H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



PESSOA, FERNANDO - ESCRITURA - CAEIRO, ALBERTO - REIS, RICARDO - DE CAMPOS, ÁLVARO -


Multitud en uno solo*

Amir Hamed
El arte de escribir consiste en inventarse, porque una de las gimnasias fundamentales del escritor está en encontrar el resquicio por el cual colocar la voz y, desde ahí, quedar poseído por la obra


Por qué resignarse a ser sólo uno, pudiendo ser tantos, fue la lección que nos dejó Fernando Pessoa, quien compartió la mano, el escritorio y el asiento con otros tantos poetas, tres de los cuales fueron, como se recuerda, Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Alvaro de Campos.

Como se sabe, la obra de quien biográficamente fue Fernando Pessoa, está escrita a muchas voces, todas ellas diferentes. Porque Pessoa concibió meticulosamente a cada uno de sus heterónimos, dándoles lugar de nacimiento, rasgos físicos y temperamentos particulares. Las máscaras o firmas de Pessoa no se agotan en el travestido; son una lección por la cual la teoría poética, y la poesía, se homologaron a la vida.

El mandato simbolista de que había que intentar vivir hizo carne en muchas voces, todas ellas disímiles. Pessoa, quien asumía conjugar su temperamento lírico con el registro dramático, dejó en evidencia -para los muchos que todavía lo dudaban- que "el poeta es un fingidor/finge tan completamente/que llega a fingir que es dolor/el dolor que de veras siente".

Y en gran medida, las tantas voces de Pessoa ayudan a recordar que el arte de escribir consiste en inventarse, porque una de las gimnasias fundamentales del escritor está en encontrar el resquicio por el cual colocar la voz y, desde ahí, quedar poseído por la obra. Por ello, poco hay de identidad en un autor. Más bien hay una pulsión, una ceguera avasalladora, que es la obra gritando por ser escrita, y que aniquila lo que había del individuo. En ese sentido, el truco consiste en colocarse para recibir el envión de la obra y -como mejor que casi nadie escribió Alvaro de Campos- saberse "con el sentimiento de deliciosa entrega de una mujer poseída".

Una vez alcanzada esta gimnasia, ya es dable que empiece a cobrar existencia la obra. Una vez concluida la obra habrá nacido ese impostor, el autor, que por ella vive, y con ella muere.

"No soy nada/nunca seré nada/ no puedo querer ser nada/ aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo", había escrito de Campos. Poseído por sus sueños, voces o versos, que tal vez eran demasiada carga para un solo cuerpo, aquel individuo al que habían llamado Fernando Pessoa, con el diagnóstico de cólico hepático, murió a las 20.35 de un día de noviembre de 1935. "Si después de muerto quieren escribir mi biografía" -había escrito Caeiro "no hay nada más simple/Tomen sólo dos fechas -la de mi nacimiento y la de mi muerte-/Entre una y otra cosa todos los días son míos"

Esto último era una superstición del señor cuatro personas: ni bien se empieza, la escritura -el escritor, los alteregos, el más insonoro adverbio- le pertenece a Nadie, es decir, al lector.


* Publicado originalmente en Insomnia

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia