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CÓMIC - OTOMO, KATSUHIRO - MILLER, FRANK - PESADILLAS

Algo viejo de Otomo: Pesadillas

Matías Castro
Más de diez años antes que Miller, Otomo hacía un planteo similar: a lo largo de la historia va dosificando elementos que atrapan al lector y construyen poco a poco el climax del final. Pero a diferencia de Miller, quien se apoyaba mucho en sus textos, Otomo narra con imágenes

En 1982 el japonés Katsuhiro Otomo comenzaba a publicar Akira, una historieta de más de 2000 páginas que pronto se volvería la principal referencia del moderno comic oriental o manga por su prolijisima narración. Pero la carrera de Otomo había comenzado nueve años atrás, y ya con Pesadillas, su segundo trabajo se había establecido como el principal historietista de su país.

Katsuhiro Otomo es un viejo sabueso en el mundillo del cómic. Con una carrera de 27 años, dibujando, guionando para otros, dirigiendo películas animadas y con actores; y finalmente con Akira, un gigantesco aporte al cómic. A esta altura no hay duda de que sabe lo que hace... y de que hay que oírlo.

Pero si se conviene en que Otomo, después de todo lo que ha hecho, tiene cosas para dar y enseñar; después de leer "Domu" o Pesadillas, se estará de acuerdo en que también lo tenía cuando comenzaba su carrera.

Una niña con poderes paranormales que finalmente pierde el control de ellos y un viejo fantasma con actitudes destructivas y caprichos infantiles son los dos protagonistas. Y a pesar de esto y de otros asuntos como la investigación policial, no son esos los pilares de la historia. La evolución de la misma, la narración cuya tensión se dosifica cuadro a cuadro, el clima de terror que atrapa desde las primeras páginas y que estalla al final del primer tomo, son los verdaderos puntos altos. Partiendo de la aparición de un espectro, de un crimen y de la investigación policial, en 240 páginas Otomo cuenta la historia del enfrentamiento entre la niña y el viejo fantasma, que culmina en una lucha apoteósica que ocupa prácticamente todo el segundo volumen.

En un clímax de violencia y horror que termina siendo por momentos espectacular y enfermizo, el lector es atrapado por la dinámica y la violencia de las imágenes que no dan respiro. A través de las vertiginosos enfrentamientos aéreos (que a diferencia de otros mangas no está protagonizada por grandes personajes extravagantes), en un abrir y cerrar de ojos los personajes y quienes leen se sumergen en un clima de horror, en medio de los enormes edificios que sirven de escenario y resultan víctimas de la batalla.

El Regreso del Señor de la Noche de Frank Miller, marcó en la historieta norteamericana un punto de referencia inevitable por muchas razones, entre ellas por el dominio de la tensión narrativa que hábilmente va preparando un clima de batalla que detona al final. Miller se confesó deudor del manga en su uso de las técnicas narrativas, y en esto fue de los primeros, cosa que con el paso del tiempo ha dado grandes resultados a la historieta norteamericana. Más de diez años antes que Miller, Otomo hacía un planteo similar: a lo largo de la historia va dosificando elementos que atrapan al lector y construyen poco a poco el climax del final. Pero a diferencia de Miller, quien se apoyaba mucho en sus textos, Otomo narra con imágenes, con movimientos, con pausas e instantes. Se trata de otro tipo de narrador, alguien propio del medio y propio del comic japonés donde el dinamismo y el movimiento son esenciales.

Gráfica y narrativamente, Pesadillas es un peso pesado, su defecto es la falta de historia. No porque literalmente no la tenga sino porque con otros personajes o con una mayor complejidad hubiese ganado mucho. Como contrapeso de esa carencia, el pulso con el que es llevada la historia compensa todo. La estructura de la historia es clásica y se divide en tres episodios; toda la introducción y el planteo de personajes se da en el primer tomo; el desarrollo y el enfrentamiento final en el segundo; mientras que el tercero deja lugar al clímax y a un tensa conclusión. La historia, si bien tiene su pico de intensidad, no deja de mantener la tensión desde los primeros cuadros hasta los últimos.

El planteo de las secuencias, los encuadres y su encadenación le dan un toque cinematográfico, que es lo que principalmente luego sería tomado como modelo por
Frank Miller y otros historietistas norteamericanos. De hecho, muchas de las técnicas y recursos que en estos casos se comenzaron a ensayar sería luego adaptadas a las necesidades de la narrativa cinematográfica.

De cualquier modo que se lo mire, en la tontería de los 90´s o la de los 70´s, Pesadillas es una obra muy poderosa. Y su peso radica en sus imágenes y dinámica, que hacen que lo casi accidental no haga más que arrastrar al lector al mundo de poderes paranormales en dos dimensiones. Y por supuesto, Otomo hay uno sólo, y más allá de su genio o falta de genio, lo que hizo, sólo él lo pudo haber hecho de esa manera, y amerita respeto.

En una entrevista publicada en la revista Man, Otomo decía que no se planteaba educar a nadie sino contar historias divertidas y apasionantes, no aleccionadoras. Ese planteo que se hace a sí mismo, sumado al trabajo que pone en su obra, fue lo que determinó el atractivo de sus resultados, sin importar lo incidental del asunto argumental. Precisamente en esa entrevista, cuando habla sobre la fuerza de los japoneses dice: "Nuestro secreto es simple: esfuerzo, dedicación y trabajo". Y eso no es solamente válido para el
arte.

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