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SALINGER, JOHN -

Salinger: los Siete Santos de Vidrio (III)*

Sofi Richero
Quieren los niños, los distraídos o los huérfanos decirles a todos esos hombres inteligentes a quienes están esperando respetar: por favor, abandonad el PRECIOSO INGENIO, abandonad la CONMOVEDORA INTELIGENCIA


VII

Abandonad la Conmovedora Inteligencia

Transcripción de los dos epígrafes a Seymour: An Introduction:

"Los actores con su presencia siempre me convencen, para mi horror, de que casi todo lo que hasta ahora he escrito sobre ellos es falso. Es falso porque lo hago con amor constante (ahora mismo, mientras lo escribo, también resulta falso) pero con capacidad variable, y esta capacidad variable no da la imagen expresiva y correcta de los actores tal como son sino que se pierde tristemente en ese amor que nunca quedará satisfecho con la capacidad, y por lo tanto piensa que no ejercitar esa capacidad es una manera de proteger a los actores."

"Es, (por decirlo de una manera figurada) como si un autor cometiera un error al escribir y como si ese lapsus cobrara conciencia de sí mismo. Quizá no fuera un lapsus, sino, en un sentido mucho más elevado, una parte esencial de la exposición entera. Es, pues, como si ese lapsus se rebelara contra el autor, de puro odio contra él le impidiera corregirlo y dijera: "No, no quiero ser borrado, quedaré como testigo contra ti, como testigo de que eres un escritor muy mediocre."

En el curso de la narración, Buddy, cronista oficial de los Glass, atribuirá el primer fragmento a Kafka y el segundo a Kierkegaard. Es eso lo que reconoce Salinger, y eso lo que parece necesitar abrazar: la escritura un poco huérfana, un poco para mecerla, un poco repasar la debilidad que por otra parte la embellece. Y nombrar las cosas por primera vez, así, temerariamente. Leer con ojos nuevos. Leer a este hombre que ha decidido no tener nombre y no ser autor, al tiempo que busca encarnar la predicación del Eclesiastés y eliminar la vanidad del ego (y eso es vanidad, en Occidente todo sale al revés), o ser con despreocupación algo así como un raro budista que no es un raro budista, sólo porque no quiere ser nombrado de esa manera.

Salinger no quiere ser palabras, no palabra "raro" al lado de palabra "budista".

Quieren los niños, los distraídos o los huérfanos decirles a todos esos hombres inteligentes a quienes están esperando respetar: por favor, abandonad el PRECIOSO INGENIO, abandonad la CONMOVEDORA INTELIGENCIA. Los ojos tienen una rara, pero certera forma de delatar que no creen en lo que piensan.

Ahora vamos a leer a Salinger tirados en el centeno (¿o deberíamos decir pasto?). No, vamos a leer a Salinger en la hierba, y no vamos a avergonzarnos de la palabra hierba. Después de todo siempre habrá alguien que disfrutará, sensiblemente, de esa pequeña altanería.

 

Notas:

(1) French, Warren. J. D. Salinger. Los libros del Mirasol, Compañía General Fabril Editora, S. A., Buenos Aires, 1969. (En este libro el lector encontrará fechada y comentada toda la obra de Salinger no disponible en volumen. También puede recurrir a los sitios de Internet 'The Holden Server' y 'Bananafish', fácilmente encontrables si inicia la búsqueda a través de"J. D. Salinger.".)
(2) Barr, Donald. Ah, compañero: Salinger. En La Narrativa Actual en Estados Unidos.
(3) Hassan, Ihab. J. D. Salinger: Rare Quixotic Gesture. "Western Review", XXI (1967).
(4) Buela, Álvaro. J.D. Salinger. La desaparición incompleta. "País Cultural", Año X, nº 481, viernes 22 de enero de 1999.
(5) Weigand, William. Las sesenta y ocho bananas de J. D. Salinger. En Boca Bonita y Verdes mis Ojos. Editorial Estuario (Serie: El Perseguidor, Colección: Narradores Siglo XX), Buenos Aires, 1977.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 101

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