Quien
crea percibir en la destrucción del orden geopolítico
al cual asistimos, como espectadores y operarios de una "realidad"
que se nos escapa de las manos, la evidencia de un ocaso definitivo
de este modelo, que ha
concluido en lo que hemos denominado "cultura planetaria"
y luego "economía global", se equivoca totalmente
o piensa con cortedad de vista, sólo en los síntomas
-algunos- de un eclipse, del cual no podemos sino suponer, por
aproximaciones, el crecimiento de un desierto que trae consigo
implosiones y diásporas, de un destino librado a su esencia
(esencia de la técnica), que podría durar aún
mucho tiempo.
Al igual que los analistas de la realidad, que no son sino reporteros
de un culebrón, que pasa por la violencia material, sin tener
en cuenta que ésta no es más que el síntoma
de otra violencia -de una razón
que hizo de la
subjetividad absoluta, la otra cara de la objetividad absoluta
y del cálculo lógico-matemático- en la cual
lo que es, queda preso de la voluntad de poder, equivocaría
una vez más su análisis, si cree que la derrota
de Bush, el fatal atentado de Atocha, el permanente genocidio
del medio Oriente,
Pakistán, Irak, etc, podrían ser elementos que
causen un giro en la historia de esta novela apocalíptica,
a la que asistimos, como bárbaros que no conocen la salida
ni la entrada a otro estadio de la Historia Universal.
Kerry o no Kerry, Aznar o no Aznar, el fenómeno de una
guerra que ha venido para quedarse, no son sino fenómenos
epidérmicos de un teatro en el cual la trascendencia -el
mundo de lo suprasensible- ni la redescendencia -una
nueva religatio del hombre con la presencia- podrían
refundar otra epocalidad en la historia del ser.
El martes 16 de octubre del 2001, publicamos en el diario El
Libertador y en medios digitales un articulo titulado,"La
guerra que ha venido para quedarse": ahí se afirma
entre otras cosas que el terrorismo es una forma de
guerra planetaria, que
no hace sino continuar con las grandes hecatombes del siglo, y
que lo más terrible (a pesar de la miserabilidad de la
condición humana, para afrontar las fuerzas que dominan
el planeta), es que todo lo que ocurre en ésta sociedad
masmédiática, es puesto en mise
en scene, para que nadie sienta la fragilidad de un mundo
en el cual el desierto del nihilismo a hecho desaparecer la realidad:
Dice Heidegger en Qué significa pensar: "Devastación
es más que destrucción. Devastación es más
inquietante que aniquilamiento. La destrucción elimina
solamente lo crecido y construido hasta ahora, la devastación,
la devastación empero, obstruye el futuro crecimiento
e impide toda construcción. La devastación es más
inquietante que el mero aniquilamiento, el cual también
elimina, hasta la misma nada, mientras que la devastación
cultiva precisamente y propaga lo obstructor y lo impedidor.
El sahara en el Africa es solamente una determinada forma de
desierto. La devastación de la tierra es igualmente compatible
con la consecución del más alto estándar
de vida de los hombres como con la organización de un
uniforme estado de felicidad de todos los hombres. La devastación
puede identificarse con ambos cundiendo por doquier de la manera
más inquietante, que es, ocultándose. La devastación
es la la expulsión de la Mnemosina a alta velocidad".
La cada vez más acelerada interrupción en los cortes
generacionales hablan a las claras de éste tipo de enarenamiento,
en el cual se borran todas las
huellas del hombre sobre la tierra. Desde hace décadas,
nosotros -sin marketing (otra forma de la devastación
con moda a la page)- predicamos este ocultamiento a través
de los
medios
que están casi siempre cumpliendo el papel de bambalinas.
Desde la revolución industrial los grandes artistas y pensadores, comenzaron
a sentir esta forma nueva de "destrucción" que
había alcanzado al núcleo de la razón y su
presunto ordenamiento de lo real.
Es Heidegger quien siempre ha ido más lejos en esta dirección,
en Sendas Perdidas, escribe: "Lo que amenaza al
hombre en su esencia, es la opinión volitiva de que, mediante
un pacífico desprendimiento, transformación,
acumulación y encauzamiento de las energías naturales,
el hombre puede lograr que el ser-hombre sea soportable para
todos y feliz en conjunto.
Mas la paz de ese pacifismo es simplemente el frenesí
del delirio del imponerse, que deliberadamente sólo piensa
en sí mismo.
Lo
que amenaza al hombre en su esencia es el opinar que el elaborar
técnico pone al mundo en orden, cuando precisamente todo
"ordo", es decir, toda jerarquía, porque la
uniformidad del elaborar lo achata todo, y de ésta
suerte elimina del ser el dominio de un posible origen de jerarquía
y reconocimiento":
aquí jerarquía significa orden en su sentido prístino.
No nos equivoquemos entonces: el Caos y lo Aórgico son partes
de este orden juridico internacional, que es el final de una horrorosa forma de humanismo, que a puesto en
evidencia que lo sub-humano constituye la principal
característica del "animal racional", que a usado
la razón por largo tiempo, como arma de dominio, de tortura,
de explotación y violencia autojustificada, y que ahora está
ante su propio tribunal.
El
hombre no puede hacer frente a las fuerzas desencadenadas, a
través de las usuales ideologías políticas
-fragmentos de ese humanismo- pero puede prepararse, como lo
venimos diciendo hace tiempo, para una nueva experiencia de lo
sagrado, en la cual el cosmos vuelva a poblarse de lo numinoso,
que permitió a Dioses y mortales, convivir alguna vez
sobre este mismo suelo.
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