Aunque cabría poner en
discusión la plena validez del título con que encabezamos esta nota
(porque el fenómeno del crimen en serie no es reciente sino que goza
de larga y triste data) podemos afirmar sin titubeos que esta
realidad se acentuó de forma alarmante en nuestra sociedad actual.
¿Cómo define la
criminología a un homicida serial o secuencial?
De acuerdo a una
clasificación básica puede sostenerse que un
asesino serial es aquel que
comete al menos tres acciones diferentes, con intervalos fríos (cool-off).
En cada una de ellas puede producir más de un homicidio.
Habitualmente cada criminal de este tipo posee una conducta
ritualizada que le es propia y que mantiene sin cambios durante la
secuencia de crímenes. Esto permite dividirlos en dos grandes
categorías: Asesinos en serie organizados y desorganizados.
Igualmente configura una
particularidad inherente al comportamiento asumido por esta clase de
matadores el hecho de que siguen fielmente un patrón específico en
su manera de ultimar. Aun cuando pueden operarse algunas variantes
en la concreta forma de matar a una u otra víctima,
en lo esencial se advierte un común denominador delator de que el
crimen fue llevado a cabo por la mano de un mismo atacante.
La incapacidad para
detenerse una vez emprendida su saga letal conforma una
particularidad que los teóricos resaltan en la actitud del homicida
serial. Ninguna consideración de orden moral frena al perpetrador
una vez que se ha lanzado a la realización de su raid vesánico. Ni
siquiera ponderaciones de sentido común o la necesidad de obrar con
cautela para evitar su inminente aprehensión hacen que el
delincuente se abstenga de asesinar. Solo dejara de matar si lo
capturan, se enferma, o se muere, o de existir
un hecho externo ajeno a su voluntad como,
por ejemplo, ser detenido en el curso de la
comisión de otro delito.
Se ha sustentado que los
finiquitadores en cadena nunca se suicidan antes de ser apresados y
rara vez lo hacen en la cárcel.
Su
compulsión no es debida a factores aleatorios, pues no depende tanto
de la sociedad en que vive sino que estaría básicamente configurada
por su carga genética, de acuerdo a la opinión predominante manejada
por los modernos expertos en el tema de la criminalidad seriada.
Aunque con ecos en la vieja escuela del
pensamiento lombrosiano se estima, aún al presente, que habría algo
en los genes que conduce a una persona a convertirse en un
asesino
en serie, o bien que su predisposición criminal ya está determinada
antes de nacer.
Expertos del calibre de la Dra. Helen Morrison han enfatizado que el
ultimador serial lo es ya en el vientre de su madre durante el
embarazo, que lo es en estado de feto, y aún desde que el
espermatozoide fecunda al óvulo
y establece la composición de un nuevo ser. Los genes originarían un
cerebro trastornado y enfermo con tendencia a generar un
asesino en
serie.
La
lista de homicidas secuenciales modernos es muy extensa y no se
avizora que se vaya a detener en un futuro próximo;
durante la Edad Media
la incapacidad para comprender el fenómeno de los
crímenes en serie hizo que éstos se atribuyeran a hombres lobo o a
vampiros. Antes de la era freudiana las causas sobrenaturales eran
la única explicación para los homicidios extremadamente violentos
que incluían desangramientos y monstruosidades semejantes. El pueblo
creía que tales desmanes sólo se justificaban merced a la presencia
de elementos demoníacos y a la intervención de entidades malignas.
Aunque ya en la antigua Roma hubo criminales en cadena, el
paradigmático caso de Jack el
Destripador en Inglaterra
victoriana de fines de siglo
XIX suele tomarse como el primer ejemplo que tuvo fuerte resonancia
mediática. En
algunos de los más espectaculares casos, la lúgubre trascendencia de
los mismos se debió a la crueldad empleada por el agresor. En otras
situaciones, en cambio, lo que primó fue la cantidad
desproporcionada de muertes cobradas por aquél.
En algunos asesinos en serie prevalece
la psicopatía, mientras que en otros la razón de sus delitos
descansa en el impulso sexual. Algunos de
ellos buscan
ejercer dominio sobre la victima, pero también
existen aquellos que
sólo se interesan
por el cadáver y matan procurando producir el menor dolor o
terror posible a
sus presas humanas.
La
mayoría de los homicidas secuenciales actúan en solitario. Por
ejemplo, Ted Bundy, David Berkowich -conocido como “El hijo de Sam”-,
Henry Landrú, John Wayne Gacy, Jeffrey Dahmer y Andrei Chikatilo, y
otros más. Pero
también hay ocasiones donde un grupo es el
que comete los crímenes seriales.
Un caso típico
fue el
del clan de hippies
liderado por el lunático Charles Manson.
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