Montevideo, Julio 23, 2014
Estimado
Editor de la revista Humanidades
Profesor Alcides Beretta
De mi mayor consideración:
El profesor Gustavo Remedi
dedica un artículo en la recientemente aparecida revista
Humanidades
que usted edita, el cual parece
estar motivado por un interés en dar cuenta de algunas
irrupciones recientes en la discusión acerca de roles y futuros
posibles para las humanidades. No pretendo entrar aquí en
conversación con el contenido del trabajo del colega, sino hacer
una precisión acerca del uso que en tal trabajo se hace de otro
mío, aparecido hace ya un año en Chile. Pues en el ensayo del
profesor Remedi aparezco opinando lo contrario de lo que pienso
y he escrito.
Ya que el asunto es simple,
iré directamente al grano. En su lectura de mi artículo, dice
Remedi lo siguiente:
“Más aun, para Mazzucchelli
lo realmente grave del asunto—“el pecado original”—es la
búsqueda de una utilidad y una justificación de las humanidades.
Siempre sobre los hombros de Fish, sugiere retornar a un planteo
kantiano donde las humanidades sean “un fin en si”, que no
sirvan básicamente para nada, que no tengan que ser
justificadas, y que su virtud y su legitimidad se limite, para
horror de Adorno, al argumento hedonista del entretenimiento y
placer individual que ocasiona a sus privilegiados
practicantes—“solaz para la vejez”, “compañía para el viaje”,
“luz al caer la noche”, dirían Cicerón o Petrarca. El argumento
de la falta de finalidad y utilidad, entonces, termina siendo
una forma de ocultamiento—descarto la inconciencia—de la función
de la cultura, y una manera de eludir el problema teórico y
ético que esto nos plantea, pues como explica Mazzucchelli, el
dominio y manejo de la cultura, de sus valoraciones,
significados y usos, está estrechamente ligado a la construcción
y ejercicio del poder”. (p. 83).
Hasta aquí la cita de Remedi.
El profesor me figura a hombros de Stanley Fish, quien como un
moderno San Cristóbal me cruzaría hacia la costa de los egoístas
a quienes no les interesa nada de los demás y sólo quieren gozar
en algún empíreo letrado. Al mismo tiempo, no solamente se me
pone en esa incómoda postura, sino que el profesor Remedi parece
sugerir que podría haber cierta malicia en fomentar que las
cosas sean así de elitistas—el inciso “descarto la inconciencia”
es perfectamente anfibológico.
Después de ello, el profesor
Remedi nos recuerda la importancia de la ética en la práctica de
las humanidades, cosa con la que desde luego muchos, o todos,
estaremos de acuerdo. La primera norma ética en cualquier
práctica de las humanidades—y estoy seguro que Gustavo estará de
acuerdo conmigo en esto—es leer aquello sobre lo que se pretende
tener una opinión. Más aun si se lo va a usar, poniéndolo a
trabajar al servicio de un argumento propio. Lamento pues tener
que aclarar que la versión que en este caso se da de mi trabajo
es inexacta. Para mostrarlo, basta citar los pasajes en los que,
lejos de ir a hombros de Fish, yo digo explícitamente que su
visión de las humanidades me parece cínica; o donde digo,
también, que Fish toma una situación indeseable como si fuese
“un hecho meteorológico que ni tiene causas ni podría tener
cambio alguno”, entre otras cosas.
Cito de mi propio artículo,
tal cual fue publicado en la Revista Chilena de Literatura
:
“En realidad, apunto, lo que
Fish olvida en una postura que a fin de cuentas es cínica, es
que si las humanidades no pueden ya casi encontrar significación
en una formación del carácter y la personalidad que estuvo
claramente en la base del proyecto original, eso es en buena
medida…” (etc) […] Que el desarrollo del objetivismo y
positivismo primero, y del relativismo y perspectivismo
posteriormente, expliquen que hoy nadie o casi nadie crea que
las humanidades tienen que ver con el desarrollo de algunos
“valores humanos”, no hay duda. Pero la postura que adopta Fish
toma ese dato como un hecho meteorológico que ni tiene causas ni
podría tener cambio alguno, y pretende justificarlo con una
lectura blanda de la tercera crítica kantiana. Para entender
cómo es que se llega a que una postura como la de Fish suene
natural y casi obvia, hay que repasar por un momento la historia
de lo que la mayoría da por sentado hoy al discutir sobre
humanidades. Esto es, cierta postura clásica del utilitarismo,
cuando mira la educación.” (p. 42)
Lamento el apuro con el cual
el colega transitó mi artículo. De haberlo leído con más
atención, él habría visto que los aspectos del problema que
intento proponer no sólo no están (ni siempre, ni a veces) “en
hombros de Fish”, sino que hacen una crítica directa y clara de
la postura “hedonista” del profesor Stanley Fish y todo lo que
esta representa. Como surge simplemente del párrafo anterior, en
mi artículo digo que sí creo (contra Fish) que las humanidades
debieran tener que ver con una formación ética integral de sus
practicantes, pero que el relativismo filosófico generalizado en
el que la discusión pública se ha estabilizado, debido a
diversas condiciones históricas, ha desconectado a las
humanidades de ese rol; en mi artículo yo digo además,
directamente, que es cínico hacer lo que hace Fish; digo también
que la aparente justificación de Fish es “una lectura blanda de
la tercera crítica kantiana”; y lamento que la postura de Fish
haya resultado “natural y casi obvia” a mucha gente, tanto que
éste pueda ponerla a consideración, como si nada, en artículos
de divulgación publicados en el New York Times.
También critico la postura
de Fish cuando digo que él no discute lo que cree que discute.
(ver página 46). Finalmente, yo remitía al lector de mi artículo
(en la “Breve anotación sobre referencias”) a una memorable
entrevista a Richard Rorty por Robert Harrison, en su serie de
podcasts “Entitled Opinions About Life and Literature”
donde—invito a escucharlo—las críticas a la postura hedonista y
egoísta de Fish son fortísimas. Críticas que comparto, por
cierto, y que he tenido ocasión de ver madurar al tener el honor
de haber compartido con Harrison, Rorty y muchos otros docentes
y estudiantes de posgrado el llamado “Philosophical Reading
Group” de Stanford University durante los años 2002 a 2006
inclusive, del que estos dos distinguidos profesores eran
principales animadores.
La razón por la cual en el
trabajo del profesor Gustavo Remedi se me ubica diciendo lo
contrario de lo que pienso y escribo no la conozco. Tampoco le
atribuyo ninguna aquí. Mi único propósito al escribir esta
respuesta es dejar sentado el hecho de que mi texto y mis ideas
han quedado completamente falseadas en la presentación que de
ellas se hace en el trabajo del profesor.
Sin otro particular, le
saluda cordialmente
Aldo Mazzucchelli
Profesor
Titular, Grado 5
Departamento de Literaturas Uruguaya y Latinoamericana
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Universidad de la República
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