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ISSN 1688-1672

 



REALIDAD - PRIGOGINE, ILYA - RUSSELL, BERTRAND - WITTGENSTEIN, LUDWIN - VACÍO -


Acerca de la realidad (II)

Joaquín González Álvarez
 

 

El pensamiento filosófico russeliano se centró en la  relación entre la realidad objetiva y la interpretación o hipótesis que sobre ésta hacemos. (...) Siempre es tema de debate si es posible conocer en su esencia, en su absoluta objetividad, la “cosa en si” kantiana, el mundo exterior a cada ser, o si sólo es posible el conocimiento subjetivo a través de nuestros sentidos.

Certidumbre e incertidumbre


El Premio Nobel belga Ilya Prigogine, publicó en 1996 un artículo titulado “El fin de las certidumbres” en el cual exponía sus consideraciones acerca de las nuevas formas de enfocar la ciencia que comenzaron a surgir a principios del pasado siglo XX con el establecimiento de los principios de la Mecánica Cuántica aplicables al micromundo, y que luego esas formas de enfoque se extendieron al macromundo al salir a la palestra la Teoría del caos y sus afines. Antes de estos hitos en la historia de la ciencia las leyes que se manejaban eran deterministas y toda alusión que, en la explicación de la realidad, se hiciera a lo fortuito, a lo solamente probable, era rechazada como anticientífica o poco seria. El principio de incertidumbre y después lo concerniente al caos, los fractales, etc., luego del escepticismo inicial motivaron el estudio serio de estas nuevas materias actualmente enriquecidas con los aportes de Prigogine, principalmente en temas de la termodinámica de no equilibrio; términos como azar, fluctuación, desorden, no equilibrio, que se utilizaban para descalificar un hecho, hoy forman parte imprescindible del vocabulario científico.

El convencimiento de la existencia inevitable de fenómenos o etapas de éstos que son impredecibles por su naturaleza y no por deficiencias técnicas en su estudio, es algo que ha aportado el estudio sistemático de la Teoría del caos. Llegar a esa conclusión resulta de innegable utilidad pues en situaciones de eventos naturales, como por ejemplo el paso de huracanes, permite obrar en consecuencia conociendo las características azarosas de  éstos. Los nuevos conocimientos que Prigogine esboza en “El fin de las certidumbres”, muestran que no podemos evitar el caos por lo cual lo inteligente consiste en aprender a convivir con él. Se considera que un sistema ha llegado a régimen de caos cuando, a partir de ciertos valores de los parámetros que lo rigen, las variables del sistema no presentan periodicidad alguna y muy pequeñas variaciones en las condiciones iniciales dan lugar a notables variaciones en los valores que toman las variables del sistema.

Algo más que muestran los estudios sobre el caos y temas afines, los cuales conforman una disciplina más general: la Teoría de la complejidad, es el hecho de que -y esto es muy importante-, elementos, cosas, objetos que aisladamente no presentan ciertas propiedades, al conformar colectividades sí presentan esas propiedades. A estas propiedades se les asigna una denominación que constituye una categoría de la Teoría de la complejidad: propiedades emergentes. Un ejemplo de surgimiento de propiedades emergentes se presenta en el fenómeno de la termorregulación de los tejidos vivos. La termorregulación no es detectable en una célula aislada, tal propiedad sólo surge al integrarse a una colectividad de células, a un tejido.
 
Otra temática que conforma la Teoría de la complejidad es la llamada “Termodinámica de no equilibrio” que se presenta en sistemas de comportamiento complejo como lo son los gases, los organismos vivos y otros. Cuando un sistema como los citados, alcanza espontáneamente el estado de máximo desorden, como ocurre a un gas sobre el que no se ejerce acción alguna, se dice que su entropía ha llegado al máximo valor posible en el sistema, constituyendo este estado el equilibrio termodinámico. Un sistema en este estado no es capaz de realizar trabajo alguno, es un sistema en estado de muerte térmica. Es por eso que para que un sistema no esté en ese estado de “muerte”, es necesario llevarlo al no equilibrio para que sea capaz de producir trabajo. Por el contrario, cuando se quiere que un elemento no deseado como el cáncer se desarrolle, “muera”, resulta útil según el médico colombiano José Félix Patiño, propiciarle equilibrio
termodinámico.

Los principales trabajos de Prigogine que merecieron el Premio Nobel fueron en “Termodinámica de no equilibrio”. De propiedades emergentes, oí hablar con bastante acierto en una clase por televisión sobre Astronomía. En esta clase, que fue más bien de Astrofísica, se trató el hecho de que se han detectado una serie de fenómenos y propiedades antes no observados en cuerpos celestes aislados que al conformar colectividades como grandes galaxias o colectividades de galaxias, se ponen de manifiesto, surgen, como propiedades emergentes. Entre esos hallazgos se cuentan la detección de huecos negros masivos los cuales se supone que haya uno en cada galaxia. Para la explicación de la existencia de los huecos negros masivo no existe, de momento, una explicación definitiva. Lo que sí es cierto es que tal como se manejan las teorías vigentes, la explicación no puede completarse. Aquí estamos ante algo sobre lo que he venido tratando en comentarios como el que titulé “Hipótesis y realidad”, que reafirma que las teorías que maneja la comunidad científica sólo son hipótesis de trabajo que se utilizan para continuar las investigaciones, y se mantienen mientras no se llegue a algo que no pueden explicar como el caso que ahora tratamos. Algunas veces basta con realizar algunas modificaciones en la teoría vigente.

De lo dicho hasta ahora podemos inferir que reconocer el fin de las certidumbres no constituye, ni mucho menos, un fracaso de la ciencia, por el contrario es el hallazgo de un valioso conocimiento que permitirá avanzar con paso firme sabiendo a qué atenerse, sin fanatismos ni autosuficiencias; debemos tener muy presente que las teorías científicas no son cosas terminadas sino sistemas de conocimientos e investigaciones en constante desarrollo y evolución. Alguien que estudió a fondo el carácter provisional de las teorías, fue el matemático y filósofo francés Henri Poicaré, también precursor de la Teoría del Caos, y es por ello que algunas cátedras de la Complejidad en el mundo llevan su nombre.

De lo visto en este trabajo, podemos sacar como conclusión que la dedicación al estudio de la Teoría de la Complejidad, el cual necesariamente tiene que partir del conocimiento de sus conceptos fundamentales desde su significado en las ciencias naturales que les dieron origen, permitirá una base cognoscitiva para extender sus potencialidades a otras disciplinas tanto científicas como humanísticas. Para tal empeño, quienes tomen la iniciativa han de cuidar de no dejarse llevar por el significado que los términos claves tienen en el lenguaje común pues ello conduciría a errores insalvables.


Bertrand Russell y la realidad objetiva


El matemático y filósofo inglés Bertrand Russell nació en 1872 y en su larga vida alcanzó gran renombre en las disciplinas con las cuales lo he calificado aunque el mayor destaque dentro de la ciencia lo obtuvo por sus aportes a la lógica matemática.
La lógica matemática constituye una forma de tratar la lógica clásica mediante procedimientos semejantes a los de la matemática. Como la matemática, específicamente como el álgebra, utiliza símbolos y signos de operaciones que en este caso se denominan lógicas. Tales procedimientos permiten efectuar deducciones así como verificar la veracidad o falsedad de proposiciones y juicios. La elaboración de los contenidos en la forma que propicia su utilidad actual, particularmente en las ciencias que derivan de la cibernética, se debe principalmente a la publicación por Bertrand Russell y Alfred Whitehead en 1910, del libro Principia Matemática.

La obra de Russell y especialmente la desarrollada en la lógica matemática está relacionada con la teoría de los conjuntos creada a finales del siglo XIX por el alemán Georg Cantor, teoría que para su exposición utiliza una simbología y una operatoria muy parecida a la de la lógica matemática. El concepto de conjunto en la teoría de Cantor es el mismo que se utiliza en el lenguaje común, en los conjunto de personas, en los conjunto de letras en los cuales, por lo general, no importa el orden de sus elementos.

Un concepto muy importante a la que nos vamos a referir de nuevo más adelante es al concepto de los conjuntos relacionados. Se dice que dos conjuntos están relacionados cuando a cada uno de los elementos de uno de ellos se le puede hacer corresponder un elemento del otro sin que sobre ni falte ninguno por relacionar La teoría de los conjuntos sirve de base a la teoría de los números y a la similitud de estas teorías con la lógica matemática Russell dedicó gran parte de sus investigaciones para desarrollar una teoría según la cual las matemáticas pueden fundamentarse exclusivamente en la lógica, teoría que se conoce como Logicismo. En sus intentos por desarrollar el Logicismo, surgieron paradojas que, al no poder ser resueltas de manera satisfactoria, entorpecieron el fluir de los razonamientos de Russell en su empeño logicista.

Ante esas dificultades, el matemático apeló a una cadena de suposiciones ad hoc o a la introducción de conceptos como el de clase parecido al de conjunto, y surgieron conceptos como el de proposiciones atómicas las que, según Russell, eran los componentes últimos de las proposiciones más generales. Pero las paradojas seguían sin resolverse como la proposicón del cretense Epiménides: “Todos los cretenses mienten” que al ser dicha por un cretense, quedaba desmentida. De esa manera se llegó al Teorema de Kurt Godel que afirma que no hay un sistema completo de axiomas en el sentido de que siempre queda algo que no puede explicarse dentro de ese tipo de sistema de afirmaciones. En esa época trabajó sobre el logicismo, independientemente de Russell, el lógico y matemático alemán Gottlob Frege.

Para sus objetivos, Frege introdujo una categoría llamada volumen del concepto. No trataré de definir esta categoría sino de dar una idea de lo que era para Frege. El concepto “lados del cuadrado” tiene el mismo “volumen” que el concepto “estaciones del año”, “vértices del cuadrado”, etc.. Todos evidentemente, son conjuntos relacionados con un conjunto de
letras como “a b c d” y claro está define el número 4. Esto que parece una banalidad, tiene gran importancia en la teoría de los números pues constituye la forma abstracta de definir lo que es un número natural. “Número natural es el ente común a conjuntos relacionados entre si”. Esto es fácil de entender, por ejemplo: el número 12 es el ente común a las horas de un reloj tradicional, a los apóstoles de Jesús, a los meses del año, a las uvas que algunos comen recibiendo el Año Nuevo, etc..


En definitiva, el Logicismo no logró su objetivo de reducir las matemáticas a lo lógica pero en su intento se lograron aportes al adecuado uso de la lógica matemática a las matemáticas en general, que si bien no las sustituyen coadyuvan a su mejor entendimiento y manejo. La lógica matemática de la cual Bertrand fue indiscutible artífice, es básicamente la lógica clásica concebida por Aristóteles con acertadas modificaciones cuya característica fundamental es el uso de una simbología, también utilizada en la teoría de los conjuntos, y el establecimiento de operaciones con esos símbolos, operaciones que se asemejan a las de la aritmética y el álgebra.

La larga vida, fructífera hasta el final mismo, de Russell le permitió aportar su talento a diferentes aunque relacionadas vertientes de la actividad humana, la gran parte de cuyos resultados han quedado plasmados en su voluminosa obra escrita. Paralelamente al matemático y lógico, la historia recordará al filósofo y al humanista. Como la mayor parte de quienes acceden a la filosofía a partir de las ciencias exactas, Russell siguió espontáneamente la línea de pensamiento del Positivismo moviéndose, principalmente, entre sus variantes empiristas y realistas coincidiendo unas veces y discrepando otras con los criterios de John Stuart Mill, David Hume y Joh Locke, entre otros. Alguien con quien estuvo siempre en desacuerdo fue con Ludwig Wittgenstein y su interpretación lingüística de la filosofía. El pensamiento filosófico russeliano se centró preferentemente en la especulación acerca de la relación entre la realidad objetiva y la interpretación o hipótesis que sobre ésta hacemos. Este problema es el que de una forma u otra está presente como tema fundamental de reflexión en los diferentes sistemas filosóficos que han pasado a la historia y siempre es tema de debate el de si es posible conocer en su esencia, en su absoluta objetividad, la “cosa en si” kantiana, el mundo exterior a cada ser, o si sólo es posible el conocimiento subjetivo a través de lo que aportan nuestros sentidos. El dilema parece no tener solución, conocer la “cosa en si” sin la mediación de los sentidos, se nos presenta como el tratar de ver el mundo que nos rodea o como dice Russell “lo que está allá afuera”, sin los ojos, oírlo sin los oídos. Sobre este tema se nos ocurre el siguiente símil. Imaginemos un individuo que de alguna manera ha logrado vivir desde que tiene uso de razón en una habitación absolutamente cerrada y que sólo tiene conocimiento de lo que el supone hay “allá afuera” por medio de lo que observa en la pantalla de un televisor que le presenta imágenes del supuesto mundo exterior. Al individuo le asalta la duda de que si será real lo que ve o sólo son imágenes de un video instalado en su equipo. A nuestro sujeto se le posibilita salir de la duda practicando una abertura en la pared de su habitación, pero nada  similar podemos intentar los seres reales.

El interés cientifico-filosófico de Russell se desplazó también hacia la física particularmente en su divulgación rigurosa como se advierte en sus excelentes obras didácticas ABC de los Átomos y el ABC de la Relatividad.  El nombre de Russell apareció muy a menudo en los medios en los años 1960 y 1970. Obtuvo el Premio Nobel en 1950, se destacó como pacifista y tal como aparece en el Diccionario de Lógica de la autora rusa Alexandra Guétmanova: “impugnaba las teorías que predicaban la absorción del hombre por la sociedad y el Estado”.


Evolución de las teorías científicas


Como he expuesto en comentarios anteriores, las teorías, aun las más fundamentadas y aceptadas, sólo son tomadas por la comunidad científica como hipótesis de trabajo para continuar las investigaciones mientras no surja alguna contradicción en su lógica interna o algo que dicha teoría no pueda explicar. Ante situaciones como éstas se ensayan modificaciones, pero hay veces que las modificaciones las motivan aspectos de la teoría que desde su establecimiento fueron difíciles de asimilar. Tal cosa ocurre con la teoría del Big Bang como veremos a continuación:

Según dicha teoría, el Universo tuvo su origen en la explosión de un punto geométrico en la cual tuvieron también su comienzo el espacio y el tiempo. De modo que el Universo empezó siendo un punto geométrico, esto es un ente sin dimensiones. Además según esa teoría, antes de la explosión no existía el tiempo y el punto originario en cuestión estaba algo así como “sumergido en la nada”. Estos supuestos, no hay dudas, son difíciles de digerir. Hace relativamente poco tiempo han surgido sugerencias de modificación de las suposiciones sobre las condiciones presentes en el instante de la explosión. Con razonamientos que merecen ser tenidos en cuenta por basarse en una teoría tan fuerte como la de la Mecánica Quántica, se maneja la tesis de que la explosión originaria del Universo no surgió en el vacío, en la nada, y es más los autores afirman que el vacío no existe.

Junto con estos supuestos sus defensores, entre los que se cuentan Prigogine y Tryon, proponen que en el momento de la explosión ya existía el tiempo. Sobre la no existencia del vacío ya se conocía desde 1948, año en el que el físico Hendrik Casimir demostró que aún en lo que se consideraba como vacío debía manifestarse el Principio de Incertidumbre de la Mecánica Quántica o Principio de Heisenberg, según el cual la energía y el tiempo no pueden medirse a la vez con el mismo grado de incertidumbre, cumpliéndose que cuando con más precisión se conocía el valor de la energía, con menos exactitud se precisaba el tiempo. Si existiera el vacío, en él la energía tendría un valor exactamente conocido de cero, por tanto por el Principio de Incertidumbre el tiempo tendría un valor que fluctuaría, lo que conduciría a dos conclusiones: si algo fluctúa, tiene que existir y, por tanto, en el vacío que se suponía estaba el puno originario del Big Bang, ya existía el tiempo, esto es, el Big Bang no marcó el instante cero como se ha venido afirmando.

Algo más que se infiere de los razonamientos anteriores es que también por el Principio de Heisenberg, si el tiempo fluctúa, también fluctúa la energía y por tanto en el supuesto vacío y en cumplimiento de la famosa fórmula E=mc2, por las variaciones de la energía se crearía masa, materia, y el vacío no sería tal.
De modo que es muy probable que la comunidad científica haciéndose eco de estas nuevas consideraciones enfoque de un nuevo modo la Teoría del Big Bang con lo que se daría un paso más en la búsqueda de la quizás ilusoria verdad.


El Eco del Big Bang


La teoría que explica el inicio del Universo a partir de un colosal estallido conocido como Big Bang, es uno de los resultados científicos más comentados por el público no entendido. Aún quienes no son especialistas ni estudiantes de ciencias conocen en lo esencial lo que esa teoría expresa. No obstante, que el hecho del comienzo de todo lo que existe a partir de la explosión de un punto sin dimensiones, no de una partícula muy pequeña, sino de un punto como el ideal que define la matemática: un ente geométrico sin dimensiones, es algo no ya difícil, sino imposible de asimilar. No obstante, tomado este supuesto como hipótesis para continuar con las investigaciones los resultados de las mismas van siendo comprobados en la práctica y así se continuará hasta que algo invalide la teoría en cuestión. Una de las más contundentes y espectaculares evidencias de que, tal como se deduce de la teoría, hará unos 15 mil millones de años, se produjo una enorme explosión en lo que ahora llamamos Cosmos, consiste en la detección de lo que acertadamente se ha llamado El Eco del Big Bang.

Veamos la explicación. Algún tiempo después del Big Bang, cuando todavía la temperatura del Universo era extremadamente alta, se produjeron los primeros fotones, corpúsculos que constituyen la luz y todo tipo de radiaciones. Esos fotones formaron una especie de gas, que se difundió por todo el Universo, en constante expansión hoy en día pero por entonces muy comprimido. Como los gases conocidos el gas de fotones al irse expandiendo se fue enfriando y, según cálculos basados en la Teoría del Big Bang, su temperatura ahora debe ser de unos -270 grados Celsius. La teoría predijo la existencia actual de esa radiación de fondo que persiste como un eco del Big Bang, pero hasta 1965 no se había percibido. Fue ese año que dos ingenieros de la Bell Telephone Laboratories de Estados Unidos, Arno Penzias y Robert Wilson, utilizando una antena direccional de radar, con fines ajenos a lo sucedido, captaron un ruido cuyo origen no podían explicar. Comprendieron que era una señal radioeléctrica la cual se recibía de igual forma en todas las direcciones que orientaran la antena. Quizás otros hubieran obviado el incidente, pero éste había ocurrido, afortunadamente, a dos talentosos científicos que continuaron las investigaciones, auspiciadas por la NASA, hasta llegar a la conclusión de que esa radiación, que ahora llamamos relicta, que habían captado en su antena era nada menos que El Eco del Big Bang lo cual tuvo más reciente confirmación con el proyecto espacial COBE. Penzias y Wilson recibieron el Premio Nobel en 1978 por ese aporte.

Algo no muy sabido es que quienes ahora están leyendo este trabajo y casi todo el resto de la humanidad han captado sin proponérselo, en múltiples ocasiones, El Eco del Big Bang, aunque acompañado de otras radiaciones. Con más frecuencia que la deseada hemos sufrido los efectos en nuestra pantalla de TV. del fallo, más o menos prolongado, del fluido eléctrico en la torre de transmisión. En esos momentos observamos que la pantalla se cubre de multitud de puntos de luminosidad oscilante rodeados de una tenue neblina que permanecerán hasta que vuelva la señal a la antena de nuestro equipo. Ese patrón neblinoso es efecto conjunto del eco del bing bang y otras radiaciones. La radiación de fondo, emitida en la gran explosión primigenia “entra” en nuestra antena, acompañada de otras radiaciones, aprovechando que la señal de TV les “dejó sitio”. El Eco del Big Bang puede asilarse, de las otras radiaciones que intervienen en el patrón observado, con dispositivos muy sofisticados, procedimiento que permite apreciar el trascendental residuo de la Gran Explosión.


El tiempo y la luz


La posibilidad de viajes en el tiempo aviva la imaginación e incentiva la creación literaria. En su ensayo “La flor de Coleridge”, el escritor argentino Jorge Luis Borges reproduce este fragmento: “Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano … ¿entonces qué?”. En el mismo ensayo, y abundando en el tránsito a otro tiempo, Borges cita un pasaje de la novela inconclusa de Henry James The sense of the past, en la que el protagonista encuentra un retrato de sí mismo pintado misteriosamente un siglo antes. Éste, intrigado, consigue trasladarse a la fecha del retrato y logra que el pintor haga su retrato aunque sospechando algo extraño en esas facciones futuras. En este caso se nos muestra además de un viaje en el tiempo, una inversión de la secuencia causa-efecto.

Otro ejemplo de acertada tergiversación literaria de tiempo y causalidad se nos presenta en la siguiente estrofa de Reginald Buller:

Hubo una vez una joven que Brillante se llamaba
Y mucho más veloz que la luz viajaba. / Un día partió
En los caminos de la relatividad se adentró
Y la noche anterior a su partida regresó.


En los ejemplos anteriores se advierte la fantasía y en el último además lo humorístico, no obstante se pueden ensayar en obras de buena ciencia-ficción transgresiones de la insuperabilidad de la velocidad de la luz para mostrar algunas situaciones interesantes que se presentarían si pudieran lograrse velocidades
superiores a la de la luz. En una obra de ciencia-ficción se podría presentar el caso de un buque que emite una señal luminosa roja cuando parte y otra verde cuando regresa. Alguien que parte de la tierra en una nave a una velocidad mayor que la de la luz, percibirá primero por alcanzarla primero, la señal verde que es la más rezagada y después alcanzará la roja, por lo que, como conoce el código, pensará que el buque regresó antes de partir.

En este contexto veamos otra situación curiosa. Dos personas situadas a cien metros una de otra están lanzándose una pelota. En un momento dado uno lanza al otro la pelota a una velocidad mayor que la de la luz. El otro la recibe y luego va viendo la pelota cuando estaba, digamos a setenta y cinco metros del lanzador, después cuando estaba a cincuenta metros del lanzador, después a veinticinco metros, a diez, a cinco, hasta que por último ve a su compañero lanzando la pelota. El efecto, la recepción de la pelota, se producirá, según el receptor, antes que la causa: el lanzamiento. Si se analiza sólo percibimos el pasado. Cuando de noche miramos el cielo y localizamos la estrella Alfa del Centauro, la vemos no como es en ese momento sino como era cuatro años atrás, pues ese es el tiempo que demora la la luz en cubrir la distancia de la estrella a la Tierra. Como la traslación de la luz no es instantánea aún la proveniente de objetos cercanos demorará un tiempo que, aunque sumamente corto, no nos permitirá nunca observar lo que nos circunda en el presente sino en el pasado. Un pasado nada remoto, pero pasado.

Para finalizar recordemos el título de una obra teatral de Enrique Jardiel Poncela en el que el autor ironiza con estos juegos con el tiempo. El título en cuestión es: Te espero ayer tarde Margarita.

 

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