MANSON, MARILYN - MONROE,
MARILYN
Marilyn
perversa*
Gabriel
Peveroni
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Marilyn Manson se llama, distorsionando la belleza
paradigmática de Marilyn con un morboso apellido, Manson,
que refiere a uno de los más célebres y dementes
asesinos en serie norteamericanos |
Nunca me gustó Marilyn, esa
rubia gordita que seducía soldados norteamericanos en
la guerra de Corea. Nunca me gustó, y tuve que soportar
a menudo páginas y páginas de revistas dedicadas
a ella, con fotografías de su bonita cara y las infaltables
historias de sus amoríos con los Kennedy y Arthur Miller.
Nunca me gustó, además, porque era una pésima
actriz que estropeó una película de los Hermanos
Marx. Mis stars preferidas se parecen más a la Edie de
Warhol, por nombrar una lejana en el tiempo, héroe anoréxica
de los sesenta, o la divina Anna que hacía pareja de Jean
Paul Belmondo en Sin aliento. Wynona Rider, Uma Thurman,
Juliete Binoche y la escocesa que canta en Garbage son otras
que más allá de la fragilidad que comparten, irradian
una sensibilidad femenina que me atrae más que el mito
de Marilyn. Comparten también la anorexia de Edie, claro,
una perversión más de los códigos caprichosos
de la belleza.
En el mundo de hoy sobran
los iconoclastas, especialmente en todas las variantes del rock
and roll. Hace poco apareció un grupo impostadamente
seductor desde su nombre y la estética que manejan en los
clips que se han visto por la Mtv.
Marilyn Manson se llama,
distorsionando la belleza paradigmática de Marilyn con
un morboso apellido, Manson, que refiere a uno de los más
célebres y dementes asesinos en serie norteamericanos.
Los Marilyn Manson toman al mismo tiempo toda la perversidad de
tipos como Alice Cooper y Kiss para concretar un armatoste morboso
que aborda explícitamente en límites humanos como
la tortura, la degradación y la violencia extrema.
Sus clips perturban, logran
sacudirnos del plástico del pop actual, pero el camino
que ofrecen es un callejón sin salida, que culmina en el
discurso ultraderechista de su maníaco líder y cantante.
Marilyn Manson dice ser un clon de la teoría de Nietzsche
del superhombre, dice también que el modelo norteamericano
ha fracasado y que debe buscarse la pureza. Y si subimos el volumen
del televisor o escuchamos cualquier track de sus tres
cd editados, el rock industrial llevado hasta sus últimas
consecuencias ataca y perturba -es difícil decirlo sin
que parezca reaccionario- nuestra intimidad y facultades mentales.
He probado de ese elixir
que propone Marilyn
Manson y puedo demostrarlo. La morbosidad cuando canta Beatiful
people está en las antípodas de vuelos introspectivos
e industriales maravillosos de, por ejemplo, Bauhaus o Ministry.
Pero la personalidad
enfermiza de este nuevo héroe del rock, declarado fascista,
al acceder en el terreno del pop a una gloria efímera
se convierte en una burla payasesca que no admite más
lectura que el de ser un mal chiste negro de fin de siglo. Utilizando
además dos pobrísimos mitos, el de Marilyn (que
en paz descanse) y el de Manson (que en paz descansen sus víctimas).
Y agrego, menos me gusta Marilyn ahora, después de escuchar
a este falso iconoclasta que se apropió de su nombre.
Prefiero escuchar el fresco stupid girl de la divina de
Garbage.
* Publicado
originalmente en Posdata
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