Los hombres gustan de imaginarse a sí
mismos aparte
y por encima de la naturaleza.
Konrad Lorenz
El problema es que
estamos en un mundo en el que ya no hay sujetos, sólo seres
individuados, pero no subjetivados, no divididos, completamente
idénticos a sí mismos, dotados de todo tipo de poderes (a través de
la informática), pero que ya no tienen otro porque la alteridad ha
desaparecido, y si desaparece la alteridad,
desaparece también la subjetividad..
Jean Baudrillard
En este ensayo se propone la
existencia de un cruce entre ciertas prácticas que están
relacionadas con una lógica puntual aunque no siempre expuesta con
las palabras exactas; una especie de
devenir en deidad no sólo en la
particularidad y como derivada de una incentivación mass-mediática
por medio de estereotipos de cierta correspondencia con esa
clonación mental baudrillariana, sino también visible en acciones
tecno-científicas, de hecho si nos preguntamos ¿a dónde va la
ciencia?, ésta sería una de las muchas posibles respuestas.
Retomando las características divinas de inmortalidad, omnipresencia
y multiplicación se pretende hablar de la medicina, de la luz en esa
necesidad de una “economía política de la velocidad”1
que invita a crear Paul Virilio, pero fundamentalmente la luz como
una característica de la divinidad. Y por último la clonación. Como
un conjunto de puntos en una tesis planteada para la humanidad en
miras de no atenerse a su condición caduca y diminuta, sino buscando
ser una entidad superior, generando con ello figuras arrogantes o
cuando menos bizarras.
¡Dios muerto y tenemos el cadáver
enfrente de nosotros. Se nos ocurren mil cosas de las cuales el
miedo es sólo una habitación ni insignificante, ni gigantesca!
Una conceptualización de Dios
1
En varios juegos infantiles la
dinámica de uno de los participantes es tomar el rol del padre, ser
aquel que manda, que le dice a los demás lo que deben hacer, cómo,
dónde y – de ser posible – también el por qué. Luego, los
demás integrantes se comportan como la mamá, el tío, los hijos u
otra variante de aquellos grupos con los cuales esos jugadores
tienen contacto suficiente como para generarse representaciones. Y
así los niños juegan a la familia, o al papá y la mamá que es
otra forma de nombrar el mismo juego. Es un mero ludus donde
los pequeños se hacen grandes, por lo menos, en el escenario que ellos
controlan mientras exista el simulacro.
Pero, ¿quién ocupa el lugar del
padre? Comúnmente no lo hace el niño más pequeño o el más débil, de
no haber otra opción debe de ser un varoncito. El lugar del padre lo
encarna el niño más grande (en estatura), porque los padres son más
grandes que los hijos –por lo menos en esa edad– y más fuertes en
lo físico y toman las cosas con más seriedad y para ello se valen de
la razón y deben saber reprimir, además de
tener condiciones para hacerlo como
lo es la complexión física, no titubear al dar el cinturonazo cuando
el hijo obra inadecuadamente. Ante todo los padres son conductores
de un barco que no debe naufragar.
2
Hay en el Psicoanálisis una larga
tradición de pensar a Dios y al padre como semejantes, gemelos y
hasta partes de una misma mónada, depende del psicoanalista o de
quien retome esa creencia teórica (en el buen sentido de la
palabra creer). La tradición va desde los primeros escritos
freudianos: Tótem y tabú, Psicología de las masas y
análisis del yo, Moisés y la religión monoteísta, por
citar ejemplos, para también en Escucha hombrecillo de Wilhem
Reich, en Jaques Lacan a lo largo de sus seminarios pero
especialmente el que llevaría por título Los nombres del
padre y que no se dictó completo. Incluso a fechas recientes
nos
topamos con un remedo (quizá incluso un balbuceo) de ese seminario lacaniano pero presentado por Dany-Robert Dufourt en especial en su
El arte de reducir las cabezas, libro que de arte tiene muy
poco.
De la horda primitiva al complejo
de Edipo, de la institución al Otro (sus deseos y goces), de la
neurosis al sujeto esquizofrénico, de la represión al pasaje al
acto.
Aquí no se busca negar esa
relación psicoanalíticamente identificada pero tampoco es el punto
central del ensayo, sino un argumento retomado que permite exponer
otra tesis, de modo que casi, ¡repito!
"que casi", la
distinción entre Dios y padre queda sobrando.
3
La definición
que da el Diccionario Akal de Filosofía para
Atributos Divinos es la siguiente:
“Propiedades de Dios, en
especial, aquellas que son esenciales y únicamente poseídas por
éste. Entre las propiedades tradicionales consideradas como
atributos de Dios, la omnipotencia, la omnisciencia y la absoluta
bondad son consideradas como indicativas respectivamente de poder,
conocimiento y bondad moral en grado máximo.”
Aquí Dios es interpretado
como un ser eterno de inmenso poder, conocimiento y bondad, creador
y sostén del universo y merecedor de adoración por parte de los
hombres.
La
omnipotencia es el poder máximo. Algunos filósofos, en especial
Descartes, han considerado que la omnipotencia precisa de la
capacidad para hacer absolutamente cualquier cosa, incluyendo lo que
es lógicamente imposible. Las tesis más clásicas, por el contrario,
entienden la omnipotencia como algo que involucra unos poderes
inmensamente vastos, pero que están sujetos, no obstante, a un
cierto rango de limitaciones. Éstas incluyen la incapacidad para
realizar lo que es lógicamente imposible, para cambiar el pasado o
para hacer cosas que no pueden ser hechas por un ser con otros
atributos divinos, como, por ejemplo, pecar o mentir.
La
omnisciencia supone un conocimiento ilimitado. De acuerdo con el
tratamiento más tradicional, la omnisciencia consiste en el
conocimiento de todas las posiciones verdaderas. Sin embargo, puede
haber razones para reconocer limitaciones en la clase de
proporciones verdaderas relativas al futuro, entonces la
omnisciencia debería incluir también la presciencia. Algunos
pensadores han considerado que la presciencia referida a las
acciones humanas es incomparable con las acciones libres. Esto ha
llevado a algunos a rechazar la existencia de proposiciones
verdaderas acerca del futuro, mientras que otros han venido a
rechazar que sean cognoscibles. En este último caso la omnisciencia
ha de ser considerada como el conocimiento de todas las verdades
cognoscibles. O si Dios es eterno y hay ciertas proposiciones
temporales o indexadas temporalmente que sólo alguien que está en
tiempo puede conocer, entonces la omnisciencia presumiblemente no se
hará extensiva a tales proposiciones. Es un asunto controvertido el
establecimiento de la omnisciencia incluye un conocimiento medio,
esto es, el conocimiento de lo que un agente haría si se dieran
ciertas condiciones contra-fácticas (…)
La
eternidad es un modo de existencia atemporal que nunca permite
una conciencia directa de lo que sucede en el tiempo. Según la
formulación clásica de Boecio, la eternidad es “la posesión completa
y de una vez de una vida ilimitada”. Aquellos que niegan que Dios es
eterno suelen admitir, no obstante, que es sempiterno, esto
es, que siempre ha existido y que siempre lo hará.”2
O Como diría Emmanuel Lévinas “Dios e infinito son designaciones de
una misma realidad”.
Definición
donde la
Presciencia divina es: “Conocimiento que Dios
posee del futuro. Aparentemente, la presciencia es una consecuencia
directa de la omnisciencia divina, ya que ésta incluye
presumiblemente el conocimiento de todas las verdades y hay verdades
que están referidas al futuro.”3
Las características que nos
interesa exponer son tres: omnipotencia, omnisciencia y
eternidad. Para lograr la omnipresencia se puede emplear la
multiplicación; estar en todas partes a la vez, como una mirada que
no tiene elemento técnico (llámese cámara de video, satélite o
cualquier otro medio para el registro) pero que no obstante se
permite ser testigo –y juez cuando sea necesario– sobre los actos
que comete cualquier mísero mortal, siendo en esas ocasiones donde
pone en ejercicio su omnisciencia: ya que como todo lo ha visto
sería lógico que todo lo sepa, pues posee un soporte para ello que
no difiere mucho de lo que nos dicen sobre el
ciberespacio como un
“territorio ilimitado”. Y son estas semejanzas las que se están
buscando: ciberespacio = ¿mente? o ¿cerebro? de Dios. Donde todo
está en alguna parte, pues de ese espacio divino el supuesto es que
no se suprime nada –lo que no es problema si se habla de territorio
ilimitado–, ya que un Dios que olvida no es omnipotente porque le
falta la potencia que da la información, reafirmando el postulado de
“saber es poder”. Pudiendo ser que en un inicio no se piense en
lograr una omnisciencia sino que baste con la omnitenencia, es decir
no saber las cosas sino que basta con saber que se tienen
almacenadas en alguna parte, no considerando responder al momento
sino después de consultar una fuente usando diversos medios para
ubicar lo que se sabe se tiene, antes que un lo que tiene se sabe. Y
dentro de esos saberes estaría no sólo el presente y el pasado
inmediato sino también el futuro y el pasado remoto.
De hecho sí uno
presta atención a
lo que le interesa a la tecno-ciencia –algunas
veces también a la socio-ciencia– nos topamos
con preguntas sobre el origen en su momento más remoto y
con predicciones acerca de cómo
se verá el mundo,
por ejemplo, en diez mil años, llevándonos, por lo
menos con la mirada, desde los dinosaurios hasta supuestas
apariencias de habitabilidad de las primeras comunidades en Marte:
esas son las producciones que se ofertan en los canales televisivos
que podemos considerar como científicos, hablo del National
Geographic y de Discovery Channel4.
Si somos un poco simplistas el
experimento de la reproducción del Big Bang
en el que se utilizará el Gran Colicionador de Hadrones para el Proyecto ALICE
–encabezado por la Organización Europea para Investigación Nuclear–,
el mismo
no es otra cosa que la demostración de que se puede crear un
acontecimiento similar al que nos dio origen desde la perspectiva de
algunas teorías; fuera de eso no sirve para mucho o por lo menos el
gasto no es tan justificado sí se le quita el encanto de sentirnos lo
suficientemente poderosos como para reproducir en escala algo
semejante a los tres primeros días de la creación expuestos en el
libro del Génesis.
En pocas palabras, el punto central
de ésta tesis es que consideramos que la humanidad está
hoy
jugando a
ser Dios en un ludus de vértigo a la manera en que
entiende ese tipo de
juegos Roger Caillois, al menos en
puntos donde antes no se llegaba,
pues sí bien ya era un tema de discusión juzgar a los otros bajo
el argumento de hacerles ir pagando sus pecados o acciones –fuera
de la normativa divina, sobretodo postmortem–
al igual que ocurre en el
sistema penal, las presentes lecturas en términos de omnipresencia,
inmortalidad y multiplicación refrendan esa búsqueda de ser
divinidad con sus particularidades contextuales. Que haya algunos
que noten esto como un problema no debe ser con la intención de
ver la discusión en términos ni completamente dramáticos, ni
totalmente festivos. Pues en el primer caso querer ser divinidad
funciona como una especie de motor, de incentivo para
canalizar la energía hacia un punto definido, ¿una pulsión?, no
nos atrevemos a nombrarlo
así aunque si consideramos que es una
fuerza interna y constante.
Puede ser que no se trate sino de otro costado de
la pulsión de muerte. Tampoco es posible
pensar un escenario con seis mil millones de dioses sobre todo por
el poder presente en esa búsqueda de ser deidad,
ya que lleva inmersa la característica de que existen
sectores que deben adorar a esos dioses, pues uno será divinidad en
la medida en que haya otros que le reconozcan como tal, si
no es un sujeto delirante.
Ante todo Dios es un concepto
límite, por lo que pretender ser Dios es un estar al límite luego, ese vértigo que da miedo pero causa satisfacción parece
proporcional. ¡¡¡Bienvenidos al grado Maradona de la cultura!!!
Medicina y pretensiones de
inmortalidad
1
La lógica de prolongación de la
vida es un frenesí de la no caducidad. Visible desde las cremas que
te regeneran la piel, hasta el trasplante de órganos, pasando por
los medicamentos y vacunas, desde la comida dietética hasta las
barras nutritivas, la propuesta de un desayuno sano y hasta la
pirámide alimenticia, no broncearse mucho, dormir ocho horas y
teñirse las canas. Una no caducidad realizable en dos sentidos a
ratos complementarios pero nunca opuestos: 1) la sustitución, 2) la
regeneración. Si mi pierna ya no me sirve la sustituyo, mismo caso
con un riñón. Pero si el órgano aún puede salvarse o quiero evitar
que se dañe entonces lo cuido y regenero: dejo de fumar y entro a un
gimnasio para que en los pulmones no se desarrolle cáncer o
enfisema.
Desde la perspectiva de Edgar
Morín la vocación del hombre es alargar cada vez más la vida humana.
Algo que hasta la fecha se ha conseguido; un humano vive más tiempo
hoy que hace mil años y eso en buena medida ha sido gracias al
desarrollo de las vacunas y de la existencia de médicos en sus
distintas versiones: chamanes, psiquiatras, odontólogos, etcétera.
Con la prolongación del rango de vida –y como era de esperarse– se
han modificado los roles sociales en tanto su extensión: niñez,
adolescencia, edad adulta y vejez, no empiezan y terminan igual que
hace cinco siglos.
Obvio es que la prolongación de la
vida se piense gradual; primero hay que lograr vivir hasta los 60,
luego los 80, luego los 90, luego los 100… en unos años hay que
buscar vivir hasta los 500, 600, 700, 1000. Pero aún a esa cantidad
de años es posible agregarle una hora extra, un día, una semana, un
mes, un año u otros 1000 años. En palabras del buen Jean Baudrillard
“El fin del fin es vivir más allá del fin, por los medios que sean”,
frase imprescindible en sus Cool Memories.
En este contexto la muerte va
quedando relegada al accidente fatal e inevitable cuando éste sea
efectivo, no obstante siga habiendo médicos que revive cadáveres
hasta cuarenta minutos después de haber sido declarados ya nacidos
en esa condición que era pensada como definitoria. Hoy la muerte
parece más una posibilidad que una realidad.
Uno intenta vivir lo más que
puede, y es que como dice Vladimir Jankélévitch si ciertos sucesos
no tuvieran lugar siempre se podría vivir más, si uno no se
contagia de Sida vivirá más tiempo, si a uno no le atropella un
camión vivirá más tiempo, si uno come sano no se enferma del
estómago, si uno lleva la vacuna del tétanos vive más tiempo, si uno
no se excede en su consumo de alcohol, en las desveladas, en las
drogas, etcétera vive más tiempo. Incluso se nos dice que es mejor
“huir hoy para pelear mañana”.
2
Pero hay que pensar también en una
inmortalidad de la información, de modo que en una primera instancia
no se trata de llegar a los doscientos años de vida, sino que a esa
edad aún se tenga un cuerpo para el trabajo físico, el sexo y los
deportes extremos, y así sucesivamente haciendo un paralelismo entre
vida e información (información que se confunde con conocimiento y
viceversa, sabiduría que se confunde con información y viceversa…).
Pero a la par debe haber una mente (cerebro) que se encuentre en
condiciones de soportar esa información y eso
es la buena memoria. Como súper máquina su tarea es almacenar datos
para que conforme se vive más se sea más sapiente y que no ocurra el
desgaste de modo natural. Es decir que así como se buscaría
sustituir las células muertas por células vivas, los huesos dañados
por huesos sanos o prótesis, también sería necesario sustituir las
neuronas con otras neuronas o por un elemento que haga las veces de
neurona, pudiera ser un tipo de disco duro que esté en el interior
del cuerpo y que nos permita la no llegada de una demencia senil e
inclusive al Alzheimer o sus variantes. Siendo pues una sustitución que
no por ella misma impide pensar en ir un poco (o mucho) más allá de
lo natural, es decir que una vez emuladas las capacidades del mejor
cerebro –medible en tanto sus reacciones y almacenamiento– el
siguiente paso es bastante claro un cerebro que pueda:
duplicar, ser mejor que lo mejor, aunque cause desventajas
como en el caso del corredor de atletismo
que con sus dos piernas metálicas diseñadas para ese deporte es
capaz de ser más veloz que otros no
lisiados, dando un giro a la visión del sujeto imposibilitado.
Stephen
Hawking es un ejemplo máximo en el
que el hombre más inteligente
del mundo debe de ser pensado inmóvil, atenido a la
máquina:
un tecnohomo. No debe tomarse
como paranoia, pues dista
mucho de serlo, pero hoy los discapacitados corporales pueden
superar con sus máquinas a los "normales". Es el triunfo de la
anomalía, pero no por sí misma sino por lo que puede obtener a
partir de ella. A ellos es a los que hay que preguntarles sobre qué
es lo humano. Pudiendo ser que lleguemos a la conclusión de que lo
único verdaderamente humano esté en no querer ser el animal que
somos y querer ser otra cosa. Los perros se conforman con ser
perros, los mosquitos con ser mosquitos, etcétera. Pero el humano
quiere ser dios, no desea construir una barca y reunir a una pareja
de cada una de las especies animales, sino que desea estar
cómodamente sentado para observar como un diluvio arrasa con todo,
aún
incluyéndole.
3
El enorme frenesí por conocer el ADN
responde al mismo programa, pues la generación de organismos vivos
con las características deseadas por el científico o el mecenas de
la tecno-ciencia es algo religiosamente pensado para ser ejercido
por un ser superior y no por alguien que viste con bata blanca, come
hamburguesas o le da colitis. Y es que aún hoy resulta muy hostil
para varios sectores el que se les recuerde su condición animal,
porque “Los hombres gustan de imaginarse a sí mismos aparte y por
encima de la naturaleza. Les disgusta que se les diga qué parte tan
pequeña de la naturaleza representan en realidad, y odian el
pensamiento de estar sometidos a sus leyes universales. Quemaron a Giordano Bruno cuando les enseñó que su planeta no era más que una
ligera mota de polvo entre otras innumerables y mayores. Cuando
Charles Darwin descubrió que descienden de animales, hubiesen
querido quemarlo también, e hicieron todo lo que pudieron para
callarlo de otras maneras.”5
Ese sentimiento de pequeñez, de impotencia, de simpleza,
según parece no resulta socialmente muy agradable, tan es así que su
reducción y búsqueda de nulidad está en la base de todo trabajo
científico. Es un vivir soñando y que el sueño se haga motor para
sentirse cercano a ese personaje inmortal borgiano o cuando menos al
caminante de Praga de Apollinaire. Es decir hombres eternos a
los cuales haya que hacerles ajustes y
modificaciones para que sobrevivan mejor a las condiciones
atmosféricas, climáticas y sociales, sin importar que se trate de
dioses protéticos que se valen de objetos para ser divinidades, como
en el recién citado corredor sin piernas. Pero se nos olvida que la
inmortalidad, contrario a lo que se piensa, no es agradable sino
el resultado de un hechizo o una condena (piensen en el judío errante y
en el cuento de El mortal inmortal de Mary Shelley), es un
mal disfrazado de alegría que no deja de ser atractivo en primera
instancia aunque su condición contranatura sea más que evidente pues
el cuerpo orgánico –más rápido que el inorgánico– está destinando a
la caducidad, lo lleva en sus células.
En esta estrategia de
incorporación que busca una inmortalidad física –ya sea por
regeneración, por sustitución o una combinatoria de ambas– uno no incorpora
cualquier cosa sino ciertas características que considera necesarias
poner en su cuerpo de modo que pueda mantenerse vivo o mejorar su
condición. De hecho jugando con las palabras podemos decir que
in-corpor-ación, llegaría a ser definido como el acto de poner
en el cuerpo. Sea casi todo o sólo algunas partes; la gran mayoría
de los componentes en una cadena de ADN o una depilación de las
axilas, pues uno sobrevive y busca volverse divinidad en lo orgánico
pero también en lo social, porque la muerte se puede dar en ambos
escenarios. De hecho una gran cantidad de frases como “dejar
huella” es pretensión de inmortalidad, de ser recordado en el
supuesto caso de que en lo orgánico se falle. “Vivir en su
recuerdo”, ser sujeto de enunciación es un tipo de continuación de
vida e incluso de omnipresencia, así de sencillo.
La velocidad de Dios
¿A qué velocidad se mueve Dios? A
la mayor que se conoce: la velocidad de la luz. Cuando se sepa de
otra velocidad –que sea más veloz– entonces será esa la que se
tome en cuenta, pero mientras tanto la velocidad de la luz sirve y
de hecho coincide con una característica de la divinidad, una
característica que a ratos se vuelve sinónimo de la divinidad,
se vuelve una
pretensión de instantaneidad. No es de sorprenderse que los inventos
y desarrollos generen computadores más rápidos, autos más veloces,
aviones, trenes y motocicletas más rápidas y hasta licenciaturas más
cortas… deportistas que rompen records de velocidad cada cuatro
años.
Tampoco debe de ser gratuito que
el único punto de cruce entre las divinidades de Ra a Quetzalcóatl,
pasando por Alá y Dios (judeocristiano), hasta Buda, Heimdall, Atum,
An-Nür o Thor sea la luz. Inclusive Zeus lleva los rayos en sus
manos, una potencia de luz que rasga el cielo durante la tormenta y
que está en los orígenes de la luz eléctrica gracias – según se nos
ha dicho– a la cometa de Benjamin Franklin. Estas
divinidades son la luz y además dan luz: iluminan a los ángeles, las
vírgenes, los enviados, los agraciados e incluso permiten que se
nos prenda el foco para tener acceso al hilo negro de la
problemática. Aunque en ocasiones ese Dios que posee y/o es luz no
sea necesariamente bondadoso sino que esté ubicado en el costado
inverso, el del mal. Algo que no importa en
este ensayo
pues hasta el Diablo es considerado un Dios en sus
adoradores, el mismo caso con la Santa Muerte, Baphomet, etc.
En el Génesis Dios
crea la luz y ve que la luz es buena. Acto seguido se dice la
separó de las tinieblas, lo que implica que antes estaban juntas, tal
vez se llegaban a confundir como los conceptos de Diablo y Dios hoy
en día, pudiendo ser esa unión lo que justifique que haya momentos
donde ni se es noche ni se es día, lo que llamamos atardecer y alba.
Hay que resaltar la presencia de
la luz antes de otros elementos como la separación del
agua y la tierra.
Y aunque la luz no es exclusiva de la divinidad, sí es una de sus
características.
La luz como una tecnología de uso
pensada desde el descubrimiento y dominio del fuego cuando
seguramente estuvo ligada al poder, al dolor por las quemaduras, a
una posesión privilegiada que era para aquellos jefes de tribu,
sacerdotes y chamanes. Contextos donde el ser
primitivo poco a poco dejó
de tener miedo al interior de las cuevas, a la noche y a
sus sonidos
aterrantes pues fue capaz de acompañarse con una tecnología –quizá
de las primeras– que no era específica sino polifuncional: igual
a
un
arma, igual a la iluminación y también
un instrumento de cocina.
Multiplicación de panes
y hombres
1
La clonación es una estrategia de
permanencia, porque hay un elemento que queda representando. Se
puede destruir
el envase 564,765 de la segunda serie, pero queda la
lata 543,654 que es igual a la anterior. Por lo que en la clonación
no hay lugar
para la diferencia. Más allá de la industria de los
objetos inertes es también pensable la clonación animal donde se
busca que todos y cada uno de los pollos, puercos, o vacas sean
iguales para que los cálculos de producción no fallen. Por ello la
clonación mantiene la lógica productiva de la elaboración en serie
que permite que un elemento permanezca. Esto
da pie a que no
tenga importancia destrozar hasta las moléculas de una bolsa de
frituras sí quedan miles de millones de
bolsas iguales y se pueden hacer millones más, por lo que en cierto
sentido no se
realizó una
aniquilación, no se destruyó cosa alguna. A ello hay que sumar que no se clone cualquier animal, así como
que
no se clone cualquier
fruta o verdura, sino que deben ser animales y frutas que tengan
características especiales: ser resistentes a las plagas, tener un
color brilloso, producir mucha leche, huevos con cáscaras
resistentes, ser de un tamaño comercialmente indicado, etc. Además
de que lo lógico sería no buscar que ese espécimen selecto se
“contamine” con otros, mejor dicho contamine su descendencia cuando
el polen o el esperma de un elemento no tan selecto se cruce con
otro que tiene el canon identificado como el más idóneo.
Recurrimos a la parábola de la
multiplicación de los panes en el libro de Marcos donde Jesús
alimenta a una multitud hambrienta con dos peces y cinco panes, de
los cuales seguramente esos panes no estaban rancios y los peces
eran aptos para ser alimento, pues de lo contrario por mucha
multiplicación que hubiese habido
no se habría saciado el hambre de la multitud en
ésta maravillosa parábola de la clonación que debiera servir como
ejemplo para evitar el hambre en
al menos el 70%
de la población del mundo. Hoy en día, ayudado por su equipo de
laboratorio, un científico con cinco panes y dos pescados
podría
alimentar no a un grupo de seguidores sino a toda la República del
Congo, o por lo menos eso habría que esperar que ocurriera.
Resumiendo, la clonación presenta
dos características: un elemento se multiplica y por ello no
desaparece (una repetición sin diferencia). Y ese elemento
multiplicado no es sino uno muy específico, en muchos casos ajeno a
lo convencional o de mayor predominancia. Por último, si se producen
cuerpos humanos como se producen bolsas de frituras entonces no se
está teniendo una relación de reproducción sino de producción,
porque la reproducción habría sido desprendida del sexo o viceversa.
2
El problema de la clonación es la
falta de patrones genéticos para la reproducción convencional
(natural) de esos mismos clones, porque una forma de generar
mutaciones y embriones malsanos o poco aptos para la vida se
da debido a que hembra y macho provienen del mismo cuadro genético,
lo que implicaría una dificultad de “retorno” al estado reproductivo
previo o “clásico” de concepción entre hembra y macho y no ya la
inseminación artificial de óvulos para el desarrollo invitro u otra
modalidad de reproducción clónica. Eso es, nos parece, un argumento
valioso en la medida en que se apega más al tema de las
dificultades orgánicas de la clonación que a los postulados
religiosos y hasta caprichosos para decir que la misma
es buena o mala. Decir –no sin una mota de polvo ético– que la clonación
tiene oculta una especie de suicidio.
Con temor a decirlo nos parece que
Joseph Mendege –y quizá también Hitler– triunfó pues hoy tratamos
los cuerpos como él lo hacía; experimentamos con el hombre porque ya
nos aburre, o no
nos es insuficiente la experimentación con los
animales, plantas, rocas, bacterias. Luego, preguntémonos:
sí un ser vivo que lo altera todo: animales y territorios,
atmósferas y sonidos, ¿por qué no habría de alterar al humano?, ¿por
qué no alterarse a sí mismo ahora que tiene la posibilidad de
hacerlo?, ¿por qué no hacer –como Dios– figuras a imagen y
semejanza? Quizá en ésta última pegunta
está inmerso un destino fatal:
¿al crear Dios al hombre a su imagen y semejanza no sabía que en
algún momento el ser creado quisiera ocupar su lugar y que entonces
Dios brillaría por su ausencia?
Punto de anclaje
Una sugerencia como punto de
anclaje entre las tres características radica en la mirada,
específicamente
en la mirada divina.
De la multiplicación de ojos, una
clonación-extensión de nuestra mirada: la cámara de video. Luego, la
búsqueda de inmortalidad de esa clonación-extensión: que cada
ojo-cámara sea sustituible por otra igual de tal forma que el
corpus
exista siempre, como la Matrix y sus calamares-robot,
aunque no solamente. Máquina que tiene su semejanza con Frankenstein y derivas
en tanto una creación que es originalmente monstruosa o se hace
monstruosa y termina por eliminar a su
creador en una auténtica batalla de supervivencia de las especies
donde alguna de esas especies creó a su rival para divertirse con
ese vértigo lúdico.
La mirada divina es una pulsión
escópica desenfrenada que nos lleva hasta la cima del Everest, a la
Luna y a Marte, al interior del cuerpo en las performances
especulares de Anne Sprinkle, los videos de decapitaciones, Orlan,
lo porno y el trabajo con el zoom. Desde la sociedad de
televigilancia y sociedad de control deluziana, hasta el reality
show o al interior de una casa; del estacionamiento a la superficie
lunar. Verlo todo, ver todo, ver desde lo que no existe hasta lo que
quedaba oculto, una especie de obscenidad de la mirada a la Baudrillard donde el secreto ya no es secreto. Complementado con el
vini, vidi, vinci del que habla Debray, que es posibilitado
en una especie de zapping en multitud de pantallas que
hacen posible
la creencia de que se está obteniendo algo al mirar la mayor
cantidad posible sin saber qué se mira.
Por último como cualidad se
encuentra la instantaneidad de imágenes que está ligada a la
velocidad buscando que los acontecimientos se presenten en vivo,
como ocurre con la guerra en Irak o con
la caída de la segunda torre
el 11/09/01 que pudo ser observada como sí se estuviera ahí. Sin embargo,
pensar que
la mirada divina es como una gran habitación, con por ejemplo veinte
millones de pantallas, no deja de ser demasiado simplista pues la
mirada no tiene corporalidad, lo que si tiene la cámara de video,
vigilancia o fotográfica, por ello seguramente caben millones de
miradas –nanométricamente diferentes– en la punta de un alfiler. Y eso sin que entremos en el tema
de la relación lacaniana entre mirada y luz.
Y luego ¿qué?
El dejo de esperanza sería esperar que el padre
regrese y con él la neurosis, la represión, el freno al liberalismo
desenfrenado causante del mundo desbocado en un contexto del
capitalismo voraz, salvaje, una razón instrumental que va más allá
de la vejación, del esclavizar y llega a los
costados de lo atroz, de lo
nauseabundo por prácticas de perversidad brutales y atenidas, tal
parece, a una lógica de la potencialización en la que hay que ir más
lejos; de un cuerpo sin ropa a un cuerpo sin
piel, y luego de éste a
uno
sin carne; de la fachada de una casa al
interior de la misma, y luego a las zonas privadas:
la
habitación y el baño. A un grado tal que lo oculto hoy es una
categoría que puede ser puesta en duda, aunque sea por unos
segundos.
Como le ocurre a Severino en La venus de las pieles
–de Sacher-Masoch–,
en la que
hay un regreso del padre luego de la anulación que permite prácticas
masoquistas. Preciosos actos de masoquismo que sólo eran posibles en
la ausencia de esa figura paterna. Algo semejante debiéramos de
esperar.
Hay que evitar que un presidente
detente el poderío como para castigar –como
en Sodoma y Gomorra– un territorio cualquiera. O
de lo contrario atenerse a las consecuencias de la desaparición del límite y la transgresión; un tipo de estado de
excepción total que seguramente ha de afectar a muchos seres vivos
y espacios dejando atrás
cadáveres y desiertos. De modo que los escenarios
futuros parecen ser varios pero principalmente dos: luego de la
muerte de Dios debiéramos dejar de visitarle a su panteón y que
entonces textos como el presente dejen de ser escritos. Por otra
parte, ir en contra de Nietzsche y que Dios no haya muerto sino que
se fue de parranda o a trabajar o “a dar una vuelta por el espacio
sideral” como dice Shakira en su canción El octavo día y que
a su retorno encuentre adoradores de Bill Clinton y Tarzán. Porque
sólo matar a Dios (desaparecerle, borrarle, anularlo, desconocerlo,
etcétera) posibilita aspirar a ser Dios. Ocupar el lugar del padre
cuando éste muere.
Tal retorno sería salir del estado
de ensoñación donde está “una banda de enanos afectados de
gigantismo”6
que, como las frutas podridas, contagia su alrededor y entonces
valida ese adagio de “al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo
que es de Dios”. Un estado que va más allá de los sueños ya
que ahora
se cumplen desde las necesidades hasta los caprichos más insolentes.
Claro que no son los caprichos de todos sino sólo de un grupo minúsculo de sujetos
como Walt Disney o de esos dioses protéticos que no sienten
remordimiento alguno al matar y que se llaman narcotraficantes de
alto rango y no simples dealers callejeros o sicarios que
trabajaban y funcionan como instrumentos,
como una prolongación de las
manos del jefe.
Quizá sea tiempo de parar el juego
porque ya llegó el verdadero (y único) Dios que no debiera de ser
tan fácilmente visible en un contexto de trans-divinidad donde como
ahora todo es divino y
nada lo es.
Notas:
1 Virilio, Paul. (1999). Cibermundo. La
política de lo peor. España: Cátedra.
2 Diccionario Akal de Filosofía. (2004) Robert Audi
(editor). Madrid: Akal. Páginas 81-82.
3 Diccionario Akal de Filosofía.
(2004) Robert Audi (editor). Madrid: Akal. Páginas 783.
4 Los ejemplos son pensados desde una lógica
de maneries medieval que es una figura neutra traducible
(sólo como aproximación) a aquello que aun siendo singular es
múltiple y vale para un conjunto, siendo un elemento continuamente
generado según su propia manera y no una determinación –como todo
lo determinante– que límite las posibilidades constructivas y
destructivas de un elemento.
5 Lorenz, Konrad. (1966). “Lucha
ritualizada”. En Historia natural de la agresión. México:
Siglo XXI. Página 75.
6 Virilio, Paul. (2005). Lo que viene.
España: Libro Arena A.C. Página 10.
* Publicado
originalmente en
revista Amadeus y Nod. # 12. Marzo
de 2009. Traducción del inglés al español por Adela Cervantes Zauman
* algunas referencias han sido traducidas a sus versiones
correspondientes en el castellano.
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