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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



BORGES, JORGE LUIS - BUDISMO ZEN - QUÉ ES EL BUDISMO - EL DESPIERTO - ESCRITURA -


Al Este de Borges (II)*

Gerardo Ciancio
"Se cuenta que un brahmán expuso la doctrina a un soldado de Alejandro de Macedonia; el soldado lo dejó hablar y luego lo derribó de un puñetazo."



El puntapié al cántaro

Precisamente, uno de los viajes a Japón está enraizado con la escritura borgeana: el libro Qué es el budismo (1976), "escrito de segunda o tercera mano, pero con probidad", según aclarara el autor, luego traducido al japonés ("quizás para demostrar que los occidentales no sabemos nada del budismo", Borges dixit), le facilitó la visita a siete ciudades del país de Hokusai.

La figura de Siddharta, el Buda legendario y el Buda histórico, captaron durante décadas, la atención de Borges, quien al final de sus años imaginó, poéticamente, el día del Juicio Final. En ese fatal Doomsday, todos podemos correr el albur de ser Siddharta
(o no):

En cada instante puedes ser Caín o Siddharta, la máscara
o el rostro.


Hacia fines de 1950 Borges publicó en la revista Sur, un breve ensayo intitulado 'La personalidad del Buddha'. Este, junto con los materiales de las conferencias sobre el budismo ofrecidas por Borges en el Colegio Libre de Estudios Superiores, posiblemente sea el embrión conceptual del libro arriba referido, escrito con la colaboración de su amiga Alicia Jurado, quien en 1964 elaboró una conocida biografía del autor de Ficciones
("el hombre que más admiré en mi vida", como lo llamó esta mujer que se entregó a la literatura después de haber estudiado Ciencias Naturales en la UBA) con el fin de, según explicitó en el proemio de su trabajo, aventurarse en "el retrato de un amigo querido, cuyas debilidades sin duda atenuaré por lealtad y cuya intimidad reservaré por discreción."

Alicia Jurado, en una nota aclaratoria, explica que el plan general de la obra, el estilo, el enfoque, pertenecen a Borges, y que su labor consistió en aportar datos recientes, recabar materiales y corregir el trabajo. Cuando uno lee Qué es el budismo, lee la prosa de Borges, tensa y precisa, enumerativa por momentos, ducha en la construcción narrativa, magistral en el registro poético, de inmaculada competencia sintáctica:

"Las divinidades, las serpientes, los demonios, los genios de la tierra y de las estrellas, los genios de los árboles y de los bosques piden al Buddha que dilate su muerte, pero éste declara que la fugacidad es la ley de todos los seres y también la suya. Cunda, el hijo de un herrero, le ofrece a Kusinara un trozo de carne salada de cerdo o según otros unas trufas; esta comida agrava el mal que el Buddha ya sentía y cuyos signos había reprimido por un ejercicio de su voluntad, para no entrar en el Nirvana sin despedirse de sus monjes. Se baña, bebe agua y se tiende bajo unos árboles para morir. Los árboles bruscamente florecen; saben tal vez que ese hombre viejo y tan enfermo es el Buddha. Éste, en la hora de su muerte, profetiza futuros cismas y discordias, recomienda la observación de la ley y dispone sus ritos funerarios. Muere acostado sobre el flanco derecho, la cabeza hacia el norte, la cara vuelta hacia el poniente. Entra en el éxtasis y muere en el éxtasis. Muere al anochecer, en esa hora en que parece fácil la muerte."

La cultura aluvional de Borges, le permite allanar el espinoso tema de la transmigración, en el ensayo del '76, interceptando sobre una misma matriz, conceptos pitagóricos, la noción de los kalpas o días de Brahma, la hipótesis de César, que atribuía la creencia en la transmigración a los druidas de la Galia, elementos de la Cábala hebrea (el Gilgul, revolución, y el Ibbur, fecundación); no desdeña ideas de Schopenhauer, Hume, Voltaire o el propio Platón; incluso echa mano a un poema galés del siglo VI, para sostener el decurso de su texto argumentativo, que lo conduce a la tesis budista del karma y del cuerpo kármico,

He sido una espada en la mano,
He sido un escudo en la guerra,
He sido la cuerda de un arpa,
Durante un año estuve hechizado en la espuma del agua.


Borges sabe que la atracción ancestral que ejerce el relato sobre el oyente o el lector, no tiene competidor a la vista en las prácticas comunicativas de la humanidad. Siempre los hombres se contaron historias. Por fabular, por ejemplificar, por profesar, los hombres dicen sus cuentos. Este recurso es patrimonio de los pueblos de Oriente, de ahí que Borges recrea breves consejas
(posibles o no) transmitidas en la mar de siglos. Cuando llegamos al capítulo del Budismo Zen, leemos:

"El número de discípulos de Po-Chang fue tan considerable que tuvo que fundar otro monasterio. Para hallar quien lo dirigiera, los reunió a todos, les mostró un cántaro y les dijo: "Sin usar la palabra cántaro, díganme qué es." El prior contestó: "No es un pedazo de madera". El cocinero, que iba a la cocina, le dio un puntapié al cántaro y prosiguió. Po-Chang lo puso al frente del monasterio."

Tras los pasos de El Despierto

Escritura sesgada de ironía, atravesada de citas y envíos a diversas fuentes y autores, impregnada de una intención intertextualizadora, las casi ochenta páginas del libro en el que Borges analiza la saga y la doctrina del Buddha, El Despierto, se articulan perfectamente con el resto del corpus de su producción ensayística. La necesidad de comparar, establecer parangones culturales, textuales, arquetípicos; la constante búsqueda de nudos que aten la gran urdimbre del imaginario oriental, y, al mismo tiempo, nudos que remitan a la simbólica occidental, aflora en cada capítulo del ensayo de 1976:

"En la ciudad de Vesali, acepta [Siddharta] la invitación de la famosa cortesana Ambapali, que luego regala su parque a la orden. Recordemos que Jesús, en casa del fariseo, tampoco desdeña el bálsamo que una pecadora le ofrece."

En el parágrafo dedicado a 'El Vedanta', podemos observar de qué forma Borges arriesga opinión en temas harto intrincados y de sofisticado acceso. Borges habla y opina; escribe y opina. Detrás de la opinión yace un impresionante volumen de lecturas y una sagacidad poco frecuente en la aventura humana:

"Como todas las religiones y filosofías del Indostán, el budismo presupone la doctrina de los Vedas. La palabra Veda significa "sabiduría" y se aplica a una vasta serie de textos antiquísimos que, antes de ser fijados por la escritura, se transmitieron oralmente de generación en generación. El Korán es un libro sagrado, la Biblia es un conjunto de obras que fueron declaradas canónicas por diversos concilios; la índole de los Vedas ha sido en cambio reconocida en la India desde una época inmemorial."

"
[...] Para el Vedanta hay una sola realidad, diversamente llamada Brahman (Dios) o Atman (Alma), según la consideremos objetiva o subjetivamente. Esta realidad es impersonal y única; ni en el universo ni en Dios hay multiplicidad. Recordará el lector que Parménides análogamente negó que hubiera variedad en el mundo; Zenón de Elea, su discípulo, formuló sus paradojas para probar que las nociones corrientes del tiempo y del espacio conducen a resultados absurdos. Para Sankara hay un solo sujeto conocedor; su esencia es eterno presente."

Esa zona de alto riesgo en la que se mueve, a consciencia, la escritura borgeana, se expone también en los escenarios discursivos en los que el autor aventura sus propias conceptualizaciones. Casi axiomáticamente escribe:

"El budismo, que ahora es una religión, una teología, una mitología, una tradición pictórica y literaria, una metafísica o, mejor dicho, una serie de sistemas metafísicos que se excluyen, fue al principio una disciplina de salvación, una suerte de yoga."

Por otra parte, al interior del registro de la oralidad borgeana, en el decir de ese Borges oral, orador de cascada voz, polemizador, dialógico
(y no), los riesgos del discurso, de la intervención subjetiva y personalísima (fundada, por cierto, en un saber enciclopédico), son pan de cada día (de cada conferencia). Esto se evidencia en la versión desgrabada de la serie de conferencias que diera Borges en el teatro Coliseo de Buenos Aires, en el invierno de 1977. Cuando aborda el tema del budismo, longevo y tolerante, enuncia:

"El Budismo no ha recurrido nunca al hierro o al fuego como argumentos, no ha pensado que el hierro o el fuego tuvieran una fuerza polémica. Cuando Asoka, emperador de la India, fue budista, no impuso esa religión a nadie. [...]

Yo tengo, para mí, que si hay dos budismos que se parecen, que son casi idénticos, son el que predicó el Buda y lo que se enseña ahora en la China y el Japón, el Budismo zen, que son esencialmente iguales; lo demás son incrustaciones mitológicas, fábulas. Algunas de esas fábulas son interesantes. Por ejemplo, se sabe que el Buda podía ejercer milagros pero, al igual que Jesuscristo, no le gustaba ejercerlos. Le parecía que eran una ostentación vulgar.
"

Puñetazos entre las cosas de tercera mano

El autor de El Aleph, gozó, en vida y obra, de un sentido del humor afinado y saludable, mal que le pese a sus detractores, generalmente no-lectores de su escritura. Cuando debió montar el asedio a estos temas orientalistas que aquí nos ocupan -y que a él le ocuparon gran parte de sus días-, no olvidó su sonrisa, ni la posible sonrisa del lector. Para ejemplificar acerca de la hipótesis de la impermanencia del individuo en el sistema de pensamiento budista, cuenta esta anécdota:

"Se cuenta que un brahmán expuso la doctrina a un soldado de Alejandro de Macedonia; el soldado lo dejó hablar y luego lo derribó de un puñetazo."

Tensando la hilaridad que este cuentecillo provoca, Borges agrega a renglón seguido:

"Ante las protestas del brahmán, el converso le dijo: "Ni yo fui quien golpeó, ni eres tú el golpeado".

Cuando Osvaldo Ferrari le preguntó a Borges si conocía los diálogos entre Vogelmann y Murena -quienes, al igual que ellos dos, conversaron al aire por los micrófonos de la Radio Municipal bonaerense en 1984- acerca de la Torá, del Tao, del I Ching, del hinduismo, éste contestó :

"Yo no sabía eso, pero, claro, todo lo que yo sé es también -como en el caso de ellos- de segunda o tercer mano, pero de algún modo hay que saber las cosas. Mejor es saberlas de tercera mano que ingnorarlas, ¿no?"

* Publicado originalmente en Insomnia

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