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ISSN 1688-1672

 



Terquedad de la escritura

Carlos Rehermann

La pantalla de las computadoras es un encuadre emparentado con el encuadre cinematográfico: una especie de ventana fija a través de la cual se puede percibir un mundo móvil. Nada más natural que la lectura en pantalla reinventara el rollo de la antigüedad

Las primeras versiones escritas de La Ilíada tenían algo en común con Internet: para leerlas, no se pasaban páginas, sino que se desplegaba un rollo con una mano y se enrollaba en el otro extremo, con la otra, dejando que las sucesivas partes del poema quedaran expuestas ante los ojos del lector. Parece que el hecho de que La Ilíada tenga
veinticuatro libros se debe a que eran necesarios veinticuatro rollos para contenerla.

Esa era una desventaja de los rollos: ocupaban mucho lugar. En primer término, una obra larga como La Ilíada no podía ser escrita en un solo rollo. Para trasladarlos, los letrados necesitaban accesorios especiales. Como un uruguayo con matera, los literatos romanos se paseaban por el foro con unos estuches cilíndricos donde guardaban sus valiosas colecciones de manuscritos. Para leer un rollo, además,
era necesario utilizar ambas manos.

Este asunto era de la mayor importancia, en vista de la preocupación que los romanos tenían por la comida. Era frecuente, tal vez también por ese motivo, que se organizaran reuniones de lectura donde numerosos oyentes se deleitaban con el sonido de la voz de un buen lector profesional, al mismo tiempo que disfrutaban de golosinas exóticas, reclinados en sus asientos.

Julio César envió una vez una serie de documentos a las Galias, y lo hizo en forma de códice, es decir, de libro con hojas escritas por ambos lados. Al parecer, se trató de una cuestión de urgencia y economía. Pasó cierto tiempo hasta que el libro tal como lo conocemos en nuestra época se impusiera como la forma más común de soporte para la escritura.

Escribir por ambos lados y usar una sola mano o poder apoyarlo sobre un atril para leer fue sin dudas un conjunto importante de ventajas. Nuevos materiales, como el pergamino (pieles curtidas y pulidas, provenientes originariamente de Pérgamo), y más tarde el papel, permitieron reducir los costos, aumentar la producción y la
comodidad de lectura, de manera que se produjo un aumento considerable de la cantidad de libros y de lectores.

Con la irrupción de Internet, se produjo un curioso giro en la forma del soporte de la escritura. La pantalla de las computadoras es un encuadre emparentado con el encuadre cinematográfico: una especie de ventana fija a través de la cual se puede percibir un mundo móvil. Nada más natural que la lectura en pantalla reinventara el rollo de la antigüedad. Mediante barras de deslizamiento, el lector mueve el texto hacia arriba y hacia abajo.

Las computadoras también redescubrieron al lector profesional, esta vez en forma de programas de sonido que transforman los signos escritos en una voz sintética que fonetiza las letras, o que a partirde fonemas escribe las palabras (como un poeta romano podía dictar sus
poemas a un esclavo escribiente). Esta reinvención del rollo, producto de la familiaridad con una ventana virtual que se hizo posible con el nacimiento del cine y por lo tanto del lenguaje visual-cinético (que algunos percibieron como el comienzo del fin de la lectura), produjo un fenómeno similar al que ocurrió cuando se inventó el códice: una explosión lectora.

Internet es el reino de la lectura, el universo de
la palabra escrita. Quizá, si el progreso técnico así lo permite, Internet se cinematice, tal vez haya un retorno a la utopía visual de la inmediatez y la globalidad que hizo entrever el nacimiento de la televisión.

Pero da la impresión de que la escritura, empecinadamente, se apropia de cada nueva tecnología, de cada nuevo artilugio, para volver a nacer, incansable, invencible, renovada, con nuevas profundidades y densidades, haciéndose, con cada nacimiento, de más espacio, captando más adeptos, generando cada día más textos, que, como éste, se ocupan de ella y de sus nuevas formas.

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