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ISSN 1688-1672

 



MACDONALD, ROSS - ARCHER, LEW - NOVELA POLICIAL

De las balas a las palabras*

Fernando Santullo Barrio
...la trascendencia de la obra de Ross Macdonald se debe sin duda a sus evidentes e innegables habilidades como escritor. Pero un área importante de su impacto en la literatura estadounidense de este siglo se basa en la convicción, complejidad y profundidad con que manifestó sus puntos de vista sobre las personas, sus relaciones y sus afectos


Quince años después de su desaparición, ¿tiene sentido revisar la obra de un escritor de
novelas policiales? Si se parte de la premisa de que la literatura policial es un universo acotado por su propia definición y sus intenciones como subgénero, la respuesta es no. Si se considera, en cambio, que los buenos autores pueden encontrarse en cualquier parte, más allá del género que elijan para expresarse, las cosas son bien diferentes. Entre 1949 y 1976, Ross Macdonald escribió su larga saga sobre el detective Lew Archer, creando uno de los personajes más notables de la nueva literatura policial. Después de él, nada volvió a ser igual en las letras estadounidenses de este siglo.

Al referirse al género policial negro, existe una trilogía tan previsible como indiscutible: Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Ross Macdonald. Los roles asignados a cada uno de los miembros de ese triunvirato son distintos y bien diferenciados: Hammett es el "inventor", el principal precursor del género, el primero que, al decir del propio Chandler, "sacó el crimen del jarrón veneciano y lo arrojó
de vuelta a la calle
".

Chandler por su parte, es el responsable de la estilización del género, es decir de la llegada del hard-boiled a las aulas y la academia. Es también el creador de quien probablemente sea el arquetipo del detective privado por excelencia: Phillip Marlowe, quien con sólo cinco novelas dio lugar al más grande Quijote de la literatura de éste siglo. Macdonald por su parte también creó un detective arquetípico: Lew Archer.

A través del desarrollo de su personaje, Macdonald dio cuenta de los cambios que se habían producido en el mundo (y en la literatura policial) desde que veinte años antes Hammett hubiera escrito sus primeras narraciones: si se pretendía hacer una novela negra realista ya no era posible que un individuo solitario lograra cambiar el orden de las cosas.

Si en sus primeras novelas, Archer dispara, corre, salta y usa sus puños para solucionar los casos, lentamente va abandonando estos métodos para limitarse a recoger las señales que problema va dejando a su paso.

Este cambio no se debe tanto a que Archer envejezca como a que el autor y su personaje envejecen juntos: a medida que pasa el tiempo parece crecer en Macdonald la convicción de que el mal se encuentra demasiado expandido en el mundo real actual como para que desde una posición estrictamente individual se pueda hacer algo efectivo contra él.

Ese mal, que en la ficción Macdonald ubica en personas concretas, en la realidad se encuentra en el hombre como género y, a nivel global, se manifiesta en la depredación de la naturaleza. De allí que durante los últimos veinte años de su vida, mucho antes de que el tema se pusiera de moda, el escritor fue un consecuente militante ecologista, una convicción que aparece expresada en forma inteligente y sutil en sus últimas novelas.

Buena parte de la trascendencia de la obra de Ross Macdonald se debe sin duda a sus evidentes e innegables habilidades como escritor. Pero un área importante de su impacto en la literatura estadounidense de este siglo se basa en la convicción, complejidad y profundidad con que manifestó sus puntos de vista sobre las personas, sus relaciones y sus afectos.

Itinerario temprano

Nacido en Los Gatos, California, en 1915, bajo el nombre de Kenneth Millar, Macdonald fue trasladado a Canadá por sus padres, originarios de ese país. Criado en Ontario, Macdonald comenzó sus estudios universitarios en la Universidad de Ontario Oeste, interrumpiéndolos para realizar un viaje a la Alemania nazi, una extraña y dura experiencia que se convertiría en fuente de inspiración para su primera novela.

Graduado con honores a los 23 años, el futuro escritor se casó en 1938 con Margaret Strum, quien bajo su nombre de casada, Margaret Millar y desde el año 1941 se convertiría en la primera narradora profesional de la recién formada familia.

Entre los años 1941 y 1944, Macdonald realizó estudios en Letras en la Universidad de Michigan (en 1942 recibió su titulo de Master y en 1951 se convirtió en Doctor con una disertación sobre Coleridge), siendo al mismo tiempo profesor de tiempo completo en esa universidad. Fue en ese período cuando siguiendo el ejemplo de su esposa, Macdonald (aún firmando Kenneth Millar) escribió su primera novela, The dark tunnel. El libro cuenta la historia de Chet Gordon, un profesor universitario que a partir de un viaje a la Alemania nazi se ve involucrado en un plan de espionaje que se está desarollando en el campus de su universidad.

Entre los años 1944 y 1946, el escritor participó en actividades militares en el Pacífico Sur, bajo las órdenes de la Reserva Naval de los Estados Unidos. Fue en ese mismo período cuando su esposa Margaret se trasladó a Santa Bárbara, California, lugar donde ambos desarrollarían el resto de su carrera y residirían hasta el fin de sus días.

Sweet home California

El segundo libro de Macdonald (todavía firmando con su verdadero nombre) se publicó en 1946 y se llamó Trouble follows me. En él aparecía nuevamente Chet Gordon, ahora convertido en oficial de Marina (la reciente estadía del escritor en la Marina obviamente tuvo que ver con este cambio de ambiente), que investiga una serie de muertes a lo largo de varios países y ciudades.

Una acerada descripción de la verticalidad de las jerarquías militares y una adecuada dosis de suspenso, comenzaban a colocar a Macdonald lejos del policial de enigma, sin por eso acercarlo a los agrios niveles de critica social que desplegarían sus primeras novelas dentro del género negro.

Vistos en perspectiva, los primeros libros del escritor adolecen de cierta indefinición, como si Macdonald todavía no hubiera decidido que sobre que clase de cosas y cómo deseaba escribir. En ese sentido, sus dos primeras novelas se emparentan con ciertos rasgos de estilo visibles en parte de la narrativa de su esposa Margaret, quien por ese entonces comenzaba a ganar prestigio dentro del policial de corte psicológico.

No menos cierto es que la particular habilidad de Macdonald para construir veloces e inteligentes diálogos ya estaba presente en sus primeros libros, una caracterísitica no muy evidente en la obra de Margaret Millar, quien siempre priorizó la creación de climas y situaciones grupales complejos antes que el contrapunto del diálogo.

En 1947 Macdonald publicó Blue City, una novela que registraba las situaciones desencadenadas por el regreso del hijo de un rico político de un pequeño y corrupto pueblo del Medio Oeste americano, en busca de los asesinos de su padre. Evidenciando influencias del estilo impuesto por Mickey Spillane, el creador de Mike Hammer, algunos años antes, el tercer libro del escritor hacía uso de cierta violencia verbal y física que poco después serían abandonados.

El año 1948 traería el que sería su último libro firmado como Kenneth Millar: el nombre fue The three roads y las influencias del subgénero crime psicology, que su esposa Margaret comenzaba a liderar, resultaban bastante evidentes.
Después de cuatro novelas que, boxísticamente hablando podrían ser consideradas "rounds de estudio", Kenneth Millar decidió comenzar a usar un
seudónimo (para evitar confusiones con su esposa quien a esa altura ya tenía cinco libros en su haber) y crear un nuevo personaje para su nuevo libro. El seudónimo elegido fue John Macdonald, la novela The Moving Target (1949) y el personaje se llamó Lew Archer.

El seudónimo empeoró las cosas ya que John D. Macdonald era otro ascendente escritor policial. Por eso, los cuatro siguientes libros de Millar serían firmados por John Ross Macdonald, nombre que terminaría abreviándose en el nombre definitivo del escritor: Ross Macdonald. La elección del nombre del protagonista, sin embargo, se revelaría como una de las mejores de toda su carrera: su mejor y casi único personaje fijo había nacido.

Después de esos cambios (a los que seguirían otros posteriores y no menos importantes), nada sería igual dentro del género policial negro.

Lew el recio

Emparentándose con Phillip Marlowe en su búsqueda por esclarecer los motivos últimos del crimen antes que por perseguir a los criminales, ya en su primera novela el personaje creado por Macdonald actúa guiado por su instinto, haciendo preguntas aquí y allá, registrando las reacciones de quienes entrevista y siguiendo las reglas básicas de la investigación criminal.

En ocasiones, Archer llega a hacer algo que ni siquiera el bueno de Marlowe se permitió: equivocarse. Puede ocurrir que, por ejemplo, durante cerca de cincuenta páginas el detective siga una pista falsa, con lo que no pueda evitar una nueva muerte y termine siendo acusado de obstruir la labor policial. Esos "errores" eran parte de la nueva premisa con que Macdonald se manejaría en sus novelas: en la vida real, los detectives también se equivocan y siguen al tipo equivocado.

De todas las novelas de Macdonald, The moving target es probablemente la que tenga la crítica social y política más descarnada y frontal: Ralph Sampson es el poderoso propietario de un rancho que somete a sus trabajadores con extrema violencia. Para eso se apoya en un grupo de mafiosos y oscuros personajes que, como una suerte de desvencijada corte, apoyan cada uno de sus prepotentes gestos. Archer es, siguiendo la tradición detectivesca negra, el único personaje que se mueve y lo enfrenta como "agente libre", actuando antes que nada de acuerdo con su propio (y en general compartible) libro de reglas.

Siendo la novela más evidentemente chandleriana, The Moving Target tuvo sin embargo, una fría acogida de parte del propio Raymond Chandler. Para el creador de Marlowe, Dalmas y otros detectives clave en la novela negra, la primera aparición de Archer dio como resultado una novela fallida, "con frases rebuscadas por falta de emociones animales reales", que hacía uso de "una terminología amanerada para exhibir la distinción del autor".

A pesar de Chandler y sus antipáticos comentarios, Macdonald ya no abandonaría a su hijo pródigo salvo en dos ocasiones: Meet at the morgue de 1953, y The Ferguson affair de 1960, en donde pese a éste abandono, presentaría dos personajes (un agente de libertad condicional y un abogado) de neto corte archeriano.

Recogiendo los datos que Macdonald va dejando caer en las sucesivas novelas de Lew Archer (nombrado así en evidente homenaje a Miles Archer, el socio asesinado de Sam Spade en The Maltese Falcon de Dashiell Hammet), su biografía sería más o menos la siguiente: nacido en 1913 o 1914, Archer habría sido un delincuente juvenil que terminó su carrera delictiva cuando un sargento de Policía "con olor a whisky" lo detuvo en pleno robo de unos almacenes, dejándolo en libertad después de sermonearlo.

En 1935 Archer ingresó a la Policía de Long Beach, California, llegando a ser sargento antes de dejar el cuerpo
"a causa de la atmósfera irrespirable". Más exactamente, habría sido expulsado por no querer ser parte de los "sucios tinglados políticos" que allí se creaban. Esa rebeldía y ese ánimo crítico hacia las fuerzas del orden sería una constante en todas las novelas de Macdonald, sin llegar sin embargo, a mostrar los niveles de violencia y corrupción que Chanlder había relatado en su obra.

Después de haber comenzado su carrera como detective privado, Archer participa de la Segunda Guerra Mundial como agente de inteligencia, un escenario en donde conocerá a dos personajes que aparecerán en forma recurrente en sus aventuras posteriores: el teniente Gary y el coronel Colton.

Abandonado por su esposa Susan ("no le gustaban las compañías que yo tenía" afirma Archer), el detective muestra en los primeros cuatro libros del autor una fuerte deuda con la más clásica novela negra, especialmente con el comportamiento violento, cínico y caballeresco de Phillip Marlowe. Aunque disfruta de la compañía de las mujeres, Archer esta muy lejos de actuar como Marlowe, el galán infalible: sus encuentros sexuales son escasos y en general no son para nada frívolos, aportando por el contrario un peso afectivo bastante grande en la historia en que ocurren.

Si, como apunta el crítico y escritor policial estadounidense William L. DeAndrea, Macdonald siempre declaró que su intención era construir los misterios policiales a la manera de la clásica tragedia griega, es posible ver en está búsqueda uno de los motivos por los cuales Archer comienza a desplazarse desde el arquetipo construido por Hammett y perfeccionado por Chandler, hasta encontrar su propia voz dentro de la literatura policial del s. XX, ubicándolo como uno de los grandes autores del siglo, más allá de etiquetas y géneros.

Dentro de esta "primera etapa" de las historias de Lew Archer, está la novela The Drowning Pool (1950), segundo libro protagonizado por Archer, que fuera llevado al cine en forma excelente por el director Stuart Rosenberg en 1975, con Paul Newman haciendo las veces del detective, rebautizado como Lew Harper. Newman puso como condición ese cambio ya que venía de realizar varios exitosos films llevando nombres que empezaban con h: Hombre, Hud y Harper, de 1966, dirigida por Jack Smight, basada en la primera novela de Archer, The Moving Target. También de los años más hard-bolied de Archer son los libros The way some people die (1951), The ivory grin (1952) y Find a Victim (1954).

Lew el fisgón

En las primeras páginas de Find a victim, Lew Archer ve desde su auto un rostro mortalmente pálido que le hace señas desde un costado de la carretera. El hombre está de rodillas y mientras las luces del vehículo lo iluminan fugazmente, agita una mano haciendo señales mientras con la otra se apreta el pecho ensangrentado. Para cuando Archer se detiene y vuelve junto a él, el hombre ya se está muriendo y el detective solo alcanza a tomarlo en sus brazos mientras éste lanza sus últimos estertores.

La descripción de toda la escena es cruda y la sensación de violencia pura: la muerte no es algo elegante, es injusta, absurda y terrible. Y aunque Archer no conoce a ese hombre, desde ese momento queda involucrado (su viaje lo llevaba a otra parte) en la resolución del enigma de su muerte.

Las culpas, los errores y la complejidad psicológica "real" del trabajo detectivesco comienzan a esbozarse ya en esta novela, aunque el énfasis todavía está puesto en la acción y la virulencia de la crítica social y racial de la trama: el muerto es de origen mexicano, el criminal es anglosajón y eso influye en la investigación oficial del crimen.

Allí está puesto el ojo de Archer quien, sin embargo, alcanza a percibir también el carácter emocional y familiar del conflicto.

Desde esa novela y, muy especialmente desde The Barbarous coast, su siguiente libro, Macdonald comienza a llevar a su detective hacia nuevos lugares narrativos: si los personajes de Hammett, Chandler, McCoy y otros precursores del género disparaban la acción con sus investigaciones, el Archer de Macdonald es cada vez y al decir del propio autor "un catalizador no intencional de la acción".

Si en Red Harvest el hammettiano Agente de la Continental hacía chocar a dos bandas rivales para que se destrozaran mutuamente (una idea que retoma Akira Kurosawa en el film Yojimbo y que retoma Walter Hill en Last Man Standing), desencadenando una de las mejores secuencias de "violencia total" tan caras al escritor, el Archer de Macdonald está cada vez más a remolque de los acontecimientos, muchas veces precipitando la desgracia a pesar suyo, y, sobre todo, básicamente impotente en su esfuerzo por detenerla.

Es allí donde esta el otro quiebre, el giro con el que Macdonald se aleja de sus padres y abuelos literarios: la violencia y la desgracia humanas no surgen espontáneamente y de la nada, siempre hay una "novela familiar" que, al ser reconstruida puede ayudar a explicar las irregularidades de comportamiento y las tragedias actuales.

Esto no quiere decir que la violencia en los libros sea menor. O que la agudeza expresiva que caracteriza los diálogos de Macdonald desaparezca. Al contrario, la densidad psicológica de los conflictos y las relaciones de los personajes, da una nueva carga de sentidos y significados al accionar de Lew Archer, sus palabras y las de sus entrevistados. Simultáneamente, desplaza el origen (y la posible solución de los conflictos) en el tiempo, volviendo mucho menos aprehensibles las causas del problema.

No hay nada excepcional en los métodos de investigación de Archer: hace preguntas, escucha respuestas y junta los datos; observa los rostros de aquellos con quienes se cruza y deja caer precisos comentarios sobre lo que estos expresan, sobre el pasado con el que cargan.

Ocasionalmente, alguna gran casualidad le da una ayuda inesperada en su investigación: escucha una conversación clave cuando pasa por debajo de una ventana, está presente cuando un sospechoso sufre un episodio psicótico y otras cosas del estilo. Macdonald tiene la hablidad de introducir estas "casualidades" sin que lleguen a afectar la credibilidad de los acontecimientos.

De hecho, esos episodios nunca llegan a revelar el meollo del asunto que, por cierto, siempre parece estar profundamente enterrado en el pasado.

Es posible encontrar un Archer de similar visión y procedimientos en The Doomsters (1958), The Galton Case (1959), The Wicherly woman (1960), The Zebra-stripped hearse (1962) y The Chill (1964). En una línea cercana pero con menor densidad psicológica se encuentran los relatos reunidos en The name is Archer, libro de cuentos cortos publicado en 1955.

The Chill, que estilísticamente podría considerarse el cierre de la transición entre el Macdonald poschandleriano y el Macdonald 100% original es uno de los que mejor muestra el desvanecimiento del prototípico "héroe" policial y la llegada del hombre real: no hay en el Archer de ese libro ni un solo rasgo del detective rompequijadas que soluciona los casos y se marcha a casa tranquilo por haber cumplido con su deber.

Como apunta el crítico y escritor argentino Juan Carlos Martini (quien durante los ochenta fuera responsable de la Serie Negra de Bruguera, una de las mejores series policiales que se hayan realizado), con el detective de Macdonald las cosas son bien distintas: "(Archer) es un hombre desesperado y solo ante la magnitud del horror, la violencia y la destrucción del mundo. La gran complicidad de Archer con sus lectores, no es ya heroica ni romántica. Archer, como la inmensa mayoría de sus lectores, fracasa y vuelve a fracasar en una empresa aparentemente tan común como es encontrar un sentido a la vida, y luego erradicar de él los factores que lo desvirtúan y ocultan". En esa cualidad, señala Martini, reside la capacidad de trascender géneros de la obra de Ross Macdonald

A partir de la publicación de The Galton Case, Macdonald comienza a reducir el foco de su temática, dando lugar a una frase pronunciada por el escritor catalán Andreu Martín: "Ross Macdonald tiene un defecto y una virtud: siempre escribe la misma historia pero cada vez la escribe mejor".

Como casi todos los comentarios simpáticos (y este comentario por cierto lo es, mostrando también una gran carga de respeto por el autor), se trata de una verdad a medias: que a partir de 1959 el foco de Macdonald haya quedado acotado a los conflictos internos de las familias acaudaladas de California no implica que se trate siempre
de la misma historia. De hecho, el creador de Archer se las arregla para no repetir sus argumentos, dándole cada vez más peso a la observación del detective, quién desde su posición de outsider contempla la caída de los modernos dioses (californianos ricos, obviamente), con una mirada
que solo por momentos resulta levemente irónica, y que en general, está fuertemente comprometida con los acontecimientos.

Comprometida no quiere decir implicada y esa pequeña distancia es la que permite a Archer hacer su trabajo. Con todo, el paso de los años afecta progresivamente esa coraza y Archer es cada vez mas un observador, ya no pasivo sino más bien dolido, del mal que acontece ante sus ojos.

Lew el desencantado

Algún crítico dijo alguna vez que la América que se aparece en los libros de Ross Macdonald era el resultado de su visión "incandescentemente desencantada" del American Way of Life. Pese a parecer contradictorios, los dos términos resultan exactos para describir una literatura que, pese a la progresiva decepción de su protagonista (y de su autor), nunca ceja en su empeño por encontrar "la verdad", tanto en la ficción como en la realidad.

Para la década del sesenta, Archer ha perdido buena parte de su caparazón hard-boiled y su papel es más el del psicólogo policíaco que recontruye la historia a partir de los datos dejados por el huracán, que el del tradicional detective recio y macho que patea casi cualquier cosa que le pongan adelante para llegar a un fin moralmente inobjetable.

Sin embargo, las novelas de Macdonald han ganado en densidad, los diálogos son todavía más tensos y sus plots, más sólidos que nunca. Ahora, el conflicto de sus libros se dispara casi siempre con la desaparición de un padre o un hijo (Macdonald fue abandonado por su padre cuando vivía en Canadá y su hija murió en 1970, a los treinta años de edad); Archer es contratado para investigar esa desaparición y, siempre, termina por deshacer una madeja que sitúa el problema aún dentro de la familia contratante, pero muy atrás en el tiempo.

La voluntad esclarecedora del detective se encuentra regida por su muy personal y cada vez más escéptico código ético, por lo que muchas veces termina inculpando a sus contratantes, siempre y cuando no encuentre una explicación moral satisfactoria que lo impida. Hasta tal punto se haya desarrollada esta característica "moral" de Archer a la hora de buscar la "verdad" que en varias novelas se hace despedir para, una vez concluída la relación de confidencialidad existente entre detective y cliente, poder acusar a quienes lo contrataron.

De este período, que sólo existe a los efectos del análisis pero que no resulta visible en la lectura aislada de sus libros, son las novelas The Far side of the dollar (1965), con joven pareja traumatizada por viejos crímenes familiares que conocen sólo en forma inconsciente; Black Money (1966) y The instant enemy (1968), en donde una vez más los conflictos familiares provocan la huída de una hija, el encuentro con un pasado apenas intuído y, finalmente, la tragedia.

Crepúsculo

The goodbye look inaugura la que puede ser considerada la última etapa de la obra de Roos Macdonald, un período en donde la extrema precisión en la construcción formal del plot de las novelas y la profundización en el análisis del conflicto moral humano por parte de un envejecido Archer son las características mas relevantes. A ellas se agrega un elemento que de alguna forma da cuerpo al mal que Macdonald planteaba hasta entonces como inaprehensible:
el daño ecológico, como telón de fondo de la acción de los hombres.

Desde el propio título de su novela, el escritor esta dando muestras de una sensibilidad muy aguzada a la hora de captar los ínfimos detalles cotidianos que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte: una mirada de definitiva despedida, la mirada del adiós, es la que dice cuando hay que avanzar o retroceder.

Archer no llega a estas conclusiones por la vía física, como muchos de sus antecesores, sino a través de un paciente y nada glorioso trabajo de hormiga, recogiendo datos, formándose opiniones sobre los involucrados ("parecía haberse hecho cargo de la situación, como un empleado de pompas fúnebres"), ubicándolos a través de esos breves y subjetivos análisis dentro de su particular escala de valores, definiendo culpables o inocentes por su estructura moral y su situación de vida antes que por su aparente responsabilidad en los crímenes.

En 1970, año en que falleciera su única hija, Macdonald publicó el libro que lo llevaría a la fama literaria y comercial: The underground man, en donde el conflicto de los hombres se lleva a cabo con el Rattlesnake (un monumental incendio que esta destruyendo las zonas boscosas de California) como marco, introduciendo un elemento que relativiza y vuelve algo fútiles los problemas concretos que Archer investiga.

Como correctamente apunta Martini, "el poder de la destrucción a su alrededor es incomensurable y lo que podrá rescatarse será, siempre, algo íntimo. Pero la convicción del estricto valor de ese rescate parece alentar, todavía, la penosa vida de Archer, su voluntaria soledad, su necesidad de comprender hasta las raíces las circunstancias esenciales y determinantes de las relaciones humanas".

Es en este período en donde Archer se extraña todavía más de su rol de detective, constituyéndose en forma definitiva en testigo mudo y catalizador involuntario de las historias que se suceden cuando empieza a investigar.

En ese sentido, es posible afirmar que una de las contribuciones esenciales de Roos Macdonald al género policial negro es haber incorporado una nueva zona de análisis del crimen: si tradicionalmente el hard-boiled había expuesto con tino y virulencia los aspectos sociales del crimen y el delito, con Macdonald queda integrada la dimensión psicológica, sin que por eso disminuya su peso social.

Allí donde un William R. Burnett mostraba a sus criminales como víctimas de la depresión de 1929, en donde Hammett exhibía gangsters resultado de la Ley Seca y Chandler exponía a sus corruptos magnates de la incipiente industria hollywoodense, Macdonald ubica el crimen en el seno de ricas familias de California que, en apariencia, poco tienen que ver con el crimen. Como el propio Archer se encarga de desentrañar libro tras libro, esta premisa es tan falsa como injusta: en la "novela familiar" siempre están los trazos, conscientes e inconscientes, que explican el dibujo del conflicto actual. Y quienes están en situación de conflicto (hijas fugadas, jóvenes en problemas con la ley) son poca cosa más que las víctimas de un secreto familiar, de una historia nunca escrita ni contada.

El papel de Archer es, más que nunca, liberar al problema de sus apariencias a través de la escucha, la inteligencia, la sensibilidad y mínimas dosis de acción: en The underground man, Archer tiene más de cincuenta años, sólo de vez en cuando se agarra a las trompadas con alguien y nunca llega a disparar su arma.

Sus dos últimas novelas, The sleeping beauty y The blue hammer, se alejan poco y nada de ese esquema: en la primera, de 1973, las costas de California se han visto invadidas por una densa marea negra de petróleo derramado que destruye toda señal de vida a su paso; un Archer aún mas desencantado se involucra en otro secreto familiar que revela un viejo crimen cometido en el pasado; en The blue hammer, de 1976, Lew Archer ya sesentón es contratado para averiguar el destino de una pintura robada y amaga, por primera vez en más de veinte novelas, comenzar una relación estable con una mujer mucho mas joven que él.

Como es obvio, a la altura de estas dos obras Macdonald había perfeccionado su estilo y depurado su técnica hasta un punto en que ambas son perfectos modelos de plots brillantes y maravillosos diálogos. Más que nunca, en sus dos últimos libros, Archer actúa mucho más como terapeuta familiar profesional que como un tradicional detective de novela negra. Esto, lejos de ser negativo, convierte a su obra en uno de los aportes mas originales y mejor desarrollados del género.

Macdonald murió en 1983, víctima del Mal de Alzheimer, después de haber actuado como presidente de la sociedad de Escritores de Misterio de América durante cerca de veinte años. La riqueza conceptual de su obra lo convirtió en el escritor policial más reconocido a nivel critico y académico. La densidad de su visión de las relaciones humanas, hacen de su obra uno de los más poderosos esfuerzos literarios del siglo que muere en pocos días más.

* Publicado originalmente en Insomnia Nº 82

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