Manipulando Relatos,
un libro de William Faulkner en que se recogen varias narraciones
publicadas en revistas y que fueron posteriormente adaptadas
por su autor como capítulos de novelas, otras que sólo
aparecieron en revistas y algunas inéditas, al irme aproximando
a las páginas finales del libro me llevé una sorpresa.
Me encuentro con un relato titulado "Idilio en el desierto".
Empiezo a leerlo y ... no lo puedo creer.
Se trata de un cartero
que vive en un pueblo entre montañas. Cerca de ese pueblo
hay una cabaña que se alquila especialmente a enfermos
de tuberculosis, pues se cree que el aire de la zona es apropiado
para este tipo de enfermos. Algo en mi mente hace sonar una campanita
de atención. Sigo leyendo. A través de distintos
diálogos con otros personajes, el cartero va armando la
historia (campanadas más
sonoras) de un
hombre que llega a ese lugar y se instala en la cabaña.
Una vez por semana, el cartero hace su recorrida y le lleva las
cartas y también víveres y otras cosas que el hombre
pudiera necesitar ...
En este punto empiezo
a sentir una incómoda sensación de déjà
vu. Ese cartero me hace acordar a cierto bolichero ... Pienso
que ahora debería llegar una mujer. Sigo leyendo. Llega
una mujer.
"¡Ah, viejo
sinvergüenza!", pensé, porque este cuento
de Faulkner es de 1931 ... y si bien yo no sabía cuándo
escribió Onetti Los
adioses, no tenía dudas de que fue mucho más
tarde.
Lo que más me
llama la atención es el hecho de que Onetti nunca haya
comentado que se inspiró en ese relato de Faulkner, al
menos que yo sepa. Yo no hablaría exactamente de plagio
o apropiación; a mi modesto entender, es una recreación.
No sé qué habría opinado un juez en el caso
de un pleito, pero desde el punto de vista artístico no
me cabe la menor duda de que Onetti es inocente. Porque los temas
no significan nada por sí mismos.
Aunque me parece indudable
que Onetti desarrolló su historia a partir de la situación
básica narrada por Faulkner, también es indudable
que lo hizo a su manera (quiero
decir, a la manera de Onetti);
y si bien la forma fragmentaria y casi indirecta de ir acumulando
los datos que arman Los adioses es también la forma
de "Idilio en el desierto", no me parece apropiado hablar
de plagio. Cuando la admiración de un autor por otro autor
es muy grande - y Onetti nunca ocultó su admiración
por Faulkner-, al que admira
de tal modo le resulta casi inconcebible que se pueda escribir
de otra manera. La palabra plagio implica una intención
delictiva, un intento de apropiación indebida; yo creo
que lo que hay en estas coincidencias debería ser llamado
más bien "contagio"
o, incluso, si se quiere, homenaje.
Puedo imaginar sin mayor
dificultad a Onetti leyendo el cuento de Faulkner y quedándose
prendido, sin poder despegarse de la historia; los personajes
comienzan a vivir en su imaginación y, bueno, la única
forma de librarse de ellos es escribir,
él mismo, la historia. La hace suya. La mejora. Aunque
"Idilio en el desierto" es un relato excelente, en mi
humilde opinión Los adioses es mejor.
Busqué en la
biblioteca de mi amigo y encontré un volumen de obras
de Onetti, prologado por Emir Rodríguez Monegal. Rodríguez
Monegal cita abundantemente la influencia de Faulkner en Onetti,
pero siempre a grandes rasgos; no señala este caso particular.
¿Me encontraba yo frente a un hecho ignorado por los especialistas?
Me dispuse a comunicar mi
hallazgo a uno de estos especialistas, mi amigo Hugo Verani; había
sido justamente Hugo quien me convenciera, hace unos cuantos años,
de la imperiosa necesidad de leer todo lo de Onetti (y
apoyó este trabajo de convencimiento obsequiándome
una hermosa edición de La vida breve que encontró
en la feria de Tristán
Narvaja).
Me quedé pensando
si realmente Onetti nunca habría dicho que se insipiró
en "Idilio en el desierto" y, en ese caso, por qué
no lo dijo. La verdad es que Los adioses permite muchas
preguntas, porque hay muchas cosas que no están dichas
y que generaron varias especulaciones entre algunos críticos.
Y el Viejo disfrutaba mucho más guardándose las
respuestas definitivas. Tal vez se guardó este dato para
darle a algunos críticos el placer de descubrirlo algún
día.
Reflexión
trasnochada
Un
campeón de mundial de ajedrez perdió una partida
contra una computadora.
Un campeón olímpico perdió una carrera contra
un automóvil.
Mi sobrino es incapaz de dar la hora con la exactitud de un reloj.
El ser humano ha sido superado por las máquinas.
* La versión
original fue publicada en Insomnia Nº 114
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