Algunos
creen hoy que la geografía, llamada alguna vez "madre
de las ciencias", ha perdido su importancia capital. Algunos
afirman que, lejos de haber alcanzado el "fin de la historia",
como predijeran ciertos teóricos de fines del siglo XX,
lo que hemos alcanzado es el "fin de la geografía".
Geografía
La
geografía, alguna vez llamada "madre de las ciencias", es
considerada hoy por algunos una dimensión cuyo impacto
ha desaparecido. Para algunos, lejos de haberse llegado al "fin
de la historia", como predicaran algunos teorizadores de
fines del siglo XX, lo que sí ha llegado es el "fin
de la geografía". La finalidad de la geografía,
desde la antigüedad, fue sostener la comunicación entre los
humanos, pero, dado el impacto de los medios
de comunicación instantáneos, que posibilitan
un contacto inmediato con todas las partes del globo sin necesidad
de moverse de la casa, se ha perdido la dimensión geográfica.
Es decir que, superada la necesidad de desplazarse para alcanzar
comunicación, en buena
medida la noción de geografía se vuelve algo perimido.
Para
el francés Paul Virilio, la "desaparición"
de la geografía es una catástrofe, pues la considera
una dimensión provechosa para los individuos que, carentes
de ella, se encontrarán desenraizados. Para apoyar o no
esta percepción, sin embargo, es preciso realizar un par
de precisiones. En primer lugar, que más allá de
la falta de enraizamiento, lo que está en juego es la
noción de humanidad, que implica un colectivo del que
participan todos los miembros de la especie.
Geografía
y necesidad
El
problema de la geografía, a diferencia de lo que sostiene
Virilio, estriba en si sigue siendo necesaria o si ha dejado
de serlo ya que, como cualquier saber, su validez descansa en
su aplicación práctica. Así, el primer contacto
de los europeos con el continente que los cartógrafos
denominarían América a fines del siglo XV y la
ulterior circunnavegación del globo verificaron la redondez
de la Tierra, hasta entonces puesta en duda. Esta verdad -que
la Tierra es un globo- adquirió gran relevancia por la
necesidad de los europeos de conquistar, explotar y comerciar
a través de flotas militares y mercantes.
Sin
duda, hoy día, para quien allí quiera dirigirse
o comunicarse, no le resulta imprescindible "conocer en
un mapa" el paradero de Timboktu; al individuo que necesita
desplazarse le basta con alcanzar un teléfono o su computadora
para conseguir comunicación o pasaje con el destino deseado.
Es decir, no le es necesario guiarse como otrora por las estrellas,
por una brújula, y ni siquiera preguntarse a cuántos
kilómetros de distancia está su paradero (y menos, incluso, los
grados de latitud o altitud de su destino).
Concepciones
anacrónicas
En
otro sentido, se puede afirmar que para sacar conclusiones prácticas
sobre el mundo, la excesiva dependencia en viejos criterios cartográficos
puede llevar a conclusiones erróneas. Esto resulta evidente
si se lee trabajos como El choque de las civilizaciones,
de Samuel T. Huntington, en el cual este ex asesor del Servicio
de Defensa de Estados Unidos trató de delimitar los conflictos
del siglo XXI. Acostumbrado a mover piezas en mapas de grandes
dimensiones, Huntington trató de resolver este choque
de civilizaciones de acuerdo
a anacrónicos modelos militares, que poco tienen que ver
con la realidad de los últimos tiempos. Las grandes migraciones
han hecho que, en términos civilizatorios, China, India
o Pakistán, se desarrollen en las grandes ciudades estadounidenses,
el Islam en las más importantes ciudades europeas y Occidente,
con su expansionismo económico y cultural, se haga presente
en todos los rincones del planeta.
Es
decir que, en vez del "choque de civilizaciones" que
Huntington trata de imponer en un plano físico diferenciado,
geopolítico, lo que se da en la actualidad es una interacción
-en ocasiones conflictiva- en todas partes del globo. De todas
maneras, una utilización perversa o anacrónica
de los mapas no implica la desaparición de la geografía
como disciplina, ya que hace buen tiempo la misma no se reduce
a la diagramación de mapas y la exploración de
la tierra. La geografía abarca hoy un amplio espectro
que le permite colaborar en el estudio de principios tanto biológicos como sociológicos
y culturales. Basta con advertir que la geografía humana,
como disciplina, incluye a la geografía cultural y a la
social, a la demográfica, a la política, a la urbana
y a la económica (incluyendo
esta última el estudio de la agricultura, industria, comercio
y transporte)
para calibrar su capital importancia para estudiar la evolución
de los humanos en el siglo XXI.
Geografía
y Humanidad
Más
aún, los viejos mapas siguen mostrando, de manera imperturbable,
que a la hora de revisar el estado del mundo, y cuán inequitativamente
se reparten sus bienes -a despecho de las riquezas naturales-
las diferencias entre el Norte y el Sur son aplastantes. Las
zonas donde la miseria, el hambre y las enfermedades
se entronizan suelen encontrarse al sur del ecuador, en tanto
que las que mayor confort y desarrollo tecnológico ostentan
siguen estando al norte. En este sentido, el presunto fin de
la dimensión geográfica está estrechamente
vinculado a la negación de la Humanidad como la sumatoria
de todos los seres humanos repartidos en la Tierra. Para percibir
a la Humanidad necesitamos atender a todos los puntos del globo
y aquilatar cuáles son las condiciones de vida en que
vive el prójimo en todos los rincones del planeta.
En
esta medida, la afirmación de que las comunicaciones han
"empequeñecido" al planeta se vuelve inexacta
ya que la desatención de la ubicación geográfica
y de la existencia de miles de millones de seres humanos abre
una enorme brecha de desconocimiento. Más aún,
recorta la noción de Humanidad, que sólo
es entendible incorporando a todos los seres que integran esta
especie. Más aún, es preciso recordar que son aquellos
que tienen acceso al teléfono, a la conexión en
Internet, a los viajes de avión,
los que pueden permitirse el lujo de decretar el fin de la geografía
y desatender el hecho que la Humanidad está compuesta
por una inmensa mayoría, que puebla las zonas que sus
mapas han puesto en el la mitad inferior, y que en muchos casos
ni siquiera tiene acceso a una educación que le permita percibir un
diagrama del mundo en su totalidad
La
misma civilización europea que hoy pretende decretar el
deceso de la geografía es la que realizó los primeros
mapamundis, reduciendo a escala milimétrica con su expansión
imperial todos los puntos del globo, ubicándose a sí
misma en el centro de todas sus cartografías. Esta forma
de cartografiar el mundo recibió el nombre de "eurocentrismo",
una actitud intelectual severamente cuestionada durante el siglo
XX. De la misma manera, de la actitud que se tome con respecto
a la geografía depende también hoy el destino de
la Humanidad.
Cartografías
descentradas
Seguramente
el siglo XXI deparará inmensas migraciones, cambios culturales
y más de un cataclismo ecológico. El hecho de que
los mapas jueguen un papel preponderante en el transcurso de
las próximas décadas será primordial para
establecer qué futuro queremos darnos como especie.
Es fácil prever que los mapas de los lustros venideros
(se los mire
o no)
seguirán registrando en el África subsahariana
a los seres humanos que padecen mayor miseria, violencia y enfermedades.
Si aquellos que tenemos el privilegio de acceder a la educación seguimos atendiendo
a la cartografía para ubicar al resto de los miembros
de nuestra especie que, contiguos a nosotros, pueblan el planeta,
tendremos más posibilidades de solucionar los problemas
globales.
Una completa desaparición de la dimensión geográfica,
por el contrario, será el indicador de que aquella cultura
(la Occidental) que acuñó
la palabra "Humanidad" prefirió olvidarse de
la misma. Dicho de otro modo: si el siglo XXI quiere seguir hablando
de "Humanidad", tendrá que seguir atendiendo
los mapas. Y para que podamos mirar mejor el mapa de nuestro
planeta será conveniente que los mismos sean interactivos,
que nos ayuden a pensar que lo que está arriba es en ocasiones
el sur, lo que está en el centro muchas veces sea Asia,
o África, o Yucatán. En definitiva, que lo que
debe estar en el centro es la Humanidad.
*Publicado
en La Guía del Mundo
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