Estimado Alcides Beretta
Director Revista
de Humanidades
El motivo de esta nota es
responder a la
carta en la que mi colega
Aldo Mazzucchelli, con
razón, critica —rechaza— mi caracterización equívoca de su posición
respecto a las ideas de Stanley Fish. En “Elogio de las Humanidades”
digo que en “El pecado
original de las Humanidades” Mazzucchelli se hace eco de la
postura de Fish (por ejemplo, que las Humanidades no han de servir
“para nada”, pero que tampoco se ha de buscar ninguna justificación
o utilidad para honrar su esencia), cuando en realidad, luego de
exponer las razones de éste, toma distancia y critica de cínico a
ese autor, al tiempo que enumera una serie de funciones históricas
—apuntadas por Gumbrecht— y expectativas, en cuanto a su valor en
nuestra sociedad (informar los dilemas éticos y las políticas
públicas, construir ciudadanos más inteligentes y reflexivos, etc.),
que el mundo real espera de las Humanidades. Una lectura desatenta e
infeliz de mis apuntes, una retórica que tomó control y me hizo usar
expresiones inexactas, prejuicios y sobreinterpretación de su texto
(que se origina en la creencia de que el lenguaje no es transparente
y los textos nunca son lo que parecen y son contradictorios), no
haber dado en la tecla en cuanto al meollo de mi desacuerdo, puedan
explicar, aun si no justificar, mi error. Solicito se publique esta
aclaración y pedido de disculpas.
Es preciso subrayar, sin embargo,
que el asunto de mi ensayo no era centrarse en mi colega
Mazzucchelli —que incluí en mi trabajo en reconocimiento de haberse
tomado el trabajo de pensar y escribir sobre un tema que nos
preocupa a ambos y sobre lo que hemos conversado en otras
ocasiones—, sino explorar el sentido histórico y función de las
Humanidades, “reconstruir el proyecto humanístico” que le da
sentido, interrogarnos acerca de las preocupaciones, preguntas y
objetivos que guían o deberían guiar nuestro quehacer en este siglo
que despunta, renegociando nuestra relación —no rompiendo— con el
pasado, repensando nuestra relación con el poder (en sus múltiples
ejes y formas).
La estrategia expositiva escogida
consistía en hacer una breve recapitulación de su historia,
identificar algunas contradicciones persistentes, dilemas que nos
siguen desafiando, delinear un mapa de posiciones posibles y
arriesgar —compartir— mi propia toma de posición y razones.
Mi referencia a la posición de
Fish, que es atendible aun si discutible, representa la posición de
muchos y es una, aun si no la única posición predominante—, y a
otras —las posturas occidentalistas, nacionalistas, modernizadoras,
iluministas, posmodernas, etc.—, perseguía identificar una serie de
posibilidades como telón de fondo de nuestro problema y desafío —la
agonía de las Humanidades. No se trataba, en ningún caso, de
denostar sino de explicitar y polemizar con las distintas posiciones
sobre el tema, con ánimo no de vencer sino de encontrar una salida.
En relación a Fish (no a
Mazzucchelli) también aclaro que, referirme o cuestionar a una
postura hedonista o egoísta, es decir, centrada en un quehacer
dictado por la mera voluntad y arbitrio individual y la búsqueda de
gratificación personal (estética, intelectual, sicológica) no tuvo
un propósito de maledicencia, sino de explorar sus condiciones de
posibilidad o pertinencia como actividad humanista en este tiempo,
en este lugar.
Dado el propósito de esta nota de
aclaración y disculpa, no es este el momento de volver y ahondar
aquí en las distintas posiciones, o en el modo en que plantea el
problema mi colega Mazzucchelli, que merece mejor consideración y
discusión, y queda como tarea pendiente.
Cordialmente,
Gustavo Remedi
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