C. La construcción de un índice de vulnerabilidad
de la infancia
Como se
señalara en el capítulo dos, la mortalidad
infantil
es la expresión más extrema, y también la
más trágica, del riesgo infantil. Ahora bien, muchos
de los niños que sobreviven
su primer año de vida pasan a enfrentar un conjunto de
pasivos que, eslabonados en el tiempo, se despliegan a lo largo
de su ciclo vital y que, de no ser eficazmente eludidos o compensados,
pueden hipotecar su futuro incrementando las chances de seguir
acumulando pasivos. En este sentido la documentada asociación
entre problemas nutricionales y de psicomotricidad, y el efecto
de estos pasivos en las capacidades de aprendizaje futuras del
niño, delimitan el derrotero más estilizado y claro
de la vulnerabilidad infantil. El índice que aquí
se propone pretende capturar estas dimensiones y constituye, de
alguna manera, una versión del índice de pobreza
humana ajustado a la infancia. Para la construcción de
este índice se incluyó(3):
a. la tasa de mortalidad
infantil:
esta medida constituye una de las de mayor confiabilidad en materia
comparada y su consideración resulta pertinente ya que
uno de los componentes del índice de riesgo que presentaremos
más adelante (el riesgo materno infantil) debe presentar
una asociación robusta con mortalidad.
b. el bajo peso
a los cinco años. Se espera que este indicador exhiba
una fuerte relación con el riesgo nutricional.
c. el rezago
y abandono escolar. Se mide como el porcentaje de niños de 14-15
años que no completaron seis años de estudio y el
porcentaje de niños de 8 y 9 años que ya habían
abandonado el sistema
educativo.
Estos indicadores permiten captar tanto el rezago como el abandono,
combinando parámetros de diferente exigencia y para diferentes
etapas del ciclo vital.
Como era de esperar, el índice de vulnerabilidad construido
en base a los indicadores recién descritos guarda una importante
relación con los indicadores e índices tradicionales
de bienestar y pobreza. En particular, y como se desprende del
Gráfico 8, su comportamiento se ajusta al del índice
de Desarrollo Humano. Esta significativa asociación con
el índice de Desarrollo Humano brinda un importante respaldo
a nuestro intento de construir un símil para la infancia del índice
de pobreza humana -nuestro índice de vulnerabilidad infantil-
y justifica posteriores esfuerzos para poner a prueba su confiabilidad
y validez
Grafico
8: Relación entre el índice de desarrollo humano
y el índice de vulnerabilidad infantil. Países
de América Latina. Circa 1997Fuente:
Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social
de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile,
2000; CELADE/CEPAL, Boletín Demográfico N°
62, América Latina: Proyecciones de Población,
1970-2050, CEPAL/CELADE, Santiago de Chile, 1998; PNUD, Informe
sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones Mundi Prensa, Madrid,
2000; UNICEF, Estado mundial de la infancia 2000, UNICEF, Nueva
York, 2000.
Por otra parte, también esperamos que el índice
de vulnerabilidad infantil muestre una asociación con la
riqueza nacional, aun cuando en este caso anticipamos una mayor
independencia que en el caso del IDH. Esa cuota de independencia
sería consistente con nuestro análisis anterior
de las relaciones
entre riqueza y pobreza infantil, así como con las conclusiones
de numerosos estudios que han corroborado la relativa autonomía
con que se mueven las medidas de desarrollo humano con respecto
a los indicadores de la riqueza nacional. Como puede observarse
en el Gráfico 9 los resultados son, aquí también,
alentadores.
Grafico
9: Relación entre el producto interno bruto per cápita
y el índice de vulnerabilidad infantil. Países de
América
Latina,
circa 1997.
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Fuente:
Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social
de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile,
2000; CELADE/CEPAL, Boletín Demográfico N°
62, América Latina: Proyecciones de Población,
1970-2050, CEPAL/CELADE, Santiago de Chile, 1998; PNUD, Informe
sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones Mundi Prensa, Madrid,
2000; UNICEF, Estado mundial de la infancia 2000, UNICEF, Nueva
York, 2000.
A modo
de ilustración de lo señalado anteriormente en
relación a la mayor independencia esperable entre niveles
de desarrollo humano -especificado en este caso en relación
a la infancia- y riqueza, el Gráfico 9 muestra instancias
que se desvían fuertemente respecto a una correlación
perfecta. Tal es el caso, por ejemplo, de países que habiendo
alcanzado niveles de riqueza (PBI
per cápita)
similares, como Brasil y Costa Rica, presentan diferencias muy
notorias respecto a sus índices de vulnerabilidad de la
infancia.
Con
estos antecedentes, a continuación pasamos a enfrentar
el doble reto que implica explorar la viabilidad de construir
un índice de riesgo con la información disponible,
y poner a prueba cuanta mejoría aportan a nuestra comprensión
de las variaciones en la vulnerabilidad infantil, más
allá de la explicación que proveen los indicadores
tradicionales.
D. Contexto
familiar
y riesgo infantil: hacia la construcción de un índice
de tercera generación
Hemos
recorrido América Latina desde su estructura de oportunidades
promedial, desde sus indicadores de pobreza y desde sus logros
en términos de la reducción de la vulnerabilidad
infantil. Es el momento de elevar la apuesta y enfrentar el desafío
que más nos interesa. ¿Es viable y útil
construir un sistema de indicadores que procure representar la
configuración de los riesgos infantiles a partir de un
análisis de los portafolios de recursos que poseen sus
familias? Una adecuada evaluación de este desafío
requiere definir sus parámetros de exigencia:
a. Las medidas
a considerar deben incorporar más de una dimensión
de los activos familiares. En caso contrario, estaríamos
simplemente reproduciendo indicadores ya utilizados y otorgándoles
simplemente otros nombres.
b. Las medidas o indicadores considerados deben tener un efecto
sobre resultados en el bienestar del niño y, en lo posible,
deben alcanzar una mayor capacidad predictiva que los indicadores
simples tradicionalmente utilizados.
c. La consideración agregada de los indicadores de riesgo
debe permitir la construcción de un índice de riesgo
que se relacione positivamente con un índice de vulnerabilidad
de resultados en la niñez. Dicha relación debe
agregar varianza explicada a los modelos de análisis que
tradicionalmente consideran el PBI, la pobreza o el desarrollo
humano como los predictores más adecuados del bienestar
infantil.
La
construcción de un índice de contexto familiar
de riesgo
La
forma en que nos abocamos a la tarea de desarrollar un sistema
de indicadores de tercera generación implicó, en
primer lugar, rastrear en las diversas publicaciones internacionales
datos, índices e indicadores que pudieran combinarse,
o estuvieran combinados, y validar los mismos mediante su correlación
con los resultados esperados. De este modo, se construyeron o
seleccionaron tres indicadores de riesgo infantil que combinados
conformaron nuestro Índice de Contexto Familiar de Riesgo(4):
a. Riesgo materno
infantil: El riesgo materno infantil en un país determinado
se define a partir de la proporción del total de las mujeres de entre 20 y 24 años
que tuvieron hijos antes de los 20 años y cuyo nivel educativo
es menor a seis años. Este indicador incorpora, por un
lado, la maternidad adolescente como factor de riesgo en tanto
se asocia a precariedad familiar y a monoparentalidad y, por ende,
a situaciones de relativamente bajo capital social y débil
capacidad de trasmisión de activos, o de protección
del niño frente a pasivos. A ello se le suma el bajo
nivel educativo de la mujer como atributo tradicional de capital humano,
al tiempo que también identifica una temprana desafiliación
institucional de la mujer de una esfera estructuradora y promovedora
de capital social como es el ámbito educativo. Esta configuración
de riesgo, y su extensión en un país dado, debiera
captar adecuadamente la vulnerabilidad vital del niño en
sus primeros años de vida. Esperamos por ello una importante
correlación de dicho indicador con la mortalidad
infantil
y con la mortalidad a los cinco años.
b. Riesgo Nutricional. Este indicador, tomado directamente del
Panorama Social de la CEPAL, se define combinando el capital
físico y educativo de las familias en donde viven los
niños de entre 0 y 1 año. El mismo se construye
entonces como la proporción de niños entre 0 y
1 año que se encuentran en hogares cuyo ingreso no supera
el 75% de la línea de pobreza y donde el clima educativo
del hogar es menor a seis años. Nuevamente esta combinación
de bajos ingresos y baja educación conspira contra la
salud del niño especialmente en la capacidad y efectividad
con que la familia traduce sus pobres activos físicos
en alimentación adecuada. Esperamos por ello que el grado
en que esta situación se hace presente en un país
determinado se correlacione con indicadores nutricionales.
c. Riesgo educativo. Tomando en cuenta una metodología
para la elaboración de un índice sobre este tema
ya elaborada por la CEPAL y presentada en su Panorama Social,
el IPES denomina riesgo educativo a su aplicación a categorías
etareas específicas. Este se define como el porcentaje
de niños y adolescentes que viven en los hogares del 40%
más pobre y cuya clima educativo no supera los seis años.
Los datos presentados en el Panorama Social de la CEPAL definen
dos tramos etareos a los que se les aplica el mismo criterio
de categorización. Así accedemos a sendos indicadores
de riesgo educativo construidos de igual manera pero para etapas
diferentes en el ciclo vital: niños entre 0 y 5 años,
y niños y adolescentes entre 6 y 14 años. Esperamos
que dicha configuración de riesgo prediga en forma adecuada
los niveles de rezago y abandono escolar presentes en los países.
Comparando
los resultados que se presentaron en gráficos anteriores
sobre la relación entre diversos índices y el índice
de vulernabilidad infantil, con los que se presentan en el Gráfico
10, se puede apreciar que si bien el conocimiento de los niveles
de desarrollo humano, de pobreza de los hogares y de la
riqueza de las naciones contribuye a nuestra comprensión de
las variaciones de la vulnerabilidad infantil, el índice
de riesgo infantil aquí construido permite una mejor comprensión
y predicción de los problemas básicos del bienestar
infantil.
Grafico
10: Relación entre índice de riesgo infantil y
de vulnerabilidad infantil. Países de América Latina,
circa 1997.
Fuente:
Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social
de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile,
2000; CELADE/CEPAL, Boletín Demográfico N°
62, América Latina: Proyecciones de Población,
1970-2050, CEPAL/CELADE, Santiago de Chile, 1998; PNUD, Informe
sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones Mundi Prensa, Madrid,
2000; UNICEF, Estado mundial de la infancia 2000, UNICEF, Nueva
York, 2000.
Asimismo,
y esto puede constituir un importante hallazgo, si bien el índice
de vulnerabilidad presenta, como hemos visto, una importante
asociación con las medidas tradicionales de bienestar
-en especial la medida de desarrollo humano- , el índice
de riesgo, que como se pudo apreciar es el que predice mejor
el nivel de vulnerabilidad infantil, tiene la virtud adicional
de desplegar una serie de espacios para intervenciones dirigidas
a mejorar las oportunidades de acceso al bienestar de los niños,
cada uno de los cuales es relativamente autónomo respecto
a la riqueza nacional, y aún a los niveles de desarrollo
humano (Ver
gráficos 11 y 12).
En términos simples, esta propiedad del índice
tiende a subrayar la existencia, fuera de la dinámica de
los mercados, de márgenes importantes de maniobra para
elevar el bienestar de la infancia. O en otras palabras,
que la riqueza y el desarrollo humano no determinan necesariamente
los riesgos infantiles. Costa Rica, Panamá y en menor medida
Chile, muestran que es posible disminuir los riesgos infantiles
más allá de los parámetros de riqueza y desarrollo
humano agregado. Brasil, por el contrario, muestra que los niveles
de riqueza y aún de desarrollo humano, no son garantía
alguna de minimización de contextos familiares de riesgos
para los niños.
Grafico
11: Relación entre índice de desarrollo humano
e índice de riesgo infantil. Países de América
Latina, circa 1997.Fuente:
Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social
de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile,
2000; PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones
Mundi Prensa, Madrid, 2000.
Grafico
12: Relación entre el producto bruto interno per cápita
y el índice de riesgo infantil. Países de América
Latina circa 1997.Fuente:
Elaborado por IPES en base a datos de CEPAL, Panorama Social
de América Latina 1999-2000, CEPAL, Santiago de Chile,
2000; PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2000, PNUD/Ediciones
Mundi Prensa, Madrid, 2000.
En muy
apretada síntesis, esta primera construcción y puesta
a prueba del índice de riesgo parece sugerir que, aun reconociendo
la utilidad de las medidas de riqueza, desarrollo humano y pobreza, las mismas carecen de ingredientes
claves para una mejor predicción y comprensión del
fenómeno de la pobreza infantil y de la infantilización
de la pobreza
que este índice si provee. Ello permite confiar que con
tiempo, y recursos que posibiliten someter este índice
a pruebas progresivamente rigurosas en cuanto a su consistencia
interna, confiabilidad y validez, se logre obtener como resultado
una medida que actúe como un monitor que advierta, guíe
y oriente acciones eficaces para enfrentar el desafío del
bienestar de los niños.
Notas:
(3) Para
una descripción detallada de los componentes, ponderación
y cálculo del índice de vulnerabilidad ver el apéndice
metodológico. Para los resultados y ordenamiento de países
resultante ver el apéndice estadístico.
(4)
Para el detalle
técnico de la construcción de este índice
y para sus resultados en lod diferente países ver apéndice
metodológico y estadístico respectivamente.
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