Parece que un señor
venezolano redactó una ley uruguaya sobre la protección
de los derechos de los autores. Sí, sí, la ley sobre
derechos de autor -esa que va a hacer que vengan al país
miles de millones de dólares, según nos dice un
licenciado no muy autor- fue escrita en puro caribeño,
y luego vertida a dialectos más rioplatenses por esforzados
traductores anónimos (en la ley se menciona algo acerca de los
derechos de las traducciones; esperemos que cobren; al menos el
venezolano cobró).
El autor de la ley sobre derechos de autor
no es un autor uruguayo. En el fondo, claro, todos los autores
somos iguales, y nadie debería dudar de los derechos de
autor del autor venezolano de nuestra futura ley de derechos de
autor, ya que como autor, el citado ciudadano del mundo defenderá,
suponemos, el derecho de sus colegas, sea cual sea su nacionalidad.
¿Vamos a discutir aquí el contenido de la ley?
Lejos de nuestra intención, ya que si antiguos vicepresidentes
se muestran incapaces de decir por qué perderemos millones
de dólares si no la aprobamos, menos podrá un mísero
autor lunfardo discutir lo que un autor caribeño ha propuesto
para protegernos.
La Protección es un concepto de amplia significación.
Por ejemplo, la Protección funcionó en algunos
lugares mediante la modalidad denominada Mafia o Mob. Se apersonaba
un señor de elegante indumentaria, y le explicaba al dueño
de un local comercial que desde la fecha estaba bajo la Protección
de Fulano. Como toda buena administración, el sistema
de Protección estaba descentralizado, aunque en ocasiones
se producían desacuerdos acerca de las zonas correspondientes
a una u otra jurisdicción. Había tiros, algunos
muertos y recambios frecuentes de intendentes municipales y jefes
de policía, pero la Protección seguía marchando.
En Uruguay existe un
sistema admirablemente parecido para la Protección de los
autores. Viene un señor al teatro, se lleva la plata que
le corresponde al autor, y luego el autor debe ir a reclamarla.
Por el servicio, la oficina de Protección del derecho del
autor le cobra un porcentaje. De modo que el autor le paga por
una Protección que no solicitó. Inefable automatismo
de la Protección.
Por supuesto, el caso de la Protección que ofrecía
Lucky Luciano y el que ofrece el sistema uruguayo son diferentes:
aquél actuaba fuera de la ley; en cambio en nuestro país,
donde los venezolanos hacen leyes de protección de los
derechos de los autores uruguayos, la Protección es legal.
No es importante que una ley uruguaya haya sido redactada por
un autor extranjero, pero es todo un síntoma. En este
país atiborrado de tacuarembós, somos incapaces
de entender el sentido de la creación, en cualquier área.
Saldrán algunos a decir que el venezolano fue simplemente
un asesor, y otros etcéteras: mentiras, amigos, mentirijillas,
mentiras sin derecho de autor. Somos unos inanes incapaces de
defender siquiera nuestra incapacidad de producir una ley mentirosa.
Una ley que defiende a los Protectores, que insiste en que los
autores somos tan imbéciles que no sabemos lo que nos
conviene. En fin, había prometido no hablar del contenido
de la ley. ¿De qué sirve comentar el contenido
de algo que me obliga a aceptar una Protección que tal
vez no quiera? La ley no cambia la obligación de someterme
a la Protección de un Fulano. Eso está en la ley
actual, que viola mi derecho a no protegerme.
Me gustan las películas de gangsters, pero no me
gustaría una película de Protectores de derechos
de autor. El autor de esa película tendría que
pagar para que lo protegieran. Como Mafalda, permítaseme
la cita, o cóbreseme por los derechos de Quino (pero mándesele la plata), pisaré indefectiblemente
el césped toda vez que un cartel me anuncie que Alguien
lo prohibe.
* Publicado
orginalmente en Insomnia Nº 141
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