La breve pero intensa historia de
los Encuentros de Teatro Joven organizados por la Comisión
de Juventud de la IMM está marcada por la acción
de tres grupos: Imágenes Delamente, LArcaza y Las
Migas del Pan Autista. Los primeros se han destacado por la presentación
del espectáculo Esto no es una vaca, una serie
de cinco happenings que han provocado más de una
polémica debido sobre todo al impacto de las imágenes
planteadas por el grupo integrado por Raúl Núñez,
Sheyla Tomas y Néstor Núñez.
En la introducción
del video Tahití de Pablo Dotta, unos años
antes de que realizara El dirigible, el joven cineasta
tomaba prestada una escena de La hora de los hornos de Pino Solanas.
A las imágenes de la matanza de una vaca
en un frigorífico, apenas si Dotta le agregó la
tonada melancólica de una canción de Fernando Cabrera
para provocar un fuerte impacto. Estético y frontal. Crudo,
pero sobre todo con la certeza de llegar al centro de una de las
posibles ideas de la discutida, más que nada en aquellos
años 80, noción de identidad nacional.
La vaca, el mismo tema que se repite hasta el hartazgo en los
libros de la escuela, en los discursos políticos, en los
cálculos de las exportaciones tradicionales, en la mesa
de la mayoría de los uruguayos. Y también en ese
rito llamado asado, que con sólo salir de Montevideo puede
incluir el propio ritual del sacrificio de un ternero en una
escena cotidiana de una tarde en el campo.
La vaca, como no puede
ser de otra manera, aparece periódicamente en el papel
protagónico de acciones artísticas. Ejemplos hay
muchos, desde la irónica canción de Los Tontos Yo
nunca vi una vaca hasta la mencionada referencia en el video
de Dotta, pero pocos llegaron a proponerla como tema central,
como eje obsesivo de una serie de espectáculos. Esto fue
lo que propusieron, en el marginal espacio del Encuentro de Teatro
Joven, y durante cinco temporadas consecutivas, los integrantes
del grupo de teatro Imágenes
Delamente.
Vaca uno
El debut de Esto no es una vaca fue en el año 1995.
El grupo integrado por los hermanos Raúl y Néstor
Núñez y Sheyla Tomas trabajó en esa primera
parte de la serie desde el escenario. Todavía no sabían
que ese primer acercamiento los llevaría a trabajar el
tema en otros planteos y búsquedas que harían crecer
la idea original.
Habíamos trabajado internamente como grupo y
sentíamos la necesidad de hacer una presentación
en público, dijo Raúl Núñez
en entrevista a Posdata.
La vaca era el gran tema, pero en esa primera acción
trabajamos el tema del tiempo desde distintos cuadros o acciones.
Por ejemplo, aparecía un hombre fumando distintos cigarrillos
en tiempo real, con la intención de hacer una traslación
donde el objeto pasara a ser lo principal. Otra de las acciones
era la de una mujer colocándose distintos sombreros. Lo
importante en esos cuadros era la acción y la reiteración
de esa acción, no el personaje ni el actor ni tampoco
lo que se representaba.
¿Dónde aparecía la vaca en ese primer espectáculo?
Estaba por detrás, multiplicada en vacas negras y blancas
que se repetían desde la cuidada escenografía.
El carácter de arte conceptual, de diferenciarse de lo
estrictamente teatral ya estaba presente en ese primer happening
producido por Imágenes Delamente en el año 1995
y que tenía una de sus motivaciones en el entonces reciente
episodio de violencia vivido en las cercanías del Hospital
Filtro.
Un elemento que nos motivó a trabajar sobre la
vaca fue lo que pasó en el Filtro. Por casualidad los tres
estuvimos ahí y vivimos cosas que nos hicieron aflorar
las historias que nos contaban de la dictadura. En ese momento
sentí una especie de traslado de un tiempo a otro. Fue
una experiencia surrealista, que no parecía real, y pensamos
que podíamos trasladar esa sensación a una acción
teatral, con cosas no reales, simuladas. Y eso se encadenó
con la idea trabajar el tema de la vaca. ¿Cómo apareció
la vaca? Y bueno, ante la falta de referentes representativos
uruguayos, pensamos que era un buen punto para arrancar como eje
temático. Nuestra identidad como grupo iba a ser la vaca.
Porque Uruguay es un
país-vaca, desde niño lo estoy viendo así.
Eso sí, en el primer espectáculo no queríamos
hablar de ella sino de lo que representa. Por eso salió
lo de Esto no es una vaca. Era la representación, no la
vaca. Y cada año se fue transformando.
Vaca dos
Después del impacto producido con la primer puesta en
escena, el grupo trabajó durante un año entero
lo que sería el segundo espectáculo. En él
incorporan otras técnicas expresivas que los acompañarían
durante toda la serie, en especial la proyección de imágenes
desde monitores. Otros elementos nuevos que aparecen en 1996
son personajes como El Carnicero y símbolos patrios que
se adaptan a la acción performática. En Esto
no es una vaca II la banda sonora sería la tradicional
Marcha a mi bandera, además de un tema de
la artista conceptual Laurie Anderson.
El del primer año había sido un espectáculo
frontal donde no hacíamos participar a la gente, así
que en el segundo año sacamos las butacas y decidimos
trabajar sobre las sensaciones. Hicimos esperar afuera a los
espectadores y les dimos de tomar leche. La intención
era seguir un poco la línea de trabajo de Marinetti y
de los dadaístas que después se retomó en
los 70 con los happenings. Sentíamos la necesidad de abordar
a la gente, provocándola solamente con imágenes.
En el medio de la platea había una caseta revestida de
acetato transparente y adentro estaba un personaje, El Carnicero,
destrozando una cabeza de vaca mientras desde un circuito de
monitores se exhibía esa escena del frigorífico
que filmó Pino Solanas en 1967 para La hora de los
hornos. Siempre me golpeó esa imagen...
La experiencia personal se filtra también en la obsesión
temática de Raúl Núñez por la vaca,
especialmente en el trágico y violento final que viven
en el infierno de los frigoríficos, virtuales campos de
exterminio. No es para nada casual que haya elegido esa imagen
registrada por Pino Solanas que luego sería retomada por
el cineasta uruguayo Pablo Dotta.
Mi padre trabajó en el abasto muchos años
y tanto mi hermano como yo vivimos cotidianamente la masificación
destructiva de la vaca. No es lo mismo ver carnear un animal
en un campo, que tiene otra connotación, que estar en
un frigorífico o en una yerra, dice Núñez.
Por eso también, está presente la necesidad del
grupo de buscar el camino de la simulación, de mostrar
desde diferentes ángulos esta muestra del horror cotidiano.
En Esto no es una vaca II pretendimos
mostrar a la vaca desde distintos ángulos, por eso introdujimos
esas imágenes combinadas con música de Laurie Anderson
y un nuevo eje temático, patriótico, con la Marcha
a mi bandera. En un momento se congelaba la imagen de los
televisores y empezaba a sonar la marcha; allí El Carnicero
se quitaba la ropa blanca manchada de sangre para convertirse
en el Hombre de Traje con su maletín y su cabeza blanca.
Vaca tres
La sensación de haber concluido una trilogía estuvo
presente en la realización de Esto no es una vaca III,
presentada en el Encuentro de 1997, que fuera también
el espectáculo más polémico del grupo. No
pocos espectadores se sintieron agredidos cuando El Carnicero
simuló el degollamiento de un ternero en escena. Los integrantes
del grupo también se sintieron conmocionados en esa puesta
y por eso vendría una parte cuatro y una posterior parte
cinco de la serie.
El primer año había sido frontal,
el segundo de intervención, así que
el tercero la idea directamente era provocar, no escupiendo a
la gente, sino buscando una provocación interior, que
viniera de la gente misma. Para eso colocamos esa gran mesa donde
los espectadores comieron trozos de carne, en un ambiente de
algarabía, al comienzo de la performance. Armamos dos
grandes cruces que en el centro tenían monitores emulando
el Sagrado Corazón de Jesús y sonaba una música
de Canto Gregoriano mientras la gente se iba sentando. Y cuando
se iluminaba la escena se veía a Clorinda -la famosa vaca
de la publicidad- en los monitores y a un ternero vivo colgado.
Estuvo muy discutido dentro del grupo si lo sacríficabamos
o no. Al final optamos por la representación, pero la
gente se indignó tanto que se generó una conmoción,
una energía que nosotros también la sentimos. El
tema era abordar la agresividad y creo que se logró.
Aún hasta el día de hoy, pasados dos años,
Núñez dice que hay gente que le recuerda la performance
de 1997, que provocó entre otras cosas que el propio jurado
los descalificara de la competencia del Encuentro de Teatro Joven.
Fue también el único año que no estuvieron
entre los grupos premiados, galardones que se hicieron cotidianos
junto a los grupos LArcaza y Las Migas del Pan Autista.
Algunos nos preguntaron después de la acción
por qué no habíamos avisado de qué se trataba
el espectáculo, recuerda Núñez.
Pero es así,
la vida no te avisa. Es una cosa lógica: lo tomás
o lo dejás... Otros elementos que aparecieron esa vez
fueron el personaje del Payaso Artiguista vestido de blandengue
y la bandera de los 33 Orientales con el lema Libertad
o Muerte, que es también cuestión esencial
de la vaca, ya que o está libre en el campo o muerta en
el frigorífico. Y mientras hacíamos el ritual del
sacrificio había un coro cantando la Oda a la Alegría.
Lo curioso de lo que produjo este acto es que te vas 30 kilómetros
de Montevideo y es normal que estén matando un ternero
y comiendo un asado al mismo tiempo.
Vaca cuatro
El tema de la represión había estado presente,
desde aquella noche negra en el Filtro, en las búsquedas
creativas del grupo Imágenes Delamente. Por eso, la cuarta
parte de la serie Esto no es una vaca tuvo ese tema como
eje y se desarrolló en plena calle, fuera del teatro de
Don Bosco.
En el cuarto espactáculo trabajamos el tema social
de la represión. Lo hicimos en la calle, sacando al público
para que se sintiera desprotegido y que no tuviera la seguridad
de la butaca. Colocamos proyectores en edificios cercanos para
exhibir imágenes de campos de concentración, que
mostraban la degradación del hombre por el hombre. Y a
nivel del piso proyectamos de nuevo las imágenes de La
hora de los hornos, de esa vaca que es golpeada, desangrada
y muerta. Tomamos allí el tema de los desaparecidos, abordando
por primera vez y directamente un tema social. Como elemento
patriótico incorporamos El Pericón,
interpretado por un grupo de instrumentistas de viento. Ellos
fueron los que abrieron la acción, cuando aparecían
los payasos en unos andamios desplegando carteles: unos con rostros
de desaparecidos y otros con imágenes de torturadores
y personajes de la dictadura militar. Utilizamos los rostros
más famosos, aquellos que se habían
vuelto acción reiterada, o sea simulación, y que
habían perdido la verdadera esencia humana. Por eso apelamos
a la fotocopia, a la masificación de imágenes de
fotocopiadoras. Y como intermediarios estaban presentes las vacas,
blancas y negras, del primer espectáculo. Cuando se desplegaban
totalmente esos carteles, otros dos personajes terminaban de
llenar con leche un tanque en donde estaba otro personaje que
se transformaba, por un acto de magia, en un bacaray. O sea que
mutaba en un aborto, en la vaca que no fue.
La crudeza de las imágenes de ese cuarto espectáculo
pretendieron otro virtual traslado, según
Núñez, que no apelaba a la politización
del grupo sino a un viaje emocional.
Nos involucramos en el tema de los desaparecidos emocionalmente;
queríamos traer la sensación. Eso lo conversamos
mucho con las Madres cuando estábamos preparando esa acción.
Siempre les dijimos que no queríamos involucrarnos políticamente.
Hablando estrictamente de la serie performática fue, desde
cierta mirada, el verdadero
cierre de Esto no es una vaca.
Recién en ese año estábamos por
terminar la teoría de la vaca. La mayoría de los
grupos trabajan antes la teoría que el espectáculo
mismo. Nosotros nunca nos metimos en ningún ámbito
ni nos contaminamos en ninguna rosca o movida, ni para bien ni
para mal. Hicimos en todos estos años un trabajo interno,
con una única presentación al exterior en los Encuentros
y después seguimos trabajando con intervenciones urbanas.
Vaca cinco
En 1999, Imágenes Delamente presentó el quinto
y último espectáculo de la serie Esto no es
una vaca. Volvieron a estar nuevamente entre los premiados
realizando esta vez una especie de recorrido sensorial por los
diferentes tópicos tocados en los espectáculos
precedentes.
El quinto era la necesidad del grupo de terminar con
esto de la vaca, de terminar con el proceso porque había
sido también un proceso muy personal, obsesivo y enfermante.
Este año incorporamos diez niños de la calle y dos
travestis. La propuesta era
cantar dos canciones infantiles: La vaca y la flor
y La vaca lechera. Trabajamos el escenario frontal,
la platea, la tertulia del tercer espectáculo, y después
volvimos a sacar al público a la calle. A los niños
les tocó estar en la tertulia y desplegar la bandera de
los 33 Orientales. Y como sentíamos la ambigüedad
de la vaca, lo andrógino,
por eso fue que incluimos travestis. Ellas cantaron La vaca
lechera atravesando la platea de Don Bosco metiéndose
dentro de la imagen de una pantalla. En otro contexto podrían
parecer escenas ridículas, pero quedaron muy potentes porque
estaban representadas por gente que no fue a actuar sino a representarse
a sí mismos. Estuvieron también el coro, El Carnicero,
los malabaristas, los zancudos y todos los personajes de los otros
espectáculos.
La pregunta obvia es si alguna vez se van a volver a repetir
estas acciones. No va a haber más vacas en este
estilo, dice Núñez, pero asimismo el
grupo acaba de presentar un proyecto en Fondo Capital para realizar
un espectáculo mayor en otro espacio, además de
dejar registrado el video que se exhibió en el último
happening y un cd de canciones y bandas sonoras incidentales
que trabajaron en colaboración con el músico Gabriel
Cordova.
La única certeza es que Esto no es una vaca parece
haber dejado el terreno de la acción para convertirse en
otro interesantísimo ejemplo del teatro alternativo uruguayo,
que ha dejado en estos últimos años leyendas underground
como las de los grupos Con Perdón de los Presentes, Moxhelis
y Jarabe Blues. Lo que hicimos en estos cinco años
fue nada más que crear un espctáculo. Ahora que
ya terminó nos sentimos liberados de esa presión,
de esa obsesión, concluye Núñez.
* Publicado
originalmente en Posdata
|
|