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			1)    
			
			No saben leer, dice 
			El País 
			El 17 de enero de 2015, el 
			diario 
			El País de 
			Montevideo oficializó la identificación de un desbarajuste 
			precoz en parte del sistema de enseñanza 
			uruguayo: en Primaria. En efecto, los resultados de las pruebas a 
			niños de 6º año que periódicamente viene organizando 
			la ANEP muestran la escasa capacidad de 
			estos escolares en matemática, ciencia y lengua. La nota 
			periodística señala los exitosos
			índices de promoción (apenas 1,43% de 
			niños que deben repetir) en esos 6º años cuyos egresados, en altas 
			proporciones, a gatas logran descifrar el planteo de una cuestión 
			matemática, científica, lingüística. 
			La noticia no es una 
			novedad. Ubicados en primera fila del show catastrófico, hace rato 
			que padres y abuelos sopesan cuánto Primaria dejó de enseñar, y lo 
			calibran aquí o lejos de las fronteras nacionales 
			(1). 
			De igual modo, durante los últimos años, variados artículos vienen 
			dando voces de alarma sobre una enseñanza que dejó de enseñar (2). 
			No 
			obstante, la noticia tiene cierta novedad, puesto que desmiente la 
			prédica que concentra en Secundaria la responsabilidad de la 
			catástrofe educativa, ensalzando el excelente funcionamiento de 
			Primaria. Como una obviedad incontrovertible, los 
			diagnosticadores 
			de dolencias pedagógicas no hesitan en repetir que el órgano enfermo 
			es Secundaria, para cuya terapia se requeriría una buena transfusión 
			de Primaria 
			
			(3). 
			Con la misma soltura, se 
			entiende que si Primaria ha logrado ser tan exitosa gracias a sus 
			reformas pedagógicas (ceibalita y promoción para todos) el traspaso 
			de 
			know how a 
			Secundaria no presenta otras dificultades que los consabidos 
			intereses “corporativos” de su gremio docente, más globalmente 
			reacio que otros. 
			En resumen, la poco novedosa 
			noticia de 
			El País sin 
			embargo echa por tierra la fábula de la maestra buena (y 
			maternalmente única) y del profesor malo (y múltiple como 
			una 
			pandilla). 
			
			
			
			
			2) 
			
			No saben leer, dice 
			Le Monde 
			El 17 de enero de 2015, el diario 
			Le Monde 
			de París publicaba en línea 
			(4)  
			una intervención del editor de 
			Le Monde 
			des Livres, Jean Birnbaum, que 
			presenta los artículos de escritores a los que se les había pedido 
			que opinaran sobre “lo que puede hacer la literatura ante la 
			barbarie”, en directa referencia a los acontecimientos sangrientos 
			vividos en París en esos días. “¿Cómo lidiar con el período de 
			espanto que sigue a los atentados del 7, 8 y 9 de enero? ¿Qué papel 
			puede desempeñar la literatura el día después de los atentados que 
			enlutaron a Francia?”, tales eran las preguntas planteadas, en pos 
			de “describir lo indecible y combatir el fanatismo”. 
			Las preguntas dirigidas a estos escritores 
			difícilmente dejen de recordar la interrogante planteada por Adorno 
			sobre la poesía luego de Auschwitz, a pesar de cierto pudor ante 
			tamaña comparación, sugerido en las fórmulas “el período de espanto 
			que sigue a los atentados” y en “el día después de los atentados”, 
			giros que  hablan 
			con cierta prudencia de un después quizás provisto de cesación, en 
			lugar de un después cuya irreversibilidad parte la historia en dos, 
			dejándonos para siempre “después de Auschwitz”. Sin embargo, por 
			fuera de esta retención pudorosa, la presentación de Birnbaum pone 
			en juego dos conocidos pares de contrarios. Por un lado, el ya 
			evocado par Auschwitz-barbarie versus nosotros-sobrevivientes; por 
			otro lado, la consabida oposición barbarie versus civilización, o 
			fanatismo versus civilización.   
			Los dos pares se entreveran. Si para Adorno, 
			Auschwitz y su barbarie no son ajenos a la civilización alemana que 
			también es su civilización, en cambio, en la machacada oposición 
			“civilización versus barbarie/fanatismo”, la barbarie y el fanatismo 
			no suelen ser percibidos como rasgos también propios, sino que 
			velozmente se los coloca en un afuera necesitado de urgentes dosis 
			de civilización tolerante. Empero, no forma parte de los propósitos 
			de estas líneas adentrarse en un asunto escurridizo tanto para la 
			militancia universalista como para la relativista. 
			 
			En su presentación de los 
			pareceres de los escritores, Birnbaum destacó las respuestas 
			orientadas hacia el libro y la lectura. “Hay personas que 
			reivindican pertenecer a un solo libro. Yo reivindico la libertad de 
			los otros libros que ellos no leyeron” (Kamel Daoud). “El horror es 
			que los hombres que cometieron los atentados hayan podido atravesar 
			toda su escolarización obligatoria sin aprender a leer. A leer las 
			palabras” (Antoine Compagnon). En similar vena y comentando uno de 
			los videos en que el jihadista Amédy Coulibaly posa al lado de una
			kalachnikov y de un estante con libros, entre ellos, 
			Higiene 
			del asesino (novela de Amélie 
			Nothomb), su autora sostiene que 
			 “Coulibaly 
			seguramente no sabe leer”. Terminando su prédica anti fanatismo, 
			Birnbaum explica que, naturalmente, no 
			se estaba afirmando que los terroristas 
			no supieran leer, es decir, que no supieran descifrar las letras, 
			tanto más que se conocen los recorridos universitarios de varios de 
			ellos, sino que se estaba señalando que los terroristas son 
			“incapaces de considerar la lectura como práctica de interpretación” 
			y de “apertura al otro”, y que reivindican “la verdad del libro [el 
			Corán]” ignorando “la pluralidad de sus lecturas posibles”, 
			convirtiéndolo en un “manual del terror”. 
			Como en otras ocasiones en 
			que ocurre, causa 
			incomodidad la defensa de la 
			civilización (de la no barbarie) en nombre de la validez de todas 
			las interpretaciones excepto la que esgrime el bárbaro de turno, 
			para este caso, además, fanático porque no admite la pluralidad 
			ajena que, por definición, lo excluye. Sin embargo, ya se declaró en 
			estas líneas que no nos detendremos en
			espejismos u otros efectos ópticos 
			hacedores de relativismos o universalismos. 
			¿Qué pensar, entonces, de lo 
			que siguen diciendo las intervenciones de los escritores, a pesar 
			del tácito reparto de roles, por el que 
			 le 
			tocará hacer de bárbaro fanático a quien no hable, exclusivamente y 
			palabra por palabra, en mi universal dialecto? 
			
			
			
			
			3) 
			
			Serán ceniza, 
			mas tendrá sentido 
			Sin duda, las intervenciones 
			de los escritores franceses siguen recordándonos que la civilización 
			es asunto de buscar ciertos sentidos, que la lectura -cierta lectura- trae 
			abundancia de sentidos para dar sin mirar a quién, y que 
			es en la 
			Escuela en donde una selecta abundancia de esos sentidos se pone al 
			alcance de cada uno. 
			
			Claro que, partiendo de premisas semejantes acerca del 
			indestructible deseo humano de elevación, hay quienes, 
			con mayor ánimo crítico sobre la oferta de sentido de nuestra 
			civilización, entienden la atracción que puede ejercer una oferta 
			político-religiosa, pletórica de sentidos que trascienden la penuria 
			espiritual del aquí y ahora, miseria que clava al individuo en el 
			sinsentido del consumo, del puesto de trabajo (cuando se lo tiene) y 
			de la votación. Bastante antes de los cataclismos que vinieron con 
			los siglos XX y XXI, en mitad del XIX, un poeta pudo calibrar con 
			precisión en qué consistía la “modernidad” a la que asistía y 
			contribuía: “Entiendo por progreso la disminución progresiva del 
			alma y la dominación progresiva de la materia”, escribió Baudelaire. 
			Dos meses después de los 
			atentados de 2001 en Nueva York, un autor de cepa baudelaireana,
			
			
			Jean Baudrillard, publicó 
			en 
			LeMonde una 
			columna 
			que, aún hoy, sigue siendo asombrosa por su fuerza para pensar en 
			contra de las interpretaciones 
			más petrificadas. Negando cualquier 
			sustento en sentidos simplemente ideológicos, Baudrillard ilumina la 
			economía simbólica del acto terrorista, que vuelve invencible a 
			quien hace de su propia muerte un arma, ubicándolo en un más allá 
			vedado a los cuidadosos de sus pellejos: “El terrorismo es el acto 
			que restituye una singularidad irreductible en el corazón de un 
			sistema de intercambio generalizado. Todas las singularidades (las 
			especies, los individuos, las culturas) que pagaron con su muerte la 
			instalación de una circulación mundial regida por una única potencia 
			se vengan hoy gracias a esa transferencia terrorista de situación”. 
			
			
			
			4)
			
			
			
			Técnica 
			sin sentido 
			Las soluciones que se 
			barajan para el analfabetismo de los numerosos niños uruguayos que 
			no comprenden ni asuntos matemáticos, ni asuntos científicos, ni 
			asuntos lingüísticos no difieren, en su índole, de las que se 
			aplican para el analfabetismo de los muchachitos franceses que, 
			leyeren lo que leyeren, solo estarían entendiendo el monótono libro 
			del terror. Para ambas situaciones, el recetario se compone de una 
			serie de “medidas”, es decir, de un incremento procedimental, 
			presuntamente destinado a eliminar, por saturación, “el problema”. 
			Por allá, las medidas propuestas consisten en un 
			aumento del estricto control de las fronteras, en un mejor 
			seguimiento de los sospechosos identificados por los servicios de 
			inteligencia, en un mayor control de las cárceles, viveros de 
			terroristas, en un endurecimiento de los juicios por “apología del 
			terrorismo”, en un incremento de la repetición de las declaraciones 
			de fe laica y de amor a la libertad de expresión, en una mayor 
			observancia de un lenguaje depurado de antisemitismo, de racismo, de 
			islamofobia, de intolerancia. Consisten también en un refuerzo de 
			las dosis de “ética”, cuyo suministro veloz debe fortalecer los 
			esqueletos laicos desfallecientes. 
			Por aquí, la inflación de la 
			didáctica y sus vesículas ha dado lugar a una avalancha de títulos 
			de grado y postgrado, cebados en 
			investigaciones, proyectos y programas 
			en los que reina la sonsera. Está por hacerse el relato de las 
			“investigaciones” dedicadas a las TICs, al
			Plan Ceibal, a las 
			plataformas moodle, a la revolución tecnológica en la 
			educación, a 
			la inclusión digital, al papel de los medios técnicos en el aula, a 
			la alfabetización informática, a los nativos digitales, a la 
			superación de la brecha digital, a lo muy contentos e informados que 
			los pobres deberían estar por tener computadora regalada. Son 
			cuantiosos los costos financieros y, sobre todo, políticos e 
			intelectuales, de esta desmedida fe en las medidas procedimentales 
			tecnológicas. 
			También habrá que recordar algún día, el tiempo y 
			el presupuesto dedicados a instituir la nueva ciencia del aprender a 
			aprender (o enseñar a aprender, o aprender a enseñar a aprender, o 
			cualquier otra combinación autogenerada), ciencia que atraviesa todo 
			el sistema de enseñanza, desde preescolares hasta la universidad, en 
			donde se volvió caballito de batalla de la reforma impuesta por 
			Rodrigo Arocena y por sus sustentadores inspirados en Bologna y en 
			el programa Tuning, aunque previsiblemente los principales estragos 
			hayan sido causados en Primaria, en donde maestras y escolares 
			quedaron librados a esta catequesis delictiva.  
			Véanse si no, las soluciones evocadas por las 
			autoridades ministeriales y del Codicen, uno de cuyos platos fuertes 
			es la eliminación de la repetición de los alumnos, asunto planteado 
			en términos comparables a la eliminación del dengue o de la aftosa, 
			es decir, a través de un arsenal de medidas técnicas. Solo que, en 
			este caso, por tratarse de un asunto delicado, la eliminación 
			efectiva de la repetición de los liceales no será resultado de un 
			arsenal técnico, sino de las andanadas impuestas por los cuerpos 
			inspectivos y otras jerarquías, solidarios con las metas 
			estadísticas de las autoridades ministeriales, tal como ya sucedió 
			en Primaria. 
			
			Colmo de hilacha a la vista, desde hace años, entre las novísimas 
			ciencias pedagógico-didácticas, figura la ciencia de la evaluación, 
			a cuyo propósito se fundan institutos, se hacen maestrías y 
			doctorados, y cuyo manifiesto destino de biombo de las decisiones 
			politiqueras queda expuesto cuando se calibra, en un conciliábulo 
			ministerial, cuál será el porcentaje de alumnos aprobados, índice 
			necesario 
			para que el país siga cumpliendo con 
			requisitos internacionales(5) 
			 
			y con mitos nacionales, o cuando se propone, como solución 
			alternativa, la modalidad bianual de repetición, en lugar de la 
			anual. Por cierto, la Escuela siempre “evaluó”; de lo que ahora se 
			trata es de uncir “eficiencia”, “evaluación” y “disminución de la 
			repetición”. 
			La técnica con su arsenal de medidas 
			procedimentales, lejos de cualquier neutralidad que pudiera también 
			destinarla para usos positivos o bienintencionados, es portadora de 
			un sentido que afirma la superfluidad del sentido, su inutilidad 
			palabrera, acallada por el ronroneo del funcionamiento eficiente, 
			hecho de medidas y de mensuraciones tomadas. Poca casualidad hay en 
			el protagonismo que tomó en la enseñanza, y según el modelo 
			económico bancario, “la evaluación”, apoteósico momento en que el 
			vacío de sentido se presenta cuantificado y ofrecido por sus 
			expertos en la ciencia del medir.  
			Tampoco hay casualidad en 
			que la promesa presidencial de “cambio de ADN de la enseñanza” 
			consista en técnicas de redistribución del salario (según zonas, 
			según resultados), en lugar de una reflexión sobre los sentidos que 
			el conglomerado político-partidario 
			y mediático deposita en la enseñanza, a 
			menudo divergentes de los sentidos que los docentes, en contacto con 
			los sentidos de las disciplinas, busca transmitir a sus alumnos.
			  
			Técnicas de control contable y policial para unos, 
			técnicas de control contable y bancario para otros. La falta de 
			sentidos que priva de la comprensión matemática, científica y 
			lingüística o lleva a la asunción sacrificial de un sentido único, 
			entre técnicas económicas y técnicas policiales, puede seguir 
			faltando a clase.  
			Ni el control policial de la población (víctima 
			designada y a la vez sospechosa embozada), ni el control jerárquico 
			de las estadísticas (números maestros que engendran alumnos 
			lectores) darán los sentidos que nos están faltando, y a cuya 
			búsqueda estuvo tradicionalmente entregado el estudio. 
			 
			
				Notas:
				
				
				
				
					
					(3)  a) 
					"Durante 
					2013 en el Consejo de Educación Secundaria (CES) no fueron 
					promovidos el 30,6% de los alumnos de Ciclo Básico y el 40% 
					de Bachillerato, y el presidente electo Tabaré Vázquez 
					calificó como "inaceptable" que casi un 35% no promoviera 
					primero de liceo. 
					
					
					Los números están muy por arriba del 5,41 % de repetidores 
					que el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) tuvo 
					el año pasado e incluso del 13,5% de la UTU. Por eso el 
					programa del gobierno del Frente Amplio (FA) 2015-2020 incluye 
					"diseñar e implementar nuevos instrumentos para promover el 
					acceso, permanencia y progreso de los alumnos en el sistema 
					educativo, factores que permitirán disminuir la deserción y 
					la repetición". 
					(Fuente: Búsqueda). 
					
					
					b) "Los índices van a bajar. La repetición 
					en Secundaria ya llegó a su máximo y la tendencia de ahora 
					en adelante va a ser descender. Creo que Secundaria y la 
					educación media en general van a asumir los cambios en este 
					período", señaló a Búsqueda Luis Garibaldi, director de 
					Educación del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) desde 
					el 2005. "La repetición tiene que bajar y va a bajar, 
					especialmente porque las condiciones de aprendizaje ya son 
					otras y van a mejorar aún más", agregó Wilson Netto, 
					presidente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la 
					Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). 
					 (Fuente: Búsqueda) 
					
					
					c) La misma opinión tiene Miguel Brechner, 
					presidente del Plan Ceibal desde su creación en 2007 y uno 
					de los asesores de Vázquez en políticas de educación. "Los 
					índices van a mejorar, no me cabe la menor duda. Yo creo que 
					muchos de los planteos de la campaña del Frente Amplio y de 
					su programa son claros y apuntan claramente a mejorarlos".  (Fuente:
					Búsqueda) 
					
					
					d) Una de las principales propuestas de la 
					campaña de Vázquez y del programa del FA es construir un 
					marco curricular común desde los 3 a los 17 años de edad que 
					defina perfiles de egreso y "posibilite un tránsito adecuado 
					de los alumnos desde Primaria al Ciclo Básico de educación 
					media". El objetivo es diseñarlo y aplicarlo cuanto antes, 
					ya que al definir los perfiles de egreso (el tipo de alumno 
					que se quiere formar) se definen también los contenidos a 
					dictar, que apuntan hacia conocimientos para la formación 
					ciudadana, científica y artística, con lo cual se prevé 
					entre otras cosas disminuir la repetición y la deserción. 
					Esa mirada es defendida por numerosos especialistas locales 
					de educación, de diferentes sectores políticos, que 
					consideran que Uruguay universalizó la educación media pero 
					mantuvo un modelo pensado para una elite con contenidos 
					rígidos y de primera mitad del siglo XX, lo cual explica su 
					elevada repetición de hoy. "El gran problema actual que hay 
					en el sistema educativo es que los estudiantes se aburren", 
					sostiene Brechner. Para él, los conocimientos en los que se 
					pondrá énfasis en el futuro harán al estudiante "disfrutar 
					más" porque trabajan sobre su aspecto analítico, crítico y 
					colaborativo, haciéndolo pensar y no aprender contenidos de 
					memoria. 
					(Fuente Búsqueda) 
					
					
					e) "Es algo que piden los padres, que no 
					quieren que los gurises que están en una escuela de 300 o 
					400 alumnos se vayan a un liceo con 3.000 alumnos", explicó 
					Brechner. "Eso se va a implementar y va a permitir hacer un 
					formato diferente del liceo, porque va a posibilitar tener 
					una cantidad de materias liceales en el formato de escuela 
					de tiempo completo, lo cual va a ayudar en los lugares 
					socioeconómicamente más complicados a mantener al estudiante 
					dentro del centro educativo, no me cabe ninguna duda. Por 
					eso queremos y vamos a hacer los anexos, porque van a 
					determinar que menos gente deserte del liceo". 
					(Fuente Búsqueda) 
					
					
					f) El director de Educación espera que 
					suceda en Secundaria algo similar a lo que sucedió en 
					Primaria, donde un mayor acompañamiento maestro-alumno evitó 
					apelar siempre a la repetición y logró bajar los "muy altos" 
					índices que había en la década de los 60. "Yo mismo como 
					maestro lo practiqué. Decir: ‘Bueno, yo tomo a mis alumnos 
					en primero y sigo con todos ellos en segundo. Me hago 
					responsable de que todos los muchachos aprendan’. En 
					Primaria está bastante generalizado aunque no exista ninguna 
					resolución del Consejo al respecto", explicó Garibaldi, para 
					quien ese tipo de experiencia se puede dar en Secundaria por 
					más que en ese nivel los estudiantes no tengan un solo 
					maestro sino varios profesores. 
					(Fuente 
					Búsqueda) 
					 
					
					g) 
					
					Otra de las novedades para 2015 es la instalación en algunos 
					centros educativos de tecnologías de última generación que 
					proporcionen velocidades de conexión de 100 Mbps, para lo 
					cual entre otras cosas se están haciendo pruebas sobre la 
					"banda blanca" del espacio radioeléctrico, el espectro 
					frecuencial que quedó vacío gracias a la digitalización de 
					la televisión terrestre, el cual posibilitaría tener un Wi-Fi 
					de mucha más distancia. 
					(Fuente 
					Búsqueda) 
					
					 
					(4) 
					“L’esprit du terrorisme":
					http://www.egs.edu/faculty/jean-baudrillard/articles/lesprit-du-terrorisme/ 
					
					 
					 
					(5)
					Veáse, por ejemplo y sin hurgar mucho: “La mejora de los 
					logros educativos de los pobres requiere de continuidad 
					educativa, que se expresa en la asistencia efectiva a 
					clases, la progresión a lo largo del proceso (miniminación 
					de la repitencia) y la permanencia en el sistema (no 
					deserción)”. Documento de CEPAL, Santiago de Chile, mayo de 
					2000, citado por Gustavo Klein, “La reforma educativa 
					latinoamericana a través de los ojos de la CEPAL”, in 
					Educación Secundaria. La reforma impuesta. Montevideo: 
					Nordan/Fenapes, 2001, pág.57. En los convenios suscritos por 
					Anep con el Banco Mundial, sin hablarse crudamente de “miniminación 
					de la repitencia”, se insiste en “el aumento de la 
					eficiencia de las instituciones de enseñanza primaria”. Por 
					ejemplo, en un acuerdo firmado en 2002 por Anep y el Banco 
					Mundial, el Artículo 10 
					dispuso la implementación de la Circular 441, que 
					derogaba los mínimos de asistencia en primer año y 
					postergaba la evaluación de aprendizajes de primer año hasta 
					el segundo año. La derogación de esta circular había sido 
					solicitada por la ATD de Primaria del año 2000, por haberla 
					considerado lesiva del derecho a la educación y una 
					estrategia para mostrar una falsa baja de los porcentajes de 
					repetición. (Danae Sarthou y Ruben Puyol,
					Reconsiderando la 
					educación en Uruguay, Montevideo, edic. de los autores, 
					2013, pág. 128.) 
					
					
				 
			 
			
			
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