En el capítulo 129 de Rayuela,
Traveler leía con deleite las contribuciones que un tal
Ceferino Píriz había presentado a un concurso de
la UNESCO bajo el título La luz de la paz del mundo.
Ceferino Píriz era un uruguayo que quería ordenar
el mundo, clasificándolo por razas, distribuyendo las armas
proporcionalmente al territorio, estableciendo "cuántos
niños ha de dar a luz, por convención internacional,
una mujer", determinando las Corporaciones nacionales
que debian componer un país ejemplar.
La doceava, por ejemplo, era "la Corporación
Nacional de Casas-Criaderos de animales, ocupadas éstas
de la Cría Menor o cría de animales no corpulentos:
cerdos, ovejas, chivos, perros, tigres, leones, gatos, liebres,
gallinas, patos, abejas, peces, mariposas, ratones, insectos,
microbios, etc."
No vale la pena insistir con lo de la enciclopedia china de Borges.
Desde que encontré la obra de Ceferino Píriz referida
en las páginas de Rayuela,
supe que Ceferino no estaba solo y que había por allí
algunos libros olvidados de otros uruguayos que eran involuntariamente
parte de una especie de cruzada "en pro del mejoramiento
del mundo" de cuño oriental.
He aquí dos ejemplos, rescatados de las
mesas de saldos de Tristán Narvaja
y que merecen estar junto a Ceferino:
Juan José Ayala declara, en el capítulo segundo
de su libro Decadencia del Uruguay o las críticas de
un 'amargado' (Corrupción pública y privada de
nuestra Sociedad), ser un estudiante del interior, de diecisiete
años.
El prólogo del libro, que data de 1963,
comienza así: "¿Adónde vamos? Esta
pregunta aparentemente no tiene sentido y cualquier persona contestaría
a ella simplemente con un adverbio de lugar: 'Aquí, allá,
etc". Un viejo diría 'Vamos al hipódromo'
y un 'nueva ola' expresaría: 'Vamos al Club' a escuchar
a Palito Ortega o a Punta del Este, a ponernos los buzos 'Ban-lon',
etc. Pero esta pregunta hecha a un joven más meditador,
mas profundo y más preocupado sobre su destino y el de
sus contemporáneos, lo llevaría a un estado de
honda reflexión". El joven meditador es el propio
Ayala, quien ve falta de valores y decadencia por doquier y frente
a ello declara: "Sentimos la necesidad casi física
de lanzar públicamente la verdad."
Imposible dar una idea del perturbador diagnóstico ayaliano
aquí. Conténtese el lector con un extracto del capítulo
I del libelo en donde Ayala decide que lo mejor es comenzar desde
el principio, acometiendo el resumen de la evolución
de la humanidad en dos páginas:
"La raza humana, y a grandes rasgos, ha marchado lentamente,
pero con seguridad para superar su primitivo estado de animalidad.
Con sus primeros aliados el fuego y los árboles formó
su primer hogar. El fuego le permitía cocer su alimento,
le quitaba el frío, le amparaba de los animales peligrosos.
Los árboles y los animales de caza fueron sus aliados
preciosos.
Así, con el perro obtuvo su compañero, con el ciervo
su alimento, con los árboles su habitación y su
leña y con las bestias de carga, un medio de transporte.
Así se fue agrupando y comenzó constituyendo la
familia y más tarde la tribu. La horda tribeña
dio paso al clan y de este a la aldea, hubo un paso. Así
se fueron reuniendo núcleos humanos y nacieron las ciudades.
Posteriormente el hombre se unió pacificamente o por la
fuerza, a otro hombre de las cercanías y fueron formando
una comarca. Así y por sucesivas uniones fueron naciendo
los estados primitivos. La necesidad común o la comunidad
de origen facilitaron estas uniones. Pero, estos estados no se
conformaron con su calidad de tales y pudo más el deseo
de extenderse, de ir más allá, de conquistar, de
avanzar sobre sus hipotéticas fronteras. (...)"
Y así continúa Ayala, resumiendo siglos y más
siglos hasta llegar al siglo XX, ése que lo horroriza:
"La Humanidad se ha dignificado luchando. Pero aquí
se asoma el gran peligro que debemos hacer notar, pues desde ese
punto de vista nos proponemos tratar a la sociedad contemporánea.
Mientras avanza la técnica y la ciencia,
decae la moral, se resquebraja el natural altruismo del hombre,
y la vida se hace difícil, agitada, con ruidos y más
ruidos callejeros, que amenazan enloquecernos, músicas
resonantes que nos rompen el oído, bombas atómicas
que amenazan liquidarnos a todos juntos y escenas que nos hacen
cerrar los ojos de espanto y lástima. Hay que impedir que
la humanidad enloquezca y se destroce, hay que impedir que se
manifieste más esta incipiente decadencia moral y de los
valores del espíritu que se nos viene encima. Hay que luchar
con todos los medios a nuestro alcance. El alerta está
dado. En próximos capítulos vamos a tratar de describir
este proceso decadentista, partiendo desde lo nuestro, nuestro
caso personal y autobiográfico."
No creemos que el lector pueda siquiera imaginar el desarrollo
del "caso personal y autobiográfico" de Ayala.
El segundo libro que vale la pena rescatar data de 1923, ha sido
escrito por Juan Francisco Aldecoa y brega por el entendimiento
de los pueblos. Lo que sigue es un breve extracto de El idioma
universal. Uruguay puede solucionar el problema: "Solamente
los habitantes de Europa y América hablan en su mayoría,
lenguas flexionales más o menos perfectas.
Por estos datos superficiales podemos apreciar, que las dos terceras
partes del mundo, hablan lenguas imperfectas, embrionarias, como
el chino, idioma aislante por excelencia, que no se presta a
la expresión del pensamiento, fuera de las necesidades
más imperiosas de la vida. (...)
Cada uno de los países de lenguas deficientes viven en
un aislamiento profundo con el resto de la Tierra; careciendo
de nociones fundamentales porque no tienen medios para expresarlas;
y estas enormes masas que forman continentes enteros, estarán
condenadas a vivir eternamente embrutecidas, si el concurso generoso
de las Naciones más avanzadas, y previsoras no tratan
de libertarlas de trabas tan inconvenientes."
¿Y cuál es el idioma perfecto?, se estarán
ustedes preguntando. "El castellano es el idioma más
eficaz para comunicar las ideas y sentimientos de la humanidad,
porque es el más perfecto", dice previsiblemente
el hispanohablante Aldecoa. Pero hay un problema: "el
español es mucho más perfecto que el inglés,
pero éste es tres veces más popular que el primero".
Para definir cuál de estos dos idiomas será el
Idioma Universal, las naciones tendrán que enviar delegados
a un Congreso Internacional quienes "deberán ir
animados de sanas intenciones, libres de todo perjudicial preconcepto,
con el honrado propósito de buscar una solución
al difícil problema, desechando toda cuestion de simpatías
o antipatías a religiones, razas, orientaciones políticas,
prejuicios históricos, colocando el interés general
por encima del interés nacional, sacrificando el mal entendido
amor a la patria por el bien general de la humanidad"
Ayala y Aldecoa están en las mesas de la feria esperando
un lector. Vaya aquí este homenaje al inocente afán
de cambiar el mundo con un libro.
* Publicado
originalmente en Insomnia Nº 113
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