Atendiendo al bienestar, los niveles de ingreso, la escasa o
nula tensión étnica y lo equitativo del sistema,
un legislador argentino acuñó a principios del
siglo XX, la frase "Uruguay es la Suiza de América"
para definir a este país, frase que sirvió por
décadas como eje de la percepción que los uruguayos
tuvieron de sí mismos.
Gradualmente, esta
autopercepción fue progresivamente perdiendo efectividad,
al punto que para 1973 se podría decir que la ciudadanía
"descubrió" Latinoamérica. La inscripción
"Suiza", que señalaba al país como anomalía
dentro de la región fue sustituida por una asunción
de Uruguay como miembro "pleno" de América Latina
y, dentro de la repartija de bloques geopolíticos, como
perteneciente al entonces denominado Tercer Mundo.
Pasado el período
de dictadura militar, se puede advertir que Uruguay
ha intentado recuperar su positiva peculiaridad dentro de Latinoamérica,
y que esta empresa, de acuerdo a sus indicadores de desarrollo,
ha resultado razonablemente exitosa. Sin
embargo habida cuenta que los indicadores globales de la región
son muy poco auspiciosos cabe señalar que Uruguay, como
país y como colectividad, se estaría comportando
de manera en extremo autocomplaciente.
Dicho de otro modo: la
evaluación de los procesos de desarrollo necesariamente
debe atender a un telos, a una finalidad. De ahí
que las estadísticas sólo brinden una fotografía,
una instantánea
cuyo sentido sólo se puede aprehender cuando se la recuesta
sobre un eje temporal.
Desde esa mirada, las estadísticas
tienen significación como fases o síntomas de una
meta hacia la
cual tiende el esfuerzo (pueden
señalar que se está cerca o lejos, pero inequívocamente
deben tender vectorialmente hacia ese horizonte). Por lo ya expuesto, de aquí
en más los datos sobre la situación social del país
carecerán de sentido si el marco de referencia no se modifica
incorporando una nueva meta, una que resulte deseable para lo
venidero. De lo
contrario, los datos estadísticos hablarán de un
telos arcaico; en lugar de desarrollo, indicarán
regresión.
Ya recuperado el perfil
distintivo dentro de la región, Uruguay debería
delinear un horizonte perseguible. Dado que ni la sociedad civil
ni la clase política uruguaya cuestionan el modelo desarrollista,
el país tiene entonces que encontrar referentes que se
le ajusten. Como ruta y como meta, por su historia y por su pretensión,
los modelos integradores e igualitarios de buena parte de Europa
parecen menos inapropiados que aquellos del mundo anglosajón
y, en particular, de Estados Unidos.
Una versión de este artículo se puede encontrar
en Hamed, Amir, 1999. "Cómo narramos el desarrollo
humano: algunas reflexiones para el caso de Uruguay", documento
solicitado para el Informe de Desarrollo Humano 1999,
Montevideo, PNUD.
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