REPRESIÓN -
Diccionario para los nuevos tiempos (VIII)*
Sandino
Núñez
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REPRESIÓN - No mato a mi
vecino porque esté prohibido o porque me disuada el miedo al castigo
posterior de la comunidad. Yo no mato a mi vecino porque violento la
racionalidad misma de la realidad, porque ese acto constituye un exceso
inadmisible e impensable, un agujero por el que precipita toda la
arquitectura simbólica de la vida política. |
REPRESIÓN. La fascinación que nos produce el
asesino en serie
o el asesino de masas es la misma que la que nos produce la
esquizofrenia, el delirio o la locura. La aparición de un otro
radical, irremediablemente asocial, inmune a todo esfuerzo por
traerlo a este lado del pacto social, a la realidad colectiva, en la
que la orden "no matarás"
no es verdaderamente una orden o un mandato sino la forma
constitutiva de nuestra racionalidad. Yo no mato (no violo, no
golpeo, no hostigo) a mi vecino porque esté prohibido o porque me
disuada el
miedo al castigo posterior de la comunidad. Yo no mato a mi vecino
porque violento la racionalidad misma de la realidad, porque ese
acto constituye un exceso inadmisible e impensable, un agujero por
el que precipita toda la arquitectura simbólica de la vida política.
Lo mismo puede decirse de acostarme con mi madre o de bajarme los
pantalones y cagar un lunes de tarde en 18 y Ejido: si no lo hago no
es porque el incesto esté prohibido o porque exista una figura penal
como "atentado al pudor" o lo que sea: no lo hago porque no es
razonable, porque no es
pensable, aunque ese "no
pensable" (ese exceso asocial radical) aparezca bajo las modalidades
sintomáticas del asco o del pudor, de la culpa o de la vergüenza.
El psicoanálisis ha llamado "represión"
a este núcleo constitutivo de la realidad simbólico-social. Entiendo
que "represión" es una palabra controvertida, ya que tendemos a
asociarla con procedimientos mecánicos simples,
disciplinantes, policíacos o conductuales: reprimo (o la sociedad
reprime) mis impulsos agolpes de una mecánica disciplinante externa
de prohibiciones y órdenes y castigos que posteriormente, en el
mejor de los casos, se "interiorizan" y funcionan como "el Amo que
llevo dentro"
y que me advierte cada vez que me acerco a un límite o me castiga
"internamente" cada vez que traspaso alguno. Pero el concepto freudiano
de "represión es bastante más rico y complejo. En primer lugar, es
un concepto, y eso quiere decir que no designa o describe un momento
provisto de una existencia empírica, de una positividad: es el
momento imposible en el que el clivaje de mi psiquismo
"sintoniza"
con el clivaje de lo social (la realidad), o más exactamente, la
forma en la que mi psiquismo sólo es posible a condición de ser una
estructura siempre ya social, la clave que hace que ambos
(psiquismo, sociedad) sean co-extensivos
y que se pueda pensar (extremando la metáfora) que lo social es un
gran sujeto y que yo soy lo social en pequeño. Ciertamente que esa
"sintonía"
no
puede nunca ocurrir del todo: siempre hay en mí un residuo no
socializable, siempre hay en lo social un exceso traumático de
autoridad o de poder. Y
esos puntos son precisamente los que constituyen la dinámica misma
del psiquismo o de lo social. Ahora bien. Esta represión es lo que
nos ha sido sustraído en la postsociedad contemporánea. Y en su
lugar nos ha dejado la otra, la mecánica biológica del poder volcado
directamente sobre el cuerpo y la conducta.
* Publicado
originalmente en Tiempo de Crítica. Año I, N° 56, 19 de abril
de 2013, publicación semanal
de la revista Caras y Caretas.
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