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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 


 


CIELO 1/2 - HAMED, AMIR -
 

Metempsicosis y traducción como políticas*

Alma Bolón
 

Pasmosa obra, este Cielo ½ que Amir Hamed presenta bajo la forma de seis álbumes cuya desmentida blancura se espesa en dioses, bichos, héroes y amigos, fundando así una fratría que campea desde el Ganges hasta el Olimar, desde las orillas del Nilo hasta el balneario Las Flores, desde la cinco veces milenaria Homs hasta el Chuy.


La transmigración, la familiar metempsicosis de Rubén Darío, de Herrera y Reissig y de Jorge Luis Borges, vuelve a ser escritura en Cielo ½, fabuloso espacio de traducción -de desamarre- de las señas y los señuelos de identidad.


 

Curioso título, Cielo ½, en que un número quebrado es arrojado a los ojos de lectores -nosotros- gobernados por innúmeros porcentajes y rankings, que a diario vienen a dar fe de la solidez de nuestro puesto en el mundo.

Formidable tapa dibujada por Óscar Larroca, en donde un rostro desollado enseña una anatomía que también es una cartografía de ríos y riachuelos, mientras un doble perfil y una mitad de dos componen la insuperada y burlada unidad, la del mirar ciclópeo.

Pasmosa obra, este Cielo ½ que Amir Hamed presenta bajo la forma de seis álbumes cuya desmentida blancura se espesa en dioses, bichos, héroes y amigos, fundando así una fratría que campea desde el Ganges hasta el Olimar, desde las orillas del Nilo hasta el balneario Las Flores, desde la cinco veces milenaria Homs hasta el Chuy.

Álbum a álbum, ciudades, pirámides, ríos y calles de esta vasta toponimia terrenal van narrando las camadas de mitos e historias que las fueron construyendo y elevando hasta constelar ese cielo abigarrado que hoy se nos ofrece para que nos traduzcamos: para que traicionemos y reavivemos el legado. Porque Cielo ½, mentida autobiografía y veridiquísima ficción de ficciones, puede ser leída, sobre todo, como una desaforada traducción, o como una anhelada metempsicosis a través de la cual la civilización vuelve a acontecer, engarzada en letra, escritura, historia, nombre, mito.

Véase: “En Homs, en cuyos cimientos se encripta la Emesa cuyo tesoro resignó Zenobia, vencida fuera de los muros por Aureliano, te detuviste a merendar una vez y a desayunar otra. El parentesco de sus batallones de tiendas, atrincherados en cortinas metálicas, con los surtideros de bagallo que apacientan en el Chuy los palestinos, lo mismo que el de sus veredas, donde en diminutos bancos departen, sorben café o desplazan fichas sobre tableros los comerciantes, en nada haría sospechar al Baal emesio, adorado por las legiones cónico y en una piedra negra, hendida por marcas indefinibles que se entendía eran la escritura del dios y mudado a Roma en el 218 cuando su sacerdote de 14 años de edad, Vario Avito, fuera proclamado emperador bajo el nombre de Marco Aurelio Antonino Bassiano.” (pág. 326-327) 

Estas líneas se ubican cerca del fin de la narración y retoman un viaje a Siria que había inaugurado el libro. Desde 2012, la prensa nos tiene familiarizados con Homs, o con el nombre Homs y con las toneladas de bombas que sobre esta ciudad caen –“batallones de tiendas, atrincherados en cortinas metálicas” escribe, anacrónico y actual, Amir Hamed. La cinco veces milenaria Homs, traducida por Hamed en el Chuy de los palestinos, es también la Emesa griega y es la cuna del emperador romano Vario Avito, sirio hijo y nieto de sirias, efebo titular de un reguero de nombres que fue tomando, abandonando, recibiendo y transmutando. La Homs de la prensa noticiosa de 2013 y del personaje de Cielo ½, también, integra el reino de Baal, divinidad adorada por caldeos, ugaríticos, canaaneos, cartagineses, filisteos y hebreos, bajo los declinados nombres de Baal-Melqart, Baal-Hammon, Baal-Shamash y Baal-Safón, divinidad identificada en Egipto con Seth, entre los griegos con Zeus, con Júpiter entre los romanos, aunque también con Cronos y Uranos, pero asimismo reconocida como Bel, Moloch y Heliogábalo, tal como no permite ignorarlo el “índice onomástico” que provee Cielo ½.      

Un lector discretamente instruido puede ser ducho en las conversiones greco-romanas, por las que se pasa de Hefestos a Vulcano o de Zeus a Júpiter; con Amir Hamed, el terreno de juego se expande y en el panteón celestial los dioses multiplican sus pasos y sus apelativos: Astarté, ‘Attart, ‘Athtart, ‘Ashtart, Ishtar, Afrodita, Venus Erycina, Anath, Ashirah, Atargatis.  

Ante tal imparable procesión de traducciones, de transmigraciones de dioses y de seres que fugazmente nos prestan sus nombres para que en ellos nos miremos ¿quién querría decir “yo”? Por cierto, no lo quiere el narrador de
Cielo ½
que cuenta la historia de un “tú”, es decir, de una forma cortés y cercana erigida por un “yo” que se espeja en su más apropiado otro. Véase el íncipit del libro y su instantáneo despliegue de espejos: “Usted es de por acá, ¿verdad?, te dijo el guía poco antes de abandonarte a un emporio de piedras vertiginosas, esparcidas como meteoritos en los márgenes de santuarios afanados en calibrar el paso deshidratado de la gente contra la huella desaforada de los dioses. De costumbre, en esos parajes aporreados por el sol, te hacen escandinavo o germano, cuando no crasamente yanqui, e intentan estafarte.” (pág. 7)

(En obras anteriores, Amir Hamed ha incursionado con pareja felicidad en esos juegos en que la fratría se substancia y los (pro)nombres bailan: recuérdese por ejemplo “Mixed Emotions” (en Buenas noches, América) en que un narrador cuenta un episodio -una noche bolichera con un amigo en Montevideo- durante el cual el amigo le cuenta cierta peripecia vivida junto a un veterano de guerra, en Chicago. Este cuento también espejea y destella: quien oficia de narrador, y nos hace oír la historia chicaguense tiempo atrás oída de boca de su amigo, guarda varios parecidos con un amigo del autor del libro. Autor para esta ocasión devenido personaje casi secundario de la narración del otro, de su amigo.)     

Así vistas las cosas -una vez postulado el mundo como incontinente traducibilidad de dioses, héroes, hombres, ciudades, biografías, bichos y chiches-, “la identidad”, ya sea individual, social, sexual, regional o nacional, sale bastante maltrecha, ajenizada por los movimientos migratorios en que una y otra vez no cesa de reformularse, llevada sin cesar a un más allá en que vuelve a configurarse. Ignorando cualquier enquistamiento identitario, que supusiera atenerse a colores y camisetas locales, la narración de Amir Hamed hace fluir historias universales, en una salvífica soberbia que no admite ocupar el puesto del “diverso” o del provisto de “cultura propia” (“folklore”), ni de “transcultura”,  ni de “subalternidad”, ni de cualquier otra prótesis que, en nombre de supuestos e insalvables particularismos autóctonos, nos privase del ilimitado ejercicio de la traducción, con el que participamos en la universalidad del universo. Por cierto, esto no impedirá que las historias venidas de allende el océano se cuenten con palabras de otras lejanías, como la exquisita y cantarina “pipil”, traída por el narrador de Cielo ½ desde República de El Salvador, tierra visitada y evocada, aunque nunca nombrada bajo ese nombre: “Por esto, que de pipilito de ocho meses estrangule con sus manos las dos serpientes que le envía Hera, esa contrafaz griega y madrastra que le negó el pecho y le da nombre, apenas está señalando un estrangulamiento de orígenes.” (p. 253) Heracles, poderoso infante de ocho meses, Heracles pipilito: la traducción de aquel mundo por este no se detiene.

Esta salvífica soberbia que, recogiendo palabras, deambula por unos cuantos milenios hechos mito e historia, se acrecienta con la singularidad de una voz narrativa que puede encontrar sentidos todavía inéditos en relatos archi conocidos. Véase: “Es entonces que Homero te entera de por qué dicen a Odiseo el último héroe al ras: mientras los reyes argivos se rendían a la pretensión de Helena y por ello, juramentados por Tíndaro, se obligaron a su rescate fantasma, Odiseo percibe a la prima de la cortejada, a Penélope, a cuya sensatez se aferra, y cuya sensatez desposa (su prudencia la hace desconfiar de fantoches, incrédula de que ese mendigo que masacra pretendientes pueda ser su esposo; se sabe viuda y solo cuando sea el último pretendiente en pie podrá proclamarlo marido y Odiseo.” (pág. 303)

Ahora bien, ¿en virtud de qué, más allá de su ejercicio sistemático, puede decirse que Cielo ½ tiene la traducción como política y la metempsicosis por anhelo? Una respuesta posible tiene que ver con una decisión, puesta en acto por Amir Hamed y su fratría, de instituir la escritura como el único lugar que, en vida, concede experimentar lo ausente, o el único lugar de vida que concede la migración hacia otras almas, esa forma casi perfecta de traducción que desbarata identidades y estropea patriotismos, instituyendo al espíritu (al fantasma) como modelo refinado de ciudadanía cosmopolita. Ciertamente, no es casual que en Cielo 1/2 los espacios y los tiempos surcados sean los de Mesopotamia, Palestina, Siria, Líbano, Egipto; Mesopotamia de las primeras escrituras, Mesopotamia de las tablillas de arcilla abarrotadas de textos cuneiformes, cuya destrucción y saqueo en la “guerra de Iraq” cumplen con los protocolos que Hamed refiere en Mal y Neomal.

En épocas en que el conocimiento y sus lugares -la escritura, el libro, la escuela- son carcomidos por el sinsentido o colonizados por la trivialidad, Cielo ½ hace obra disidente, política.   

Copioso autor, Amir Hamed, enciclopédico y ciclópeo, de ciclos que abarcan también (y podría conjeturarse que escribe bajo el régimen del “también” -y no del “más”-: bajo el régimen de la inclusión selectiva del “bien” en el “tan”) un fraseo y un vocabulario domésticos, que sospechamos casi arrumbado entre nosotros y que place volver a oír: “A veces, de tan fajado por cataplasmas, el osito te quedaba mómico”.

(La singularidad de Amir Hamed incluye una coincidencia extravagante: muchos años antes de que el porno para damas Fifty Shades of Grey fuera un millonarísimo best-seller sobre sumisión femenina
[1], Hamed hizo de “Shade” un pseudónimo que el narrador inventa para Mónica, protagonista de Semidiós y voluntariosa practicante del sadomasoquismo: “Shade. Nombre neutro, que no especifica, si alguien así lo prefiere, el sexo, y que era epítome del gótico que adoraban esos chatistas. Me sentía a gusto proyectándole fantasías a Shade, príncipe o princesa de lo sombrío, y debo aclarar que, en aquel primer nivel, la cosa fue un éxito”. Por cierto, en cuanto al resto, poco tiene que ver el porno bien dosificado de Fifty Shades of Grey con Semidiós, áspero relato sobre la autoría, la autoridad, la entrega, la mortificación de la carne y la escritura, entre otras cuestiones.)    

Pero por sobre todo, en Amir Hamed, la erudición indisimulable y la convicción aplomada suenan en una voz narrativa extraordinariamente bella, capaz de arrancar destellos inéditos a las palabras y al mundo: “El ansia de playa es también ansia de noche, que por allá es más antigua, más íntegra en su preñez de luces como natas. Sus astros tienen otra gravitación: son capaces de descorrer el entramado al que por milenios han apuntado los dedos de los niños, de los sacerdotes y de cada una de las gentes que han hecho del mundo mito y del mito esa urdimbre indiscernible, millonaria en nudos, en la que lo verídico a un tiempo se oculta y reverbera. El firmamento te sorprende con estelas pero también con cuerpos inquietos que reemplazan los que creías haber advertido una noche atrás. Asalta allí en lo oscuro la fantasmagoría con la que cada cosmos, paso a paso, ha ido descorriéndose, es decir, fabulándose.” (p291)
 

Nota:
 

[1] “Veáse "Porno chantilly", Sofi Richero, Brecha, 12-VII-13.
 

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* Publicado originalmente en Brecha, 16 de agosto de 2013. Publicada aquí con el título y el copete original que suministró la autora.

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