La biodiversidad del planeta sufrió a lo largo del siglo
un ritmo de destrucción acelerado, que persiste a pesar
de los esfuerzos para establecer un nuevo marco regulatorio internacional,
y ha obligado a las comunidades locales a movilizarse en su defensa,
que es la de su propia identidad cultural
La palabra "biodiversidad"(*) comenzó a manejarse
en países del Norte a partir de la década del 60,
cuando algunos gobiernos y la sociedad civil comenzaron a preocuparse
por la desaparición acelerada de especies. Los intereses
económicos de las industrias que trabajaban con insumos
biológicos intervinieron también en este renovado
interés por el destino de las especies.
Sin embargo, y para mencionar tan sólo un hecho próximo
al siglo XX, la voluntad de disponer de los recursos biológicos
por parte de los estados -llamándolos "riqueza",
"tierras" o "dominios"- fue una de las motivaciones
principales, en el siglo XIX, del expansionismo de los europeos
en África, de los colonos sobre las tierras indígenas
del Oeste de Estados Unidos y de los gobiernos poscoloniales
en América del Sur.
Importancia del término
Lejos de ser una discusión bizantina, el significado que
se le asigna a la palabra biodiversidad tiene profundas
implicaciones políticas y económicas. Están
en juego enormes intereses de gobiernos y comunidades, así
como de poderosas industrias como la farmacéutica, la
alimentaria y la agroquímica.
La utilización de conceptos tales como recursos naturales,
biológicos, genéticos, etc., para referirse a la
biodiversidad ha colaborado poco a aclarar el tema. Por eso conviene
diferenciarlos. Entenderemos por recursos biológicos el
conjunto de seres vivos conocidos o por descubrirse, utilizados
o con potencialidad de uso por las sociedades humanas.
Silvia Rodríguez, investigadora de la Universidad Nacional
de Costa Rica, señala que éstos comprenden los
recursos orgánicos, que son las plantas y animales silvestres
o domesticados utilizados directamente por sus cualidades como
un todo, caso del arroz usado como alimento; los recursos bioquímicos,
organismos útiles por su información molecular
o por sus principios activos para la elaboración de productos
sintéticos, por ejemplo una planta de la que se obtiene
una sustancia de uso farmacéutico; y los recursos genéticos,
utilizados para el mejoramiento convencional por cruzamiento
y selección o para la manipulación biotecnológica,
tal el caso de una planta que contiene un gen de interés
particular.
Por su parte, la definición "oficial" de biodiversidad,
contenida en el texto de la Convención de la ONU sobre Diversidad Biológica,
firmada en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro,
Brasil, en 1992, se centra en los recursos de reproducción
silvestre, su uso potencial y en las propiedades genéticas
de éstos. Comprende asimismo la dimensión territorial,
al referirse a los ecosistemas terrestres y marítimos,
pero no menciona la cultural.
Riqueza y pobreza biológica
Factores como el tiempo de acción de los procesos naturales,
la estabilidad ambiental, la heterogeneidad espacial, la acción
de la competencia y la predación entre especies han determinado
que el Sur presente la mayor diversidad biológica y geográfica
del mundo. En él se encuentran los llamados países
biodiversamente ricos, a saber Brasil, Colombia, México,
Madagascar y Malasia. A la riqueza de especies existente deben
sumarse aquellas potencialmente capaces de convertirse en recursos.
Además, existe otra biodiversidad menos publicitada: la
biodiversidad agrícola, producto de milenios de coevolución
natural y cultural. Es en la biodiversidad diseminada en las
tierras trabajadas secularmente por los campesinos donde reside
la fuente primaria de alimentos. Un 90% del suministro de calorías
para la población mundial depende de los 20 cultivos más
difundidos. Así como en el caso de la biodiversidad silvestre,
es en el Sur donde reside el mayor tesoro de recursos agrícolas
de la humanidad.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, la esperanza de un mundo
sin hambre se depositó en la llamada Revolución
Verde, un programa de producción de grandes cantidades
de alimentos a partir del uso masivo de abonos y pesticidas artificiales.
Se olvidó, sin embargo, que la causa principal del hambre
no es de carácter técnico-agronómico, sino
político. Las en principio prometedoras "variedades
de alto rendimiento" alcanzaron rápidamente su máximo
rendimiento, para después declinar.
La uniformización de cultivos y técnicas a que
llevó la Revolución Verde provocó un empobrecimiento
de la biodiversidad agrícola, que afectó tanto
al Norte como al Sur. "En Estados Unidos, por ejemplo,
de la totalidad de variedades vegetales registradas por el Ministerio
de Agricultura en 1900, hoy sobrevive sólo un 3%",
denunció el vicepresidente estadounidense Al Gore en su
libro Earth in the Balance.
La investigadora india Vandana Shiva señaló que
durante la segunda mitad del siglo XX, las más de 30.000
variedades nativas de arroz cultivadas en la India a inicios
del siglo XIX, se habían reducido a sólo 50, de
las cuales apenas 10 ocuparían las tres cuartas parte
de los arrozales del país en pocos años más.
Como se puede apreciar, la destrucción de diversidad alimentaria
adquirió un ritmo acelerado, pero la conducta de los países
y empresas que explotan en mayor medida esos recursos no ha cambiado
sustancialmente.
Los países biodiversamente pobres del Norte, pero que
dominan el comercio y la economía mundial, siguen acudiendo
sin reservas a los bancos de germoplasma de los centros internacionales
de investigación agrícola, abastecidos mayoritariamente
por los países del Sur, o directamente a la selva amazónica,
las planicies del Medio Oriente o los valles de la India, en
busca del genotipo resistente que salve sus cultivos ante la
amenaza de una plaga, o del portador de un gen con una característica
deseada.
La biodiversidad cultural
En cuanto al tercero y más relegado aspecto del tema -la
biodiversidad cultural- hacia fines de siglo se avanzaba, no
sin dificultades, en el sentido de incluirla como parte fundamental
de la biodiversidad. El mundo es prácticamente en su totalidad
ecumene u hogar del hombre. Las regiones denominadas "naturales"
son en buena medida áreas modificadas con mayor o menor
intensidad por las sociedades humanas. Desde las costas de mares
y océanos y los valles fértiles, aptos para el
asentamiento poblacional, hasta los inhóspitos desiertos
de arena o de hielo.
A veces se presenta al género humano -sin considerar las
culturas, los territorios y las historias particulares- como
naturalmente depredador. Sin embargo, no puede explicarse buena
parte de la biodiversidad silvestre ni la totalidad de la biodiversidad
agrícola sin tener en cuenta y apreciar la intervención
humana. La silvicultura conservacionista practicada por comunidades
indígenas y campesinas en el territorio de la actual América
Latina es un ejemplo de ello.
Víctor Toledo, etnoecólogo mexicano, menciona casos
registrados en Brasil, Bolivia, Perú, México, Costa
Rica y Honduras, a los que pueden sumarse experiencias en el
bosque chaqueño de Argentina y la Amazonia ecuatoriana.
La expulsión de poblaciones indígenas de áreas
declaradas parques nacionales, llevada a cabo por ejemplo en
Brasil, Kenia y Tailandia, no constituye una forma adecuada de
conservar la biodiversidad ya que, generalmente, esas poblaciones
son justamente sus preservadoras.
En cuanto a la biodiversidad agrícola, existen múltiples
pruebas de la coevolución que permitió acrecentarla
y atesorarla: el cultivo tradicional del arroz en Filipinas,
el uso de variedades criollas de maíz en Brasil, los cultivos
asociados de maíz y frijol chinapopo en Honduras no son
sino una pequeña muestra de ello.
Biotecnología y monocultivos
Entre las amenazas a la biodiversidad, la ingeniería genética
-rama principal de la tecnología biológica moderna
- adquiere especial relevancia. La llamada Revolución
Biotecnológica, como parte de la revolución científico-técnica
que produjo acelerados cambios en el planeta a lo largo del siglo
XX, parece destinada a sustituir a la Revolución Verde.
Pero sus consecuencias se están mostrando tanto o más
inciertas que las de esta última.
A modo de ejemplo cabe mencionar la diseminación en ambientes
naturales de materiales patógenos producida por fallas
en la seguridad de los procedimientos experimentales, la multiplicación
descontrolada de organismos genéticamente manipulados
y las posibles implicaciones bélicas de esta tecnología,
cuya investigación está concentrada de hecho en
los mayores consorcios transnacionales.
La biotecnología se nutre de la diversidad genética
mantenida ancestralmente pero, tal como señala la ONG española GRAIN, ello no significa que la
mantenga. Su objetivo no es ampliar la base genética de
cultivos y rebaños sino simplemente aislar y utilizar
unos pocos genes portadores de determinados caracteres.
En el ámbito de la biodiversidad silvestre, una amenaza
importante está constituida por el apoyo que el actual
sistema de ayuda y crédito internacionales proporciona
a actividades destructivas. La sustitución de bosques
por plantaciones forestales en régimen de monocultivo
-a lo que la propia FAO ha colaborado-
son un ejemplo de esta situación.
Así Tailandia, que perdió a lo largo del siglo,
casi el 80% de sus bosques, está encarando un plan para
aumentar la "cobertura forestal" que, paradójicamente,
no apunta a regenerar los ecosistemas forestales naturales perdidos,
sino a cubrir el país de plantaciones en régimen
de monocultivos, principalmente de eucaliptos.
"Derechos de propiedad"
La creciente tendencia a la privatización de los recursos
biológicos, tanto silvestres como agrícolas, es
otra amenaza. Los acuerdos sobre derechos de propiedad intelectual
impulsados por el Norte a través de la Organización
Mundial de Comercio (OMC) buscan abrir
el camino para que la industria biotecnológica transnacional
pueda explotar en su beneficio exclusivo las patentes de productos
con componentes vegetales y animales.
Por último, no existe una biodiversidad disociada de su
contexto cultural, histórico y geográfico. La biodiversidad
necesita de la diversidad de ecosistemas -vale decir de territorios-
donde poder desarrollarse. De ahí la importancia de las
reivindicaciones de carácter territorial de las comunidades
indígenas y campesinas.
Son ejemplos de uso sustentable de la biodiversidad silvestre
-en el ámbito terrestre y marino- y agrícola por
la población local, la domesticación de mamíferos
en la región ecuatoriana de Puyo, el manejo de aguas de
estuario y costeras por parte de los pescadores artesanales de
las selvas tropicales. Y también los denominados "bosques
análogos" (un
tipo de forestación que imita a la naturaleza) en Sri Lanka,
como experiencia de restauración ecológica.
Los reclamos territoriales de las comunidades indígenas
y campesinas se fundamentan así en su capacidad probada
de manejo del territorio sin destruirlo, manteniendo e incrementando
la biodiversidad en todos sus aspectos. A fines del Siglo XX,
las reivindicaciones de los ibans en Sarawak (Malasia), de los tupinikim en Espirito
Santo (Brasil) y de los kollas
en Salta (Argentina) son ejemplo
de esas luchas.
(*)"biodiversidad",
traducción al castellano de la palabra en inglés
"biodiversity", apócope de "biological
diversity".
*Publicado
en La Guía del Mundo 1999-2000
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