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ISSN 1688-1672

 



BOWLES, PAUL - PUZZLE - EXTRAÑO -

Puzzle: Paul Bowles ( 1910-1999)

Andrea Carriquiry
Puzzle puede también remitir a Paul Bowles, de varias maneras. Muchos de sus lectores sienten ante sus textos perplejidad o confusión; muchos pasajes provocan una sensación de extrañeza, que va de la repugnancia al anonadamiento o la arrobación


Puzzle refiere en su idioma de procedencia, el inglés, a una pregunta o problema difícil de entender o responder; también a un problema o juego diseñado para testear el conocimiento, habilidad, paciencia o temperamento de una persona; y también a un estado de desconcierto, confusión o mistificación. Como verbo, significa causar perplejidad, o hacer pensar intensa o profundamente.

Puzzle puede también remitir a Paul Bowles, de varias maneras. Muchos de sus lectores sienten ante sus textos perplejidad o confusión; muchos pasajes provocan una sensación de extrañeza, que va de la repugnancia al anonadamiento o la arrobación. Otros muchos han mistificado a la persona Paul Bowles, o a la leyenda que (se) ha formado en torno a él; incluso sus amigos han declarado que él era alguien difícil de entender. Y el propio Bowles parece haber tenido y cultivado una cierta actitud perpleja, distante y observadora ante todas las cosas, como si éstas fueran algo diseñado para testear la paciencia o el temperamento. Se puede decir que lo que hay de genial en Bowles no reside exactamente en las páginas magistrales que ha escrito, ni en la vida que vivió, sino en algo fragmentario e inasible que está en el medio.

También puzzle se adapta o cuadra para esta nota, que justamente está armada como una serie de piezas o fragmentos de la obra y de la vida de Bowles, ordenados y unidos más por algún tipo de asociación que por concatenación, deducción o conclusión.

Sitio web auntorizado de Paul Bowles: http://www.PaulBowles.org

 "Arrodillado en una silla y agarrado de su respaldo, yo miraba los objetos en los estantes del cuarto. A la izquierda del reloj de oro había un viejo recipiente de peltre. Cuando lo había mirado durante un rato, dije la palabra mug (jarro) en voz alta. Se parecía a mi jarro plateado, en el que tomaba la leche. Mug, dije de nuevo, y la palabra sonó tan extraña que continué diciéndola, una y otra vez, hasta que me encontré perdiendo contacto con su significado . Esto me asombró; también me produjo una vaga sensación de incomodidad. ¿Cómo podía mug no querer decir mug?

El cuarto estaba muy tranquilo. Estaba solo en esa parte de la casa. De repente, el reloj sonó cuatro veces. Tan pronto como cesó el ultimo tañido, me di cuenta de que algo importante estaba pasando. Yo tenía cuatro años, el reloj había dado las cuatro, y mug significaba mug. Por lo tanto,
yo era yo, yo estaba allí, y era ese preciso momento y no otro. Poder decir todo esto con certeza era una satisfactoria y nueva experiencia".

(De
Without stopping. An autobiography)


Este es el primer recuerdo que Bowles dice tener de sí mismo. La extrañeza ante una palabra que se convierte en un objeto independiente no es rara, aunque sí precoz viniendo de un niño tan pequeño. Las palabras aparecen pronto en la vida de Bowles: a los cinco años no sólo escribía sino que inventaba
nombres para designar lugares imaginarios, y hacía juegos de palabras entre ellos (palíndromos como Notninrivo y O'Virninton).

La
música apareció notoriamente después: la primera vez que Bowles recuerda haber escuchado música fue a sus seis años.

De todas formas, su precocidad parecía inquietante. "No es normal para un niño de su edad pasar tanto tiempo leyendo", "No es normal para un niño querer estar solo", "No es normal para un niño de su edad tener labios tan gruesos", eran algunas de las frases que Bowles dice haber escuchado decenas de veces de parte de los integrantes de su familia, conformada casi exclusivamente por adultos: padres, abuelos y una numerosa galería de tíos, todos dispuestos aplicar sus teorías sobre él.




Aunque corresponden a dos novelas distintas, estos dos pasajes parecen sucesivos -y a la vez recuerdan de algún modo al primer "episodio" de la vida de Bowles. Son de los pocos momentos luminosos dentro de su obra, generalmente más dolorosa, agobiante u oscura "como una película subexpuesta", según Borroughs. Son momentos en que los individuos adquieren de repente un vago conocimiento, momentos de cierta felicidad que parecen devenir de la caída de una especie de barrera entre la vida y quien la vive. Se trata de una suerte de anulación, aunque sea parcial, del yo, que evoca la que se produce según las filosofías orientales en el momento de la iluminación. Salvando las distancias, también recuerda al noumeno de Kant, aunque en estos casos el fenómeno no estaría asociado a un pasaje por los sentidos sino más bien por el pensamiento.


"Insisto demasiado en vivir mi propia vida", pensó. El resto del mundo existía para que ella lo utilizara cuando lo desease, pero siempre lo rechazaba en favor de su propio y conocido microcosmos. Sólo algunas veces, cuando despertaba de su sueño, se sentía de verdad viva, pero ello se debía simplemente a que no había tenido tiempo de poner en orden sus pensamientos, de convertirse de nuevo en ella misma".
(De
Déjala que caiga)

 Pero estos momentos son instantáneos, no persisten: derivan en la locura, la pérdida o intercambio de identidad -en el caso de la protagonista del cuento 'Tú no eres yo'-, o bien en una vuelta al estado anterior de infelicidad, como en el personaje de Déjala que caiga, que "cuando era feliz inventaba invariablemente alguna razón para dejar de serlo".



"Mientras miraba el jardín en calma tuvo la impresión de que por primera vez desde su infancia veía claramente los objetos. De pronto la vida estaba allí; ella no la miraba a través de la ventana, estaba adentro. La dignidad que nacía de sentirse parte de su poder y de su grandeza le era familiar, pero hacía mucho años que no la sentía. (...) Pensó: 'Jamás volveré a ponerme histérica'. Pensó que nunca más en la vida volvería a sentir ese tipo de tensión, ese grado de preocupación por sí misma."

(De
El cielo protector)


Tánger era también un lugar cuya filosofía musulmana le iba bien. Relatado por él mismo, lo que tiene de admirable la gente del norte de Africa es que dicen: "Este mundo que vemos es tan poco importante y efímero como un sueño. Tomarlo en serio sería absurdo. Pensemos mejor en los cielos que nos rodean".

Cuando una vez le preguntó a un abogado musulmán si la verdad objetiva no tenía importancia para él, el abogado sonrió y respondió: "No de igual manera que para usted. Ésa es la verdad oficial. Nos interesa, sí, pero únicamente como un medio para llegar a la verdad real que se oculta debajo. Para nosotros hay muy poca verdad visible en el mundo en estos días".

Pero quizás la razón más importante para quedarse haya sido que, después de haber viajado tanto, podía por fin vivir en un lugar que era a la vez lo estático y lo dinámico, lo normal y lo anormal. Porque Tánger era su punto de no retorno -un concepto que actúa como una suerte de leit motiv en la obra de Bowles, y vuelve bajo distintas, innumerables formas; en este caso bajo su sentido más literal. Porque vivir en Tánger era habitar en un lugar permanentemente extraño.

 



El abuelo paterno de Paul Bowles había luchado en la Guerra Civil y estaba orgulloso de haber viajado por todos los Estados de la Unión. "Hubo unos años en los que nunca dormía dos veces en el mismo pueblo", contaba el abuelo a Bowles niño. "La vida perfecta, pensé", escribió después Bowles. Y a eso se dedicó durante años: primero, escapando, a Europa, luego recorriendo Sudamérica, Africa, Asia.

Pero finalmente se estableció en Tánger, donde terminó viviendo la mitad de su vida, negándose incluso a mudarse de apartamento. Muchos se han preguntado por qué. Las respuestas son también muchas, y contradictorias.

Porque, como le hace escribir a uno de sus personajes, "todas las
ciudades son centros de infección, como dientes picados. La hipersensibilidad de la cultura urbana (su única virtud) es, en gran medida, una reacción al dolor. Tánger no posee cultura urbana, no posee dolor. Y estoy convencida de que nunca lo tendrá. El nervio nunca quedará al descubierto".

Porque creía que Tánger era un lugar que había cambiado, y cambiaría, menos que otras partes del mundo. Porque, como dijo en una entrevista, "no quiero vivir en ninguna otra parte ahora. No quiero volver a Estados Unidos, porque ahora allí es terrible. No quiero ir al Lejano Oriente. Y, ciertamente, no quiero ir, ¡uf!, a Sudáfrica".

Porque le gustaba ser espectador del caos tangerino, la violencia, la teatralidad: "la impresión de confusión y de locura; supe que nunca me cansaría de ver a los marroquíes representar su parte", anota en su autobiografía. Porque cuando se instaló en esa ciudad, los barcos de pasajeros partían desde allí hacia todos los puntos del planeta; una manera de que estuviera presente la posibilidad de irse a cualquier otro lugar -sin usar el odiado avión-.




El yo invisible, transparente, también aparece repetidamente a lo largo de la obra de Bowles. Y constituye una de las principales características de su estilo -a través de distintos recursos que sería estéril enumerar aquí. Bowles no sólo se pone en el lugar del narrador omnisciente y ajeno, sino que describe los hechos, los paisajes y los personajes, por más desgraciados que sean, de un modo imparcial, elegante y distante.

De todas formas, el desapego bowlesiano no debe entenderse como superficial ni insensible; tiene una cualidad compleja e inasible que Borroughs ejemplificó citando estos verso de Edwin Arlington Robinson: "¿Cómo es posible que su encanto se revele / en algo como la superficie de un escudo?"

En uno de sus extremos, Bowles puede llegar a ser un fotógrafo brillante, piadoso o divertido. Como en los muchos pasajes que contraponen lo terrible y describen en cambio una vida displicente, casi alegre, encantadora y aristocrática, en la que no falta el humor y la ironía, de por ejemplo una marquesa cuando brinda por los Estados Unidos diciendo "¡Qué Dios bendiga sus inventos, grandes y pequeños! ¡Que Dios bendiga el Frigidaire, el Tampax y la Coca-Cola!".


 
"En mi opinión, no hay nada más delicioso que ser un extraño. Por eso me puedo mezclar con seres que no son de mi clase, precisamente para ser un extraño ante ellos".

(Fragmento de
Las mil y una noches usado por Bowles como epígrafe en La casa de la araña)


" [A los diez u once años] encontré una manera aún más satisfactoria de no existir como yo mismo, y pese a ello ser capaz de seguir funcionando; era una fantasía en la que todo el desarrollo de los hechos mientras yo los experimentaba era el invento de una gran estación emisora telequinética. Cualquier cosa que yo veía o escuchaba era simultáneamente experimentada por millones de observadores. Ellos no me percibían ni sabían que existía, pero veían a través de mis ojos. Este método me permitió observar mi propia existencia más que participar en ella.

(Mucho después leí a Gide, y entendí perfectamente su sentimiento cuando escribió en su diario: "...Acepto voluntariamente no tener una existencia bien definida si los otros que yo he creado y extraído de mí mismo sí tienen una)".

(De Without stopping. An autobiography)

 El lado positivo de la vacuidad también está reafirmado en boca de ese mismo personaje, cuando le dice a otro: "Tu vida está vacía. Y no hay nada en ti que te dé un objetivo. La mayoría de la gente no puede evitar seguir algún tipo de proyecto. Lo hacen automáticamente, porque forma parte de su naturaleza. Eso es lo que les salva, lo que les sujeta. No pueden evitarlo. Pero tú estás a salvo de que te salven".

 "Se sentó sobre unas raíces que se retorcían intricadas al pie de un árbol y sacó el cuaderno que llevaba siempre. La víspera, en un bar de Pedernales, había escrito: 'Sistema para suprimir la impresión de horror que produce alguna cosa: Fijar la atención en el objeto o la situación dados de modo que los distintos elementos, todos ellos familiares, se vuelven a agrupar. Lo espantoso no es nada más que un esquema que no nos resulta familiar'"


(De
Parada en corazón)

 

"Se recostó en la cama, cerró los ojos y meditó un momento. Finalmente los abrió y escribió: 'Existe algo en la estúpida mente humana que responde hermosamente a la idea de lo insólito, especialmente a lo insólito de condiciones capaces de producir un fenómeno dado. Cuanto menos posibilidades existen de que suceda una cosa, más maravillosa resulta cuando se produce, por inútil o incluso dañina que pueda ser. El hecho de que haya sucedido contra todo pronóstico la convierte en un aconteciemnto precioso. No era justo que sucediera y, sin embargo, sucedió; uno no puede menos de admirar ciegamente la cadena de circusntancias que permitieron que se produjera lo imposible"

(De Déjala que caiga) 

 

En Bowles lo extraño alcanza también otras dimensiones: lo horrendo, lo espantoso, lo violento; y lo insólito, o increíble.

A veces, la forma de anonadamiento, de enajenamiento, de alienación: después de un episodio feliz, o de un episodio violentísimo, los personajes suelen sumirse en algo que sería un poco simplista llamar locura.

Eso es lo que le pasa a Kit en El cielo protector, y eso es lo que le pasa al profesor en 'Un episodio distante', por citar dos ejemplos conocidos. Para Kit el desencadenante es la muerte de su marido y el posterior momento de libertad que siente cuando se baña; para el profesor el desencadenante es el ataque de la tribu reguibat y el posterior corte de su lengua.

En ambos casos, después del climax los personajes permanecen largo tiempo deambulando, siguiendo un tipo de existencia completamente distinto al anterior, y hacia al final viven otro vuelco intenso, de rebelión contra todo lo pasado.

Lo extraño es muchas veces violento: Bowles ha declarado que encuentra belleza en esa violencia. Con respecto a ciertos ritos bereberes ha escrito: "Uno se tiende sobre el fuego, otro se da cuchilladas en las piernas y los brazos, otro golpea con una piedra un hueso afilado colocado sobre el muslo... luego, cubiertos de cenizas y de sangre, cantamos y bailamos todos en alegre alabanza del santo y del dios que pemiten que triunfemos sobre el dolor y, por extensión, sobre la propia muerte".


 

Lo extraño puede tener también un entorno más normal, remitiendo a la incomunicación, a la separación (en el sentido de separatidad de Fromm, la separación inevitable entre un ser humano y el resto del mundo, los otros seres humanos). Allí, a veces lo extraño aparece como atractivo, luego como amenazante y luego como definitivamente peligroso.

Es en cierto modo el caso en el cuento 'Páginas de Cold Point', y el caso de Aileen en 'El eco', donde ese acercamiento tiene la forma literal -y repetida en Bowles- de un paseo que empieza inocente y termina temible, con consecuencias no buscadas que pueden ser un castigo o una revelación.

La forma más positiva de lo extraño es lo insólito, lo increíble: "increíble" es la última palabra que dice, en voz alta, el profesor de 'Un episodio distante', e "increíble" es la palabra clave en el relato 'Merienda en la montaña'. Allí el momento central, el que podría provocar un cambio o la felicidad, se disuelve en el aire, en la tristeza y la ausencia; probablemente se olvide.

 

 


 "Todo está en los libros", dijo Bowles ante una pregunta incómoda de un periodista. "Si se analiza, en ellos se encuentra lo verdadero, lo esencial del escritor como persona". Por eso quizás a él no le importaría estar muerto ahora: su legendaria reserva es ya definitiva, pero sus libros siguen existiendo; por cualquier razón que sea, eso debería ser lo que importa. O "esa es la ley; no todo el mundo la obedece".

 "A partir de cierto punto, no hay retorno posible. Ése es el punto al que hay que llegar"

(Aforismo de Kafka usado por Bowles como epígrafe en El cielo protector)

* Publicado originalmente en Insomnia Nº 101

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