"Tenía
un extraño método de trabajo.
No le resultaba escribir sino ante una mesita estrecha, desquiciada
y coja, llena de cuartillas que la cubrían casi totalmente.
Llenaba esas cuartillas con caracteres menudísimos, usando
una tinta muy clara, de modo que hoy sus manuscritos no se pueden
descifrar mas que con el auxilio de una lente. Tampoco podía
escribir sino con la tinta fabricada por él mismo...
Escribía tres o cuatro horas seguidas, consumiendo una
cantidad inverosímil de cigarrillos, después se
levantaba de pronto y bajaba al jardín seguido de numerosos
animales domésticos que le formaban un extraño y
pintoresco cortejo. Se ponía a cavar, a podar, pero no
abandonaba a sus héroes... A media voz continuaba
haciéndolos hablar y actuar, y la intensidad de sus acciones
mecánicas sobre las plantas del jardín y sobre la
tierra aumentaba según la intensidad de la situación
dramática en que se hallaban sus personajes. Y cuando el
héroe, por ejemplo, conseguía librarse de un tigre
con el que luchaba, el daba un grito de triunfo y volvía
a la mesita coja y escribía... escribía...
El no admitía que se escribiesen libros de aventuras en
los que no triunfase de todos los obstáculos el héroe
simpático, en lucha con los malvados. En este extremo
era de un optimismo irreductible el bien debía siempre
triunfar, porque tal es su obligación en la vida y en
los libros..."
Nadir
Salgari, alrededor de 1930
Ganarse
el pan
A pesar
de las muchas distancias temáticas y estilísticas
existentes entre Emilio Salgari y Dashiell Hammett, existe una
suerte de "link" que los une y que, de alguna forma,
los hermana. Tanto Salgari como Hammett escribieron en parte gracias
a la necesidad expresiva que hay en todo escritor pero, por sobre
todas las cosas, escribieron para ganarse la vida haciendo un
trabajo que relatara cosas que conocían bien. Si Hammett
había sido detective privado para la agencia Pinkerton
y escribió novelas y cuentos policiales, Salgari había
sido marino y aventurero para escribir sobre el mar y los piratas.
Y aunque ninguno de los dos tuvo pretensiones de trascendencia,
ambos la obtuvieron.
Durante
muchos años esta trascendencia estuvo ligada más
que nada al apego que el público tuvo por sus textos más
que por los buenos comentarios que la critica literaria "seria"
les prodigara. Durante mucho tiempo esa critica "seria"
vio esas obras antes que nada como uno de los resultados de la
degradación de la cultura al ser convertida en cultura
de masas. No es raro encontrar en Borges (especialmente en la antología
del cuento policial que realizó junto a Bioy Casares) comentarios
muy negativos sobre la "novela policial norteamericana",
calificándola de burda y tosca.
Algo similar ocurrió con Salgari, de cuya obra era habitual
escuchar cosas como "literatura adolescente". El problema
es que, para recurrir a una recurrida frase de Chandler "no
hay temas vulgares, solo mentes vulgares. Todo lo que esta escrito
con vitalidad, expresa esa vitalidad".
Y los
textos de Salagari rezuman vitalidad por los cuatro costados:
en el ímpetu y la honorabilidad de sus héroes,
en la fantástica naturaleza que alternativamente los acosa
y acuna, en los animales feroces que los atacan, en el orgullo
que lleva a los hombres a la muerte y a morir por otros. Y eso
es, muy probablemente, algo que impactó a sus millones
de lectores.
Además,
Salgari era capaz de imprimir una velocidad de vértigo
a sus argumentos y armar un decorado fabuloso para la acción:
el Pacifico durante una tormenta se convierte en sus manos en
una sucesión de explosiones, colores, texturas y volúmenes
que permite a cualquiera ubicarse en esa terrible situación.
Si a eso se agrega un héroe incorruptible y valiente,
que actúa como tal sin mella ni fisura, se está
ante una escena estupendamente decorada y fácilmente reconocible
en sus valores. Y ésa es también una de las claves
de la trascendencia de Salgari: la capacidad para dejar a sus
héroes hacer lo suyo, tal como todo héroe debería
poder hacer, siguiendo preceptos morales que todavía siguen
siendo una utopía deseable en el actuar diario de muchas
personas.
A pesar
de su éxito masivo, sólo algunos sectores mínimos
de la crítica (aquellos apasionados por los subgéneros)
supieron reconocer esa vitalidad como un valor literario. Solo
hoy, cuando estos subgéneros son revalorizados en función
de la relativa pérdida de peso de las categorías
de la modernidad, el nombre de Salgari aparece como una de las
claves de los modernos relatos de acción y aventuras.
En
realidad, poco importa lo que la crítica haya dicho o
diga si las novelas de un autor que murió haca casi noventa
años siguen despertando pasión e interés
entre sus lectores. Pues de eso se trata de la literatura, de
que alguien quiera leerla.
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nº 63.
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