Quince años después de su desaparición, ¿tiene
sentido revisar la obra de un escritor de novelas policiales? Si se parte de la premisa
de que la literatura policial es un universo acotado por su propia
definición y sus intenciones como subgénero, la
respuesta es no. Si se considera, en cambio, que los buenos autores
pueden encontrarse en cualquier parte, más allá
del género que elijan para expresarse, las cosas son bien
diferentes. Entre 1949 y 1976, Ross Macdonald escribió
su larga saga sobre el detective Lew Archer, creando uno de los
personajes más notables de la nueva literatura policial.
Después de él, nada volvió a ser igual en
las letras estadounidenses de este siglo.
Al
referirse al género policial negro, existe una trilogía
tan previsible como indiscutible: Dashiell Hammett, Raymond Chandler
y Ross Macdonald. Los roles asignados a cada uno de los miembros
de ese triunvirato son distintos y bien diferenciados: Hammett
es el "inventor", el principal precursor del género,
el primero que, al decir del propio Chandler, "sacó
el crimen del jarrón veneciano y lo arrojó
de vuelta a la calle".
Chandler por su parte, es el responsable de la estilización
del género, es decir de la llegada del hard-boiled
a las aulas y la academia. Es también el creador de quien
probablemente sea el arquetipo del detective privado por excelencia:
Phillip Marlowe, quien con sólo cinco novelas dio lugar
al más grande Quijote de la literatura de éste
siglo. Macdonald por su parte también creó un detective
arquetípico: Lew Archer.
A través del desarrollo de su personaje, Macdonald dio
cuenta de los cambios que se habían producido en el mundo
(y en la literatura policial) desde que veinte años antes
Hammett hubiera escrito sus primeras narraciones: si se pretendía
hacer una novela negra realista ya no era posible que un individuo
solitario lograra cambiar el orden de las cosas.
Si en sus primeras novelas, Archer dispara, corre, salta y usa
sus puños para solucionar los casos, lentamente va abandonando
estos métodos para limitarse a recoger las señales
que problema va dejando a su paso.
Este cambio no se debe tanto a que Archer envejezca como a que
el autor y su personaje envejecen juntos: a medida que pasa el
tiempo parece crecer en Macdonald la convicción de que
el mal se encuentra demasiado expandido en el mundo real actual
como para que desde una posición estrictamente individual
se pueda hacer algo efectivo contra él.
Ese mal, que en la ficción Macdonald ubica en personas
concretas, en la realidad se encuentra en el hombre como género
y, a nivel global, se manifiesta en la depredación de
la naturaleza. De allí que durante los últimos
veinte años de su vida, mucho antes de que el tema se
pusiera de moda, el escritor fue un consecuente militante ecologista,
una convicción que aparece expresada en forma inteligente
y sutil en sus últimas novelas.
Buena parte de la trascendencia de la obra de Ross Macdonald
se debe sin duda a sus evidentes e innegables habilidades como
escritor. Pero un área importante de su impacto en la
literatura estadounidense de este siglo se basa en la convicción,
complejidad y profundidad con que manifestó sus puntos
de vista sobre las personas, sus relaciones y sus afectos.
Itinerario
temprano
Nacido
en Los Gatos, California, en 1915, bajo el nombre de Kenneth
Millar, Macdonald fue trasladado a Canadá por sus padres,
originarios de ese país. Criado en Ontario, Macdonald
comenzó sus estudios universitarios en la Universidad
de Ontario Oeste, interrumpiéndolos para realizar un viaje
a la Alemania nazi, una extraña y dura experiencia que
se convertiría en fuente de inspiración para su
primera novela.
Graduado con honores a los 23 años, el futuro escritor
se casó en 1938 con Margaret Strum, quien bajo su nombre
de casada, Margaret Millar y desde el año 1941 se convertiría
en la primera narradora profesional de la recién formada
familia.
Entre los años 1941 y 1944, Macdonald realizó estudios
en Letras en la Universidad de Michigan (en 1942 recibió
su titulo de Master y en 1951 se convirtió en Doctor con
una disertación sobre Coleridge), siendo al mismo tiempo
profesor de tiempo completo en esa universidad. Fue en ese período
cuando siguiendo el ejemplo de su esposa, Macdonald (aún
firmando Kenneth Millar) escribió su primera novela, The
dark tunnel. El libro cuenta la historia de Chet Gordon,
un profesor universitario que a partir de un viaje a la Alemania
nazi se ve involucrado en un plan de espionaje que se está
desarollando en el campus de su universidad.
Entre los años 1944 y 1946, el escritor participó
en actividades militares en el Pacífico Sur, bajo las
órdenes de la Reserva Naval de los Estados Unidos. Fue
en ese mismo período cuando su esposa Margaret se trasladó
a Santa Bárbara, California, lugar donde ambos desarrollarían
el resto de su carrera y residirían hasta el fin de sus
días.
Sweet
home
California
El
segundo libro de Macdonald (todavía firmando con su verdadero
nombre) se publicó en 1946 y se llamó Trouble
follows me. En él aparecía nuevamente
Chet Gordon, ahora convertido en oficial de Marina (la reciente
estadía del escritor en la Marina obviamente tuvo que
ver con este cambio de ambiente), que investiga una serie de
muertes a lo largo de varios países y ciudades.
Una acerada descripción de la verticalidad de las jerarquías
militares y una adecuada dosis de suspenso, comenzaban a colocar
a Macdonald lejos del policial de enigma, sin por eso acercarlo
a los agrios niveles de critica social que desplegarían
sus primeras novelas dentro del género negro.
Vistos en perspectiva, los primeros libros del escritor adolecen
de cierta indefinición, como si Macdonald todavía
no hubiera decidido que sobre que clase de cosas y cómo
deseaba escribir. En ese sentido, sus dos primeras novelas se
emparentan con ciertos rasgos de estilo visibles en parte de
la narrativa de su esposa Margaret, quien por ese entonces comenzaba
a ganar prestigio dentro del policial de corte psicológico.
No menos cierto es que la particular habilidad de Macdonald para
construir veloces e inteligentes diálogos ya estaba presente
en sus primeros libros, una caracterísitica no muy evidente
en la obra de Margaret Millar, quien siempre priorizó
la creación de climas y situaciones grupales complejos
antes que el contrapunto del diálogo.
En 1947 Macdonald publicó Blue City, una
novela que registraba las situaciones desencadenadas por el regreso
del hijo de un rico político de un pequeño y corrupto
pueblo del Medio Oeste americano, en busca de los asesinos de
su padre. Evidenciando influencias del estilo impuesto por Mickey
Spillane, el creador de Mike Hammer, algunos años antes,
el tercer libro del escritor hacía uso de cierta violencia
verbal y física que poco después serían
abandonados.
El año 1948 traería el que sería su último
libro firmado como Kenneth Millar: el nombre fue The three
roads y las influencias del subgénero crime psicology,
que su esposa Margaret comenzaba a liderar, resultaban bastante
evidentes.
Después de cuatro novelas que, boxísticamente hablando
podrían ser consideradas "rounds de estudio",
Kenneth Millar decidió comenzar a usar un seudónimo (para evitar confusiones
con su esposa quien a esa altura ya tenía cinco libros
en su haber) y crear un nuevo personaje para su nuevo libro. El
seudónimo elegido fue John Macdonald, la novela The
Moving Target (1949) y el personaje se llamó Lew Archer.
El seudónimo empeoró las cosas ya que John D. Macdonald
era otro ascendente escritor policial. Por eso, los cuatro siguientes
libros de Millar serían firmados por John Ross Macdonald,
nombre que terminaría abreviándose en el nombre
definitivo del escritor: Ross Macdonald. La elección del
nombre del protagonista, sin embargo, se revelaría como
una de las mejores de toda su carrera: su mejor y casi único
personaje fijo había nacido.
Después de esos cambios (a los que seguirían otros
posteriores y no menos importantes), nada sería igual
dentro del género policial negro.
Lew
el recio
Emparentándose
con Phillip Marlowe en su búsqueda por esclarecer los
motivos últimos del crimen antes que por perseguir a los
criminales, ya en su primera novela el personaje creado por Macdonald
actúa guiado por su instinto, haciendo preguntas aquí
y allá, registrando las reacciones de quienes entrevista
y siguiendo las reglas básicas de la investigación
criminal.
En ocasiones, Archer llega a hacer algo que ni siquiera el bueno
de Marlowe se permitió: equivocarse. Puede ocurrir que,
por ejemplo, durante cerca de cincuenta páginas el detective
siga una pista falsa, con lo que no pueda evitar una nueva muerte
y termine siendo acusado de obstruir la labor policial. Esos
"errores" eran parte de la nueva premisa con que Macdonald
se manejaría en sus novelas: en la vida real, los detectives
también se equivocan y siguen al tipo equivocado.
De todas las novelas de Macdonald, The moving target es
probablemente la que tenga la crítica social y política
más descarnada y frontal: Ralph Sampson es el poderoso
propietario de un rancho que somete a sus trabajadores con extrema
violencia. Para eso se apoya en un grupo de mafiosos y oscuros
personajes que, como una suerte de desvencijada corte, apoyan
cada uno de sus prepotentes gestos. Archer es, siguiendo la tradición
detectivesca negra, el único personaje que se mueve y
lo enfrenta como "agente libre", actuando antes que
nada de acuerdo con su propio (y en general compartible) libro
de reglas.
Siendo la novela más evidentemente chandleriana, The
Moving Target tuvo sin embargo, una fría acogida de
parte del propio Raymond Chandler. Para el creador de Marlowe,
Dalmas y otros detectives clave en la novela negra, la primera
aparición de Archer dio como resultado una novela fallida,
"con frases rebuscadas por falta de emociones animales reales",
que hacía uso de "una terminología amanerada
para exhibir la distinción del autor".
A pesar de Chandler y sus antipáticos comentarios, Macdonald
ya no abandonaría a su hijo pródigo salvo en dos
ocasiones: Meet at the morgue de 1953, y The Ferguson
affair de 1960, en donde pese a éste abandono, presentaría
dos personajes (un agente de libertad condicional y un abogado)
de neto corte archeriano.
Recogiendo los datos que Macdonald va dejando caer en las sucesivas
novelas de Lew Archer (nombrado así en evidente homenaje
a Miles Archer, el socio asesinado de Sam Spade en The Maltese
Falcon de Dashiell Hammet), su biografía sería
más o menos la siguiente: nacido en 1913 o 1914, Archer
habría sido un delincuente juvenil que terminó
su carrera delictiva cuando un sargento de Policía "con
olor a whisky" lo detuvo en pleno robo de unos almacenes,
dejándolo en libertad después de sermonearlo.
En 1935 Archer ingresó a la Policía de Long Beach,
California, llegando a ser sargento antes de dejar el cuerpo
"a causa de la atmósfera irrespirable". Más
exactamente, habría sido expulsado por no querer ser parte
de los "sucios tinglados políticos" que allí
se creaban. Esa rebeldía y ese ánimo crítico
hacia las fuerzas del orden sería una constante en todas
las novelas de Macdonald, sin llegar sin embargo, a mostrar los
niveles de violencia y corrupción que Chanlder había
relatado en su obra.
Después de haber comenzado su carrera como detective privado,
Archer participa de la Segunda Guerra Mundial como agente de
inteligencia, un escenario en donde conocerá a dos personajes
que aparecerán en forma recurrente en sus aventuras posteriores:
el teniente Gary y el coronel Colton.
Abandonado por su esposa Susan ("no le gustaban las compañías
que yo tenía" afirma Archer), el detective muestra
en los primeros cuatro libros del autor una fuerte deuda con
la más clásica novela negra, especialmente con
el comportamiento violento, cínico y caballeresco de Phillip
Marlowe. Aunque disfruta de la compañía de las
mujeres, Archer esta muy lejos de actuar como Marlowe, el galán
infalible: sus encuentros sexuales son escasos y en general no
son para nada frívolos, aportando por el contrario un
peso afectivo bastante grande en la historia en que ocurren.
Si, como apunta el crítico y escritor policial estadounidense
William L. DeAndrea, Macdonald siempre declaró que su
intención era construir los misterios policiales a la
manera de la clásica tragedia griega, es posible ver en
está búsqueda uno de los motivos por los cuales
Archer comienza a desplazarse desde el arquetipo construido por
Hammett y perfeccionado por Chandler, hasta encontrar su propia
voz dentro de la literatura policial del s. XX, ubicándolo
como uno de los grandes autores del siglo, más allá
de etiquetas y géneros.
Dentro de esta "primera etapa" de las historias de
Lew Archer, está la novela The Drowning Pool (1950),
segundo libro protagonizado por Archer, que fuera llevado al
cine en forma excelente por el director Stuart Rosenberg en 1975,
con Paul Newman haciendo las veces del detective, rebautizado
como Lew Harper. Newman puso como condición ese cambio
ya que venía de realizar varios exitosos films
llevando nombres que empezaban con h: Hombre, Hud y
Harper, de 1966, dirigida por Jack Smight, basada en la primera
novela de Archer, The Moving Target. También de
los años más hard-bolied de Archer son los
libros The way some people die (1951), The ivory grin
(1952) y Find a Victim (1954).
Lew
el fisgón
En
las primeras páginas de Find a victim, Lew Archer
ve desde su auto un rostro mortalmente pálido que le hace
señas desde un costado de la carretera. El hombre está
de rodillas y mientras las luces del vehículo lo iluminan
fugazmente, agita una mano haciendo señales mientras con
la otra se apreta el pecho ensangrentado. Para cuando Archer
se detiene y vuelve junto a él, el hombre ya se está
muriendo y el detective solo alcanza a tomarlo en sus brazos
mientras éste lanza sus últimos estertores.
La descripción de toda la escena es cruda y la sensación
de violencia pura: la muerte no es algo elegante, es injusta,
absurda y terrible. Y aunque Archer no conoce a ese hombre, desde
ese momento queda involucrado (su viaje lo llevaba a otra parte)
en la resolución del enigma de su muerte.
Las culpas, los errores y la complejidad psicológica "real"
del trabajo detectivesco comienzan a esbozarse ya en esta novela,
aunque el énfasis todavía está puesto en
la acción y la virulencia de la crítica social
y racial de la trama: el muerto es de origen mexicano, el criminal
es anglosajón y eso influye en la investigación
oficial del crimen.
Allí está puesto el ojo de Archer quien, sin embargo,
alcanza a percibir también el carácter emocional
y familiar del conflicto.
Desde esa novela y, muy especialmente desde The Barbarous
coast, su siguiente libro, Macdonald comienza a llevar a
su detective hacia nuevos lugares narrativos: si los personajes
de Hammett, Chandler, McCoy y otros precursores del género
disparaban la acción con sus investigaciones, el Archer
de Macdonald es cada vez y al decir del propio autor "un
catalizador no intencional de la acción".
Si en Red Harvest el hammettiano Agente de la Continental
hacía chocar a dos bandas rivales para que se destrozaran
mutuamente (una idea que retoma Akira Kurosawa en el film Yojimbo
y que retoma Walter Hill en Last Man Standing), desencadenando
una de las mejores secuencias de "violencia total"
tan caras al escritor, el Archer de Macdonald está cada
vez más a remolque de los acontecimientos, muchas veces
precipitando la desgracia a pesar suyo, y, sobre todo, básicamente
impotente en su esfuerzo por detenerla.
Es allí donde esta el otro quiebre, el giro con el que
Macdonald se aleja de sus padres y abuelos literarios: la violencia
y la desgracia humanas no surgen espontáneamente y de
la nada, siempre hay una "novela familiar" que, al
ser reconstruida puede ayudar a explicar las irregularidades
de comportamiento y las tragedias actuales.
Esto no quiere decir que la violencia en los libros sea menor.
O que la agudeza expresiva que caracteriza los diálogos
de Macdonald desaparezca. Al contrario, la densidad psicológica
de los conflictos y las relaciones de los personajes, da una
nueva carga de sentidos y significados al accionar de Lew Archer,
sus palabras y las de sus entrevistados. Simultáneamente,
desplaza el origen (y la posible solución de los conflictos)
en el tiempo, volviendo mucho menos aprehensibles las causas
del problema.
No hay nada excepcional en los métodos de investigación
de Archer: hace preguntas, escucha respuestas y junta los datos;
observa los rostros de aquellos con quienes se cruza y deja caer
precisos comentarios sobre lo que estos expresan, sobre el pasado
con el que cargan.
Ocasionalmente, alguna gran casualidad le da una ayuda inesperada
en su investigación: escucha una conversación clave
cuando pasa por debajo de una ventana, está presente cuando
un sospechoso sufre un episodio psicótico y otras cosas
del estilo. Macdonald tiene la hablidad de introducir estas "casualidades"
sin que lleguen a afectar la credibilidad de los acontecimientos.
De hecho, esos episodios nunca llegan a revelar el meollo del
asunto que, por cierto, siempre parece estar profundamente enterrado
en el pasado.
Es posible encontrar un Archer de similar visión y procedimientos
en The Doomsters (1958), The Galton Case (1959),
The Wicherly woman (1960), The Zebra-stripped hearse
(1962) y The Chill (1964). En una línea cercana
pero con menor densidad psicológica se encuentran los
relatos reunidos en The name is Archer, libro de cuentos
cortos publicado en 1955.
The Chill, que estilísticamente podría considerarse
el cierre de la transición entre el Macdonald poschandleriano
y el Macdonald 100% original es uno de los que mejor muestra
el desvanecimiento del prototípico "héroe"
policial y la llegada del hombre real: no hay en el Archer de
ese libro ni un solo rasgo del detective rompequijadas que soluciona
los casos y se marcha a casa tranquilo por haber cumplido con
su deber.
Como apunta el crítico y escritor argentino Juan Carlos
Martini (quien durante los ochenta fuera responsable de la Serie
Negra de Bruguera, una de las mejores series policiales que
se hayan realizado), con el detective de Macdonald las cosas
son bien distintas: "(Archer) es un hombre desesperado y
solo ante la magnitud del horror, la violencia y la destrucción
del mundo. La gran complicidad de Archer con sus lectores, no
es ya heroica ni romántica. Archer, como la inmensa mayoría
de sus lectores, fracasa y vuelve a fracasar en una empresa aparentemente
tan común como es encontrar un sentido a la vida, y luego
erradicar de él los factores que lo desvirtúan
y ocultan". En esa cualidad, señala Martini, reside
la capacidad de trascender géneros de la obra de Ross
Macdonald
A partir de la publicación de The Galton Case,
Macdonald comienza a reducir el foco de su temática, dando
lugar a una frase pronunciada por el escritor catalán
Andreu Martín: "Ross Macdonald tiene un defecto y
una virtud: siempre escribe la misma historia pero cada vez la
escribe mejor".
Como casi todos los comentarios simpáticos (y este comentario
por cierto lo es, mostrando también una gran carga de
respeto por el autor), se trata de una verdad a medias: que a
partir de 1959 el foco de Macdonald haya quedado acotado a los
conflictos internos de las familias acaudaladas de California
no implica que se trate siempre
de la misma historia. De hecho, el creador de Archer se las arregla
para no repetir sus argumentos, dándole cada vez más
peso a la observación del detective, quién desde
su posición de outsider contempla la caída
de los modernos dioses (californianos ricos, obviamente), con
una mirada
que solo por momentos resulta levemente irónica, y que
en general, está fuertemente comprometida con los acontecimientos.
Comprometida no quiere decir implicada y esa pequeña distancia
es la que permite a Archer hacer su trabajo. Con todo, el paso
de los años afecta progresivamente esa coraza y Archer
es cada vez mas un observador, ya no pasivo sino más bien
dolido, del mal que acontece ante sus ojos.
Lew
el desencantado
Algún
crítico dijo alguna vez que la América que se aparece
en los libros de Ross Macdonald era el resultado de su visión
"incandescentemente desencantada" del American Way
of Life. Pese a parecer contradictorios, los dos términos
resultan exactos para describir una literatura que, pese a la
progresiva decepción de su protagonista (y de su autor),
nunca ceja en su empeño por encontrar "la verdad",
tanto en la ficción como en la realidad.
Para la década del sesenta, Archer ha perdido buena parte
de su caparazón hard-boiled y su papel es más
el del psicólogo policíaco que recontruye la historia
a partir de los datos dejados por el huracán, que el del
tradicional detective recio y macho que patea casi cualquier
cosa que le pongan adelante para llegar a un fin moralmente inobjetable.
Sin embargo, las novelas de Macdonald han ganado en densidad,
los diálogos son todavía más tensos y sus
plots, más sólidos que nunca. Ahora, el
conflicto de sus libros se dispara casi siempre con la desaparición
de un padre o un hijo (Macdonald fue abandonado por su padre
cuando vivía en Canadá y su hija murió en
1970, a los treinta años de edad); Archer es contratado
para investigar esa desaparición y, siempre, termina por
deshacer una madeja que sitúa el problema aún dentro
de la familia contratante, pero muy atrás en el tiempo.
La voluntad esclarecedora del detective se encuentra regida por
su muy personal y cada vez más escéptico código
ético, por lo que muchas veces termina inculpando a sus
contratantes, siempre y cuando no encuentre una explicación
moral satisfactoria que lo impida. Hasta tal punto se haya desarrollada
esta característica "moral" de Archer a la hora
de buscar la "verdad" que en varias novelas se hace
despedir para, una vez concluída la relación de
confidencialidad existente entre detective y cliente, poder acusar
a quienes lo contrataron.
De este período, que sólo existe a los efectos
del análisis pero que no resulta visible en la lectura
aislada de sus libros, son las novelas The Far side of the
dollar (1965), con joven pareja traumatizada por viejos crímenes
familiares que conocen sólo en forma inconsciente; Black
Money (1966) y The instant enemy (1968), en donde
una vez más los conflictos familiares provocan la huída
de una hija, el encuentro con un pasado apenas intuído
y, finalmente, la tragedia.
Crepúsculo
The
goodbye look
inaugura la que puede ser considerada la última etapa
de la obra de Roos Macdonald, un período en donde la extrema
precisión en la construcción formal del plot
de las novelas y la profundización en el análisis
del conflicto moral humano por parte de un envejecido Archer
son las características mas relevantes. A ellas se agrega
un elemento que de alguna forma da cuerpo al mal que Macdonald
planteaba hasta entonces como inaprehensible:
el daño ecológico, como telón de fondo de
la acción de los hombres.
Desde el propio título de su novela, el escritor esta
dando muestras de una sensibilidad muy aguzada a la hora de captar
los ínfimos detalles cotidianos que pueden marcar la diferencia
entre la vida y la muerte: una mirada de definitiva despedida,
la mirada del adiós, es la que dice cuando hay que avanzar
o retroceder.
Archer no llega a estas conclusiones por la vía física,
como muchos de sus antecesores, sino a través de un paciente
y nada glorioso trabajo de hormiga, recogiendo datos, formándose
opiniones sobre los involucrados ("parecía haberse
hecho cargo de la situación, como un empleado de pompas
fúnebres"), ubicándolos a través de
esos breves y subjetivos análisis dentro de su particular
escala de valores, definiendo culpables o inocentes por su estructura
moral y su situación de vida antes que por su aparente
responsabilidad en los crímenes.
En 1970, año en que falleciera su única hija, Macdonald
publicó el libro que lo llevaría a la fama literaria
y comercial: The underground man, en donde el conflicto
de los hombres se lleva a cabo con el Rattlesnake (un
monumental incendio que esta destruyendo las zonas boscosas de
California) como marco, introduciendo un elemento que relativiza
y vuelve algo fútiles los problemas concretos que Archer
investiga.
Como correctamente apunta Martini, "el poder de la destrucción
a su alrededor es incomensurable y lo que podrá rescatarse
será, siempre, algo íntimo. Pero la convicción
del estricto valor de ese rescate parece alentar, todavía,
la penosa vida de Archer, su voluntaria soledad, su necesidad
de comprender hasta las raíces las circunstancias esenciales
y determinantes de las relaciones humanas".
Es en este período en donde Archer se extraña todavía
más de su rol de detective, constituyéndose en
forma definitiva en testigo mudo y catalizador involuntario de
las historias que se suceden cuando empieza a investigar.
En ese sentido, es posible afirmar que una de las contribuciones
esenciales de Roos Macdonald al género policial negro
es haber incorporado una nueva zona de análisis del crimen:
si tradicionalmente el hard-boiled había expuesto
con tino y virulencia los aspectos sociales del crimen y el delito,
con Macdonald queda integrada la dimensión psicológica,
sin que por eso disminuya su peso social.
Allí donde un William R. Burnett mostraba a sus criminales
como víctimas de la depresión de 1929, en donde
Hammett exhibía gangsters resultado de la Ley Seca y Chandler
exponía a sus corruptos magnates de la incipiente industria
hollywoodense, Macdonald ubica el crimen en el seno de ricas
familias de California que, en apariencia, poco tienen que ver
con el crimen. Como el propio Archer se encarga de desentrañar
libro tras libro, esta premisa es tan falsa como injusta: en
la "novela familiar" siempre están los trazos,
conscientes e inconscientes, que explican el dibujo del conflicto
actual. Y quienes están en situación de conflicto
(hijas fugadas, jóvenes en problemas con la ley) son poca
cosa más que las víctimas de un secreto familiar,
de una historia nunca escrita ni contada.
El papel de Archer es, más que nunca, liberar al problema
de sus apariencias a través de la escucha, la inteligencia,
la sensibilidad y mínimas dosis de acción: en The
underground man, Archer tiene más de cincuenta años,
sólo de vez en cuando se agarra a las trompadas con alguien
y nunca llega a disparar su arma.
Sus dos últimas novelas, The sleeping beauty y
The blue hammer, se alejan poco y nada de ese esquema:
en la primera, de 1973, las costas de California se han visto
invadidas por una densa marea negra de petróleo derramado
que destruye toda señal de vida a su paso; un Archer aún
mas desencantado se involucra en otro secreto familiar que revela
un viejo crimen cometido en el pasado; en The blue hammer,
de 1976, Lew Archer ya sesentón es contratado para averiguar
el destino de una pintura robada y amaga, por primera vez en
más de veinte novelas, comenzar una relación estable
con una mujer mucho mas joven que él.
Como es obvio, a la altura de estas dos obras Macdonald había
perfeccionado su estilo y depurado su técnica hasta un
punto en que ambas son perfectos modelos de plots brillantes
y maravillosos diálogos. Más que nunca, en sus
dos últimos libros, Archer actúa mucho más
como terapeuta familiar profesional que como un tradicional detective
de novela negra. Esto, lejos de ser negativo, convierte a su
obra en uno de los aportes mas originales y mejor desarrollados
del género.
Macdonald murió en 1983, víctima del Mal de Alzheimer,
después de haber actuado como presidente de la sociedad
de Escritores de Misterio de América durante cerca de
veinte años. La riqueza conceptual de su obra lo convirtió
en el escritor policial más reconocido a nivel critico
y académico. La densidad de su visión de las relaciones
humanas, hacen de su obra uno de los más poderosos esfuerzos
literarios del siglo que muere en pocos días más.
* Publicado
originalmente en Insomnia Nº 82
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