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ISSN 1688-1672

 



REPRESIÓN -
 

Diccionario para los nuevos tiempos (VIII)*

Sandino Núñez
 

REPRESIÓN - No mato a mi vecino porque esté prohibido o porque me disuada el miedo al castigo posterior de la comunidad. Yo no mato a mi vecino porque violento la racionalidad misma de la realidad, porque ese acto constituye un exceso inadmisible e impensable, un agujero por el que precipita toda la arquitectura simbólica de la vida política.

REPRESIÓN. La fascinación que nos produce el asesino en serie o el asesino de masas es la misma que la que nos produce la esquizofrenia, el delirio o la locura. La aparición de un otro radical, irremediablemente asocial, inmune a todo esfuerzo por traerlo a este lado del pacto social, a la realidad colectiva, en la que la orden "no matarás" no es verdaderamente una orden o un mandato sino la forma constitutiva de nuestra racionalidad. Yo no mato (no violo, no golpeo, no hostigo) a mi vecino porque esté prohibido o porque me disuada el miedo al castigo posterior de la comunidad. Yo no mato a mi vecino porque violento la racionalidad misma de la realidad, porque ese acto constituye un exceso inadmisible e impensable, un agujero por el que precipita toda la arquitectura simbólica de la vida política. Lo mismo puede decirse de acostarme con mi madre o de bajarme los pantalones y cagar un lunes de tarde en 18 y Ejido: si no lo hago no es porque el incesto esté prohibido o porque exista una figura penal como "atentado al pudor" o lo que sea: no lo hago porque no es razonable, porque no es pensable, aunque ese "no pensable" (ese exceso asocial radical) aparezca bajo las modalidades sintomáticas del asco o del pudor, de la culpa o de la vergüenza.

El psicoanálisis ha llamado "represión" a este núcleo constitutivo de la realidad simbólico-social. Entiendo que "represión" es una palabra controvertida, ya que tendemos a asociarla con procedimientos mecánicos simples, disciplinantes, policíacos o conductuales: reprimo (o la sociedad reprime) mis impulsos agolpes de una mecánica disciplinante externa de prohibiciones y órdenes y castigos que posteriormente, en el mejor de los casos, se "interiorizan" y funcionan como "el Amo que llevo dentro" y que me advierte cada vez que me acerco a un límite o me castiga "internamente" cada vez que traspaso alguno. Pero el concepto freudiano de "represión es bastante más rico y complejo. En primer lugar, es un concepto, y eso quiere decir que no designa o describe un momento provisto de una existencia empírica, de una positividad: es el momento imposible en el que el clivaje de mi psiquismo "sintoniza" con el clivaje de lo social (la realidad), o más exactamente, la forma en la que mi psiquismo sólo es posible a condición de ser una estructura siempre ya social, la clave que hace que ambos (psiquismo, sociedad) sean co-extensivos y que se pueda pensar (extremando la metáfora) que lo social es un gran sujeto y que yo soy lo social en pequeño. Ciertamente que esa "sintonía" no puede nunca ocurrir del todo: siempre hay en mí un residuo no socializable, siempre hay en lo social un exceso traumático de autoridad o de poder. Y esos puntos son precisamente los que constituyen la dinámica misma del psiquismo o de lo social. Ahora bien. Esta represión es lo que nos ha sido sustraído en la postsociedad contemporánea. Y en su lugar nos ha dejado la otra, la mecánica biológica del poder volcado directamente sobre el cuerpo y la conducta.

 



* Publicado originalmente en Tiempo de Crítica. Año I, N° 56, 19 de abril de 2013, publicación semanal de la revista Caras y Caretas.

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