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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ARTE - LO "POÉTICO" -


El arte del ensueño (II)*


Roberto Appratto

La operación de escamoteo del kitsch, que acecha donde menos se piensa, que se nutre de la fatiga y el ablandamiento del artista, encuentra allí su lugar preciso: ése donde se junta con la fatiga y el ablandamiento del consumidor para elaborar un criterio supuestamente nuevo

También desde adentro del arte, de la cultura, del saber específico, se clama (se produce, se consume, se celebra) por lo "poético", que no es cuestión (solamente) de masas: desde un comercial con filtros de luz hasta signos indudables de realismo mágico, pasando por posters con versos, cuplès de murga, reflexiones sobre el ser, revelaciones de "otra dimensión" de los hechos: abanico amplio, el de lo "poético".

Lo que tienen en común todos esos datos es la intención de belleza, apoyada en la idea de que producir algo bello es pasar una capa agradable por encima de las asperezas de lo real. Llámese "real" a la Historia, a la historia o al texto mismo, sobre el cual se despliega la búsqueda de un santo Grial de lo cotidiano. Páginas y páginas se han escrito, se han leído en torno de ese problema, en procura de una conciliación de opuestos del universo de la cual emerja, luminosa y solemne, la voz del enunciante.

Sólo la voz del enunciante: se hace un silencio que barre de un solo golpe el tiempo de la percepción, la condición física del texto y la posibilidad de reflexionar sobre él, y queda sólo la subjetividad del que exhibe su mundo para enseñar una perspectiva rara, original: un poco de loco, de bohemio, de visionario, de poeta. En esa interrupción estética, la obra se convierte en mágica, es la revelación a que no pocos libros de autoayuda apelan: es lo "poético", es el enmascaramiento que se necesita
(digamos "se", sin identificar a nadie en particular) para pasar a una condición de arte elevado, enaltecido y enaltecedor de la experiencia humana en un momento de calma.

En realidad, nada cambia en esa experiencia por eso. O así parece: el mundo y el tiempo siguen iguales, pero ese contacto con lo "bello"
(fácil, chato, complaciente, descartable) crea un espejismo, el de lo eterno. Ese lugar de "cosa linda" y adormecedora que se da al arte por oposición a la fealdad de la vida, a la fealdad de la crítica, a la fealdad de la inteligencia, encuentra una confirmación en esa voz creativa, simple y suave, que agrega a su receta un toque de universalidad. La operación de escamoteo del kitsch, que acecha donde menos se piensa, que se nutre de la fatiga y el ablandamiento del artista, encuentra allí su lugar preciso: ése donde se junta con la fatiga y el ablandamiento del consumidor para elaborar un criterio supuestamente nuevo, saludable, de evaluar las producciones artísticas.

Lo "poético" roba de la propia poesía canónica de los signos de su validación: el kitsch, o el mal gusto travestido de arte prestigioso, se hace diabólico porque incorpora y diluye lo que ya se sabe que está "bien". Y lo que "está bien" es, desde siempre, la forma separada del contenido, el rasgo de genio de esas reflexiones sobre la vida con que tantas veces se rescató a
Kafka, a Cervantes, a Bergman, a Onetti, sin tocarlos. Mitificar es no tocar sino mirar hacia arriba, mirar hacia lo que se desprende de la obra y reconocer allí lo que siempre se supo. De ahí la tranquilidad de somnífero que permite lo "poético", ese hermano maligno de lo poético que hace confundir la basura con la maravilla, por el solo acto de complacer.

(sigue)


*Publicado originalmente en Insomnia Nº 52

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