Relación entre la
gramática y la magia
El mismo temor
que suscita el mago
despierta el gramático, entre aquellos que sospechan que hay un saber
misterioso, unas conexiones entre sonidos e ideas, entre discursos y
acciones, que solo se adquieren a través del uso crítico de lenguaje.
El mago cambia la realidad al pronunciar un
conjuro. Es la fuerza de la palabra mágica la que permite la ejecución.
En inglés, conjuro se dice spell, que tiene el mismo origen que
el verbo spell (deletrear): ambos son formas modificadas de
“contar una historia”. Pero spell, en el sentido de conjuro, se
usa especialmente para efectos negativos; los conjuros sanadores se
nombran charm, que tiene un origen lógico similar (contar una
historia) aunque proveniente del latín. Tanta es la diferencia que el
término para el conjuro sanador terminó significando, en la vida
cotidiana, “cualidad placentera”.
La palabra
castellana —conjuro— se relaciona más directamente con la autoridad de
quienes sancionan la ley para ejercer la justicia (jus, juris,
jurare). El conjuro supone un vínculo entre quien lo pronuncia y
los agentes relacionados con los efectos buscados. Conjuros
pronunciaban, por ejemplo, los exorcistas, o los sacerdotes que, a
través de ciertas palabras, convertían el pan en el cuerpo de Jesús y el
vino en su sangre.
En inglés
hay más coincidencias: glamour, palabra de origen escocés para
designar magia y encantamiento, es una alteración de la inglesa
gramar, que se refería, en la Edad Media, a cualquier saber
universitario. En aquellos tiempos las ciencias ocultas estaban
comprendidas en los saberes que los académicos cultivaban.
No conviene pensar que atribuirle
cualidades mágicas a las cuestiones del lenguaje es un disparate. Uno de
los fundadores de la lingüística moderna, Ferdinand de Saussure, invadía
la filosofía cuando trataba de dar una imagen del fenómeno por el cual
las ideas y los sonidos pueden relacionarse a través del lenguaje:
“Psicológicamente, hecha
abstracción de su expresión por medio de palabras, nuestro pensamiento
no es más que una masa amorfa e indistinta. […] Considerado en sí mismo,
el pensamiento es como una nebulosa donde nada está necesariamente
delimitado. No hay ideas preestablecidas, y nada es distinto antes de la
aparición de la lengua.”
A esta nebulosa, de Saussure opone
el reino de los sonidos:
“La sustancia fónica no es más fija
ni más rígida; no es un molde a cuya forma el pensamiento deba
acomodarse necesariamente, sino una materia plástica que se divide a su
vez en parteas distintas para suministrar los significados que el
pensamiento necesita”.
Lo que agrega es quizá lo más
interesante de sus observaciones:
“El papel característico de la
lengua frente al pensamiento no es el de crear un medio físico material
para la expresión de las ideas, sino el de servir de intermediaria entre
el pensamiento y el sonido, en condiciones tales que su unión lleva a
deslindamientos recíprocos de unidades”.
Para de Saussure, se produce “un
hecho de cierta manera misterioso” por el cual finalmente la
lengua es una forma (y no
una sustancia) producida por la combinación de elementos de dos órdenes
(el pensamiento y el sonido).
Levadura verbal
Cierta publicidad de la empresa de
servicios médicos COSEM explica que su clínica de
“cesación de
tabaquismo”
tiene
“supervisación”
de médicos.
No es muy importante para nadie que
una empresa, cuya finalidad última es la misma que la de las sequoias,
las Escherichia coli o los
osos panda, es decir seguir existiendo, use el
sonido supervisación como si fuera una palabra. Todos entendemos
que en realidad se quiso decir supervisión. Bueno, no todos: los
directores de la empresa anunciante, y el equipo de creativos, locutores
y editores de las agencias, los estudios de grabación y los medios que
propalan la pieza publicitaria no han notado nada extraño.
Es cierto que no existe algo como
“hablar
mal”
mientras la comunicación sea efectiva. ¿Importa decirle a alguien que,
ante la consola de control de una batería de misiles termonucleares,
está a punto de presionar con su dedo índice un bonito botón rojo:
“¡No
apretes!”
en lugar de “¡No
aprietes!”?
No. Lo importante es que el idiota no acabe con el planeta. Si
diciéndole “¡No
apretes!”
el individuo no aprieta el botón, la comunicación ha sido un éxito y la
discusión acerca de lo correcto se termina. Yo entiendo lo que me quiere
decir COSEM con supervisación. COSEM quiere decirme supervisión.
El motivo del error debe buscarse
en la magia. Si la palabra es más complicada y larga, el concepto parece
más profundo. Este asunto tiene interés, porque termina resultando que
es bastante más importante el aspecto de las palabras que lo que
significan. Porque claramente supervisación no significa nada,
pero por su forma da la impresión de ser una supervisión enjundiosa.
Claro, siendo que uno entiende lo
que quiere decir la empresa, ¿por qué preocuparse? Bueno, la verdad es
que yo me preocuparía un poco: ¿entenderán los técnicos de COSEM los
manuales de los aparatos e instrumentos que manejan en sus
manipulaciones para realizar diagnósticos o tratamientos? ¿Serán capaces
de entender los textos de semiología médica, es decir, podrán entender
qué enfermedad están tratando?
Los buenos médicos son
extraordinariamente precisos en su expresión verbal, y sus
interrogatorios a los pacientes denotan una sensibilidad léxica y
sintáctica realmente exquisita, pero los directores de esa empresa
médica no parecen tener la misma capacidad de comprensión y expresión.