Una
economía verde no sólo consideraría asuntos financieros,
sino que comprendería cuestiones ambientales y hasta
espirituales y priorizaría el crecimiento cualitativo sobre el
cuantitativo. Intentaría medir el valor real de los productos
y servicios más que simplemente tomarlos por su valor
monetario de intercambio. Finalmente, haría visibles muchas de
las importantes tareas realizadas fuera de la economía formal
y, al mismo tiempo, pondría en el debe los daños a los
sistemas naturales de la Tierra.
La economía verde, también
conocida como economía ecológica, no se limita a las
consideraciones ambientales, como puede implicar su nombre.
Abarca también consideraciones sociales y ambientales, así
como inquietudes espirituales de los individuos, factores
históricamente pasados por alto por los estudios económicos, y
propone elaborar un modelo nuevo para la economía. Este
modelo, según Brian Milani, autor de
Designing the Green Economy
(1) (Diseñando la
economía verde), debe instaurar la
democracia directa, satisfacer las necesidades de todos y
armonizar la actividad humana con la naturaleza.
Muchos aspectos de la vida
cotidiana quedan excluidos de la economía política más
aceptada, que está orientada hacia la medición de la
producción industrial y el intercambio de
dinero. En general, los productores y los consumidores
sólo toman en cuenta sus propios costos y beneficios directos
al tomar decisiones, más allá de los costos y beneficios de la
sociedad como un todo. Los ejemplos de estas alternativas
(costos o beneficios que se transfieren a la sociedad
en general) pueden ser positivos o negativos.
Un ejemplo común de una externalidad negativa es la
contaminación, que es producida por un fabricante pero afecta
a muchas personas más. Esa contaminación perjudica a los
trabajadores y vecinos de la fábrica, pero no directamente al
lucro del fabricante –por lo tanto, el fabricante no considera
el efecto de la contaminación–. Un ejemplo de una externalidad
positiva sería una vacuna que no sólo beneficia a quien la
recibe, sino también a la sociedad en general porque reduce la
posibilidad de que la enfermedad se propague a otros. Las
medidas económicas vigentes no fueron diseñadas para tomar en
cuenta externalidades; por eso dejan la tarea de gestionarlas
al Estado, el cual debe
fomentar o desalentar estas externalidades según su parecer.
Economía verde contra economía ambiental
La economía ambiental
ofrece maneras de medir las externalidades y proporcionar a
los legisladores mejores herramientas para su trabajo. La
ecológica o verde va más allá de estos esfuerzos y pretende
rediseñar la economía para desalentar desde un principio las
consecuencias negativas y fomentar aquellas positivas. La
economía verde supone que la humanidad puede regenerar las
comunidades y los ecosistemas y que el cambio cualitativo
positivo es posible; en tanto, la economía ambiental sigue
dedicándose al control cuantitativo. Mientras la economía
ambiental se ha insertado cómodamente en el paradigma
económico vigente sin realizar cambios fundamentales, la
economía verde implica el diseño de un sistema económico nuevo
que tome en cuenta más que lo material y el dinero. La
economía verde podrá utilizar las herramientas económicas
ambientales para elaborar los precios mediante los costos
sociales y ambientales, pero reconoce que a largo plazo esas
medidas no generarán los cambios necesarios. Mientras la
economía ambiental se pregunta cómo la economía industrial
puede perjudicar menos al ambiente y a la gente, la economía
verde pregunta por qué la economía tiene que ser destructiva
en primer lugar.
Algunas características
de la economía verde
1) El problema con el
PIB
Otra de las omisiones del
saber predominante es que toda actividad que no implique el
intercambio de dinero no es medida ni valorada por los
indicadores del progreso económico. Esto es especialmente
problemático ya que los indicadores económicos con frecuencia
se utilizan como indicadores de progreso social. En el mismo
sentido, toda transacción que sí implique el intercambio de
dinero es tomada en cuenta, sin importar si ha generado valor
real en la sociedad o no. Es por este motivo que los desastres
ambientales que requieren una limpieza intensiva, como los
derrames de petróleo, aumentan el Producto Interno Bruto (PIB)
si la actividad económica generada por la limpieza es superior
a la actividad económica que se hubiera producido sin la
existencia del derrame. Dado que el PIB se utiliza como
indicador del progreso, al incrementarse gracias a este tipo
de desastres envía una señal ambigua acerca de un hecho que es
devastador para el ecosistema y la salud humana. Para
encontrar un ejemplo de elementos excluidos del cálculo del
PIB basta con fijarnos en el cuidado de los niños y los
ancianos, una tarea que por lo general no es remunerada y es
realizada por mujeres. Aunque nadie negaría el valor que
conlleva esta labor, el PIB la pasa por alto y su aporte a la
sociedad no se mide. En cambio, los indicadores económicos
miden y fomentan la producción material por sí sola más allá
de si esa acumulación material es útil o sirve un propósito en
la sociedad.
2) El valor de lo no
valorado
La economía verde se
propone tomar en cuenta lo verdaderamente valioso al
concentrarse en el valor de uso de las transacciones y los
productos y no a su valor de intercambio. Esto haría que
muchas de las actividades invisibles mencionadas anteriormente
recuperaran la visibilidad, como el trabajo realizado en el
hogar, que es la base y el sostén del resto del trabajo de la
sociedad, o la labor voluntaria en la comunidad, que la
economía monetaria también ignora. Una forma de hacerlo es
mediante las encuestas del empleo del tiempo que indagan en
qué utilizan su tiempo las personas, y no cuánto tiempo
dedican a realizar trabajo remunerado. El Informe de
Desarrollo Humano del PNUD calculó que 16 billones de
dólares de la producción mundial permanecían invisibles, y que
las mujeres producían 11 billones de esa cifra. En
comparación, el PBI para ese año se calculó en 23 billones.
Otro estudio(2)
categorizó 17 ecosistemas distintos y asignó valor a sus
funciones en función de su capacidad para brindar respaldo a
las necesidades humanas. La suma de los servicios de estos
ecosistemas se calculó en 33 billones de dólares, lo cual es
superior al PBI del planeta.
3) Una auténtica
economía de servicios
Al concentrarnos en los
valores de uso es posible avanzar hacia una auténtica economía
de servicios. La economía verde nos exhorta a olvidar la
definición más aceptada de economía de servicios, por la cual
todos los empleos fabriles se desplazan desde los países
industrializados hacia los países en desarrollo, mientras la
mano de obra de los países industrializados se concentra en
los servicios de hotelería y alimentación y demás empleos de
«servicios». Los servicios en la economía verde son aquellos
proporcionados para satisfacer una necesidad. Esto implica
hablar de movilidad y no del número de autos fabricados, y
concentrarnos en las maneras de producir calor y luz en lugar
de fábricas que utilizan energía de combustibles fósiles. Un
ejemplo concreto de una compañía que intentó hacerlo es la
estadounidense Interface Flooring. Otrora una
fabricante de alfombras, Interface Flooring reencauzó
su actividad hacia los materiales para pisos y el suministro
de ese servicio a sus clientes. Eso implicó una forma distinta
de conducir sus negocios. En lugar de venderles a sus clientes
el material físico, les alquilan a los clientes el servicio y
transfieren los costos materiales a la propia compañía. Ahora,
en lugar de reemplazar cientos de metros cuadrados de alfombra
cada vez que una parte de la misma se desgasta o ensucia,
utilizan su diseño consistente en baldosas de alfombra para
cambiar sólo la parte que debe sustituirse. Esto reduce sus
costos, así como la carga para los basurales y el ambiente.
4) El trabajo en los
sistemas naturales
Tomar distancia de la
producción y el consumo de materiales y energía también
permite comenzar a trabajar en los sistemas naturales para
seguir los flujos naturales. Una forma de hacerlo es
aprovechar el uso de materiales y energía utilizando los
sobrantes o desechos como insumos en otros procesos, ya sea en
la fábrica o en la comunidad. Este tipo de «ecología
industrial», que reconoce que el desecho de un organismo es el
alimento de otro, es solo un ejemplo de las medidas que se
toman para reducir los flujos de materiales. Trabajar a una
escala adecuada para el ecosistema y reconocer las regiones
biológicas son formas adicionales de trabajar dentro de los
sistemas naturales que al mismo tiempo proporcionan la base
para una democracia más directa debido a su naturaleza
descentralizada.
Notas:
*Publicado en
La Guía del Mundo
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