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IZQUIERDA -
Más
sobre el debate ideológico de la izquierda*
Sandino
Núñez
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Que en una
sola frase se mezclen los modos indicativo y subjuntivo, cambiando así
desconcertantemente el sujeto del enunciado, da cuenta de la pobreza
intelectual de la izquierda que entiende que un documento ideológico es
una proclama electoralista redactada por gente que no sabe escribir y,
por tanto, tampoco sabe pensar. |
Es feo decirlo. Del famoso debate ideológico en
la izquierda uruguaya seguramente no va a quedar nada. Ningún concepto político
sobre el que valga la pena detenerse. Nada sobre partidos, poderes, Estado,
coaliciones, alianzas, antagonismo, propiedad, redistribución, capitalismo
(ciertamente), medios de comunicación,
educación. Nada sobre la alegre y
violenta desocialización de lo social, crecida al amparo del neo-liberalismo
clásico y del posneoliberalismo de los años 1990-2000. Y, por cierto, nada sobre
estrategia política montada sobre un proyecto filosófico-conceptual más o menos
serio o responsable. Este mes, el Frente Liber Seregni ha hecho público un
documento llamado 15 reflexiones que, suponemos, es el "aporte" (una palabra
extraña que ahí quedará, esperando su crítica) a la discusión ideológica de un
sector importante de la coalición de izquierdas. Voy a proceder con ese texto de
una manera similar a los viejos deconstruccionistas.
Ex un-gue leonem. Decido tomar
un fragmento aparentemente lateral, orbital o secundario y trato de extraer de
ahí conclusiones que comprometen todo el procedimiento. El fragmento en cuestión
es el punto 2 y dice así:
"Debemos reconocer que una debilidad para un futuro gobierno de izquierda es que
los sectores organizados, la sociedad civil y la mayoría de los uruguayos no necesariamente
se sienten constructores y protagonistas de los cambios y de los avances
logrados, se enamoren de ellos y los impulsen en los diversos ámbitos. Sin ese
espíritu no será posible avanzar y conquistar metas más ambiciosas y profundas
en el futuro".
Quien deba reconocer en este pasaje algo más que una superficial y burda
retórica electoralista, con la máscara de la archifamosa "autocrítica" (otra
palabra extraña que quedará esperando) que reconoce con aparente valentía y
honestidad que el partido-coalición no ha logrado entusiasmar a la masa con su
proyecto, sin preguntarse si existe tal proyecto, o si "enamorar a la masa" no
es algo que se da de sopapos con una ética política para alinearse del lado de
la poesía obscena del publicista que busca invariablemente poner al otro en
estado de hipnosis, de enamoramiento o de éxtasis, o que dice resueltamente "la
mayoría de los uruguayos no necesariamente se sienten constructores o
protagonistas de los cambios y de los avances", sin problematizar en absoluto la
condición de posibilidad conceptual de "el cambio" o "el avance" (¿qué es "un
cambio" o "un avance" en este contexto político o económico?) y tampoco la del
"protagonismo" de eso que antes la izquierda llamaba "pueblo" en la
"construcción del cambio", centrando de hecho el problema en una especie de
"vivencia subjetiva" indiferente de la masa con relación al cambio, algo que
podría ser eventualmente corregido con tecnología publicitaria, imágenes,
emblemas y jingles, para crear una especie de mística estimulante que nos haga
desfilar con alegría ciega detrás de esas palabras huecas (cambios, avances,
conquistas) a renovar nuestros votos en las próximas elecciones, deberá en
primer lugar enfrentar la incongruencia de un texto que haría la delicia y el
horror de cualquier Maestro Ciruela o Siruela. Que en una sola frase se mezclen
los modos indicativo y subjuntivo, cambiando así desconcertantemente el sujeto
del enunciado, da cuenta de la pobreza intelectual de la izquierda que entiende
que un documento ideológico es una proclama electoralista hecha a las apuradas
en alguna reunión ansiosa, redactada por gente que no sabe escribir y, por
tanto, tampoco sabe pensar. Y quizá es verdad que "perder las elecciones es un
retroceso histórico", pero quizá es más verdad que, para el caso, el verdadero
retroceso histórico es pensar que perder elecciones es un retroceso histórico.
* Publicado
originalmente en Tiempo de Crítica. Año I, N° 53 (22 de marzo
de 2013), publicación semanal
de la revista Caras y Caretas.
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