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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 




Chico Migraña
 

Sandino Nuñez

Tengo un objetivo vago. Inicio la búsqueda. Pasan las pantallas, las asociaciones, los links, la incesante galería de espejos. Me distraigo, me detengo en tal o cual pasaje lateral, me entusiasmo


La cosa es tan simple como empecinada y extraña. Cada vez que entro a internet me duele la cabeza. No es una cefalea oftálmica: Puedo pasar noches enteras en un procesador de texto o en un programa gráfico o componiendo música en algún tracker, con las luces apagadas. Es internet. No han transcurrido cinco minutos de navegación y lo verifico: me duele la cabeza. No es un dolor tensional: es un embotamiento, un encierro.

Tengo un objetivo vago. Inicio la búsqueda. Pasan las pantallas, las asociaciones, los links, la incesante galería de espejos. Me distraigo, me detengo en tal o cual pasaje lateral, me entusiasmo súbitamente, me defraudo. Entiendo que el objetivo inicial se ha desdibujado. ¿Qué busco? ¿Dónde estoy? (quiero decir: ¿en qué punto de la búsqueda?¿qué tan lejos o tan cerca del objetivo?). Toda teleología fracasa, toda proyección colapsa. Una especie de haraganería me domina. No se trata, entiendo, de una búsqueda, sino de una experiencia de deriva. La palabra navegación viene exactamente al caso: tengo algo de Ulises arrastrado por el viento. No busco absolutamente nada. Me dejo llevar.

Como si recorriera el dial de la radio o hiciera zapping en la tele. La experiencia estética en estos casos quizá no sea la de seleccionar, discriminar, comparar, traer al objeto al asentamiento de mi gusto, de mi preferencia, sino la de sorprenderme. No busco, pero a veces encuentro. Navegar tiene poco que ver con el deseo.

Veamos. Siempre me han simpatizado intelectualmente (y me simpatizan) todas las formas de relativismo, las nociones débiles, el poco respeto a las grandes estructuras piramidales del pensamiento clásico. Me han simpatizado las asociaciones horizontales poco jerárquicas (me gustan en su carácter un poco incivil, despreocupado). Pienso en las cadenas asociativas de logogenes encendiéndose, relampagueado. La tormenta primordial de la creación.

Para decirlo a la francesa, me estimulaba todo lo rizomático, lo nomádico. Era una forma de crítica también. Contra el despotismo de los racionalismos burocráticos, contra el dominio y la colonización, contra la tendencia de toda institucionalidad a fabricar mediocres, contra la obediencia y el respeto sagrado como formas de militancia intelectual, en fin.

Pero resulta que ahora, cuando el ciberespacio me lo da todo en bandeja, a mí me duele la cabeza.

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