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ISSN 1688-1672

 



DARWIN, CHARLES - EVOLUCIÓN BIOLÓGICA - CUVIER, GEORGE LEOPOLD - LAMARCK, JEAN BAPTISTE


La evolución biológica y sus avatares*

J. M. Montero Perez
La palabra de Darwin ofendió ciertamente a muchos de sus contemporáneos y la oposición que experimentó fue tenaz y persistente, pero a pesar de todas las vicisitudes por las que pasó su teoría evolucionista, el naturalista siempre contó com incondicionales defensores desde la primera hora, a la plana mayor de la biología de su época


En el año 1593, el arzobispo James Usher en colaboración con el doctor John Lightfoot, de la Universidad de Cambridge, a través de una serie de sesudos y complicados cálculos basados en datos del Antiguo Testamento, llegó a la conclusión de que el mundo fue creado a las 9 de la mañana del domingo 23 de octubre del año 4.004 antes de Cristo.
Las afirmaciones del buen arzobispo irlandés, junto con el carácter sacrosanto de los libros del Génesis y su narración de la creación única de todas las criaturas vivientes, además de la creación del hombre a imagen y semejanza del propio creador, no dejaban posibilidad alguna de mirar a la naturaleza y a nosotros mismos desde otra óptica. El poder del dogma llegaría incluso hasta nuestros días. En estas páginas, un breve punteo sobre el impacto pasado y actual de la teoría de la evolución tal cual la presentó sir Charles Darwin hace casi ciento cuarenta años.

El concepto de "evolución biológica", al que la mayoría asociamos con el nombre de Charles Darwin y con la revolución científica en las ciencias naturales comenzada el pasado siglo es, sin embargo, muy antiguo. Las más tempranas especulaciones sobre el tema las podemos encontrar en los escritos de algunos de los filósofos griegos: como Thales de Mileto (624-548 a.C.), Anaximandro (588-524 a.C.), Empédocles (9495-435 a.C.), Epicuro (341-270 a.C.), incluso el gran biólogo filósofo Aristóteles (384-322 a.C.). Algo mas tarde, el poeta romano Titus Lucretius Carus (99-25 a.C.) daba una explicación evolutiva para el orígen de plantas y animales en su poema 'De Rerum Naturae'.

Pero el espíritu de las ideas que griegos y romanos esbozaban, estaba impregnado de pensamiento metafísico en el sentido de que la gradual evolución desde organismos simples hacia otros más complejos equivalía a una progresiva gradación de lo imperfecto hacia lo perfecto.

Con la caída del Imperio Romano y el posterior auge del cristianismo, el progresivo dogmatismo religioso bloqueó todo intento de investigación racional de la naturaleza, dejando solamente posibilidades a quienes sintieran pías inquietudes, similares a las del arzobispo Usher.

Por supuesto, siempre dentro del marco de los escritos bíblicos y en lo posible bajo un estrecho control de las autoridades eclesiásticas. Es de justicia, no obstante, agregar que esas limitaciones al pensamiento y a la libre investigación, no han sido exclusividad del cristianismo. Se puede decir que todos los grandes textos religiosos, hindúes, judíos o musulmanes, plantean para los seres vivos y el hombre, unos orígenes divinos que imponen a sus creyentes y que obviamente chocan frontalmente con una visión científica del mundo.

Sin embargo, el bloque dogmático no fue siempre monolítico e impenetrable, al menos en Occidente. Leonardo da Vinci
(1452-1519), el gran Leonardo, es considerado por muchos como el padre de la Paleontología, ya que entre sus múltiples talentos y habilidades figura la de haber sido aficionado a coleccionar fósiles y además ser el primero en interpretarlos como lo que son: restos de organismos desaparecidos del pasado.

Pero ese, fue un pequeño chispazo de inquietud que no encontró respuestas estimulantes a la investigación evolutiva hasta pasado el siglo XVII e incluso buena parte del XVIII. Aún cuando Nicolas Copérnico
(1473-1543), Ticho Brahe (1546-1601), Galileo Galilei (1564-1642) y Johan Kepler (1571-1630), reviviendo la antigua teoría del griego Aristarco (230 a.C.) provocaron la primera revolución científica renacentista al destronar al geocentrismo, que junto con el antropocentrismo, era uno de los puntales del pensamiento más vanidoso y arrogante de la humanidad.

En realidad la corriente investigadora que llevaría a recuperar y elaborar científicamente el concepto de evolución biológica arrancaría en 1735 con la publicación de la obra Systema naturae, de Carl von Linné
(1707-1778). Linneo, botánico sueco, creó un sistema de clasificación de los seres vivos con categorías jerárquicas según sus semejanzas o diferencias.

Así, con una nomenclatura binaria y latina, desde las especies y los géneros, su sistema se vio enriquecido por un escalafón que comprende familias, órdenes, clases y reinos a los que se han agregado categorías intermedias en las que se agrupan los diversos tipos de plantas y animales.

Lo importante de la sistemática de Linneo, no solo radica en darle al objeto de las ciencias naturales un lenguaje universal, sino que además, al ordenar a los organismos en escalas de complejidad, abría la posibilidad de establecer deducciones transformistas o evolucionistas; de concebir o sospechar antepasados comunes para grupos diversos de organismos vivos. Linneo nunca se declaró evolucionista, posiblemente en razon de sus creencias religiosas, pero fue el primero en incluír al hombre entre los animales, de clasificarlo dentro del órden de los primates antropomorfos y de llamarlo, de acuerdo con su sistema, "Homo sapiens". Lo más curioso de ello, es que incluso consideró la existencia de un "Homo silvestris" que sería una especie intermedia entre el hombre y los simios.

En la cocina de la evolución

La segunda mitad del siglo XVIII fue progresiva e irremediablemente precipitando la idea evolucionista que obviamente estaba en el aire. Desde 1749 a 1767 se fueron publicando los 36 volumenes de la monumental Historia Natural, General y Concreta de George Louis Leclerc, conde de Buffon (1707-1788). Buffon, religioso como Linneo, seguramente se vio asaltado por dudas y contradicciones morales derivadas de sus observaciones. Pero dio un paso más adelante y aceptó un cierto proceso evolutivo en algunas especies; sólo que la evolución de Buffon tenía un sentido distinto, el de la degeneración.

En su óptica, los monos eran degeneraciones del hombre y los burros lo eran del caballo.

A todo ésto, en todo el mundo seguían apareciendo fósiles, fortuita o intencionalmente, que pedían a gritos ser incluídos en alguna rama de las ciencias naturales. La tarea iba a recaer en el fundador de la Paleontología moderna; el barón George Leopold Cuvier (1769-1832), naturalista francés de enorme talento y profusa producción científica. Cuvier, como Buffon y Linneo, tampoco fue evolucionista, pero también sin quererlo, contribuyó a la gestación de la idea.

Sus trabajos de anatomía comparada entre animales extinguidos y vivientes, daban muchas pautas de la transición entre peces y anfibios y anfibios y reptiles. Pero, el no lo quiso aceptar, o no lo vio, y así fue como elaboró su famosa teoría catastrofista, asociada al diluvialismo de la iglesia, con la cual proclamaba no una continuidad entre faunas extintas, sino sucesivas creaciones independientes.

Irónicamente, el mayor adversario de Cuvier fue un paisano suyo, de humilde orígen y naturalista autodidacta brillante llamado Jean Baptiste Lamarck
(1744-1829), quien a través de su más importante obra Phylosophie Zoologique, publicada en 1809, el año del nacimiento de Charles Darwin, se convirtió en el auténtico precursor de la teoría de la evolución biólogica. Lamarck postuló su teoría con tres premisas principales:

1) El ambiente modifica la estructura de plantas y animales. 2) Los cambios anatómico-funcionales se producen por el uso o el desuso. 3) Las nuevas características adquiridas se transmiten por herencia a la descendencia.

La hipótesis de Lamarck fue rechazada casi por unanimidad, por una parte debido a la imposibilidad de que los caracteres adquiridos pudieran transmitirse por herencia, pero también por lo difícil que era todavía en su tiempo, derribar las barreras del prejuicio religioso.

Sin embargo, pese a las limitaciones de su teoría, Lamarck fue un destacado científico que además de sus contribuciones botánicas y zoológicas, tuvo la valentía de no dejarse avasallar por antiguos dogmatismos y plantear sus ideas abiertamente, lo cual lo convirtió en el adelantado de la moderna concepción de la evolución biológica.

A partir de la teoría lamarckiana, la idea evolucionista se generalizó por todo el mundo científico, dejando la puerta abierta a nuevas propuestas y estimulando las inquietudes sobre el orígen de la vida, de los seres vivos y del hombre mismo.

Y vino Darwin

Charles Darwin nació en 1809 y murió en 1882 a los 73 años de edad, después de una fecunda vida científica. Desde niño sintió una fuerte inclinación por las cosas de la naturaleza y aún cuando intentó seguir la tradición familiar estudiando medicina primero y la carrera eclesiástica después (sin llegar a terminar ninguna de las dos), le surgió de pronto, a los 22 años, la oportunidad de volver a su verdadera vocación.

Durante 5 años, desde 1831 hasta 1836, viajó alrededor del mundo a bordo del bergantín Beagle, como naturalista oficial de una de las expediciones armadas por el almirantazgo inglés. El viaje salió de Plymouth, y recorrió básicamente el hemisfero sur por el Atlántico, el Pacífico, y el Indico.

Posiblemente nadie que conozca, aunque sea muy superficialmente, el famoso viaje de Darwin, ignore su paso y estancia en las islas Galápagos; pero también es posible que pocos sepan que previamente, durante las múltiples recorridas que el Beagle realizó por el Atlántico sur durante dos años y medio, el naturalista estuvo en el Uruguay por lo menos seis veces: cuatro en Montevideo y alrededores y dos en Maldonado, realizando además diversas excursiones por Canelones, Mercedes y sierras de Maldonado y Minas.

Sin duda alguna, el del "H.M.S. Beagle" fue uno de los viajes más fecundos desde el punto de vista científico y ciertamente decisivo en lo que tiene que ver con la evolución biológica.

Darwin volvió a Inglaterra con un impresionante cargamento de fósiles, de especimenes de plantas y animales, de datos y notas recopiladas en el mar y en tierra firme, de valiosas experiencias sobre el comportamiento de plantas, animales y hombres de distintas latitudes y de los más diversos ambientes. Sus ideas acerca de la evolución, surgidas paulatinamente durante años de observación, fueron tomando forma en notas y apuntes que ya consideraba dentro del concepto de teoría y que fue madurando mientras escribía y publicaba diversos trabajos botánicos, zoológicos y geológicos.

El 24 de noviembre de 1859, 23 años después de haber finalizado su famoso periplo alrededor del mundo, Charles Darwin publicaba la primera edición de su obra cumbre: Del Orígen de las Especies por medio de la Selección Natural, o la conservación de las Razas favorecidas en la Lucha por la Vida. La obra mas importante relacionada con las ciencias biológicas del siglo XIX.

Sin embargo y en honor a la verdad, es imprescindible mencionar el hecho de que no fue Darwin el único autor de la teoría de la evolución de las especies. El 1858, un año antes de su famosa publicación, Alfred Russell Wallace, un joven naturalista inglés que llevaba ocho años trabajando en el archipiélago malayo, concibió casi simultáneamente con Darwin una idea sobre la evolución de las especies que coincidía prácticamente en su totalidad con la de éste.

De ahí que, aunque la teoría se difundió como obra exclusiva de Darwin, con justicia debe mencionarse como la teoría "Darwin-Wallace".

En febrero de 1871, Darwin publicó La Descendencia del Hombre y la Selección en relación al Sexo, obra en dos tomos y cuyo propósito era el de incluír a la especie humana dentro del proceso de la evolución biológica.

En el Orígen de las especies apenas mencionaba al hombre dentro de la problemática de la evolución, pero dejaba abiertas las posibilidades al decir: "se arrojará mucha luz sobre el orígen del hombre y de su historia". Fue tal vez esta frase la que enardecía más a los espíritus religiosos, al involucrar al hombre en el mismo proceso, ya de por si considerado herético.

Era intolerable el sólo hecho de mencionar al hombre en una obra que postulaba revolucionarios conceptos de naturaleza puramente biológica. Significaba considerar al "rey de la creación" como un animal más, y lo que es peor, echaba por tierra el principio antropocéntrico.

La palabra de Darwin ofendió ciertamente a muchos de sus contemporáneos y la oposición que experimentó fue tenaz y persistente, pero a pesar de todas las vicisitudes por las que pasó su teoría evolucionista, el naturalista siempre contó como incondicionales defensores desde la primera hora, a la plana mayor de la biología de su época: Lyell, Henslow, Wallace, Hooker, Huxley y Gray, son algunos de los más importantes.

En 1882, cuando muere Charles Darwin, la mayoría de los biólogos se había convencido de la importancia de las conclusiones del sabio, que habían sido también aceptadas por amplios sectores de la opinión publica. Sin embargo, quedaban grandes lagunas por resolver, que hicieron surgir nuevas polémicas entre los investigadores.

Una teoría en apuros

La teoría de la evolución darwiniana se apoya sobre cuatro argumentos principales:
1) Variación: los organismos varían y derivan de unos a otros en forma hereditaria. 2) Lucha por la existencia: en la naturaleza nacen muchos más organismos de los que sobreviven. 3) Selección Natural: las variaciones seleccionadas por el medio, de acuerdo a su capacidad de adaptación son las que favorecen la reproducción y la supervivencia. 4) Especiación: la Selección Natural acumula variantes favorables produciendo subespecies o razas primero y nuevas especies después.

El mayor problema de Darwin consistió en explicar los mecanismos hereditarios. La genética aún no existía y todo lo referente a la herencia se explicaba con la "teoría de la sangre", que no se ajustaba convincentemente con el argumento de la variación. El sacerdote austríaco Gregor Mendel
(1822-1884) había presentado en 1865 su trascendental trabajo Hibridación de Plantas, pero su complicada disertación solo consiguió aburrir al auditorio de la Sociedad de Brunn para el Estudio de las Ciencias Naturales. Su trabajo de ocho años, sus famosas leyes de la herencia, fueron ignoradas lamentablemente al no tener la difusión que merecían.

A principios del siglo XX, en 1900, el holandés Hugo de Vries
(1848-1935), el alemán Carl Correns (1864-1933) y el austríaco Erich von Tschermak (1871-1962), redescubrieron independientemente las leyes de Mendel.

Con el reconocimiento de los cromosomas y de los genes, una nueva revolución biológica llamada Genética se ponía en marcha. La mayor parte de la primera mitad del siglo la dedicaron los genetistas al estudio de la composición de genes y cromosomas y al de las mutaciones o variaciones que se producían en ellos.

En 1953, el norteamericano James Watson y el británico Francis Crick publicaron su descubrimiento de la molécula helicoidal de ácido desoxirribonucleico, ADN, contenida en los cromosomas del núcleo celular. Los autores del trascendental hallazgo recibieron el premio Nobel de 1962.

De acuerdo al nuevo conocimiento, un gen está compuesto por una secuencia de las cuatro bases o nucleótidos que se repiten a lo largo de la molécula de ADN contenida en el cromosoma. Cualquier cambio que se produzca en la secuencia de bases, constituye un error y por lo tanto una mutación génica. De esta forma hemos llegado a conocer el mecanismo de las variaciones, principio fundamental de la evolución.

Es así, cómo en la actualidad, el fenómeno de la evolución biológica, dispone de toda una serie de disciplinas de estudio e investigación, que concurren en el como forma de ir conociendo cada vez más el proceso, y como pruebas de su importancia rectora de la vida sobre el planeta.

Desde la taxonomía de Linneo, los estudios de embriología de Haeckel, los permanentes descubrimientos de la paleontología en todo el mundo y la observación de la distribución bio-geográfica a los constantes e imparables avances de la genética de poblaciones y la invetigación actual del genoma humano y en general de la biología molecular, el panorama lleva a la conclusión de que la EVOLUCIÓN ha alcanzado su madurez.

La idea fundamental de Darwin esta hoy ampliamente aceptada por el mundo científico porque es un proceso plenamente comprobado. La moderna biología evolucionista es una síntesis de los conocimientos de la teoría de la selección natural y de la genética y los hallazgos de la biología molecular enlazan con gran exactitud con los razonamientos de Darwin.

En la naturaleza sobreviven y se reproducen los organismos mejor dotados, los mejor adaptados a las condiciones del medio. La mayor parte de ellos son eliminados desde el principio porque la selección natural opera básicamente por "reproducción diferencial"; es decir que los individuos con mayor capacidad de adaptación al medio, los más eficientes, los de mayor capacidad reproductiva para dejar descendencia, son en consecuencia los que producen "eficiencia biológica", esto es mejores combinaciones de genes de la población.

Ese es el verdadero sentido de la selección natural y de la lucha por la existencia, muchas veces falsamente confundido como resultado de competiciones regidas por comportamientos innatos de agresividad y violencia.

Generalmente la supremacía del más fuerte equivale a la supremacía del mejor adaptado, del más sano, del que se ha salvado de la predación, del más hábil y del más "seductor" para reproducirse en una nueva generación. Por eso la reproducción es crucial en el proceso de evolución; junto con la tasa de natalidad, define el éxito de una especie, siempre y cuando el equilibrio demográfico impuesto por el medio no sea alterado o no se altere el medio en si.

La selección natural se pone en marcha, cambia su ritmo o se acelera como consecuencia de los cambioa ambientales, por eso el éxito de cualquier especie siempre va a ser temporal; cada grupo de organismos tiene su tiempo y por eso la extinción, que es lo contrario de la adaptación, es una parte alternativa de la evolución.

Cuando miramos hacia el registro fósil de organismos del pasado, pese a las dificultades que normalmente presenta su hallazgo y a las aún más raras condiciones que ha exigido el proceso de fosilización, y vemos que el número de especies desaparecidas que hemos logrado identificar y calcular, es infinitamente superior al del que suponemos que hay hoy en día en nuestro planeta, nos damos cuenta de cómo ha trabajado la evolución durante miles de millones de años.
Y tomamos consciencia de que la evolución no mantiene las especies, pero si conserva y promueve la vida.

Richard Leakey, célebre paleoantropólogo kenyata explica en uno de sus libros que la vida en el planeta Tierra ha pasado por cinco grandes extinciones masivas y que muy probablemente estemos en el inicio de la sexta.

La "ecología" esta hoy de moda, y mucha gente se preocupa por el deterioro ambiental que todos sufrimos. La filosofía subyacente a los movimientos conservacionistas puede y debe hacer mucho por mejorar la situación, pero no puede ir contra las pautas naturales.

El respeto que le debemos a la naturaleza debe ir contra los factores culturales degradantes que aceleran los procesos de cambio ambiental; al menos los mas abordables por ser solucionables práctica, económica y tecnológicamente.

Otros son irreversibles y son hechos que debemos asumir, como la superpoblacion y sus consecuencias. Gaia seguirá funcionando con o sin nosotros mientras el sol la siga iluminando.

*Publicado originalmente en Insomnia

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