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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



EL ASNO DE ORO - APULEYO, LUCIO - PAGANISMO POSATEO -TOLERANCIA DE LOS DIOSES -


Rebuznos y susurros*

Amir Hamed
Las divinidades gay exigen sus carnavales y olimpíadas para curiosidad de muchos y horror de los fundamentalistas, de este hemisferio y también del adyacente

Es regocijante reaprender el tránsito de súbdito a acémila experimentado por cierto Lucio, ayer o hace dieciocho siglos, antes de consagrarse como sacerdote de Isis y a la devoción del dios chacal, Osiris. La confesión de El asno de oro, conocido también como Metamorfosis, constituye una de las primeras novelas de las que se tiene conocimiento, y sin duda una de las mejores que nos ha sido dada.

La obra se atribuye a cierto retórico de escuela griega, nacido cerca de Cartago y llamado Apuleyo, pero en realidad pertenece a los dioses, quienes casualmente, en un insistente carnaval, nos dan noticia de que se está acabando su ostracismo. La sostenida retirada del único y excluyente arrastró también a agnósticos y ateos, abriéndose una brecha para que reingresen los demás, con sus cultos, con sus exigencias, con sus festividades.

En los dominios de la Pax americana, como sucediera en los de Roma, conviven cultos y costumbres. Las deidades, desterradas por las religiones estatales desembarcan con pompa y liturgia incluso los días dos de febrero en un país tan rabiosamente laico y escéptico como Uruguay.

Menores o mayores, se generaliza la revuelta de los dioses. Es notorio que para los umbrales del tercer milenio, luego de flirtear con el ateísmo, occidente se ha paganizado; y en las tierras otrora cristianizadas cohabitan las deidades, como sucediera en el hormigueante Mediterráneo administrado por los romanos; por otra parte, las herejías heredadas por las tablas de Moisés, y reactivadas por las razones y pudibundeces de la revolución francesa, vuelven a comparecer.

Las divinidades gay exigen sus carnavales y olimpíadas para curiosidad de muchos y horror de los fundamentalistas, de este hemisferio y también del adyacente
(es más que conocido el rigor con que los discípulos del tercer testamento, los integristas o los estudiosos de Kabul, remueven cielos y tierra para imponer en sus dominios el monoculto de la castidad).

De los efectos y contraefectos de los fundamentalismos se pueden esperar bombas islámicas en Nigeria y protestantes en Oklahoma, como sucede desde siempre con aquellos que están aferrados a la lectura de un solo texto. Tanto para ellos como para el resto, los que asisten con curiosidad al advenimiento de otros libros y divinidades, poco mejor que repasar las desventuras del hombre burro de Apuleyo. No sólo porque la voz de Lucio es como pocas amena, sonriente y punzante, sino -motivo tal vez más urgente- porque cada una de sus páginas, además de regalarnos un compendio de asesinos y adúlteros, de brujas y sacerdotes desconfiables, nos permite recuperar una verdad muchas veces enterrada. Es que el Asno de oro es uno de los escasos recordatorios verdaderamente vivibles de que los dioses, aunque fueron exigentes, en ocasiones supieron ser tolerantes, además de generosos.


* Publicado originalmente en Insomnia
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