Contra
la Industria Cultural
Que al hundirse un barco
las primeras en abandonarlo son las ratas es una de las metáforas o
adagios más ciertos de nuestra cauda tradicional. Digo hoy esto
porque, a través de la red, me acaba de llegar un artículo donde el
novelista Antonio Muñoz Molina arremete contra el caótico estado de
cosas de España y contra quienes lo propiciaron. Lo titula “Hora de
despertar” y en el mismo afirma que España ha vivido en un estado de
irrealidad o delirio “inducido por la clase política, alimentado por
los medios, consentido por la ciudadanía…” Afirma también el
narrador que “la broma empezó en los ochenta”.
Desde luego, nada más
cierto que lo de ese estado de irrealidad inducido por la clase
política. Pero no olvidemos que el señor Muñoz Molina ha detentado
un cargo público DE LIBRE DESIGNACIÓN para esa clase política a la
que censura (director del Instituto Cervantes de Nueva York). Nada
más cierto que lo de “alimentado por los medios”, pero tanto él como
su esposa, Elvira Lindo, llevan mucho tiempo colaborando en El País e impartiendo
desde dicha tribuna soporíferas lecciones de ideología
pequeñoburguesa con un tinte progre que huele a naftalina, lecciones
que, por lo general, se limitaban a censurar la dictadura franquista.
Es muy fácil apalear un cadáver; lo difícil hubiera sido alzar la
voz durante el momento de aquella dictadura.
También he de poner mis
reparos a eso de “consentido por la ciudadanía”. No todos callaron
durante ese interminable delirio que empezó, sí, en los 80, desde la
llegada del PSOE al poder. En primer lugar, el movimiento literario
de “LA DIFERENCIA” y casi a la vez el “SALÓN DE INDEPENDIENTES” se
alzaron a principios de la década de 1990 contra la corrupción y la mentira
imperantes en España y, a cambio, a quienes militamos en aquella
revuelta, se nos condenó al silencio y se nos cerraron
todas las puertas. Eso se llama CENSURA y es algo de lo que los
mimados del sistema no tienen ni la menor idea.
Más adelante, en el
artículo referido, leemos: “Por un azar de la vida me encontré en la
Expo de Sevilla en 1992 la noche de su clausura: en una terraza de
no sé qué pabellón, entre una multitud de políticos y prebostes de
diversa índole que comían gratis jamón de pata negra…” Nada de azar,
señor Muñoz Molina, usted estaba con ellos porque ese era su sitio.
No nos venga ahora con ese victimismo que le es tan característico.
Mientras usted contemplaba los fuegos artificiales de la clausura en
compañía de los políticos, algunos escribíamos feroces artículos que
aparecían en modestos diarios de provincias, porque quienes gritaban
verdades como puños habían dejado de existir para la prensa
nacional.
Hace usted también mención
al ayuntamiento de Granada, que despilfarró lo que nunca sabremos
para “alquilar uno de los salones más caros del Waldorf Astoria (en
Nueva York) para “presentar” un premio de poesía. Presentar no se
sabe a quién, porque entre el público sólo estaban ellos, sus
familiares más próximos y unos cuantos españoles de los que viven
aquí”. Muy bien, señor novelista, pero ¿acaso ignora usted que el
concejal de cultura que organizó aquel despropósito, aquel
vergonzoso derroche, era Juan García Montero, hermano de Luis García
Montero, el poeta que lo ayudó a usted en sus inicios a entrar en
los círculos del poder, otro de los “honestos” de nuevo cuño que
controla desde hace mucho tiempo junto a sus amiguetes decenas y
decenas de premios literarios en España (premios de muchos miles de
euros) y que practica un descarado tráfico de influencias?
Sí, señor Muñoz Molina. Ha
llegado la hora de despertar de esta larga pesadilla, pero aunque
ustedes lleven su hipocresía hasta el límite de abanderar en el
futuro el movimiento 15M, que es lo mejor que le ha ocurrido a
España en los últimos 20 años, aunque ahora ustedes se nos presenten
como víctimas, somos muchos los que recordamos y pondremos a cada
cual en el sitio que le corresponde.
[Post Data de
la redacción: El señor Muñoz ha vivido más de treinta años de las
ubres del poder y el capital, reposando blandamente en su regazo o
en sus pelotas. Y ha hecho un carrerón. Y ahora que el barco de
tambalea, como muy bien se dice en el artículo que precede a esta
nota, salta por la borda disfrazado de disidente y de profeta.
Suponemos que su digna esposa, heroica defensora de la libertad de
expresión y, a la vez, inquisidora, lo acompañará en la aventura,
para mayor gozo de los memos que se dejan engañar. Demasiados, a
juzgar por los comentarios que acompañan al oportunista artículo en
la red.
Alertada por
lo que captaban sus infalibles antenas,
La Fiera publicó, en su
número 238 –julio-agosto—un aviso de prohibición para todos los que
ahora quieren aparecer como que han sido siempre lo que no han sido
nunca. Empezando por la insaciable pareja Grandes-García Montero,
que siempre está, mirando al cielo y con la boca abierta, donde va a
caer el melocotón. No es el caso, naturalmente, de Muñorri. Muñorri
siempre ha tenido y sigue teniendo la suerte de que “los azares de
la vida” le han llevado en todo momento a estar donde más le
convenía. Suerte o privilegio de los elegidos.
A nosotros
nos enorgullece que un tan sin par sujeto denuncie lo que La Fiera
viene denunciando desde su aparición, hace quince años. Y deseamos
que le pase, por lo menos, lo que le pasó al inventor de la aspirina
en su primera noche de casado.]
* Publicado
originalmente en
http://www.lafieraliteraria.com/index.php?option=com_content&view=article&id=631:de-ratas-y-honestidades&catid=4:todo&Itemid=2
|
|