VII
Abandonad la Conmovedora
Inteligencia
Transcripción
de los dos epígrafes a Seymour: An Introduction:
"Los actores
con su presencia siempre me convencen, para mi horror, de que
casi todo lo que hasta ahora he escrito sobre ellos es falso.
Es falso porque lo hago con amor constante (ahora mismo, mientras
lo escribo, también resulta falso) pero con capacidad
variable, y esta capacidad variable no da la imagen expresiva
y correcta de los actores tal como son sino que se pierde tristemente
en ese amor que nunca quedará satisfecho con la capacidad,
y por lo tanto piensa que no ejercitar esa capacidad es una manera
de proteger a los actores."
"Es, (por decirlo
de una manera figurada) como si un autor cometiera un error al
escribir y como si ese lapsus cobrara conciencia de sí
mismo. Quizá no fuera un lapsus, sino, en un sentido mucho
más elevado, una parte esencial de la exposición
entera. Es, pues, como si ese lapsus se rebelara contra el autor,
de puro odio contra él le impidiera corregirlo y dijera:
"No, no quiero ser borrado, quedaré como testigo
contra ti, como testigo de que eres un escritor muy mediocre."
En el curso de la narración,
Buddy, cronista oficial de los Glass, atribuirá el primer
fragmento a Kafka y el segundo
a Kierkegaard. Es eso lo que reconoce Salinger, y eso lo que parece
necesitar abrazar: la escritura
un poco huérfana, un poco para mecerla, un poco repasar
la debilidad que por otra parte la embellece. Y nombrar las cosas
por primera vez, así, temerariamente. Leer
con ojos nuevos. Leer a este hombre que ha decidido no tener nombre
y no ser autor, al tiempo que busca encarnar la predicación
del Eclesiastés y eliminar la vanidad del ego (y
eso es vanidad, en Occidente todo sale al revés), o ser
con despreocupación algo así como un raro budista
que no es un raro budista, sólo porque no quiere ser nombrado
de esa manera.
Salinger no quiere
ser palabras, no palabra "raro" al lado de palabra
"budista".
Quieren los niños, los
distraídos o los huérfanos decirles a todos esos
hombres inteligentes a quienes están esperando respetar:
por favor, abandonad el PRECIOSO INGENIO, abandonad la CONMOVEDORA
INTELIGENCIA. Los ojos tienen una rara, pero certera forma de
delatar que no creen en lo que piensan.
Ahora vamos a leer a Salinger tirados en el centeno (¿o
deberíamos decir pasto?). No, vamos a leer a Salinger
en la hierba, y no vamos a avergonzarnos de la palabra hierba.
Después de todo siempre habrá alguien que disfrutará,
sensiblemente, de esa pequeña altanería.
Notas:
(1) French, Warren. J. D. Salinger.
Los libros del Mirasol, Compañía General Fabril
Editora, S. A., Buenos Aires, 1969. (En este libro el lector
encontrará fechada y comentada toda la obra de Salinger
no disponible en volumen. También puede recurrir a los
sitios de Internet 'The Holden Server' y 'Bananafish', fácilmente
encontrables si inicia la búsqueda a través de"J.
D. Salinger.".)
(2) Barr, Donald. Ah, compañero: Salinger. En La Narrativa
Actual en Estados Unidos.
(3) Hassan, Ihab. J. D. Salinger: Rare Quixotic Gesture. "Western
Review", XXI (1967).
(4) Buela, Álvaro. J.D. Salinger. La desaparición
incompleta. "País Cultural", Año X, nº
481, viernes 22 de enero de 1999.
(5) Weigand, William. Las sesenta y ocho bananas de J. D. Salinger.
En Boca Bonita y Verdes mis Ojos. Editorial Estuario (Serie:
El Perseguidor, Colección: Narradores Siglo XX), Buenos
Aires, 1977.
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nº 101
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