ACTITUD. El diccionario
RAE registra tres entradas de las que menciono solamente dos: 1.
Postura del cuerpo humano, especialmente cuando expresa algo con
eficacia. 2. Disposición de ánimo manifestada de algún modo. En el
nuevo contexto la palabra se carga de un sentido psicosocial, o
cognitivo, o conductista sistémico, y empieza a tener significados
como "forma de motivación social que impulsa y orienta la acción
hacia determinadas metas", o "sentimiento a favor o en contra de un
cierto objeto social". La verdad de
actitud se desplaza desde la
superchería de un fantasma (ánimo) que se manifiesta en el cuerpo a
la mecánica pragmática de los cuerpos, las motivaciones, las
acciones, las metas y los 'objetos sociales'. Finalmente, actitud
viene a ocupar el centro glorioso de una nueva escena hecha de
cuerpos, motivaciones, estímulos, energías y metas, actitud es la
chispa de voluntad necesaria para que todo nos salga bien, es la
clave positiva de la vida. Oímos: "hay que tener actitud" (un profesor
de coaching y emprendedurismo). En este contexto hay,
razonablemente, una página web llamada ACTITUD
URUGUAY, otra ACTITUD PILATES, otra ACTITUD
FITNESS, etcétera. Por último, actitud se vincula a la
hipergestualidad desafiante y a una especie de coreografía de la
rebeldía tipo 'malos de la clase' que tiene la música urbana de
comunidades de negros y latinos en Estados Unidos (Los Angeles,
Miami). "Como artista es mediocre, pero tiene actitud" (un crítico de
reguetón), "música con actitud" (el eslogan de una radio). Es obvio
que los estímulos químicos nos llenan de actitud: basta ver un
ejecutivo que ha tomado Pharmaton o un acelerado de cocaína en una
disco.
INTELIGENCIA. Independientemente de todas las paparruchas que
pudieran florecer a la sombra de esta palabra, históricamente ha
estado ligada a la famosa CONCIENCIA DE sí y a la "lectura interior"
que se atribuye a Agustín. Razonablemente, la esperaba un destino
'más maquínico': capacidad de entender, capacidad de procesar
información, capacidad de resolver problemas. Del ABISMO INTERIOR a
cierta capacidad de actuar con creatividad y eficacia en el entorno.
Del nihilismo o la negatividad del sujeto a la afirmación plena de
la vitalidad de la máquina que crea, entiende, procesa, comunica,
persuade, resuelve. Como si el sujeto fuera un invento fantasmático
solipsista o individualista y la inteligencia debiera ser recuperada
para una sana escena colectiva de intercambio, comunicación y
resolución de problemas prácticos. Ciertos 'excesos maquínicos' de la
inteligencia se combaten con las teorías de las INTELIGENCIAS
MÚLTIPLES o con la noción de INTELIGENCIA EMOCIONAL, etcétera, por
lo cual no hay personas más inteligentes que otras, sino que todos
tenemos inteligencias diferentes o 'capacidades diferentes'. Este es
el gran axioma del minoritarismo democrático. La
palabra prospera, de
todas maneras, en un mundo de empresas de tecnología y servicios, en
expresiones verdaderamente exquisitas como 'soluciones
inteligentes', 'casas o edificios inteligentes', 'autos
inteligentes', 'teléfonos inteligentes'. Todos remiten a un mundo en
el que los productos o los servicios tienen la
inteligencia de
adaptarse a la libre demanda del consumidor o del usuario, quien a
su vez cree que su gran acto inteligente ha sido elegir ese producto
o ese servicio, para entregarse luego pasivamente a la comodidad de
que las cosas piensen por él. Las cosas son inteligentes, nosotros
no.
* Publicado
originalmente en Tiempo de Crítica. Año I, N° 9, 8 de junio de 2012, publicación semanal
de la revista Caras y Caretas.
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