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ISSN 1688-1672

 



CINE - NARRATOLOGÍA - MEGA-NARRADOR - SUB-NARRADOR -

El relato cinematográfico y sus narradores

Miguel Lagorio

(...) los estudios de narratología, vinculados tanto al hecho literario como al audio visual, son relativamente recientes y, además, suelen plantear diversos puntos de vista sobre un mismo tema; es decir, las definiciones y conceptos varían según el autor que las formula


¿Quién narra los hechos, quién articula el relato que vemos desarrollarse en la pantalla? 
A poco de comenzar a pensar nos damos cuenta que el universo de respuestas posibles es muy vasto; los estudios de narratología, vinculados tanto al hecho literario como al audio visual, son relativamente recientes y, además, suelen plantear diversos puntos de vista sobre un mismo tema, es decir, las definiciones y conceptos varían según el autor que las formula; por más que haya concordancia en ciertos bloques formales siempre existen ciertas diferencias de enfoque. Aquí sólo trabajaremos algunos conceptos y ejemplos que pueden ser útiles para plantear el tema.

Antes que nada decir que los relatos cinematográficos tejen un entramado de elementos audiovisuales que coexisten durante el desarrollo del relato: las imágenes, las palabras (diálogos, monólogos, citas, inter-títulos, textos insertados, etc.) los sonidos, la música;  van generando una narración de naturaleza polifónica que admite muchísimas variables que no es fácil describir; existen muchísimos filmes que se constituyen como modelos sólo de sí mismos, que plantean originalidades narrativas que no se pueden codificar porque casi no se repiten en otros filmes.

La tendencia es admitir que siempre existe alguien que narra, alguien que articula el relato audiovisual que vemos y oímos desarrollarse en una pantalla. Sin embargo existen diferentes tipos de estrategias para organizar la instancia narrativa, según criterios ideológicos, estéticos y estilísticos.
 

Mega-narrador; sub- narradores y su lugar en la diégesis
 

La tradición cinematográfica hegemónica, identificada por Noel Bürch como portadora de un modo de representación institucional (MRI), ha formulado una estrategia narrativa que sugiere que el mundo representado se relata a sí mismo; es decir, ha borrado sistemáticamente las huellas de los procedimientos enunciativos sobre los cuales se articula el relato cinematográfico, y lo ha hecho así en la creencia de que ése es el modo más idóneo para involucrar al espectador, para que realice ese “viaje inmóvil” desde su butaca hacia el interior de la diégesis.

Por lo tanto, la mayoría de las veces la historia sugerida por el argumento se articula sobre un relato sin narradores aparentes en el que simplemente fluyen los hechos sin nada que medie entre ellos y el espectador. Un mega-narrador, una instancia superior y, en general, omnisciente, nos revela no sólo los hechos,  las emociones y pensamientos de los personajes, sino que sería el responsable del relato global, de todos los recursos expresivos puestos en juego para crear ese mundo ficcional y de supuesta existencia autónoma. Varios teóricos sitúan al resto de las instancias narrativas como secundarias respecto a aquella fundamental; así, habría un mega-narrador y luego una serie de sub-narradores o narradores delegados que clasifican en: narradores extradiegéticos (quienes narran desde fuera de la historia) e intradiegéticos (quienes narran desde la diégesis) A su vez, los narradores extradiegéticos se dividirán en dos: aquellos que no son personajes, y aquellos que participan de la historia.

El filme Soberbia (The Magnificent Amberson, 1942, Orson Welles) comienza con un voz en over (en este caso la del propio Welles) que presenta a algunos personajes de la familia Amberson y su época;  en Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975)  otra voz over narra a lo largo de toda la película ciertas instancias decisivas o relevantes sobre el personaje principal y sus andanzas. En ambos casos el narrador (identificable sólo por su voz, que denominamos over porque es emitida desde fuera de la diégesis, no participa de ningún modo en la historia como personaje, aparece con el único cometido de narrar alguna porción del relato, y narra desde otro tiempo; nos cuenta algo que ya pasó; la historia de la familia Amberson, la historia del ascenso y caída de Redmond Barry) es claramente extradiegético, o, siguiendo los términos descritos más arriba: un sub-narrador o (narrador delegado) que interviene esporádicamente en el relato para enfatizar determinados hechos o reflexionar acerca de ellos.

En  ¡Qué verde era mi valle!  (How green was my valley, John Ford, 1941) el narrador participó de la historia que se dispone a narrar: el adulto que deja su valle natal  nos introduce en el relato que dará cuenta de su propia historia, la de su familia y su entorno: una población rural y minera de Gales, a comienzos del siglo XX. Podríamos establecer, entonces, que existe alguien, un narrador, que comienza relatando en primera persona y en presente (…dejo este valle para siempre, después de haber vivido…), mientras que el plano nos muestra fugazmente parte de su cuerpo y las manos empacando algo en un atado o bolsa. El narrador se dirige a nosotros, los espectadores, para referirnos una historia ya concluida: el tiempo de su infancia; es su relato el que se apresta a abrir la instancia diegética (ver la película es asistir al desarrollo de  su relato), por tanto, en el preciso momento en que se dirige al espectador lo hace desde fuera de la historia, y eso lo ubica como un narrador extradiegético, por más que los planos siguientes que continúan el relato ya nos instalen en ese pasado: mientras el narrador reflexiona en torno a la memoria va introduciendo a los integrantes de su familia (padre, hermana, etc.). Un vez que la voz narradora se retira, aquella instancia narrativa superior ya citada corporiza al niño que irá filtrando el relato a través de su conciencia: recuerdos, memorias, una serie de acontecimientos ordenados cronológicamente articularán el relato.

En El ocaso de una vida (Sunset Boulevard, Billy Wilder, 1950; el muerto- un escritor en desgracia que se convierte en amante de una adinerada ex estrella de cine, retirada y emocionalmente perturbada- nos convoca a conocer los hechos tales como fueron; las causas que determinaron que ahora lo veamos flotando boca abajo en la piscina de una mansión. Salvando el hecho de que el narrador sea un muerto, se plantea una situación similar a la anterior: Alguien comienza a referir una serie de acontecimientos dentro de  los cuales se vio involucrado. Mientras pasan los créditos iniciales del filme suceden varias cosas desde el punto de vista narrativo: un travelling nos lleva por la avenida, previamente identificada como Sunset Blvd. La música (extradiegética) crea, desde el comienzo mismo del filme, un clima inquietante, digamos, ominoso; cumple con una función narrativa al aportarle al relato (que siendo un relato cinematográfico es siempre un relato audiovisual) ese tono lúgubre necesario para introducir una historia de muerte y locura. Se confirma con el tercer elemento que entra en juego: la voz over narradora que establece lugar y hora exacta de los hechos (como un parte policial)  invitando al espectador a conocer los hechos de primera mano, es decir, a ver y escuchar el relato del asesinado. Y aquí es donde sucede la transformación: la voz que relata en tercera persona, pasa a la primera  “yo estaba viviendo en un departamento…”,  de allí en adelante el que era narrador y relataba desde un más allá de la historia (en este caso, doblemente) se convierte en un personaje, en parte de la diégesis.

Ahora, si pensamos en los diferentes narradores de El ciudadano (Citizen Kane, 1941, Orson Welles), ¿quién atraviesa la verja de la mansión, ignorando el cartel que dice  “No Trespassing”, y luego las paredes de la habitación para asistir a la muerte de Kane?

Obviamente quien lo hace es esa instancia narradora superior, ubicua y omnisciente, que denominamos mega-narrador, . Pero, si pensamos en aquellos quienes proveen de información al reportero Thompson para su investigación, ¿qué lugar ocupan como narradores en el filme? Tomemos a Leland, por ejemplo: es claramente un sub-narrador ya que participa en la historia; su relato no lo dirige hacia el espectador desde un más allá narrativo, sino directamente a otro personaje que lo está interrogando.
 

Audiovisualización del relato del narrador; relato y sub-relato
 

¿Qué ocurre cuando Leland comienza a narrar lo que sabe de Kane al reportero Thompsom? Leland, desde el presente del relato, comienza a referir hechos del pasado (flash-back o analepsis, es decir, un quiebre de la línea temporal; el relato presenta un acontecimiento que tuvo lugar en el pasado); Leland desaparece de la imagen, su voz en over se mantiene unos segundos verbalizando el comienzo del sub-relato, hasta desaparecer para dar lugar a la representación audio-visual de ese pasado; entonces vemos la secuencia de montaje de los desayunos de Kane con Emily, su primera esposa.

La pregunta podría ser ¿cómo sabe tantos detalles Leland (diálogos, expresiones, ropa de los personajes, cómo estaba puesta la mesa, y un largo etcétera) si, como cabe suponer, la pareja estaba sola cada vez que se presentaban esos intercambios de palabras, comentarios, disputas y, hacia el final, silencio e indiferencia? Lo que se  podría cuestionar aquí es la naturaleza o la profundidad del conocimiento de Leland. Sin duda sabe lo esencial: que la pareja derivó desde el amor hacia la indiferencia y el hastío, y suponemos que lo sabe por haber presenciado algunos hechos, deducido otros, y quizá, porque alguno de los dos integrantes de la pareja le pudo contar algún episodio. Es el  mega-narrador quien  vuelve  a tomar el control del relato;  que de Leland provenga la información no quiere decir que la misma nos sea presentada desde su punto de vista; el relato en el pasado no se focaliza a través de una supuesta visión de Leland; en síntesis, no es lo que Leland vio, es lo que Leland sabe, y  ese saber el mega-narrador lo audiovisualiza (nos los muestra y hace escuchar a los espectadores) de la forma más conveniente y funcional al relato.

Otro tanto podríamos decir del relato del narrador de How green…, o del relato del narrador de Sunset…; es obvio que hay datos e información que los narradores no poseen y sin embargo vemos y escuchamos en el argumento relatado; sin embargo, no los desautoriza (en este caso) como fuente confiable porque es el mega-narrador quien se responsabiliza del conjunto global del relato audiovisual.

Existe otra instancia en que se narra desde la historia, desde el espacio diegético, pero manteniendo el relato la forma oral, es decir, sin transformarse en un sub-relato audiovisual. Citamos la secuencia en donde Alma (Bibi Anderson) le relata a Verónica (Liv Ullmann) el episodio erótico de la playa, en Persona (Ingmar Bergman, 1966). Con su relato, Alma informa a Verónica de un hecho de su pasado, es decir, habla de él, pero no hay intervención del mega-narrador audiovisualizando  el relato; no hay aquí realmente ninguna analepsis o flash-back, en la medida en que seguimos viendo a ambas mujeres en el presente del relato, y en el mismo espacio que ocupaban antes de que Alma comenzara a narrarle a Verónica su experiencia erótica. Lo que en el filme de Bergman importa es, precisamente, la verbalización de esa experiencia, cómo la actualiza Alma, y qué le sucede desde el punto de vista emocional al comunicar a otro esa experiencia.

 
Junio 2010

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