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Sandra López Desivo

© 1999 - 2012
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



DIOS - CLONACIÓN HUMANA -

El afán de ser Dios. Avatares en un programa de la humanidad que no quiere ser humana o la lógica de a qué jugar durante la ausencia del padre*

Lucas Scoponi-Cuthbert Cervantes
Hoy en día, ayudado por su equipo de laboratorio, un científico con cinco panes y dos pescados podría alimentar no a un grupo de seguidores sino a toda la República del Congo, o por lo menos eso habría que esperar que ocurriera


Los hombres gustan de imaginarse a sí mismos aparte
y por encima de la naturaleza.
Konrad Lorenz

El problema es que estamos en un mundo en el que ya no hay sujetos, sólo seres individuados, pero no subjetivados, no divididos, completamente idénticos a sí mismos, dotados de todo tipo de poderes (a través de la informática), pero que ya no tienen otro porque la alteridad ha desaparecido, y si desaparece la alteridad,
desaparece también la subjetivida
d..
Jean Baudrillard
 

En este ensayo se propone la existencia de un cruce entre ciertas prácticas que están relacionadas con una lógica puntual aunque no siempre expuesta con las palabras exactas; una especie de devenir en deidad no sólo en la particularidad y como derivada de una incentivación mass-mediática por medio de estereotipos de cierta correspondencia con esa clonación mental baudrillariana, sino también visible en acciones tecno-científicas, de hecho si nos preguntamos ¿a dónde va la ciencia?, ésta sería una de las muchas posibles respuestas. Retomando las características divinas de inmortalidad, omnipresencia y multiplicación se pretende hablar de la medicina, de la luz en esa necesidad de una “economía política de la velocidad”1 que invita a crear Paul Virilio, pero fundamentalmente la luz como una característica de la divinidad. Y por último la clonación. Como un conjunto de puntos en una tesis planteada para la humanidad en miras de no atenerse a su condición caduca y diminuta, sino buscando ser una entidad superior, generando con ello figuras arrogantes o cuando menos bizarras.

¡Dios muerto y tenemos el cadáver enfrente de nosotros. Se nos ocurren mil cosas de las cuales el miedo es sólo una habitación ni insignificante, ni gigantesca!

 
Una conceptualización de Dios

1

En varios juegos infantiles la dinámica de uno de los participantes es tomar el rol del padre, ser aquel que manda, que le dice a los demás lo que deben hacer, cómo, dónde y – de ser posible – también el por qué. Luego, los demás integrantes se comportan como la mamá, el tío, los hijos u otra variante de aquellos grupos con los cuales esos jugadores tienen contacto suficiente como para generarse representaciones. Y así los niños juegan a la familia, o al papá y la mamá que es otra forma de nombrar el mismo juego. Es un mero ludus donde los pequeños se hacen grandes, por lo menos, en el escenario que ellos controlan mientras exista el simulacro.

Pero, ¿quién ocupa el lugar del padre? Comúnmente no lo hace el niño más pequeño o el más débil, de no haber otra opción debe de ser un varoncito. El lugar del padre lo encarna el niño más grande (en estatura), porque los padres son más grandes que los hijos –por lo menos en esa edad– y más fuertes en lo físico y toman las cosas con más seriedad y para ello se valen de la razón y deben saber reprimir, además de tener condiciones para hacerlo como lo es la complexión física, no titubear al dar el cinturonazo cuando el hijo obra inadecuadamente. Ante todo los padres son conductores de un barco que no debe naufragar.

2

Hay en el Psicoanálisis una larga tradición de pensar a Dios y al padre como semejantes, gemelos y hasta partes de una misma mónada, depende del psicoanalista o de quien retome esa creencia teórica (en el buen sentido de la palabra creer). La tradición va desde los primeros escritos freudianos: Tótem y tabú, Psicología de las masas y análisis del yo, Moisés y la religión monoteísta, por citar ejemplos, para también en Escucha hombrecillo de Wilhem Reich, en Jaques Lacan a lo largo de sus seminarios pero especialmente el que llevaría por título Los nombres del padre y que no se dictó completo. Incluso a fechas recientes nos topamos con un remedo (quizá incluso un balbuceo) de ese seminario lacaniano pero presentado por Dany-Robert Dufourt en especial en su El arte de reducir las cabezas, libro que de arte tiene muy poco.

De la horda primitiva al complejo de Edipo, de la institución al Otro (sus deseos y goces), de la neurosis al sujeto esquizofrénico, de la represión al pasaje al acto. Aquí no se busca negar esa relación psicoanalíticamente identificada pero tampoco es el punto central del ensayo, sino un argumento retomado que permite exponer otra tesis, de modo que casi, ¡repito! "que casi", la distinción entre Dios y padre queda sobrando.
 

3
 

La definición que da el Diccionario Akal de Filosofía para Atributos Divinos es la siguiente:

“Propiedades de Dios, en especial, aquellas que son esenciales y únicamente poseídas por éste. Entre las propiedades tradicionales consideradas como atributos de Dios, la omnipotencia, la omnisciencia y la absoluta bondad son consideradas como indicativas respectivamente de poder, conocimiento y bondad moral en grado máximo.

Aquí Dios es interpretado como un ser eterno de inmenso poder, conocimiento y bondad, creador y sostén del universo y merecedor de adoración por parte de los hombres. La omnipotencia es el poder máximo. Algunos filósofos, en especial Descartes, han considerado que la omnipotencia precisa de la capacidad para hacer absolutamente cualquier cosa, incluyendo lo que es lógicamente imposible. Las tesis más clásicas, por el contrario, entienden la omnipotencia como algo que involucra unos poderes inmensamente vastos, pero que están sujetos, no obstante, a un cierto rango de limitaciones. Éstas incluyen la incapacidad para realizar lo que es lógicamente imposible, para cambiar el pasado o para hacer cosas que no pueden ser hechas por un ser con otros atributos divinos, como, por ejemplo, pecar o mentir.

La omnisciencia supone un conocimiento ilimitado. De acuerdo con el tratamiento más tradicional, la omnisciencia consiste en el conocimiento de todas las posiciones verdaderas. Sin embargo, puede haber razones para reconocer limitaciones en la clase de proporciones verdaderas relativas al futuro, entonces la omnisciencia debería incluir también la presciencia. Algunos pensadores han considerado que la presciencia referida a las acciones humanas es incomparable con las acciones libres. Esto ha llevado a algunos a rechazar la existencia de proposiciones verdaderas acerca del futuro, mientras que otros han venido a rechazar que sean cognoscibles. En este último caso la omnisciencia ha de ser considerada como el conocimiento de todas las verdades cognoscibles. O si Dios es eterno y hay ciertas proposiciones temporales o indexadas temporalmente que sólo alguien que está en tiempo puede conocer, entonces la omnisciencia presumiblemente no se hará extensiva a tales proposiciones. Es un asunto controvertido el establecimiento de la omnisciencia incluye un conocimiento medio, esto es, el conocimiento de lo que un agente haría si se dieran ciertas condiciones contra-fácticas (…)

La eternidad es un modo de existencia atemporal que nunca permite una conciencia directa de lo que sucede en el tiempo. Según la formulación clásica de Boecio, la eternidad es “la posesión completa y de una vez de una vida ilimitada”. Aquellos que niegan que Dios es eterno suelen admitir, no obstante, que es sempiterno, esto es, que siempre ha existido y que siempre lo hará.”2 O Como diría Emmanuel Lévinas “Dios e infinito son designaciones de una misma realidad”.

Definición donde la Presciencia divina es: “Conocimiento que Dios posee del futuro. Aparentemente, la presciencia es una consecuencia directa de la omnisciencia divina, ya que ésta incluye presumiblemente el conocimiento de todas las verdades y hay verdades que están referidas al futuro.”3

Las características que nos interesa exponer son tres: omnipotencia, omnisciencia y eternidad. Para lograr la omnipresencia se puede emplear la multiplicación; estar en todas partes a la vez, como una mirada que no tiene elemento técnico (llámese cámara de video, satélite o cualquier otro medio para el registro) pero que no obstante se permite ser testigo –y juez cuando sea necesario– sobre los actos que comete cualquier mísero mortal, siendo en esas ocasiones donde pone en ejercicio su omnisciencia: ya que como todo lo ha visto sería lógico que todo lo sepa, pues posee un soporte para ello que no difiere mucho de lo que nos dicen sobre el ciberespacio como un “territorio ilimitado”. Y son estas semejanzas las que se están buscando: ciberespacio = ¿mente? o ¿cerebro? de Dios. Donde todo está en alguna parte, pues de ese espacio divino el supuesto es que no se suprime nada –lo que no es problema si se habla de territorio ilimitado–, ya que un Dios que olvida no es omnipotente porque le falta la potencia que da la información, reafirmando el postulado de “saber es poder”. Pudiendo ser que en un inicio no se piense en lograr una omnisciencia sino que baste con la omnitenencia, es decir no saber las cosas sino que basta con saber que se tienen almacenadas en alguna parte, no considerando responder al momento sino después de consultar una fuente usando diversos medios para ubicar lo que se sabe se tiene, antes que un lo que tiene se sabe. Y dentro de esos saberes estaría no sólo el presente y el pasado inmediato sino también el futuro y el pasado remoto.

De hecho sí uno presta atención a lo que le interesa a la tecno-ciencia –algunas veces también a la socio-ciencia– nos topamos con preguntas sobre el origen en su momento más remoto y con predicciones acerca de cómo se verá el mundo, por ejemplo, en diez mil años, llevándonos, por lo menos con la mirada, desde los dinosaurios hasta supuestas apariencias de habitabilidad de las primeras comunidades en Marte: esas son las producciones que se ofertan en los canales televisivos que podemos considerar como científicos, hablo del National Geographic y de Discovery Channel4.

Si somos un poco simplistas el experimento de la reproducción del Big Bang en el que se utilizará el Gran Colicionador de Hadrones para el Proyecto ALICE encabezado por la Organización Europea para Investigación Nuclear, el mismo no es otra cosa que la demostración de que se puede crear un acontecimiento similar al que nos dio origen desde la perspectiva de algunas teorías; fuera de eso no sirve para mucho o por lo menos el gasto no es tan justificado sí se le quita el encanto de sentirnos lo suficientemente poderosos como para reproducir en escala algo semejante a los tres primeros días de la creación expuestos en el libro del Génesis.

En pocas palabras, el punto central de ésta tesis es que consideramos que la humanidad está hoy jugando a ser Dios en un ludus de vértigo a la manera en que entiende ese tipo de juegos Roger Caillois, al menos en puntos donde antes no se llegaba, pues sí bien ya era un tema de discusión juzgar a los otros bajo el argumento de hacerles ir pagando sus pecados o acciones –fuera de la normativa divina, sobretodo postmortem– al igual que ocurre en el sistema penal, las presentes lecturas en términos de omnipresencia, inmortalidad y multiplicación refrendan esa búsqueda de ser divinidad con sus particularidades contextuales. Que haya algunos que noten esto como un problema no debe ser con la intención de ver la discusión en términos ni completamente dramáticos, ni totalmente festivos. Pues en el primer caso querer ser divinidad funciona como una especie de motor, de incentivo para canalizar la energía hacia un punto definido, ¿una pulsión?, no nos atrevemos a nombrarlo así aunque si consideramos que es una fuerza interna y constante.

Puede ser que no se trate sino de otro costado de la pulsión de muerte. Tampoco es posible pensar un escenario con seis mil millones de dioses sobre todo por el poder presente en esa búsqueda de ser deidad, ya que lleva inmersa la característica de que existen sectores que deben adorar a esos dioses, pues uno será divinidad en la medida en que haya otros que le reconozcan como tal, si no es un sujeto delirante. Ante todo Dios es un concepto límite, por lo que pretender ser Dios es un estar al límite luego, ese vértigo que da miedo pero causa satisfacción parece proporcional. ¡¡¡Bienvenidos al grado Maradona de la cultura!!!
 

Medicina y pretensiones de inmortalidad

1

La lógica de prolongación de la vida es un frenesí de la no caducidad. Visible desde las cremas que te regeneran la piel, hasta el trasplante de órganos, pasando por los medicamentos y vacunas, desde la comida dietética hasta las barras nutritivas, la propuesta de un desayuno sano y hasta la pirámide alimenticia, no broncearse mucho, dormir ocho horas y teñirse las canas. Una no caducidad realizable en dos sentidos a ratos complementarios pero nunca opuestos: 1) la sustitución, 2) la regeneración. Si mi pierna ya no me sirve la sustituyo, mismo caso con un riñón. Pero si el órgano aún puede salvarse o quiero evitar que se dañe entonces lo cuido y regenero: dejo de fumar y entro a un gimnasio para que en los pulmones no se desarrolle cáncer o enfisema.

Desde la perspectiva de Edgar Morín la vocación del hombre es alargar cada vez más la vida humana. Algo que hasta la fecha se ha conseguido; un humano vive más tiempo hoy que hace mil años y eso en buena medida ha sido gracias al desarrollo de las vacunas y de la existencia de médicos en sus distintas versiones: chamanes, psiquiatras, odontólogos, etcétera. Con la prolongación del rango de vida –y como era de esperarse– se han modificado los roles sociales en tanto su extensión: niñez, adolescencia, edad adulta y vejez, no empiezan y terminan igual que hace cinco siglos.

Obvio es que la prolongación de la vida se piense gradual; primero hay que lograr vivir hasta los 60, luego los 80, luego los 90, luego los 100… en unos años hay que buscar vivir hasta los 500, 600, 700, 1000. Pero aún a esa cantidad de años es posible agregarle una hora extra, un día, una semana, un mes, un año u otros 1000 años. En palabras del buen Jean Baudrillard “El fin del fin es vivir más allá del fin, por los medios que sean”, frase imprescindible en sus Cool Memories.

En este contexto la muerte va quedando relegada al accidente fatal e inevitable cuando éste sea efectivo, no obstante siga habiendo médicos que revive cadáveres hasta cuarenta minutos después de haber sido declarados ya nacidos en esa condición que era pensada como definitoria. Hoy la muerte parece más una posibilidad que una realidad. Uno intenta vivir lo más que puede, y es que como dice Vladimir Jankélévitch si ciertos sucesos no tuvieran lugar siempre se podría vivir más, si uno no se contagia de Sida vivirá más tiempo, si a uno no le atropella un camión vivirá más tiempo, si uno come sano no se enferma del estómago, si uno lleva la vacuna del tétanos vive más tiempo, si uno no se excede en su consumo de alcohol, en las desveladas, en las drogas, etcétera vive más tiempo. Incluso se nos dice que es mejor “huir hoy para pelear mañana”.
 

2
 

Pero hay que pensar también en una inmortalidad de la información, de modo que en una primera instancia no se trata de llegar a los doscientos años de vida, sino que a esa edad aún se tenga un cuerpo para el trabajo físico, el sexo y los deportes extremos, y así sucesivamente haciendo un paralelismo entre vida e información (información que se confunde con conocimiento y viceversa, sabiduría que se confunde con información y viceversa…). Pero a la par debe haber una mente (cerebro) que se encuentre en condiciones de soportar esa información y eso es la buena memoria. Como súper máquina su tarea es almacenar datos para que conforme se vive más se sea más sapiente y que no ocurra el desgaste de modo natural. Es decir que así como se buscaría sustituir las células muertas por células vivas, los huesos dañados por huesos sanos o prótesis, también sería necesario sustituir las neuronas con otras neuronas o por un elemento que haga las veces de neurona, pudiera ser un tipo de disco duro que esté en el interior del cuerpo y que nos permita la no llegada de una demencia senil e inclusive al Alzheimer o sus variantes. Siendo pues una sustitución que no por ella misma impide pensar en ir un poco (o mucho) más allá de lo natural, es decir que una vez emuladas las capacidades del mejor cerebro –medible en tanto sus reacciones y almacenamiento– el siguiente paso es bastante claro un cerebro que pueda: duplicar, ser mejor que lo mejor, aunque cause desventajas como en el caso del corredor de atletismo que con sus dos piernas metálicas diseñadas para ese deporte es capaz de ser más veloz que otros no lisiados, dando un giro a la visión del sujeto imposibilitado.

Stephen Hawking es un ejemplo máximo en el que el hombre más inteligente del mundo debe de ser pensado inmóvil, atenido a la máquina: un tecnohomo. No debe tomarse como paranoia, pues dista mucho de serlo, pero hoy los discapacitados corporales pueden superar con sus máquinas a los "normales". Es el triunfo de la anomalía, pero no por sí misma sino por lo que puede obtener a partir de ella. A ellos es a los que hay que preguntarles sobre qué es lo humano. Pudiendo ser que lleguemos a la conclusión de que lo único verdaderamente humano esté en no querer ser el animal que somos y querer ser otra cosa. Los perros se conforman con ser perros, los mosquitos con ser mosquitos, etcétera. Pero el humano quiere ser dios, no desea construir una barca y reunir a una pareja de cada una de las especies animales, sino que desea estar cómodamente sentado para observar como un diluvio arrasa con todo, aún incluyéndole.
 

3


El enorme frenesí por conocer el ADN responde al mismo programa, pues la generación de organismos vivos con las características deseadas por el científico o el mecenas de la tecno-ciencia es algo religiosamente pensado para ser ejercido por un ser superior y no por alguien que viste con bata blanca, come hamburguesas o le da colitis. Y es que aún hoy resulta muy hostil para varios sectores el que se les recuerde su condición animal, porque “Los hombres gustan de imaginarse a sí mismos aparte y por encima de la naturaleza. Les disgusta que se les diga qué parte tan pequeña de la naturaleza representan en realidad, y odian el pensamiento de estar sometidos a sus leyes universales. Quemaron a Giordano Bruno cuando les enseñó que su planeta no era más que una ligera mota de polvo entre otras innumerables y mayores. Cuando Charles Darwin descubrió que descienden de animales, hubiesen querido quemarlo también, e hicieron todo lo que pudieron para callarlo de otras maneras.”
5 Ese sentimiento de pequeñez, de impotencia, de simpleza, según parece no resulta socialmente muy agradable, tan es así que su reducción y búsqueda de nulidad está en la base de todo trabajo científico. Es un vivir soñando y que el sueño se haga motor para sentirse cercano a ese personaje inmortal borgiano o cuando menos al caminante de Praga de Apollinaire. Es decir hombres eternos a los cuales haya que hacerles ajustes y modificaciones para que sobrevivan mejor a las condiciones atmosféricas, climáticas y sociales, sin importar que se trate de dioses protéticos que se valen de objetos para ser divinidades, como en el recién citado corredor sin piernas. Pero se nos olvida que la inmortalidad, contrario a lo que se piensa, no es agradable sino el resultado de un hechizo o una condena (piensen en el judío errante y en el cuento de El mortal inmortal de Mary Shelley), es un mal disfrazado de alegría que no deja de ser atractivo en primera instancia aunque su condición contranatura sea más que evidente pues el cuerpo orgánico –más rápido que el inorgánico– está destinando a la caducidad, lo lleva en sus células.

En esta estrategia de incorporación que busca una inmortalidad física –ya sea por regeneración, por sustitución o una combinatoria de ambas– uno no incorpora cualquier cosa sino ciertas características que considera necesarias poner en su cuerpo de modo que pueda mantenerse vivo o mejorar su condición. De hecho jugando con las palabras podemos decir que in-corpor-ación, llegaría a ser definido como el acto de poner en el cuerpo. Sea casi todo o sólo algunas partes; la gran mayoría de los componentes en una cadena de ADN o una depilación de las axilas, pues uno sobrevive y busca volverse divinidad en lo orgánico pero también en lo social, porque la muerte se puede dar en ambos escenarios. De hecho una gran cantidad de frases como “dejar huella” es pretensión de inmortalidad, de ser recordado en el supuesto caso de que en lo orgánico se falle. “Vivir en su recuerdo”, ser sujeto de enunciación es un tipo de continuación de vida e incluso de omnipresencia, así de sencillo.


La velocidad de Dios
 

¿A qué velocidad se mueve Dios? A la mayor que se conoce: la velocidad de la luz. Cuando se sepa de otra velocidad –que sea más veloz– entonces será esa la que se tome en cuenta, pero mientras tanto la velocidad de la luz sirve y de hecho coincide con una característica de la divinidad, una característica que a ratos se vuelve sinónimo de la divinidad, se vuelve una pretensión de instantaneidad. No es de sorprenderse que los inventos y desarrollos generen computadores más rápidos, autos más veloces, aviones, trenes y motocicletas más rápidas y hasta licenciaturas más cortas… deportistas que rompen records de velocidad cada cuatro años.

Tampoco debe de ser gratuito que el único punto de cruce entre las divinidades de Ra a Quetzalcóatl, pasando por Alá y Dios (judeocristiano), hasta Buda, Heimdall, Atum, An-Nür o Thor sea la luz. Inclusive Zeus lleva los rayos en sus manos, una potencia de luz que rasga el cielo durante la tormenta y que está en los orígenes de la luz eléctrica gracias – según se nos ha dicho– a la cometa de Benjamin Franklin. Estas divinidades son la luz y además dan luz: iluminan a los ángeles, las vírgenes, los enviados, los agraciados e incluso permiten que se nos prenda el foco para tener acceso al hilo negro de la problemática. Aunque en ocasiones ese Dios que posee y/o es luz no sea necesariamente bondadoso sino que esté ubicado en el costado inverso, el del mal. Algo que no importa en este ensayo pues hasta el Diablo es considerado un Dios en sus adoradores, el mismo caso con la Santa Muerte, Baphomet, etc.

En el Génesis Dios crea la luz y ve que la luz es buena. Acto seguido se dice la separó de las tinieblas, lo que implica que antes estaban juntas, tal vez se llegaban a confundir como los conceptos de Diablo y Dios hoy en día, pudiendo ser esa unión lo que justifique que haya momentos donde ni se es noche ni se es día, lo que llamamos atardecer y alba. Hay que resaltar la presencia de la luz antes de otros elementos como la separación del agua y la tierra. Y aunque la luz no es exclusiva de la divinidad, sí es una de sus características. La luz como una tecnología de uso pensada desde el descubrimiento y dominio del fuego cuando seguramente estuvo ligada al poder, al dolor por las quemaduras, a una posesión privilegiada que era para aquellos jefes de tribu, sacerdotes y chamanes. Contextos donde el ser primitivo poco a poco dejó de tener miedo al interior de las cuevas, a la noche y a sus sonidos aterrantes pues fue capaz de acompañarse con una tecnología –quizá de las primeras– que no era específica sino polifuncional: igual a un arma, igual a la iluminación y también un instrumento de cocina.
 

Multiplicación de panes y hombres
 

1

La clonación es una estrategia de permanencia, porque hay un elemento que queda representando. Se puede destruir el envase 564,765 de la segunda serie, pero queda la lata 543,654 que es igual a la anterior. Por lo que en la clonación no hay lugar para la diferencia. Más allá de la industria de los objetos inertes es también pensable la clonación animal donde se busca que todos y cada uno de los pollos, puercos, o vacas sean iguales para que los cálculos de producción no fallen. Por ello la clonación mantiene la lógica productiva de la elaboración en serie que permite que un elemento permanezca. Esto da pie a que no tenga importancia destrozar hasta las moléculas de una bolsa de frituras sí quedan miles de millones de bolsas iguales y se pueden hacer millones más, por lo que en cierto sentido no se realizó una aniquilación, no se destruyó cosa alguna. A ello hay que sumar que no se clone cualquier animal, así como que no se clone cualquier fruta o verdura, sino que deben ser animales y frutas que tengan características especiales: ser resistentes a las plagas, tener un color brilloso, producir mucha leche, huevos con cáscaras resistentes, ser de un tamaño comercialmente indicado, etc. Además de que lo lógico sería no buscar que ese espécimen selecto se “contamine” con otros, mejor dicho contamine su descendencia cuando el polen o el esperma de un elemento no tan selecto se cruce con otro que tiene el canon identificado como el más idóneo.

Recurrimos a la parábola de la multiplicación de los panes en el libro de Marcos donde Jesús alimenta a una multitud hambrienta con dos peces y cinco panes, de los cuales seguramente esos panes no estaban rancios y los peces eran aptos para ser alimento, pues de lo contrario por mucha multiplicación que hubiese habido no se habría saciado el hambre de la multitud en ésta maravillosa parábola de la clonación que debiera servir como ejemplo para evitar el hambre en al menos el 70% de la población del mundo. Hoy en día, ayudado por su equipo de laboratorio, un científico con cinco panes y dos pescados podría alimentar no a un grupo de seguidores sino a toda la República del Congo, o por lo menos eso habría que esperar que ocurriera.

Resumiendo, la clonación presenta dos características: un elemento se multiplica y por ello no desaparece (una repetición sin diferencia). Y ese elemento multiplicado no es sino uno muy específico, en muchos casos ajeno a lo convencional o de mayor predominancia. Por último, si se producen cuerpos humanos como se producen bolsas de frituras entonces no se está teniendo una relación de reproducción sino de producción, porque la reproducción habría sido desprendida del sexo o viceversa.
 

2
 

El problema de la clonación es la falta de patrones genéticos para la reproducción convencional (natural) de esos mismos clones, porque una forma de generar mutaciones y embriones malsanos o poco aptos para la vida se da debido a que hembra y macho provienen del mismo cuadro genético, lo que implicaría una dificultad de “retorno” al estado reproductivo previo o “clásico” de concepción entre hembra y macho y no ya la inseminación artificial de óvulos para el desarrollo invitro u otra modalidad de reproducción clónica. Eso es, nos parece, un argumento valioso en la medida en que se apega más al tema de las dificultades orgánicas de la clonación que a los postulados religiosos y hasta caprichosos para decir que la misma es buena o mala. Decir –no sin una mota de polvo ético– que la clonación tiene oculta una especie de suicidio.

Con temor a decirlo nos parece que Joseph Mendege –y quizá también Hitler– triunfó pues hoy tratamos los cuerpos como él lo hacía; experimentamos con el hombre porque ya nos aburre, o no nos es insuficiente la experimentación con los animales, plantas, rocas, bacterias. Luego, preguntémonos: sí un ser vivo que lo altera todo: animales y territorios, atmósferas y sonidos, ¿por qué no habría de alterar al humano?, ¿por qué no alterarse a sí mismo ahora que tiene la posibilidad de hacerlo?, ¿por qué no hacer –como Dios– figuras a imagen y semejanza? Quizá en ésta última pegunta está inmerso un destino fatal: ¿al crear Dios al hombre a su imagen y semejanza no sabía que en algún momento el ser creado quisiera ocupar su lugar y que entonces Dios brillaría por su ausencia?
 

Punto de anclaje
 

Una sugerencia como punto de anclaje entre las tres características radica en la mirada, específicamente en la mirada divina. De la multiplicación de ojos, una clonación-extensión de nuestra mirada: la cámara de video. Luego, la búsqueda de inmortalidad de esa clonación-extensión: que cada ojo-cámara sea sustituible por otra igual de tal forma que el corpus exista siempre, como la Matrix y sus calamares-robot, aunque no solamente. Máquina que tiene su semejanza con Frankenstein y derivas en tanto una creación que es originalmente monstruosa o se hace monstruosa y termina por eliminar a su creador en una auténtica batalla de supervivencia de las especies donde alguna de esas especies creó a su rival para divertirse con ese vértigo lúdico.

La mirada divina es una pulsión escópica desenfrenada que nos lleva hasta la cima del Everest, a la Luna y a Marte, al interior del cuerpo en las performances especulares de Anne Sprinkle, los videos de decapitaciones, Orlan, lo porno y el trabajo con el zoom. Desde la sociedad de televigilancia y sociedad de control deluziana, hasta el reality show o al interior de una casa; del estacionamiento a la superficie lunar. Verlo todo, ver todo, ver desde lo que no existe hasta lo que quedaba oculto, una especie de obscenidad de la mirada a la Baudrillard donde el secreto ya no es secreto. Complementado con el vini, vidi, vinci del que habla Debray, que es posibilitado en una especie de zapping en multitud de pantallas que hacen posible la creencia de que se está obteniendo algo al mirar la mayor cantidad posible sin saber qué se mira.

Por último como cualidad se encuentra la instantaneidad de imágenes que está ligada a la velocidad buscando que los acontecimientos se presenten en vivo, como ocurre con la guerra en Irak o con la caída de la segunda torre el 11/09/01 que pudo ser observada como sí se estuviera ahí. Sin embargo, pensar que la mirada divina es como una gran habitación, con por ejemplo veinte millones de pantallas, no deja de ser demasiado simplista pues la mirada no tiene corporalidad, lo que si tiene la cámara de video, vigilancia o fotográfica, por ello seguramente caben millones de miradas –nanométricamente diferentes– en la punta de un alfiler. Y eso sin que entremos en el tema de la relación lacaniana entre mirada y luz.
 

Y luego ¿qué?
 

El dejo de esperanza sería esperar que el padre regrese y con él la neurosis, la represión, el freno al liberalismo desenfrenado causante del mundo desbocado en un contexto del capitalismo voraz, salvaje, una razón instrumental que va más allá de la vejación, del esclavizar y llega a los costados de lo atroz, de lo nauseabundo por prácticas de perversidad brutales y atenidas, tal parece, a una lógica de la potencialización en la que hay que ir más lejos; de un cuerpo sin ropa a un cuerpo sin piel, y luego de éste a uno sin carne; de la fachada de una casa al interior de la misma, y luego a las zonas privadas: la habitación y el baño. A un grado tal que lo oculto hoy es una categoría que puede ser puesta en duda, aunque sea por unos segundos.

Como le ocurre a Severino en La venus de las pieles
de Sacher-Masoch, en la que hay un regreso del padre luego de la anulación que permite prácticas masoquistas. Preciosos actos de masoquismo que sólo eran posibles en la ausencia de esa figura paterna. Algo semejante debiéramos de esperar. Hay que evitar que un presidente detente el poderío como para castigar –como en Sodoma y Gomorra– un territorio cualquiera. O de lo contrario atenerse a las consecuencias de la desaparición del límite y la transgresión; un tipo de estado de excepción total que seguramente ha de afectar a muchos seres vivos y espacios dejando atrás cadáveres y desiertos. De modo que los escenarios futuros parecen ser varios pero principalmente dos: luego de la muerte de Dios debiéramos dejar de visitarle a su panteón y que entonces textos como el presente dejen de ser escritos. Por otra parte, ir en contra de Nietzsche y que Dios no haya muerto sino que se fue de parranda o a trabajar o “a dar una vuelta por el espacio sideral” como dice Shakira en su canción El octavo día y que a su retorno encuentre adoradores de Bill Clinton y Tarzán. Porque sólo matar a Dios (desaparecerle, borrarle, anularlo, desconocerlo, etcétera) posibilita aspirar a ser Dios. Ocupar el lugar del padre cuando éste muere.

Tal retorno sería salir del estado de ensoñación donde está “una banda de enanos afectados de gigantismo”6 que, como las frutas podridas, contagia su alrededor y entonces valida ese adagio de “al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Un estado que va más allá de los sueños ya que ahora se cumplen desde las necesidades hasta los caprichos más insolentes. Claro que no son los caprichos de todos sino sólo de un grupo minúsculo de sujetos como Walt Disney o de esos dioses protéticos que no sienten remordimiento alguno al matar y que se llaman narcotraficantes de alto rango y no simples dealers callejeros o sicarios que trabajaban y funcionan como instrumentos, como una prolongación de las manos del jefe. Quizá sea tiempo de parar el juego porque ya llegó el verdadero (y único) Dios que no debiera de ser tan fácilmente visible en un contexto de trans-divinidad donde como ahora todo es divino y nada lo es.
 

 Notas:

1 Virilio, Paul. (1999). Cibermundo. La política de lo peor. España: Cátedra.

2 Diccionario Akal de Filosofía. (2004) Robert Audi (editor). Madrid: Akal. Páginas 81-82.

3 Diccionario Akal de Filosofía. (2004) Robert Audi (editor). Madrid: Akal. Páginas 783.

4 Los ejemplos son pensados desde una lógica de maneries medieval que es una figura neutra traducible (sólo como aproximación) a aquello que aun siendo singular es múltiple y vale para un conjunto, siendo un elemento continuamente generado según su propia manera y no una determinación –como todo lo determinante– que límite las posibilidades constructivas y destructivas de un elemento.

5 Lorenz, Konrad. (1966). “Lucha ritualizada”. En Historia natural de la agresión. México: Siglo XXI. Página 75.

6 Virilio, Paul. (2005). Lo que viene. España: Libro Arena A.C. Página 10.



* Publicado originalmente en revista Amadeus y Nod. # 12. Marzo de 2009. Traducción del inglés al español por Adela Cervantes Zauman * algunas referencias han sido traducidas a sus versiones correspondientes en el castellano.

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