El siglo
XX transcurrió bajo el signo del superpoder
nuclear:
una guerra fría con confrontaciones políticas de
bloque a bloque; una retórica militar de respuestas gradualmente
acrecidas; una ilusión (extrañamente
confortable)
de "destrucción mutua asegurada". El desaliento
campeaba. El código era la disuasión. Una cultura
aburrida viviendo en la tierra sombría de "Apocalipsis
now".
Esto terminó
el 11 de Setiembre. El campo del poder
quedó dado vuelta. La triunfante era del último
superpoder repentinamente dio paso hacia la contagiosa lógica
del poder viral. En lugar de una axiomática certeza de
un jaque mate nuclear, emerge ahora la incertidumbre radical del
terrorismo de micro-poder. El siempre suspendido sueño
del holocausto tecnológico es desafiado por el sueño
del fanatismo
religioso.
La lógica del desaliento no funciona más. El desánimo
sólo trabaja en un juego mortal donde los adversarios tienen
como interés primario el preservar sus propias vidas. El
sacrifico de la propia vida es el primer gambito y el real combustible
psicológico de los comandos suicidas.
La disuasión. cuyo código está íntimamente
vinculado a las políticas basadas en la preservación
del territorio, es inoperante. Por el contrario, el poder viral
es precisamente terrorista porque ocupa sólo el imaginario
territorio de cambio simbólico. El éxtasis religioso
de un repentino, inesperado y devastador golpe contra la capital
simbólica del imperio estadounidense: la trinidad del World
Trade Center,
el Pentágono y las aerolíneas de América.
El terrorismo de la nueva era
del poder viral tiene estas cualidades simbólicas:
* es un micro-poder,
no un superpoder.
* es de baja tecnología, no de alta tecnología
- y por lo tanto, invisible a los buscadores ópticos del
sistema tecnológico imperante. Paradójicamente,
la debilidad (tecnológica) del poder viral es su fortaleza.
* es subterráneo, secretamente conducido por un espíritu
de cruzada, igual a la furia religiosa de la Edad Media. Rompiendo
las reglas de la cultura establecida, reclama una no-responsabilidad
y por consecuencia habla claramente a la imaginación cultural
de los suprimidos y los impotentes de todos lados.
* es una cuestión de violencia biológica, no física.
Fluyendo invisible a través de la pantalla retórica
del "sistema anti-balístico de misiles", el poder
viral adopta la estrategia de ataque parásito: invadiendo
el cuerpo del huésped (la tierra patria estadounidense), desangrando su inteligencia táctica
(esas escuelas
de vuelo en Florida),
circulando en su flujo sanguíneo comercial (Aerolíneas Americanas), e implotando en una violenta
y fatal metástasis que tenía como su objetivo la
infiltración del paisaje mediático a través
de sus efectos
apocalípticos.
El poder
viral evita conflictos con los activos militares reales de la
nación huésped, porque su real intención
es un golpe estratégico a los medios de comunicación. El poder viral
es entendible sólo en el lenguaje
mediático:
los espectáculos gemelos de tristeza y terror; el doble
lenguaje de fascinación y pavor. En los días posteriores,
el espectáculo mediático cambiará hacia el
lenguaje viral de rabia y revancha.
Trágicamente, los misiles reales fueron esos estadounidenses
tomados como rehenes en el aire. Los objetivos reales no fueron
los endurecidos silos de misiles, pero sí los símbolos
dominantes del poder estadounidense. El terrorismo real fue la
desestabilización del gobierno Americano. La guerra real
es la venidera guerra a las libertades civiles como precio para
el combate al terrorismo. El real "punto de partida"
fue provocar a Estados Unidos hacia actos de venganza que sólo
alimentarán rápidamente la futura ira del poder
viral. El escenario del terrorismo, entonces, es como un virus
mutante que se copia a
sí mismo en la ira estadounidense contra el "chivo
expiatorio". El poder viral entra en el mar, el cielo y la
tierra. No puede ser derrotado por los métodos normales
de guerra nuclear. Sólo puede ser copiado.
El virus del terrorismo está por entrar al torrente sanguíneo
estadounidense, tomando la democracia de rehén. Escuchen
al líder de la minoría de la Cámara de Diputados,
Richard Gephardt:
"Estamos en un nuevo mundo. Tenemos que rebalancear la
libertad y la seguridad. No podemos quitar las libertades civiles
de la gente. Pero no vamos a tener toda la apertura y libertad
que hemos tenido."
La implosión de la democracia Americana, entonces, como
último objetivo de los comandos suicidas. La "guerra contra el terrorismo" puede, finalmente,
haber comenzado, pero la primera baja puede bien ser la libertad
estadounidense como fuera vislumbrada antes del 11 de Setiembre
de 2001.
Traducción
de Katia Engler
* Publicado
originalmente en Revista Crac, Nº 2
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