"Generalmente recluido en el pasado por el mundo de los
sentidos hegemónicos, cuesta verlo como principio de organización de las
prácticas presentes (...) El colonialismo se constituye en un objeto esquivo
para la episteme moderna, precisamente porque se trata de uno de sus efectos y
condiciones de
verdad."
Hay en múltiples territorios latinoamericanos proyectos
extractivistas primario-exportadores en curso o en proceso de aprobación.
Algunas consecuencias ya pueden constatarse, otras sin embargo todavía no son
claras, y muchas son ignoradas desde el discurso técnico científico legitimador.
Al mismo tiempo, las voces disidentes parten también desde múltiples lugares.
Personas autoconvocadas, colectivos ambientalistas, organizaciones sociales,
actores públicos, intelectuales pertenecientes a la academia y por fuera de
ésta, buscan hacerse oír en medio de la fantasmática realidad neocolonial. Las
estrategias comienzan a notarse: videos que circulan en internet y en redes
sociales, encuentros internacionales de activistas y trabajadores, estudios de
impacto por fuera de los que realizan las empresas y los Estados, manifestaciones y
marchas con consecuencias y reacciones silenciadas. No obstante, dichas voces
parecen ser subsumidas por la lógica dominante, acalladas, uniformizadas e
invisibilizadas en el juego de la circulación. Problematizar los mecanismos que
subyacen a estos proyectos, analizar sus formas y cuestionar sus intereses no es
parte del discurso hegemónico, que fagocita posiciones críticas bajo motes
despectivos o incluso -bajo la consigna del “progreso para todos”- mediante
el ejercicio concreto del carácter totalitario de la biopolítica. La actitud
crítica es sustituida por la llamada “opinión pública” que al pretenderse
democrática integra y afirma, digiere y reproduce. Por el contrario, el debate,
no entendido como celebración de la
opinión sino como confrontación de ideas
que pongan de manifiesto las representaciones de poder, es siempre una forma de
creación y cambio, es reivindicar el sentido y el significado en una
sociedad espectacularizada y encandilada bajo el fetiche del progreso y del desarrollo.
Los megaproyectos transnacionales son parte de un modelo que ha
adquirido actualmente un nuevo impulso. Estos megaproyectos están siendo una pieza importante de la
lógica económica desarrollista imperante en buena parte de
América Latina.
Uruguay no es la excepción. El presente texto se estructura en tres partes, una
primera que busca dar cuenta del rol que ocupan dichos emprendimientos en el
modelo político–económico actual. Una segunda parte, centrada específicamente
en Uruguay, que a partir de acontecimientos puntuales y
de sus repercusiones en la prensa buscará examinar los discursos hegemónicos como
mediatizaciones del biopoder. Por último, a partir del esbozo de algunas
implicancias pragmáticas que provocarán los megaproyectos, buscaremos abrir
líneas de debate respecto a las consecuencias no “previstas” desde el discurso tecnopolítico.
Una nueva (¿vieja?)
América Latina
“El
colonizador, que en vez de establecerse en los campos se estableció en las
minas, tenía la psicología del buscador de oro. No era, por consiguiente, un
creador de riqueza. Una economía, una sociedad, son la obra de los que colonizan
y vivifican la tierra; no de los que precariamente extraen los tesoros de su
subsuelo. La historia del florecimiento y decadencia de no pocas poblaciones
coloniales de la sierra, determinados por el descubrimiento y el abandono de
minas prontamente agotadas o relegadas, demuestra ampliamente entre nosotros
esta ley histórica.”
En la actualidad de América Latina se puede ver claramente la aplicación
transversal de un modelo económico hegemónico en los diferentes países
integrantes de la región. El componente estrella de este modelo económico es el extractivismo o modelo extractivista. Este modelo (re) edita los inicios de
América Latina como pieza fundamental de aquella acumulación originaria que
tenía como correlato la famosa frase “el capitalismo viene al mundo chorreando
lodo y sangre”, en el marco de una nueva fase global del capitalismo que podemos
llamar “acumulación por desposesión”.
Esta nueva etapa constituye la base que sustenta los nuevos mecanismos de
dominación en torno a la apropiación y explotación de la naturaleza (en la forma
de recursos naturales), que, aunque no es algo nuevo en el subcontinente, ha
crecido exponencialmente en los últimos años.
La fase descrita genera una
perfecta simbiosis con el neodesarrollismo liberal donde el término “desarrollo”
vuelve a brillar con sus mejores luces resurgiendo del ostracismo. Se vincula
así al progreso, al crecimiento, a la productividad y la modernización, pero no
asociado a una ideología industrializadora sino al desarrollo de
mega-emprendimientos extractivos. El neodesarrollismo liberal hace máquina con
el neodesarrollismo progresista propulsado en la región por la mayoría de los
gobiernos de turno, que aunque establece algunas diferencias sobre todo con el
rol del Estado, comparten intereses, marcos y estrategias comunes. En estos
últimos años se ha podido apreciar, bajo los gobiernos de izquierda, el pasaje
desde el Consenso de Washington, asentado sobre la valorización
financiera y una política generalizada de las privatizaciones, al Consenso de
las Commodities, basado en la extracción y exportación de bienes primarios a
gran escala, sin mayor valor agregado, hacia los países más poderosos.
En este modelo-telón se puede ver el avance del cultivo de soja, la
extracción de hidrocarburos, los proyectos mega-mineros, la explotación forestal
etc., que exponen como consecuencia dos macro-fenómenos cada vez más intensivos
y extensivos: la desestatización del territorio y la desterritorialización del
Estado. Esto conlleva al despliegue de diferentes estrategias por los
dispositivos hegemónicos en pos de la legitimación del modelo, con consecuencias
sobre las subjetividades y los cuerpos en particular por el extractivismo
mega-minero, lo que Mirta Antonelli llama el vivir en
la corteza.
Aparejados a esta relocalización espacio-temporal del enfoque y
fomentando en un discurso hegemónico las bondades y necesidades del desarrollo,
surgen conceptos, (re) valorizaciones, (re) significantes, (re) significados
cuya función es cumplir el rol de abanderados del discurso abarcativo y
asimétrico de los inversores en complicidad con el
Estado. Desde esta
perspectiva el progresismo latinoamericano, que abreva en la tradición
desarrollista, hoy comparte una plataforma común con el discurso neoliberal,
acerca de los beneficios del Consenso de los Commodities, el cual, para los
casos más extremos, retoma y promueve la productiva tríada de “Desarrollo
Sustentable/RSE (Responsabilidad Social Empresarial)/gobernanza” como ejes
dinámicos del discurso neodesarrollista.
La improvisación no forma parte del logos inversionista
La expropiación y extracción de los recursos naturales de la
región es el primer paso. Si el fruto de la explotación no puede ser desplazado
a bajo costo para los inversionistas la inversión pierde sentido e interés. Por
eso es necesaria una infraestructura que permita la fácil movilidad de los
bienes extraídos hacia los destinos esperados. Carreteras, puertos de aguas
profundas, corredores bio-oceánicos, matrices energéticas son necesarios para
llevar a cabo el segundo paso de la extracción, la movilización. Como la
improvisación no es parte de las lógicas pragmáticas del capitalismo, hay un
plan para lograr dicho cometido. Este plan se llama
IIRSA (Iniciativa para la Infraestructura de la Región
Suramericana) y la definición extraída de la página oficial es la siguiente:
La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura
Regional Suramericana (IIRSA) es un foro de diálogo entre las autoridades
responsables de la infraestructura de transporte, energía y comunicaciones en
los doce países suramericanos. IIRSA tiene por objeto promover el desarrollo de
la infraestructura bajo una visión regional, procurando la integración física de
los países de Suramérica y el logro de un patrón de desarrollo territorial
equitativo y sustentable.
Lo que subyace a esta iniciativa es el armado de un circuito
sobre la región para fácilmente extraer los bienes naturales de forma dinámica y
a costos relativamente bajos. No se busca la integración de los pueblos sino la
integración de las economías regionales a una economía mundial globalizada.
Estos proyectos no vienen solos, sino que se asocian con otros
tipos de siglas-proyectos como el Proyecto Mesoamérica que incluye el
Sistema
de Interconexión Eléctrica para América Central (SIEPAC); el brasileño Plan de
Aceleración del Crecimiento (PAC), y tratados comerciales como el Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA) o el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés), que se pueden resumir en lo siguiente “la
explotación total de los bienes naturales de América Latina”. Planes para la
extracción continua de los bienes naturales, con base en la obtención de energía
(oleoductos, gasoductos, represas) pero sobre todo con base en la obtención de los
recursos para la exportación al primer mundo y a las potencias asiáticas (China,
India), con financiación de organismos monetarios (BID, BM, BNDES). Estos
megaproyectos bajo la bandera del desarrollo y el crecimiento económico
explotan impunemente la tierra y sus recursos, desplazando poblaciones
indígenas, dejando campesinos sin tierra, devastando bosques naturales,
desequilibrando ecosistemas y, sobre todo, generando profundos impactos sociales.
Para llevar a cabo estas iniciativas regionales es necesaria la
articulación con los diferentes gobiernos de los países en cuestión. En un trabajo
conjunto, las empresas y los Estados, confraternizan hacia la aprobación de
dichas iniciativas donde bajo los preceptos característicos, antes mencionados,
que podemos englobar en el concepto “interés público”, se procede
sistemáticamente a la legitimación mediante la manipulación de los medios, las
leyes, la opinión pública, los aparatos represivos etc.. En el binomio
Inversión-Estado podemos notar la irrupción de una ideología que Gudynas llama
“capitalismo benévolo”, en sus propias palabras: “… a
pesar de la crisis, persiste el énfasis en estilos de desarrollo convencionales
y no sustentables desde el punto de vista ecológico, incluso bajo gobiernos
“progresistas” o de la nueva izquierda. Esto desemboca en un “capitalismo
benévolo”, dentro del cual se aceptan algunas cuestiones ambientales, pero se
las maneja manteniendo la fe en el crecimiento económico y
en la apropiación de la
naturaleza. Por lo tanto, persiste una postura antropocéntrica sobre la
naturaleza, postura enfocada en la idea de progreso. Se concluye que las
contradicciones ecológicas del capitalismo contemporáneo exigen cambios que van
más allá de reformas o reparaciones económicas, y que residen en el terreno de
los valores, donde es indispensable una transición desde el antropocentrismo al biocentrismo”.
Dentro de este marco, los gobiernos de la región buscan paliar
los impactos sociales con los excedentes de este tipo de emprendimientos
extractivos, pero caen en la contradicción o en un ciclo recursivo al hacerse
visible que este tipo de modelos son los que generan esos impactos sociales que se
pretenden superar.
Modelo mega-minero
Dentro de este contexto extractivista la minería a cielo abierto
aparece como uno de los megaproyectos más extensivos y problemáticos en la
región. Este modelo capital-intensivo con consecuencias devastadoras para el
medioambiente, y sobre todo generador de una profunda fragmentación del tejido
social, está actualmente en el proceso de legitimación por parte del aparato biopolítico desplegado por el
Estado. Dicha legitimación opera bajo los rasgos
propios del biopoder: hacer circular el discurso hegemónico a partir de
mecanismos asimétricos y acríticos que logran su naturalización. En ese sentido
el “interés público” se mimetiza con la “opinión pública”; control sobre los
territorios, control sobre los sujetos-cuerpos-lenguajes.
Aratirí es el nombre de franquicia elegido por la multinacional
Zamin Ferrous para estas regiones, y su implantación es uno de los objetivos
principales del actual gobierno uruguayo.
De esta manera
queda presentado el contexto que estimula y prefigura el
topos para la segunda parte de este trabajo que ha sido detallada en la introducción.
Notas:
José Carlos Mariátegui “7 Ensayos de la interpretación de la realidad
peruana: III – El problema de la tierra” en
La realidad peruana. Buenos Aires. Tecnibook
Ediciones. 2010.
Mirta Alejandra Antonelli “Vivir en la corteza: Notas en torno a la
intersubjetividad y mega-minería como modelo de ocupación territorial”
en Resistencias populares a la recolonización del continente. Pg.
107. CIFMSL. Coord. Claudia Korol.
Maristella Svampa “Pensar el desarrollo desde América Latina” en
Renunciar al bien común: Extractivismo y (pos)desarrollo en América
Latina. Pg. 37. Buenos Aires. Mardulce. 2012.