"Shall I sue, shall I seek for grace,
Shall I pray, shall I prove"
John Dowland, Shall
I sue.
No una, sino muchas. Aquí y en cualquier parte, más
que de una filosofía (claro
está la que empezó a concebir al sofós
como "clarividente", del indoeuropeo touguho,
y que cada "forma de pensamiento" no occidental tendría
que asimilar en virtud de un paulatino proceso de naturalización
hasta quedar, como pisciculus de Tertuliano, "inmerso
en la corriente de pensamiento occidental"), vale hablar de una pluralidad
de lenguas filosóficas.
En kichua, por ejemplo,
asegura Glauco Torres en su Diccionario Kichua-Castellano,
"filósofo" se dice huakaki, siendo huaka
lo "insólito/hermoso/sagrado", la "caverna",
el "entierro", el "sepulcro" y la "monstruosidad",
el "ladrón, el "loco".
Traductibilidad que, como
la de cualquier palabra
en cualquier idioma, no va sin rodeos, ni residuos,
ni regresos fantasmales de lo no traducido. Ignorarlo sería
confiar en la exterioridad simple del packing significante
respecto del producto conceptual supuestamente contenido, así
como confiar en la intraducibilidad completa equivale a creer
en la adherencia compacta de tal superficie significante y de
la profundidad conceptual que le sería asignada de manera
homogénea y unívoca.
Negar a América Latina
-la de habla kichua, que de ninguna manera es "completamente
extraña a lo que podría llamarse cultura latinoamericana",
así como no lo son la inca ni la azteca: ¿qué
otra cosa podía dar a entender Martí al reclamar
el estudio de "nuestra Grecia"?-, negarle filósofos
por tener huakakikuna sería casi tan abusivo como
negar el entrenalgas a una india de Tambobamba, Perú, provincia
de Apurimac, por tener siki, en lugar de "culo" propiamente dicho.
"Culo", en efecto,
pariente, como "collón", de culleus (el
saco en que se cosía y ahogaba al parricida),
proveniente del latín culus
y del griego koleión, "vagina", "vaina",
sugiere del trasero más lo infundibuliforme que lo fundacional.
Por el contrario (en fin, una contrariedad de la que habría
que hablar mientras tarda la intraductibilidad universal, y que
no implica necesariamente ni la polémica ni la prueba
contundente), siki
sopla más lo convexo que lo cóncavo, más
imanado por la solidez teórica que dispuesto a la morbidez
del asentamiento. Siempre que, de lo pertinente a la theoría
-: "observación" de un espectáculo, preferiblemente
de un desfile o de una procesión-, retengamos la acción
ordenadora que pueda tener lugar al margen del componente eidético,
propiamente óptico, que aquí corresponde a una
toma de posición más dictada por la gravedad de
la masa que por el vuelo penetrante de la perspectiva.
En todo cuento,
siki -: "trasero, nalga; asiento, base; extremidad;
raya, línea, tira; residuo; hurón"- parece
aludir a un efectivo principium retionis, pues, más
que la béance substraída al fundamento, más
que la invaginación en su reserva abismal, apunta al fundamento
mismo, germánicamente entendido en su implicación
gnoseológica, Grund heideggeriano, Bestand.
Así surgieron
las voces sikiana ("amontonar",
"apilar", "medir por medias brazas", que
al definir la Stellung en su protuberancia no deja de
referirse a la racionalización meticulosa), siknana ("regar", "esparcir") siknina ("desordenar", "descomponer"), que, al anunciar la ruptura
del siki, manifiestan simultáneamente la desintegración
del control lineal y de la medida teórica, o, en otras
palabras, esa desarticulación de la oposición praxis/teoría
que significa "desconstruir" y "diseminar".
Sin que estas consideraciones,
casi más ventosidades que ideas claras y distintas, nos
constriñan a deducir "ordenadamente", sikisikilla,
la imposibilidad de erguir determinada Gestalt teórica
a partir del culus mediterráneo.
En suma, la
actividad del filósofo y la del huakaki no serían
ni totalmente intraducibles ni integralmente traducibles la una
en la otra, ni, por encima de todo, su común repertorio
operacional podrá nunca constituir un fabuloso caudal conceptual
en que bautizar a otras formas de pensamiento.
"Pluralidad de lenguas
filosóficas", entonces. Es la definición
de la serie de seminarios del Collège International de
Philosophie que justamente en una de las desembocaduras de aquel
río que hace rato ha dejado de creerse Jordán Filosófico,
reunió a judíos, árabes, chinos y africanos
para discutir de la inagotable
inestabilidad de sus posibles filosofías, de cualquier
filosofía.
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