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ISSN 1688-1672

 



ASESINOS SERIALES -

Asesinos seriales: un flagelo de nuestra sociedad contemporánea

Gabriel Pombo

La lista de homicidas secuenciales modernos es muy extensa y no se avizora que se vaya a detener en un futuro próximo; durante la Edad Media la incapacidad para comprender el fenómeno de los crímenes en serie hizo que éstos se atribuyeran a hombres lobo o a vampiros

Aunque cabría poner en discusión la plena validez del título con que encabezamos esta nota (porque el fenómeno del crimen en serie no es reciente sino que goza de larga y triste data) podemos afirmar sin titubeos que esta realidad se acentuó de forma alarmante en nuestra sociedad actual.

¿Cómo define la criminología a un homicida serial o secuencial?

De acuerdo a una clasificación básica puede sostenerse que un asesino serial es aquel que comete al menos tres acciones diferentes, con intervalos fríos (cool-off). En cada una de ellas puede producir más de un homicidio. Habitualmente cada criminal de este tipo posee una conducta ritualizada que le es propia y que mantiene sin cambios durante la secuencia de crímenes. Esto permite dividirlos en dos grandes categorías: Asesinos en serie organizados y desorganizados.

Igualmente configura una particularidad inherente al comportamiento asumido por esta clase de matadores el hecho de que siguen fielmente un patrón específico en su manera de ultimar. Aun cuando pueden operarse algunas variantes en la concreta forma de matar a una u otra víctima, en lo esencial se advierte un común denominador delator de que el crimen fue llevado a cabo por la mano de un mismo atacante.

La incapacidad para detenerse una vez emprendida su saga letal conforma una particularidad que los teóricos resaltan en la actitud del homicida serial. Ninguna consideración de orden moral frena al perpetrador una vez que se ha lanzado a la realización de su raid vesánico. Ni siquiera ponderaciones de sentido común o la necesidad de obrar con cautela para evitar su inminente aprehensión hacen que el delincuente se abstenga de asesinar. Solo dejara de matar si lo capturan, se enferma, o se muere, o de existir un hecho externo ajeno a su voluntad como, por ejemplo, ser detenido en el curso de la comisión de otro delito. Se ha sustentado que los finiquitadores en cadena nunca se suicidan antes de ser apresados y rara vez lo hacen en la cárcel.

Su compulsión no es debida a factores aleatorios, pues no depende tanto de la sociedad en que vive sino que estaría básicamente configurada por su carga genética, de acuerdo a la opinión predominante manejada por los modernos expertos en el tema de la criminalidad seriada. Aunque con ecos en la vieja escuela del pensamiento lombrosiano se estima, aún al presente, que habría algo en los genes que conduce a una persona a convertirse en un asesino en serie, o bien que su predisposición criminal ya está determinada antes de nacer. Expertos del calibre de la Dra. Helen Morrison han enfatizado que el ultimador serial lo es ya en el vientre de su madre durante el embarazo, que lo es en estado de feto, y aún desde que el espermatozoide fecunda al óvulo y establece la composición de un nuevo ser. Los genes originarían un cerebro trastornado y enfermo con tendencia a generar un asesino en serie.

La lista de homicidas secuenciales modernos es muy extensa y no se avizora que se vaya a detener en un futuro próximo; durante la Edad Media la incapacidad para comprender el fenómeno de los crímenes en serie hizo que éstos se atribuyeran a hombres lobo o a vampiros. Antes de la era freudiana las causas sobrenaturales eran la única explicación para los homicidios extremadamente violentos que incluían desangramientos y monstruosidades semejantes. El pueblo creía que tales desmanes sólo se justificaban merced a la presencia de elementos demoníacos y a la intervención de entidades malignas.

Aunque ya en la antigua Roma hubo criminales en cadena, el paradigmático caso de Jack el Destripador en Inglaterra victoriana de fines de siglo XIX suele tomarse como el primer ejemplo que tuvo fuerte resonancia mediática. En algunos de los más espectaculares casos, la lúgubre trascendencia de los mismos se debió a la crueldad empleada por el agresor. En otras situaciones, en cambio, lo que primó fue la cantidad desproporcionada de muertes cobradas por aquél. En algunos asesinos en serie prevalece la psicopatía, mientras que en otros la razón de sus delitos descansa en el impulso sexual. Algunos de ellos buscan ejercer dominio sobre la victima, pero también existen aquellos que sólo se interesan por el cadáver y matan procurando producir el menor dolor o terror posible a sus presas humanas.

La mayoría de los homicidas secuenciales actúan en solitario. Por ejemplo, Ted Bundy, David Berkowich -conocido como “El hijo de Sam”-, Henry Landrú, John Wayne Gacy, Jeffrey Dahmer y Andrei Chikatilo, y otros más. Pero también hay ocasiones donde un grupo es el que comete los crímenes seriales. Un caso típico fue el del clan de hippies liderado por el lunático Charles Manson.
 

Bibliografía: 

Investigación criminal de homicidios seriales, Daniel Silva y Raúl Torre, editorial García Alonso, Buenos Aires, Argentina, 2004, pags. 57 a 70, capitulo IV, “el homicida serial”.

Mi vida con los asesinos en serie, Helen Morrison, editorial Océano, Barcelona, España, 2004, pag. 305

Dentro del monstruo. Un intento de comprender a los asesinos en serie, Robert Ressler y Tom Shachtman, editorial Alba, Barcelona, España, 2003, pag. 77.

El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el Destripador, Gabriel Pombo, Editorial Artemisa, Montevideo, Uruguay, 2008, pags. 233 a 235.

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