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ISSN 1688-1672

 



LEY DE PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS DE AUTOR -


No me protejas*

Carlos Rehermann
Somos unos inanes incapaces de defender siquiera nuestra incapacidad de producir una ley mentirosa. Una ley que defiende a los Protectores, que insiste en que los autores somos tan imbéciles que no sabemos lo que nos conviene

Parece que un señor venezolano redactó una ley uruguaya sobre la protección de los derechos de los autores. Sí, sí, la ley sobre derechos de autor -esa que va a hacer que vengan al país miles de millones de dólares, según nos dice un licenciado no muy autor- fue escrita en puro caribeño, y luego vertida a dialectos más rioplatenses por esforzados traductores anónimos (en la ley se menciona algo acerca de los derechos de las traducciones; esperemos que cobren; al menos el venezolano cobró). El autor de la ley sobre derechos de autor no es un autor uruguayo. En el fondo, claro, todos los autores somos iguales, y nadie debería dudar de los derechos de autor del autor venezolano de nuestra futura ley de derechos de autor, ya que como autor, el citado ciudadano del mundo defenderá, suponemos, el derecho de sus colegas, sea cual sea su nacionalidad.

¿Vamos a discutir aquí el contenido de la ley? Lejos de nuestra intención, ya que si antiguos vicepresidentes se muestran incapaces de decir por qué perderemos millones de dólares si no la aprobamos, menos podrá un mísero autor lunfardo discutir lo que un autor caribeño ha propuesto para protegernos.

La Protección es un concepto de amplia significación.
Por ejemplo, la Protección funcionó en algunos lugares mediante la modalidad denominada Mafia o Mob. Se apersonaba un señor de elegante indumentaria, y le explicaba al dueño de un local comercial que desde la fecha estaba bajo la Protección de Fulano. Como toda buena administración, el sistema de Protección estaba descentralizado, aunque en ocasiones se producían desacuerdos acerca de las zonas correspondientes a una u otra jurisdicción. Había tiros, algunos muertos y recambios frecuentes de intendentes municipales y jefes de policía, pero la Protección seguía marchando.

En Uruguay existe un sistema admirablemente parecido para la Protección de los autores. Viene un señor al teatro, se lleva la plata que le corresponde al autor, y luego el autor debe ir a reclamarla. Por el servicio, la oficina de Protección del derecho del autor le cobra un porcentaje. De modo que el autor le paga por una Protección que no solicitó. Inefable automatismo de la Protección.

Por supuesto, el caso de la Protección que ofrecía Lucky Luciano y el que ofrece el sistema uruguayo son diferentes: aquél actuaba fuera de la ley; en cambio en nuestro país, donde los venezolanos hacen leyes de protección de los derechos de los autores uruguayos, la Protección es legal.

No es importante que una ley uruguaya haya sido redactada por un autor extranjero, pero es todo un síntoma. En este país atiborrado de tacuarembós, somos incapaces de entender el sentido de la creación, en cualquier área. Saldrán algunos a decir que el venezolano fue simplemente un asesor, y otros etcéteras: mentiras, amigos, mentirijillas, mentiras sin derecho de autor. Somos unos inanes incapaces de defender siquiera nuestra incapacidad de producir una ley mentirosa. Una ley que defiende a los Protectores, que insiste en que los autores somos tan imbéciles que no sabemos lo que nos conviene. En fin, había prometido no hablar del contenido de la ley. ¿De qué sirve comentar el contenido de algo que me obliga a aceptar una Protección que tal vez no quiera? La ley no cambia la obligación de someterme a la Protección de un Fulano. Eso está en la ley actual, que viola mi derecho a no protegerme.

Me gustan las películas de gangsters, pero no me gustaría una película de Protectores de derechos de autor. El autor de esa película tendría que pagar para que lo protegieran. Como Mafalda, permítaseme la cita, o cóbreseme por los derechos de Quino
(pero mándesele la plata), pisaré indefectiblemente el césped toda vez que un cartel me anuncie que Alguien lo prohibe.


* Publicado orginalmente en Insomnia Nº 141

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