El 25 de abril se cumplieron 88 años de la muerte de Emilio
Salgari, uno de los autores más leídos de todos
los tiempos. Generalmente ignorado por los sectores literarios
mas 'cultos', no son pocos los fanáticos de los llamados
subgéneros que lo reivindican (un montón de escritores
entre ellos) como una de las influencias clave en la cultura popular
de los últimos noventa años. Su estilo directo,
intenso y fuertemente expresivo, marcó en gran medida el
lenguaje de medios como el cine, la novela de acción, el
policial y muy especialmente, el estilo eminentemente visual del
comic.
Si la importancia
de un artista puede medirse en el impacto de su obra a lo largo
del tiempo, especialmente dentro del gusto del público,
entonces es claro que Emilio Salgari es un escritor importante.
No es menos claro que ese criterio nunca fue relevante para él,
cuyo interés casi exclusivo fue ganarse la vida escribiendo
sobre cosas que conocía bien. Si esa fue su meta, a la
postre también terminaría siendo su utopía
ya que, pese a haber sido leído por millones de personas,
nunca logró una vida cómoda para sí y para
los suyos. Salgari fue, en sus propias palabras, un "galeote
de la pluma".
Una
de las primeras sorpresas que se presentan al acometer la tarea
de escribir sobre Emilio Salgari es la ausencia casi total de
información sobre su vida y obra en los ámbitos
habituales para cualquier lector. Después de rastrear
exhaustivamente la Web, las paginas que aparecen pertenecen a:
1) una escuela italiana que lleva el nombre del popular escritor,
2) una editorial que acaba de sacar a la venta una biografía
(disponible sólo en Italia y por supuesto en italiano),
3) algunas entrevistas en donde escritores de distintos pelajes
y colores recuerdan haberse iniciado en la lectura con una novela
del italiano, y, finalmente, 4) una no muy confiable bibliografía
de la obra de Salgari en donde se desglosan sus libros "auténticos"
de los "falsos". El resto de las páginas que
el buscador despliega no contiene sino menciones laterales al
autor.
Recurriendo a la Biblioteca Nacional el problema es mas o menos
el mismo. Salvo por la información contenida en un par
de vetustas enciclopedias, en donde las fechas de nacimiento
de Salgari no coinciden y en donde aparece un breve comentario
que señala la escasa calidad de la obra literaria del
veronés, el resultado es poco menos que cero.
Tomando
en cuenta el impacto de los libros de Salgari en las varias generaciones
transcurridas desde que los escribiera (en las se cuentan decenas
de escritores que señalan alguna de sus novelas como una
de sus primeras e influyentes lecturas), resulta como mínimo
llamativo que no haya en el medio información de fácil
acceso sobre su vida y obra. De trágico y cruel final,
la vida de Salgari es aún hoy una contradicción
y en buena medida un enigma que no ha sido objeto de análisis
de sus muchos seguidores y críticos.
Mientras en Argentina los rasgos de Salgari resultan visibles
en la obra de Germán Oesterheld, Guillermo Saccomano,
una multitud de autores de comics y se llevan a cabo seminarios
y concursos sobre su obra bajo la batuta de gente como Jorge
Rivera y Juan Sasturain, en Uruguay resulta casi imposible hallar
literatura crítica sobre la obra de uno de los autores
mas leídos de todos los tiempos.
La
permanencia
Usualmente
calificado como literatura para niños y/o adolescentes,
Emilio Salgari es el responsable de varios de los mejores relatos
de aventuras jamás escritos. Con su estilo narrativo,
que combinaba veloces argumentos con personajes honorables y
audaces, fuertemente impregnados por las ideas positivistas de
la época, dio vida a uno de los héroes más
formidables de todos los tiempos, Sandokán, el Tigre de
la Malasia. Contrariamente al destino que el propio Salgari presagiaba
para su obra, sus libros no han sido olvidados.
"Nací el de 1863 en Verona, Italia" afirma Salgari
en su autobiografía, dato que es desmentido por la Enciclopedia
Espasa Calpe de 1926 que asegura que el escritor habría
nacido un año antes, un error que se repite en varias
de las breves biografías que sobre el autor pueden encontrarse
en la Web.
Algo similar ocurre con la información que habitualmente
aparece sobre su vida: mientras todas las reseñas de sus
libros aseguran que el veronés nunca salió de Italia
y que construyó su universo de aventuras en base a las
lecturas de los viajes que se llevaron a cabo durante la segunda
mitad del siglo XIX, el propio Salgari asegura en su autobiografía
que entre los 18 y los 23 años no hizo otra cosa que viajar
como capitán de distintos barcos por el Pacifico y que,
de hecho, sus personajes más famosos están basados
en personas reales que conoció durante esos años.
Más todavía, en su versión de los hechos,
el portugués Yáñez, compañero inseparable
de Sandokán, no sería otro que el propio Emilio
Salgari en su versión novelada.
Más allá de la posible controversia sobre las fuentes
de sus libros (controversia que se extiende a los libros mismos
ya que se supone que varios de los que llevan su firma no fueron
escritos por él sino por imitadores) el hecho es que la
riqueza expresiva de los textos de Salgari ha superado el paso
del tiempo y todavía hoy continua impactando la retina
de muchos lectores. ¿Por qué un escritor que no
tuvo mas pretensión que, según sus propias palabras,
trasladar al papel lo que le había ocurrido en la vida
y, eventualmente, ganarse la vida con ello, logra trascender
su propia época no precisamente por los elogios de la
critica sino por haber permanecido en el gusto de los lectores?
De la misma forma que, algunos años mas tarde, lo haría
Dashiell Hammett en la novela policial, Salgari construyó
un universo propio, con personajes que llevaban con firmeza la
acción, siempre siguiendo arquetipos morales (el bien,
el mal, la codicia, la generosidad, el honor), paradigmas que,
pese a la distancia que puede existir con un hoy mucho mas ambiguo,
en absoluto han perdido su vigencia.
O quizá se deba a que, como señala el periodista
español Eduardo Mendicutti a propósito de una reciente
reedición de la novela Los cazadores de focas de la
Bahia de Baffin, las historias del escritor veronés
"las protagonizan piratas, cazadores, balleneros o cowboys
que siempre son, según el papel que les corresponda, arrojados,
valientes, feroces, fornidos, leales o implacables, pero que
siempre tienen con la naturaleza una relación noble y
generosa. De ahí que Salgari, hoy, no sea sólo
un autor capaz de rejuvenecernos, sino capaz de rejuvenecer el
mundo".
La
vida real
Después
de una infancia habitual para el hijo de una familia acomodada
de la clase media veronesa, Salgari descubrió en su adolescencia
el indomable deseo de vivir aventuras. Muy lejos del futuro que
para el tenían planeado sus padres, el joven Emilio decidió
estudiar para capitán de barco con el fin de así
vivir aventuras en el mar.
Rápidamente cursados, los estudios marinos le abrieron
las puertas a un empleo como segundo de bordo de un barco que
hacía la ruta del Adriático. Bajo el mando del
capitán Valak, borracho y pendenciero, Salgari viviría
sus primeras experiencias a bordo, obviamente muy lejanas a las
aventuras que su exultante carácter y su poblada imaginación
demandaban. A nombre de la goleta Italia Una, el futuro escritor
sería testigo de una trágica historia amorosa entre
uno de los marineros y su prometida, por lo que, de alguna forma,
ya en ese viaje inaugural Salgari encontraría los elementos
que años después poblarán su obra: el honor
y las lealtades en primer lugar, siempre por delante de los mezquinos
intereses personales.
Después de un par de tormentas terribles y algunos peligros
corridos como resultado de la desmedida ambición del capitán
del barco, Salgari hace una pequeña escala en su hogar
materno, sólo para continuar su viaje algunos meses después,
enrolándose otra vez como segundo de a bordo en un velero
de tres palos comandado por otro capitán difícil
y violento. Después de severas discusiones con su jefe,
Salgari es despedido en Bombay en donde un misterioso personaje,
con quien se cruza en una taberna, le ofrece empleo. En el momento
de abandonar ese lugar, Salgari se percata de que su empleador
esta siendo seguido, por lo que, habiéndolo puesto sobre
aviso, ambos la emprenden a golpes con sus perseguidores. Al
decidir aceptar el empleo que le es ofrecido, Salgari da comienzo
a la aventura mas grande de su vida.
Rumbo
a Mompracem
"Cuando
una potencia europea quiere apoderarse de un territorio dominado
por un, así llamado, soberano bárbaro, comienza
por declarar que es de urgente necesidad civilizar aquel territorio",
comenta Salgari a la hora de justificar su unión a las
fuerzas de un hombre que marcaría su vida y su obra literaria
en forma radical. Porque Sandokán no es imaginario, al
menos no enteramente, y muchas de las anécdotas que son
narradas en las novelas de Salgari están basadas en sucesos
reales. Al menos eso es lo que asegura el novelista en sus memorias,
publicadas por la desaparecida editorial catalana Maucci.
Después de abandonar Bombay, Salgari se une a la flota
de un rajá que ha sido desposeído de sus propiedades
por Inglaterra. Los motivos por los cuales Salgari acepta convertirse
en capitán de un barco que Occidente calificaría
de pirata son varios: en primer término, la sed de aventuras
y riesgos que movía al futuro novelista desde niño;
en segundo, un frustrado amor por una jovencita inglesa que lo
había llevado a odiar Inglaterra con toda su alma ,y en
tercer lugar, la justeza de la causa que defendería. A
pesar del aire "occidentalista" que impregna a sus
héroes y heroínas, no es menos cierto que las potencias
coloniales, especialmente Inglaterra, son mostradas en los libros
de Salgari como ávidas y crueles aves de rapiña
que saquean el lugar en donde se hayan posado.
Cuando Salgari entra en contacto con el rajá que en sus
libros se llamará Sandokán queda de inmediato impresionado
por el aura de convicción que ese hombre despide, por
lo que sus dudas sobre su papel como capitán en la flota
del "Tigre de Mompracem" quedan atrás y comienza
una serie de viajes destinados a obtener metales destinados a
la fabricación de armas que dispararán contra las
tropas británicas.
En medio de esas aventuras, que son narradas por Salgari como
una más de sus novelas, conoce a Eva, una valiente joven
inglesa de quien queda enamorado al instante, siendo, esta vez
sí, correspondido su afecto. Trágicamente, la joven
muere víctima de una fiebre tropical y otro tanto ocurre
con el joven marino portugués, Campoamor, que se les había
unido poco tiempo antes. No es difícil ver quiénes
serán ellos en la ficción: Campoamor es parte del
Yañez de Salgari, que se completa con el propio escritor
y sus correrías en Malasia; la joven Eva no será
otra que la Mariana de quien Sandokán quedará para
siempre enamorado.
Una brutal tormenta termina con el barco de Salgari y junto a
su contramaestre, que en la ficción se llamará
Tremal-Naik, y algunos "tigres" sobrevivientes, consiguen
llegar a una isla, solo para ser diezmados por las tropas inglesas
y holandesas. Salgari logra escapar a duras penas, casi muerto
de hambre y debilitado por la fiebre, logrando llegar a la costa
en donde es recogido por el barco María, comandado por
el capitán Pierre. En ese barco es donde Salgari pasará
sus siguientes dos años, en los que no le sucedió
"ninguna aventura digna de mención".
Para ese entonces, las fiebres tropicales habían minado
la salud del futuro novelista hasta el punto que su sed de aventuras
casi había desaparecido. En el puerto de Marsella, Salgari
se despide del capitán Pierre y regresa a Italia.
El
escritor
Apenas
llegado a su país natal, Salgari comienza a considerar
la posibilidad de dedicarse a escribir. Sus motivos, tal como
cuando se unió al rajá en sus actos de piratería,
son varios.
En primer término, Salgari escribió "para dar
desahogo al tumulto de impresiones que había coleccionado"
durante su "vida peligrosa", como él mismo la
llama. Poco a poco, esa "necesidad moral" da paso a
la "necesidad material, "en la triste necesidad material
de cambiar pan por páginas escritas" diría
en sus memorias. En todo momento Salgari tuvo claro que sus correrías
por el Pacifico no serían
vistas con buenos ojos en Verona, donde sin duda alguna serían
consideradas simples actos de piratería y no una campaña
por la liberación de Borneo de manos invasoras. Por eso
la versión que el futuro escritor cuenta a sus familiares
y amigos de los acontecimientos en los que se ha visto involucrado
es necesariamente edulcorada. Es en la ficción en donde
Salgari podrá plasmar y multiplicar sus experiencias de
riesgo.
En segundo lugar, Salgari tenía una profunda antipatía
por la llamada literatura juvenil de su época, a la que
hallaba "insulsa" y "llena de sentimentalismo"
que no hacia sino "debilitar cada vez más a la juventud
italiana".
Para
Salgari, los jóvenes italianos "tenían necesidad
de libros que templasen en ellos el sentido viril, que los preparasen
para una vida de atrevimiento, el sentimiento de la libertad
personal, que les infundieran afición a los viajes, a
los riesgos, a las hermosas aventuras". Es escribiendo esos
libros en donde Salgari encontraría una "compensación
espiritual a aquella implacable necesidad de una vida peligrosa"
que todavía lo dominaba.
Guiado por este norte Salgari publica su primer libro, Los misterios
de la jungla negra, a la vez que ingresa como periodista al diario
veronés Arena. Una disputa de bar con otro periodista,
este del Adige, diario rival del suyo, termina en un duelo con
sable. Salgari saldrá victorioso, dejando una marca indeleble
en el rostro de su contendiente, pero debiendo pasar 50 días
en la prisión de Peschiera. Por Los misterios de la
jungla negra, Salgari recibe la ínfima suma de 50
liras. "¡Comenzaba bien mis negocios editoriales!"
apunta sarcástico el escritor en sus memorias.
Después de haber participado en un par de trifulcas de
taberna que no duda en calificar de "aventuras", en
1891 el escritor conoce a quien será su compañera
de amor y futuro infortunio: Aida Peruzzi, quien en ese entonces
era una joven actriz de teatro. Después de casarse, el
30 de enero de 1892, la pareja se traslada a Turin, donde Salgari
publica su segunda novela, El rey de la montaña.
La información sobre las fechas de publicación
de los libros de Salgari no es menos confusa que la información
sobre su vida: algunas versiones afirman que Los misterios
de la Jungla negra se publico recién en 1896 y no
antes, por lo que El rey de la montaña sería aún
posterior a esta fecha. Sin embargo, el propio Salgari fija en
1892 la publicación de su segunda novela, sin aportar
datos sobre la fecha de aparición de la primera, aunque
probablemente haya sido publicada sobre fines de la década
del ochenta.
Es en Génova donde Salgari obtendrá su primer contrato
editorial, el primero de varios que no harían sino sumirlo
en la ruina económica y espiritual. Como apunta al comienzo
de sus memorias, "heme aquí hoy, después de
tantas luchas, después de haber publicado un montón
de volúmenes, después de hacer la fortuna de, lo
menos, dos editores, heme aquí frente a las más
serias necesidades de la vida": a pesar de haber sido tremendamente
popular en vida, de haber sido leído por millones de jóvenes
y adultos, de haber escrito mas de 80 novelas y 100 cuentos en
poco menos de veinte años, Salgari nunca tuvo una vida
que se pudiera llamar decorosa, mucho menos acorde con sus virtudes
literarias y la abundancia de su producción.
El primer contrato editorial obligaba a Salgari a entregar tres
novelas cada doce meses, durante varios años, trabajando
en exclusiva para esa editorial, cobrando tres mil liras anuales
y debiendo someter cada argumento a una revisión previa
por parte del editor.
Salgari justifica su decisión, que lo obligó a
escribir día y noche para ganar esa cifra predeterminada,
por el apremio económico que significaba su creciente
familia: "El pan, había que ganarse el pan. El editor
me lanzó, es verdad, con deslumbradoras cubiertas, pero
vendía ejemplar tras ejemplar y yo... yo me atareaba en
emborronar cuartillas y cuartillas para ganar lo indispensable
para no morir de hambre".
Según su hijo Nadir, en cambio, la explicación
estaba tanto en el difícil carácter de Salgari,
que no admitía ningún comentario o consejo sobre
sus contratos editoriales, como en su profundo desprecio por
el dinero y la perversa situación que lo obligaba a escribir
sin cesar: "el, que había triunfado en las selvas
y en el mar, debía sucumbir ante las prosaicas necesidades
de la vida civilizada" apunta Nadir Salgari en la breve
nota final que acompaña las memorias de su padre.
Es llamativo también el hecho de que el padre de Emilio
Salgari haya sido un próspero comerciante que llevaba
una "vida cómoda", contrastando con un hijo
que tenía nula capacidad de comerciar con su propia obra,
que despreciaba el dinero y que optó (y finalmente quedó
confinado) a vivir una existencia muy lejana a los suaves ritmos
burgueses.
Los
últimos años
Entre
1890 y 1910, Salgari escribió unas 80 novelas y un centenar
de cuentos. Diversas fuentes (no muy confiables páginas
Web, es cierto) aseguran que varios libros firmados por Salgari
en realidad fueron escritos por imitadores auspiciados por los
propios editores que ansiaban sacar aún mas réditos
del éxito literario del veronés.
Lo que sí es verdad es que el propio Salgari se imitaba
a si mismo con el objeto de publicar bajo un seudónimo y de esa forma
eludir la trampa editorial en la que se encontraba y así
aportar algunas liras extra a su hogar. Por cierto, estas maniobras
también fueron alentadas por los editores de Salgari, quienes
sabían que, aún escribiendo novelas de segunda clase,
el escritor resultaba muy superior a su corte de imitadores.
A pesar de su exuberante personalidad y su inagotable cantera
de ideas, la psiquis de Salgari comienza a fallar hasta el punto
en que en 1910 intenta suicidarse con una cuchillada en el corazón.
Ya desde 1908 sus memorias se reducen a angustiados comentarios
aislados, a razón de uno por año, no más,
y sus textos e ideas inconclusas comienzan a acumularse en su
pequeño estudio de Madonna del Pilone, poblado cercano
a Turín.
En diciembre de 1910, su amada Aida pierde la razón. Salgari
escribe entonces: "he perdido cuanto más tenía
de querido, ¡mi Aida! Aquella que todo lo compartió
conmigo, aquella que sufrió con mis pesares, mi inspiradora,
mi amiga, mi alma... Me siento perder, mi vida declina, ha llegado
el fin, ha llegado el fin".
El 25 de abril de 1911, el día siguiente a la ultima anotación
en sus memorias, Emilio Salgari sube a las alturas del Val de
San Martino y se suicida de una cuchillada en el vientre. Su
cuerpo, desgarrado y cubierto de sangre, fue encontrado la tarde
de ese mismo día, con el rostro vuelto hacia el cielo.
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nº 63.
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