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PESSOA, FERNANDO - LIBRO DEL DESASOSIEGO -

El Libro del desasosiego
(algunas impresiones)(VI)*

Aldo Mazzucchelli
Pessoa fue lenguaje, y hasta qué punto el lenguaje es algo distinto de quien lo usa se ve en Pessoa. Lo trivial será volver a comprender y a postular que cualquier hombre siempre es una esfinge, un enigma


"
Pienso a veces, con un deleite triste, que si un día, en un futuro al que ya no perteneceré, estas frases que escribo perdurasen reconocidas, habré encontrado por fin a la gente que me "comprenda", a los míos, a la familia verdadera en cuyo seno nacer y ser amado. Pero lo cierto es que, lejos de nacer en ella, para ese entonces ya habré muerto hace mucho. La comprensión recaerá sólo sobre mi esfinge, cuando el cariño ya no pueda consolar a quien ha muerto, de la indiferencia exclusiva que conoció cuando vivo."


Para leer el fragmento anterior, acepto que lo escrito vive sólo en el instante efímero de la lectura, cuando se establecen y se juzgan las normas de la justicia, y los criterios de la asignación de sentidos. Pero acepto también que las frases vivas -es decir, que no son ejemplos- no sólo tienen sentido, sino referencia, la que hace entrar el campo de la metafísica en los formalismos del lenguaje. Aceptado todo eso, éste fragmento de Pessoa, ¿qué diablos quiere decir? El sentido que parece simple textualmente, existencialmente es un enigma.

Al leerlo, se puede sentir congoja, solidaridad, lástima, respeto, comprensión, empatía, identificación.... Cualquiera de esos resultados, suscitados en el lector, son de un modo fundamental, al mismo tiempo genuinos y engañosos. Son genuinos, porque es el lector mismo quien reconocerá que los experimenta. Son engañosos, porque el objeto respecto del cual parecen experimentarse, o sea, aquel hombre a quien aparentemente se refieren -y toda una constelación de significados que adquiere en consecuencia- son insostenibles.

Esa imposibilidad de que lo dicho tenga referencia estuvo claramente previsto por Pessoa. De hecho, si se las lee con cuidado, es lo único que estas frases dicen. Pero a la vez, es ahora imposible. La idea encerrada en las frases citadas encierra en sí su demostración y su absurdo. Su coherencia dice que el que habla -Soares/Pessoa/Cualquier Hombre- es incomprendido en su presente, y no podrá serlo más que de un modo abstracto
(absurdo) en su futuro. Por lo tanto, el lector que lee las frases hoy, muerto quien las dijo pero vivo el lenguaje en que se las dijo, puede comprender el lenguaje, pero no a quien las dijo. Porque quien las dijo, en primera persona, se transformó ya en la esfinge, en esa tercera persona: "quien ha muerto".

Entonces ¿se puede comprender lo que dijo alguien en un mensaje escrito, y no comprender a quien lo dijo?
Sí. Y es la diferencia entre un sentido debil de comprender, que es meramente intelectual y formal, y un sentido fuerte, que es existencial e integralmente humano. Pessoa dijo que no podría, no ser "entendido". Dijo que no podría ya ser amado. Pessoa está muerto. Si postulo que puedo comprender a Pessoa en el sentido fuerte, entonces estoy postulando la vida más allá de la muerte. Alguna forma de ella es necesaria al lector que pretende comprender este fragmento.

Caso contrario, la esfinge Pessoa es hoy una realizada tercera persona gramatical, sobre la cual, como hombre, me resulta muy poco interesante tener algún sentimiento.
Consuélese el lector pensando lo que quiera. Pessoa ha sido ignorado, borracho mediocre de los cafés lisboetas. Uno que sabía lo que decía, y a quien no fue permitido decirlo de modo que fuese reconocible en su momento. Se le permitió, sí, decir ese no reconocimiento de modo que su no reconocimiento fuese algo reconocido cuando él, ya no reconocible, no fuese nadie. Las cosas y las personas perduran en lo que fueron. Pessoa fue lenguaje, y hasta qué punto el lenguaje es algo distinto de quien lo usa se ve en Pessoa. Lo trivial será volver a comprender y a postular que cualquier hombre siempre es una esfinge, un enigma. Lo cual también está dicho en el fragmento citado.

Una forma vicaria de inmortalidad, preferida por los materialistas que se atienen a la sucesión estricta del tiempo, es negada explícitamente por Pessoa, líneas más abajo. No seremos nosotros quienes aprenderemos de Pessoa, sino que si ahora creemos comprenderle, nuestro tardío aprendizaje sólo habrá sido de utilidad para Pessoa. Pero Pessoa, una vez más, se nos aparece inalcanzable, muerto. Y la inutilidad de la lucidez será salvada: "Porque los hombres sólo aprenden para uso de sus bisabuelos, que ya murieron. A los muertos y a nadie más, sabemos enseñarles las verdaderas reglas para vivir."

*Publicado originalmente en Insomnia Nº 137

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