En
la historia del cine norteamericano, Viñas de ira (The
Grapes of Wrath), constituyó en 1940 una notable paradoja.
Un tema de ambiente proletario y campesino, con una fuerte crítica
a los bancos y a la sociedad capitalista, fue filmado por una
poderosa empresa de Hollywood, con respaldo del Chase Manhattan
Bank, y se impuso poco después como una de las películas
más importantes de la industria, comenzando por sus premios
en la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood.
Habría sido
fácil entender en ella un mensaje revolucionario y comunista,
con una carga de protesta social muy superior a lo que el propio
cine soviético filmaba en la época, pero ese mensaje
era sin embargo muy ajeno a la ideología personal de sus
autores. El productor Darryl F. Zanuck, el adaptador Nunnally
Johnson, el director John Ford, eran hombres de inclinación
política conservadora, que no incurrieron ni antes ni
después en otra obra de intención socio-política
similar.
Una década más
tarde, cuando el senador McCarthy y los suyos comenzaron a pedir
cuentas sobre el comunismo pasado o presente de muchas personalidades
de la política, de la literatura, del teatro y del cine,
Viñas de ira no apareció siquiera mencionado
en discursos o interrogatorios. Ninguno de sus autores o intérpretes
fue sugerido siquiera para integrar las Listas negras del cine
durante 1947-1960. Una primera explicación de esa paradoja
es que pese a su carga de crítica social, novela y película
evitan presentar a los comunistas como defensores de un campesinado
perseguido por la injusticia y la desocupación. Otra explicación
aún mejor es que novela y película trasladan una
realidad histórica innegable, pero lo hacen con el énfasis
en la peripecia individual y familiar, moderando el posible enfoque
social y político.
Los hechos
En 1929 la caída
de la Bolsa en Wall Street desató una crisis económica
que durante una década afectó a Estados Unidos
y al resto del mundo. En 1933 otros desastres empeoraron la situación,
en particular para el campo en el centro del país. Las
prolongadas sequías, las tormentas de polvo, el fracaso
de las cosechas, la creciente mecanización de las tareas
agrícolas, provocaron la pobreza y la desocupación
para miles de campesinos, que se vieron impedidos de pagar sus
alquileres o hipotecas. Los bancos y las compañías
propietarias comenzaron a expulsar a los deudores, en algunos
casos destruyendo sus camiones y tractores y sus viviendas precarias.
Después se calculó que entre doscientos y trescientos
mil habitantes de Oklahoma, Texas, Arkansas, South Dakota, North
Dakota, New México y Missouri (genéricamente llamados
"los Okies") emprendieron la marcha hacia California,
en busca de una Tierra Prometida que ofrecía nuevos trabajos,
en especial la recolección de uvas y naranjas.
Contra ese y otros
fenómenos de la crisis debió luchar desde 1933
el nuevo gobierno de Roosevelt. La
situación atrajo el interés del escritor John Steinbeck,
que entonces residía en California y cuyos cuentos y novelas
habían enfocado ya el mundo proletario. En 1936 había
publicado su novela En lucha incierta (In Dubious Battle)
que cuenta la organización y el fracaso de una huelga
colosal en una plantación de manzanas, con la declarada
intervención de agitadores comunistas pero también
con su derrota. De inmediato se dedicó a la migración
campesina. Viajó a Oklahoma, hizo junto a otros el penoso
taryecto hacia el Oeste, habitó las villas de emergencia
diseñadas antes bajo el gobierno Hoover (por lo cual se
las llamaba Hoovervilles) y colaboró con el fotógrafo
Horace Bristol en una extensa nota que terminaría por
aparecer en la revista Life (junio
1939).
Tras un primer intento que
desechó, Steinbeck se dedicó a escribir su novela
Viñas de ira, que concentraba el drama colectivo
en el peregrinaje
de la familia Joad. El título alude a que California simbolizaba
al principio las viñas prometidas en esa nueva conquista
del Oeste, pero los percances del camino transfromaban esa promesa
en una serie de conflictos, reconstruidos con pausa y sin prisa
en una nutrida novela que en su edición original tuvo 582
páginas.
Novela con fondo
Steinbeck no hizo de los
Joad una familia de héroes
ni construyó en su derredor un ensayo sicológico.
Con un estilo realista
que comienza por el peculiar lenguaje de los diálogos,
el autor apuntó la nobleza esencial de aquellos emigrantes,
pero también los extremos de ignorancia, la torpeza y hasta
el delito. En las primeras escenas su protagonista Tom Joad vuelve
de cumplir cuatro años de cárcel, para descubrir
que su casa ha sido destruida y que la partida a California será
inevitable. La familia atraviesa después las muchas penurias
del camino, y a sus costados aparecen también el campesino
terco (Muley) que se niega a partir porque ha echado raíces
en su tierra, y el predicador (Casey) que ha perdido la fe en
los valores religiosos y que llega sin embargo al sacrificio personal.
Los conflictos están
en el camino. Son las aldeas precarias, el costo del viaje, la
explotación a manos de comerciantes y terratenientes,
los fanáticos religiosos y puritanos, los agresivos vigilantes
de la propiedad ajena. Los más nítidos villanos
de la trama son quienes reparten volantes que ofrecen lejanos
trabajos y que así consiguen mano de obra barata en el
camino de los necesitados. A pesar de este cuadro amargo, Steinbeck
apunta también la protección que le gobierno Roosevelt
procuró dar a los emigrantes, instalando otras aldeas
modernas, con electricidad y servicios sanitarios. Y al final
del proceso, el autor dedica todo el capítulo XXV a describir
cómo en California los grandes colonos sacrifican animales
y dejan pudrir las frutas porque no les conviene pagar los salarios
de la recolección.
El dato histórico
fue que le gobierno pudo aliviar parcialmente la penuria de los
emigrantes, dándoles algunas viviendas provisorias y confortables,
pero no podía instalar muchos campamentos ni dar trabajo
inmediato a miles de personas ni aportar soluciones de fondo
para un amplio problema social. La depresión económica
se mantuvo hasta 1939.
Retrato de vida
Como lo señalara
el crítico Edmund Wilson en 1941, el texto de Steinbeck
se apoya con frecuencia en datos de la biología, comparando
una y otra vez a los emigrantes con muy diversos animales. En
el texto del narrador impersonal, pero también en los
abundantes diálogos, aparecen así la tortuga que
resite la embestida de un camión (Cap.
III) o la fila
de hormigas que supone una metáfora del peregrinaje, o
la familia que estrecha filas ante el peligro, como lo hacen
las vacas frente a los lobos hambrientos. Por encima de ello,
y en el plan mismo de la novela, los ciclos naturales de la existencia
quedan ejemplificados en la familia Joad y en los otros personajes
cercanos: el embarazo, el nacimiento, la niñez, la ancianidad
y la muerte. En un vasto panorama, y sin reforzar sus símbolos
con explicación alguna, el autor dibuja datos básicos
de la vida humana.
Estos acentos son en
Steinbeck más importantes que los obvios datos sociales.
Acá hay una clase proletaria hostilizada por un sistema
capitalista que da el mando a los bancos y a las grandes compañías,
con el agravante de que esos villanos son impersonales y remotos,
como llega a saber el campesino Muley cuando busca inútilmente
contra quién vengarse.
El tema era propicio
para un alegato comunista, sobre todo en la década del
treinta, cuando el comunismo solía presentarse como la
única salvación de un mundo en crisis. Pero Steinbeck
no quiso verlo así. Los muchos diálogos de su anterior
novela En lucha incierta documentan que el autor sabía
muy bien las argumentaciones del comunismo en cuanto a la defensa
de las clases pobres, pero también sabía de sus
conductas oportunistas e hipócritas.
En Viñas
de ira el autor dispone que los "rojos" sean unos
pocos agitadores que terminan siendo rechazados por los campesinos.
Publicada en marzo de 1939, la novela ascendió de inmediato
a la lista privilegiada de los bestsellers y se mantuvo
allí hasta fines de 1940, ganando además el codiciado
premio Pulitzer. Esto no impidió que simultáneamente
la obra fuera denunciada como "obscena" y "subersiva",
en especial por cámaras de comercio y asociaciones agrícolas.
La película
En 1939, poco después
de publicada la novela, el libretista y productor Nunnally Johnson
se interesó por sus posibilidades cinematográficas,
que eran considerables, no sólo por la actualidad del
tema sino por la riqueza de sus personajes y por la continua
acción que Steinbeck sugería. La propuesta parecía
absurda para la 20th Century Fox, empresa donde Johnson era uno
de los escritores mejor pagados y donde la producción
de los últimos cuatro años participaba del escapismo
general de Hollywood frente a los problemas sociales. Hasta ese
momento, el cine norteamericano había ignorado al fascismo
italiano, al nazismo alemán, al comunismo soviético,
a la guerra civil española.
Pero el amo supremo
de la Fox era Darryl F. Zanuck, que en una etapa anterior de
su carrera, como escritor y como jefe de producción en
Warner Brothers, había procurado innovar en las rutinas
del cine, atendiendo a los temas de interés público
que surgían en la prensa: El pequeño César,
Enemigo público, Soy un fugitivo, Contra
el imperio del crimen (1930
a 1935).
Pese a la opinión
de socios y colegas, Zanuck compró los derechos de Viñas
de ira en setenta mil dólares y encargó a Johnson
la adaptación. A esa altura circuló en algunas
revistas el dato de que Zanuck había comprado los derechos
de la novela solamente para esconderla y evitar que otros la
filmaran, en una mniobra capitalista que habría sido costosa
pero eficaz. Enterado del rumor, Johnson se apresuró a
desmentirlo. En un artículo para la revista Pothoplay,
atribuyó a Zanuck una reacción orgullosa: "Muéstrame
a un hombre que pueda demostrar que gasté setenta mil
dólares para archivar la novela, y haré una película
sobre ese hombre".
Zanuck tomó
además perecauciones. Contrató a una agencia privada
para investigar la correción de los datos que Steinbeck
aportaba en la novela, con lo que descubrió que el drama
real era más amplio que el de la ficción. Envió
al director Otto Brower y al fotógrafo Charles G. Clarke
a registrar las caravanas de los emigrantes, un fenómeno
que todavía continuaba en 1939, pero sabiendo que el título
de Steinbeck despertaba resistencias, ordenó que ese rodaje
de exteriores figurara como parte de un proyecto titulado Highway
66 (Ruta 66).
Al designar el equipo,
el productor insistió en contar con personalidades de
prestigio. El director John Ford tenía detrás una
sólida carrera y un Oscar de la Academia (en
1935), el fotógrafo Gregg Toland había
hecho para Zanuck un notable trabajo en el clima dramático
de Les Miserables (dir.
Richard Boleslawski, 1935).
Para el reparto, Zanuck sabía que Henry Fonda codiciaba
el papel de Tom Joad, que estaba en la línea de otros
personajes suyos anteriores (en
Solo vivimos una vez, en Jesse James), pero Zanuck condicionó
la oferta a que Fonda aceptara un contrato de siete años
con la empresa. El actor firmó y luego lamentó
otros papeles asignados por Zanuck.
*Publicado originalmente en la Revista
M Cine Nº 1
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