primero de
acuerdo a sistemas artificialmente claros y decantados, la
forma en que los sistemas de finalidad objetiva (o
teleológicos), los sistemas de comunicación y de poder
pueden ser ensamblados. Estos sistemas también exhiben
diferentes modos de articulación, algunas veces dando
preeminencia a las relaciones de poder y obediencia (como en
aquellas disciplinas de tipo monástico y penitencial),
algunas otras, a las actividades teleológicas (como en las
disciplinas de los lugares de trabajo u hospitales) y otras
veces a los relacionamientos de comunicación (como en las
disciplinas de aprendizaje), algunas también a la saturación
de los tres tipos de relacionamientos (como puede ser en la
disciplina militar, donde una plétora de signos, indica
rigurosas relaciones de poder, calculadas con vistas a
producir un cierto número de efectos técnicos).
Aquello que debe ser entendido por
disciplinamiento de las sociedades europeas desde el siglo
XVIII, no es por supuesto que los individuos que forman
parte de ellas se hayan vuelto cada vez más obedientes, o
que ellos comenzaran a juntarse en barracas, escuelas o
prisiones; sino que un incontrolado proceso de ajuste
crecientemente mejorado ha sido buscado -cada vez más
racional y económico- entre las actividades productivas, los
recursos de comunicación y el papel de las relaciones de
poder.
Para aproximarnos al tema del poder a través
de un análisis del "cómo", debemos presentar algunas
críticas en relación a la suposición de un poder
fundamental. Eso es darse a sí mismo como el objeto de
análisis de las relaciones de poder y no el poder en sí
mismo -las relaciones de poder que son distintas de las
habilidades objetivas, así como de las relaciones de
comunicación.
Que es tanto como decir que las relaciones de
poder deben ser tomadas en la diversidad de su secuencia
lógica, sus habilidades y sus interrelaciones.
¿Cuál es la naturaleza específica del poder?
El ejercicio del poder no es simplemente el
relacionamiento entre "jugadores" individuales o colectivos,
es un modo en que ciertas acciones modifican otras. Lo que
por supuesto significa, que algo llamado Poder, con o sin
mayúsculas, considerado que existe universalmente de forma
concentrada o difusa, no existe.
El Poder existe solamente cuando es puesto en
acción, incluso si él está integrado a un campo disperso de
posibilidades relacionadas a estructuras permanentes. Esto
también significa que el poder no es una función de
consentimiento. En sí mismo no es una renuncia a la
libertad, una transferencia de derechos, el poder de cada
uno y de todos delegado a unos pocos (que no preveen la
posibilidad de que el consentimiento pueda ser una condición
para la existencia o mantenimiento del poder); el
relacionamiento de poder puede ser el resultado de un
consentimiento más importante o permanente, pero no es por
naturaleza la manifestación de un consenso.
¿Quiere decir esto que uno debe indagar el
carácter propio de las relaciones de poder en la violencia
que debe haber existido en su forma primitiva, su secreto
permanente y su último recurso, el cual en el análisis final
aparece como su naturaleza real, en cuanto es forzado a
dejar a un lado su máscara y a mostrarse a sí mismo tal cual
es?. En efecto, lo que define una relación de poder es que
este es un modo de acción que no opera directa o
inmediatamente sobre los otros. En cambio el poder actúa
sobre las acciones de los otros: una acción sobre otra
acción, en aquellas acciones existentes o en aquellas que
pueden generarse en el presente o en el futuro.
Una relación de violencia actúa sobre un
cuerpo o cosas, ella fuerza, doblega, destruye, o cierra la
puerta a todas las posibilidades. Su polo opuesto sólo puede
ser la pasividad, y si ella se encuentra con cualquier
resistencia no tiene otra opción que tratar de minimizarla.
Por otro lado, una relación de poder sólo puede ser
articulada en base a dos elementos, cada uno de ellos
indispensable si es realmente una relación de poder: "el
otro" (aquel sobre el cual es ejercido el poder) ampliamente
reconocido y mantenido hasta el final como la persona que
actúa; y un campo entero de respuestas, reacciones,
resultados y posibles invenciones que pueden abrirse, el
cuál está enfrentando a una relación de poder.
Obviamente la puesta en escena de las
relaciones de poder no excluye el uso de la violencia como
tampoco la obtención del consentimiento, no hay duda que el
ejercicio del poder no puede existir sin el uno u el otro,
sino a menudo con la presencia de ambos. Pero a pesar de que
el consenso y la violencia son los instrumentos o los
resultados, ellos no constituyen el principio o la
naturaleza básica del poder. El ejercicio del poder puede
producir tanta aceptación al punto de ser deseado: puede
acumular muerte y cubrirse a sí mismo detrás de cualquier
amenaza imaginable.
En sí mismo el ejercicio del poder no es
violencia, tampoco es consentimiento, que implícitamente es
renovable. Es una estructura total de acciones traídas para
alimentar posibles acciones; el incita, induce, seduce, hace
más fácil o más difícil, en el extremo, el constriñe o
prohibe absolutamente; es a pesar de todo siempre, una forma
de actuar sobre un sujeto o sujetos actuantes en virtud de
sus actuaciones o de su capacidad de actuación. Un conjunto
de acciones sobre otras acciones.
Seguramente la naturaleza equívoca del
término conducta es una de las mejores ayudas para arribar a
términos específicos de las relaciones de poder. "Conducir"
es al mismo tiempo "liderar" a otros (acorde a los
mecanismos de coerción, los cuales son -en diferentes
grados- estrictos) y un modo de comportarse con un campo más
o menos abierto de posibilidades. El ejercicio del poder
consiste en guiar la posibilidad de conducta y poner en
orden sus efectos posibles.
Básicamente el poder es más una cuestión de
gobierno que una confrontación entre dos adversarios o la
unión de uno a otro.
La palabra "Gobierno" debería considerarse en
su más amplio significado, el que tuvo en el siglo XVI, la
cuál no hacía referencia sólo a las estructuras políticas o
a la dirección de los estados, sino que designaba la forma
en que la conducta de los individuos o de los grupos debería
ser dirigida: el gobierno de los niños, de las almas, de las
comunidades, familias, de la enfermedad.
"Gobernar" no sólo cubre las formas
legítimamente constituidas de sujeción política o económica,
sino también modalidades de acción más o menos consideradas
y calculadas, orientadas a actuar sobre las posibilidades de
acción de los otros. Gobernar, en este sentido, es
estructurar el posible campo de acción de los otros. El
efecto de relacionamiento propio del poder no se encontraría
en todo caso en el campo de la violencia o de la lucha,
tampoco en el campo de la unión voluntaria (todas las cuales
son, en el mejor de los casos, instrumentos del poder) sino
en el área de modos de acción singulares que son el
gobierno; modos de acción que no son necesariamente ni
jurídicos ni de guerra.
Cuando se define el ejercicio del poder como
un modo de acción sobre las acciones de los otros, cuando se
caracteriza esas acciones como el gobierno de los hombres
por otros hombres, -en el sentido más amplio del término- se
incluye un elemento muy importante: la libertad. El poder
sólo se ejerce sobre sujetos libres, y sólo en tanto ellos
sean libres. Por esto entendemos sujetos individuales o
colectivos que están enfrentados a un campo de posibilidades
en el cual diversas formas de comportarse, diversas
reacciones y comportamientos pueden ser realizados. Cuando
los factores determinantes saturan la totalidad, no hay
relacionamientos de poder, la esclavitud no es una relación
de poder en tanto los hombres están encadenados. (En este
caso se trata de una cuestión de relaciones de
constreñimiento físico). Consecuentemente no existe la
confrontación cara a cara entre el poder y la libertad, los
cuales se excluyen mutuamente (la libertad desaparece en
todo lugar donde es ejercido el poder), sino un juego mucho
más complicado. En este juego la libertad bien puede
aparecer como la condición para ejercer el poder (al mismo
tiempo que es su precondición, ya que la libertad debe
existir para que el poder pueda ser ejercido, y a la vez ser
su apoyo permanente, ya que sin la posibilidad de
resistencia, el poder podría ser equivalente a la imposición
física).
No puede entonces separarse el
relacionamiento entre el poder y el rechazo de la libertad a
someterse. El problema crucial del poder no es aquel de la
servidumbre voluntaria. (¿Cómo podríamos desear ser
esclavos?). En el corazón mismo de las relaciones de poder y
constantemente provocándolas, están la resistencia de la
voluntad y la intransigencia de la libertad. En vez de
hablar de una libertad esencial, sería mejor hablar de un "agonismo",
de una relación que es al mismo tiempo recíprocamente
incitación y lucha, es una provocación permanente, en vez de
una confrontación cara a cara que paraliza a ambas partes.
¿Como se pueden analizar las relaciones de
poder?
Se puede analizar tales relaciones de poder e
incluso diría que es perfectamente legítimo hacerlo,
focalizando cuidadosamente determinadas instituciones. Estas
últimas constituyen un punto de observación privilegiado,
diversificado, concentrado, puesto en orden y llevado al
punto más alto de su eficacia. Es aquí que, -como una
primera aproximación- uno puede esperar ver la apariencia de
sus formas y la lógica de sus mecanismos elementales. De
todas maneras, el análisis de las relaciones de poder
circunscriptas a ciertas instituciones, presenta un cierto
número de problemas. En primer lugar, el hecho de que una
parte importante de los mecanismos puestos en funcionamiento
por una institución sean designados para preservar su propia
conservación, traen consigo el riesgo de funciones
descifrantes que son esencialmente reproductivas,
especialmente en relaciones de poder entre instituciones.
Segundo, en el análisis de las relaciones de poder desde el
punto de vista de las instituciones le permite a uno abrir
la explicación y el origen del primero en el último, lo que
es decir, explicar el poder por el poder.
Finalmente, en tanto las instituciones actúan
esencialmente trayendo a la acción dos elementos:
regulaciones explícitas o tácitas y un aparato
institucional, se corre el riesgo de dar a uno u otro un
privilegio exagerado en las relaciones de poder y por lo
tanto ver en el último sólo modulaciones de la ley y la
coerción.
Esto no niega la importancia de las
instituciones en la constitución de las relaciones de poder.
Por el contrario, yo sugeriría que se debe analizar las
instituciones a partir de las relaciones de poder y no a la
inversa y por tanto el punto fundamental de anclaje de las
relaciones -incluso si ellas están corporizadas y
cristalizadas en una institución-, debe ser encontrado fuera
de una institución.
Volvamos a la definición del ejercicio del
poder como el modo en que ciertas acciones pueden
estructurar el campo de otras acciones posibles. Lo que
sería propio de una relación de poder es que esta es ser un
modo de acción sobre otras acciones. Esto es decir, que las
relaciones de poder están profundamente enraizadas en el
nexo social, no reconstituido "sobre" la sociedad como una
estructura suplementaria de la que podamos imaginar su
desaparición radical. En todo caso, vivir en sociedad es
vivir de tal modo que la acción sobre las acciones de los
otros sea posible -y de hecho así sucede. Una sociedad sin
relaciones de poder sólo puede ser una abstracción. Por lo
cual cada vez es más políticamente necesario el análisis de
las relaciones de poder en una sociedad dada, sus
formaciones históricas, sus fuentes de fortaleza o
fragilidad, las condiciones necesarias para transformar
algunas o abolir otras. Decir que no puede existir una
sociedad sin relaciones de poder, no es decir que aquellas
que están establecidas son necesarias o en todo caso, que el
poder constituye una fatalidad en el corazón de las
sociedades, tal que este no pueda ser minado. En cambio, yo
diría que el análisis, elaboración y puesta en cuestión de
las relaciones de poder y el agonismo entre las relaciones
de poder y la intransitividad de la libertad es un tarea
política permanente inherente a toda existencia social.
Concretamente el análisis de las relaciones
de poder exige establecer un cierto número de puntos:
1.- El sistema de las diferenciaciones, que
permite actuar sobre las acciones de los otros:
diferenciaciones determinadas por la ley o por las
tradiciones de status y privilegio, diferencias económicas
en la apropiación de riquezas y mercancías, diferencias en
los procesos de producción, diferencias culturales y
lingüísticas, diferencias en el saber hacer (know how) y la
competencia y así sucesivamente. Cada relacionamiento de
poder pone en funcionamiento diferenciaciones que son al
mismo tiempo sus condiciones y sus resultados.
2.- Los tipos de objetivos impulsados por
aquellos que actúan sobre las acciones de los demás: el
mantenimiento de los privilegios, la acumulación de
beneficios, la puesta en funcionamiento de la autoridad
estatutaria, el ejercicio de una función o de un comercio.
3.- Los medios de hacer existir las
relaciones de poder: acorde a como sea ejercido el poder,
por la amenaza de las armas, por los efectos de la palabra,
por medio de las disparidades económicas, por medios más o
menos complejos de control, por sistemas de vigilancia, -con
o sin archivos- de acuerdo a reglas explícitas o no, fijas o
modificables, con o sin los medios tecnológicos para poner
todas estas cosas en acción.
4.- Formas de institucionalización: estas
pueden combinar predisposiciones tradicionales, estructuras
legales, fenómenos relacionados a la costumbre o a la moda
(tales como los que se ve en instituciones como la familia),
ellas también pueden tomar la forma de un aparato cerrado en
sí mismo, con su loci específico, sus propias estructuras
jerárquicas cuidadosamente definidas, una autonomía relativa
en su funcionamiento) tales como las instituciones de
enseñanza o militares), también pueden formar complejos
sistemas provistos de múltiples aparatos, como en el caso
del Estado, cuya función es poner todo bajo su égida, la
existencia de una vigilancia general, el principio de
regulación y en cierta medida también la distribución de
todas las relaciones de poder en un entramado social dado.
5.- Los grados de racionalización: la puesta
en juego de las relaciones de poder como acciones en un
campo de posibilidades puede ser más o menos elaborada en
relación a la efectividad de los instrumentos y la certeza
de los resultados (mayores o menores refinamientos
tecnológicos empleados en el ejercicio del poder) o incluso
en proporción al posible costo (sea este el costo económico
de los medios puestos en funcionamiento, o el costo en
términos de la reacción constituida por la resistencia que
se encuentra). El ejercicio del poder no es un hecho
desnudo, un derecho institucional o una estructura que se
mantiene o se destruye: es elaborado, transformado,
organizado, se asume con procesos que están más o menos
ajustados a una situación.
Se ve por qué el análisis de las relaciones
de poder dentro de una sociedad no puede ser reducido al
estudio de una serie de instituciones, ni siquiera al
estudio de aquellas instituciones que podrían merecer el
nombre de "políticas". Las relaciones de poder están
enraizadas en el sistema de las redes sociales. Sin embargo,
esto no es decir que existe un principio de poder primario y
fundamental que domina a la sociedad hasta en su último
detalle; tomando como punto de partida la posibilidad de la
acción sobre la acción de los otros (la cual es coextensiva
a cada relacionamiento social) uno puede definir distintas
formas de poder, múltiples formas de disparidad individual,
de objetivos, de la aplicación de poder dada sobre nosotros
mismos u otros, de institucionalización parcial o universal,
o de una organización más o menos deliberada. Las formas y
las situaciones específicas de gobierno de los hombres por
otros en una sociedad dada, son múltiples: ellas están
superimpuestas, se cruzan, imponen sus propios límites,
algunas veces se cancelan entre ellas, otras veces se
refuerzan entre sí. Es cierto, que en las sociedades
contemporáneas, el
Estado no es simplemente una de las
formas o situación específica del ejercicio del poder
-incluso aunque este es una de las formas más importantes- ,
en un cierto sentido todas las demás formas de relaciones de
poder deben referirse a él. Esto no es porque las demás
deriven de él, sino porque las demás relaciones de poder han
quedado cada vez más, bajo su control (a pesar de que el
control estatal no ha tomado la misma forma en los sistemas
pedagógico, judicial, económico o familiar). Refiriéndonos
aquí al sentido restrictivo de la palabra gobierno, uno
podría decir que las relaciones de poder han sido
progresivamente gubernamentalizadas, es decir, elaboradas,
racionalizadas, y centralizadas en la forma de -o bajo los
auspicios de- instituciones del Estado.
Relaciones de poder y relaciones de
estrategia
La palabra estrategia se usa corrientemente
en tres formas. Primero, para designar los medios empleados
en la consecucion de un cierto fin, es por lo tanto una
cuestión de racionalidad orientada a un objetivo. Segundo,
para designar la manera en la cual una persona actúa en un
cierto juego de acuerdo a lo que ella piensa que se sería la
acción de los demás y lo que considera que los demás piensan
que sería su acción, esta es la forma en que uno busca tener
ventajas sobre los otros. Tercero, para designar los
procedimientos usados en una situación de confrontación con
el fin de privar al oponente de sus medios de lucha y
obligarlo a abandonar el combate; es una cuestión entonces
de los medios destinados a obtener una victoria. Estos tres
significados van juntos en situaciones de confrontación
-guerra o juego- donde el objetivo es actuar sobre el
adversario de tal forma de volver la batalla imposible para
el otro. Por tanto, la estrategia se define por la elección
de soluciones ganadoras. Pero debe tenerse en cuenta de que
es un tipo de situación muy especial y que hay otras
situaciones en las cuales es preciso mantener las
distinciones entre los diferentes sentidos de la palabra
estrategia.
Referido al primer sentido, he indicado que
uno puede llamar estrategia de poder a la totalidad de los
medios puestos en funcionamiento para implementar o mantener
el poder de forma efectiva.
Se puede también hablar de estrategias
propias de poder en tanto constituyen modelos de acción
sobre posibles acciones, las acciones de los otros. Se
podría entonces, interpretar los mecanismos usados en las
relaciones de poder en términos de estrategias. Pero
obviamente, es más importante la conjunción entre las
relaciones de poder y las estrategias de confrontación. Por
lo que, si es verdad que en el corazón de las relaciones de
poder y como una condición permanente de su existencia hay
una insubordinación y una cierta obstinación esencial de
parte de los principios de la libertad, no hay entonces
relación de poder sin los medios de escapatoria o fuga
posibles. Cada relación de poder, implica en última
instancia, en potencia, una estrategia de lucha, en las
cuales las fuerzas no están superimpuestas, no pierden su
naturaleza específica, no se vuelven confusas. Cada una
constituye para la otra un tipo de límite permanente, un
punto de posible revés. Una relación de confrontación
alcanza su término, su momento final (y la victoria de uno
de los dos adversarios) cuando mecanismos estables
reemplazan el libre juego de reacciones antagónicas.
A través de tales mecanismos uno puede
dirigir, de forma justa y constante y con una certeza
razonable, la conducta de los otros. Para una relación de
confrontación, desde el momento de que no es una lucha a
muerte, la fijación de una relación de poder se vuelve un
objetivo, al mismo tiempo que su cumplimiento y su
suspensión. Como contrapartida, la estrategia de lucha,
también constituye una frontera para las relaciones de
poder, la línea en la cual, en vez de manipular e inducir
acciones de forma calculada, se debe estar satisfecho con la
reacción a ellas luego de un evento. No sería posible para
las relaciones de poder existir sin los puntos de
insubordinación, que por definición, son medios de
escapatoria. Cada intensificación, cada extensión de las
relaciones de poder para hacer someter al insubordinado
puede sólo resultar en los límites del poder. El alcanza su
término final tanto en el tipo de acción que reduce al otro
a la impotencia total (en este caso la victoria sobre el
adversario reemplaza al ejercicio del poder) como en la
confrontación con aquellos que no gobierna y su
transformación en adversarios. Esto equivale a decir que
cada estrategia de confrontación sueña con transformarse en
una relación de poder y que cada relación de poder se vuelca
hacia la idea de que, si sigue su propia línea de desarrollo
y encuentra la confrontación directa, puede transformarse en
una estrategia ganadora.
En efecto, entre una relación de poder y una
estrategia de lucha hay una atracción recíproca, una unión
perpetua y un perpetuo revés. En cada momento una relación
de poder puede transformarse en una confrontación entre
adversarios. Igualmente, la relación entre adversarios en
una sociedad puede, en cada momento, dar lugar a la puesta
en funcionamiento de mecanismos de poder. La consecuencia de
esta inestabilidad es la capacidad de descifrar los mismos
eventos y las mismas transformaciones tanto desde el
interior de la historia de las luchas o desde el punto de
partida de las relaciones de poder. Las interpretaciones que
resultan no consistirán de los mismos elementos de
significado, o de las mismas uniones o de los mismos tipos
de inteligibilidad a pesar de que se refieran a las misma
fábrica histórica y cada uno de los análisis debe referirse
al otro. De hecho, son precisamente, las disparidades entre
las dos lecturas las que hacen visibles a aquellos fenómenos
fundamentales de "dominación" que están presentes en un gran
número de sociedades.
La dominación es de hecho una estructura
general de poder de la cual sus ramificaciones y
consecuencias pueden, a veces, aparecer descendiendo a las
más "incalcitrantes" fibras de la sociedad. Pero al mismo
tiempo, es una situación estratégica más o menos apropiada
de hecho y consolidada por medios de una confrontación a
largo plazo entre adversarios. Ciertamente puede ocurrir que
el hecho de la dominación pueda ser sólo la transcripción de
mecanismos de poder resultantes de la confrontación y sus
consecuencias (una estructura política resultante de la
invasión), puede ser también que una relación de lucha entre
dos adversarios sea el resultados de relaciones de poder con
los conflictos y clivajes que implica. Pero lo que
constituye a la dominación de un grupo, una casta, o una
clase, junto a la resistencia y revueltas que esta
dominación encuentra, un fenómeno central de la historia de
las sociedades, es que el entrecruzamiento entre las
relaciones de poder con relaciones de estrategias y los
resultados procedentes de su interacción se manifiestan en
una forma masiva y universalizada.
Traducción: Santiago Carassale y Angélica Vitale
* Publicado en:
http://www.hojaderuta.org/imagenes/foucault.pdf
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